BCN Noire. Tópicos y renuncias

El guionista Raule propuso a una serie de autores barceloneses un reto. Se trataba de hablar de la Barcelona contemporánea usando los códigos de la serie negra. Los escogidos – cerca de 50 artistas de varias generaciones – acaban construyendo con sus relatos breves un mosaico irreal, lleno de tópicos y sin fuerza.

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Edición nacional/ España: BCN Noire. Norma Editorial. Febrero 2018
Guion: Varios autores
Dibujo: Varios autores
Formato: Tapa dura, 264 páginas
Precio:25€

 

Si quieres ser universal, habla de tu aldea”.
(León Tolstói)

El álbum colectivo titulado BCN Noire publicado por Norma Editorial no alcanza ninguno de los propósitos que persigue.
Son 23 historias de temática criminal que están situadas en la ciudad de Barcelona. Cada una de ellas está escrita y dibujada por un equipo artístico diferente y todas juntas pretenden ofrecer un mosaico variado y original de la Ciudad Condal contemporánea más turbia y canalla. Un retrato local con aspiraciones universales.

Lo peor de todo es que no he reconocido a Barcelona en casi ninguna de las páginas de este álbum. Y me duele decirlo tan bruscamente porque la premisa era muy interesante. Además, la galería de autores no estaba mal. Se juntaban escritores consagrados como Andreu Martín, Jorge Zentner, Enrique Sánchez Abulí, Hernan Migoya, otros con menos prestigio y carrera, pero igual de interesantes como Raule, Santi Arcas, Daniel Estorach… y finalmente algunos más novatos; pero todos con un conocimiento directo de la ciudad donde viven. Además, Raule – el impulsor del proyecto – les pidió que se ciñeran a la actualidad sin recurrir ni al pasado ni al futuro. Aun contando con estas premisas, el conjunto no ofrece un retrato de Barcelona mínimamente enraizado con su realidad.

Es evidente que de la quema se pueden salvar algunos relatos. Desfigurada, una historia escrita por Santi Arcas y dibujada por Francis Portela, se mueve en un ambiente reconocible y tiene un argumento con un mínimo de grosor dramático que despierta nuestro interés. Para redondearlo, Portela realiza un excelente trabajo gráfico que potencia la historia. En Un dolor que agrieta Sergio A. Sierra construye una trama tensa que Javier Hernández plasma de manera excelente. La única pega es que la venganza del protagonista llamado Marco podría consumarse tanto aquí en Barna, como en Londres, Nueva York o incluso en Moscú. Y en general poco más. La historia de Andreu Martín está bien documentada, bien arraigada en el terreno pero es algo menor como para cumplir el expediente y el trabajo de Manu Ripoll y Sagar no contribuye a darle brillo. En cambio, Natacha Bustos sí que destaca poderosamente dibujando una historia discreta de Damián Campanario. Y es el mismo caso que el de Jordi Lafebre que hace lo que puede, y es bastante, con una historia mínima y absurda de Josep María Polls.

Otros tres cuentos merecen ser destacados. En primer lugar, Corpus Delicti de Raúl Deamo y Claudio Stassi que es un relato poderoso, bien construido y con un trabajo artístico coherente y lleno de fuerza, pero con una trama más propia de un ambiente rural que ciudadano. Intenso en todo caso. El segundo se titula Arde, cabrón de Josep Busquet y Fernando Blanco y no lo destaco por su calidad si no porque es uno de los pocos donde se reconoce algo del ambiente cotidiano de un barrio barcelonés. Podría pasar en Sants, Gràcia o Nou Barris, hay tiendas de frutas paquistaníes, mossos d’esquadra, skin-heads paseando impunemente, esteladas en los balcones y pasa en la “revetlla” de Sant Joan algo que es fundamental para la trama. Como mínimo han hecho los deberes. Por último Servesa Bier Amigo de Salva Rubio y Diego Olmos trata el tema de los lateros desde un enfoque realista y con la rabia necesaria.

Por el contrario, hay algunas historias que resultan sonrojantes y provocan vergüenza ajena. No creo que aporte nada a esta reseña citarlas por su nombre ni mencionar a sus autores, pero sí creo necesario advertir al potencial lector de su existencia.

El género negro es trascendente cuando se ciñe a la actualidad y denuncia las injusticias de su entorno. En la época dorada, tanto Hammett como Thompson describían lo que veían, lo que tocaban y denunciaban lo que les afectaba, Chester Himes hablaba de los negros y de sus barrios, Manuel Vázquez Montalbán es admirado en todo el mundo con sus novelas ambientadas en Vallvidrera y en la Rambla llenas de personajes posfranquistas, en la actualidad conocemos la poesía cotidiana y las miseria de París gracias a Fred Vargas y las de Edimburgo con Ian Rankin.
En los 80 surgió una generación de autores de cómics que cobijados en diversas revistas mensuales retrataron el ambiente de Barcelona con rigor y pasión. Eran Alfredo Pons y sus escaleras de vecinos, Jaime Martín y sus adolescentes delincuentes, Nazario y sus clubs de alterne o Carlos Giménez con sus profesionales que nos ofrecieron una panorámica cruda, emocionante y real de su hábitat cotidiano que el lector reconocía y asimilaba tanto por los ojos como por los poros.

Resulta cuando menos preocupante que con una actualidad tan poderosa como la que nos asalta cada día: la crisis económica, los desahucios, la corrupción que supera la ficción, el procés independentista, la especulación inmobiliaria, la dictadura de las redes sociales, Facebook, Twitter, la pérdida de libertades colectivas, el terrorismo yihadista, el retorno al franquismo… los autores de este álbum no hayan conseguido reflejar con un mínimo de detalle la realidad, ni denunciar las injusticias grandes o pequeñas que nos golpean cotidianamente.

En el epílogo Raule explica que los atentados del mes de agosto, sobre todo el de la Rambla, cambiaron decisivamente el proyecto. La espléndida portada prevista de Pasqual Ferry fue descartada para no herir sensibilidades y el título pensado: Barcelona se viste de negro también se desechó para no crear malentendidos y que los posibles lectores no creyeran que se trataba de un cómic sobre los ataques yihadistas.

Ilustración de Pasqual Ferry prevista inicialmente para la portada

Este espíritu temeroso es el que sobrevuela por las páginas de BCN Noire, que en un principio tenía un título de trabajo mucho más impactante y real: Puta Barcelona algo que habremos dicho casi todos sus habitantes alguna vez en nuestra vida por mucho que la amemos.

Lo mejor del álbum es la galería de ilustraciones, encabezada por la portada fallida de Ferry y rematada por un dibujo de Àlex Sierra, con las que atisbamos lo que este proyecto pudo ser y finalmente no ha sido.
La edición a cargo de Norma es impecable, incluso lujosa tanto en la impresión como en la calidad del material utilizado. El precio es razonable por la cantidad de páginas ofrecidas.

La sensación general es que casi todos los relatos aquí presentes podrían haberse escrito hace 15 años y que podrían estar ubicados en cualquier ciudad del mundo. En vista del resultado la pregunta que nos asalta es si en la actualidad falta talento para plasmar la realidad cotidiana de una ciudad tan llena de vida y tan saturada de problemas como Barcelona o simplemente los implicados decidieron cubrir el expediente sin realmente implicarse en el proyecto por la razón que sea; seguramente en la mayoría de los casos para no salirse de lo políticamente correcto. Apuesto por esta segunda explicación, mucho más prosaica, pero que creo más ajustada a la realidad puesto que a todos nos consta que el talento de la mayoría de los creadores que firman estas historias está fuera de toda duda. En realidad el fracaso artístico de BCN Noire no es culpa de nadie en concreto, simplemente es la suma de varias renuncias y de un montón de oportunidades perdidas que da como resultado un experimento fallido.

Les aseguro que mi ciudad no se merece un libro tan cobarde y tan mediocre como este. En realidad, ninguna ciudad se lo merece.

  Edición nacional/ España: BCN Noire. Norma Editorial. Febrero 2018 Guion: Varios autores Dibujo: Varios autores Formato: Tapa dura, 264 páginas Precio:25€   “Si quieres ser universal, habla de tu aldea”. (León Tolstói) El álbum colectivo titulado BCN Noire publicado por Norma Editorial no alcanza ninguno de los propósitos que…
Guión - 4
Dibujo - 5.5
Interés - 4.5

4.7

Decepcionante

Un experimento fallido que daba para mucho más.

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Jordi Molinari
7 abril, 2018 21:55

Buena reseña, en la que tristemente estoy muy de acuerdo. Es más, el prólogo de Cristina Fallarás me animó lo suyo, y eso hizo que aún se me fuese desinflando más. Lo leí en 2 partes, las 13 primeras historietas y luego las últimas 10. Decir que el sabor agridulce de la primera parte, ya no sé me quitó con la segunda. Si bien he de decir que algunas de las historietas más potentes, se encuentran en la parte final.

Además de que ciertamente, se ve muy poco Barcelona y muy poca denuncia, hay una palabra que se menciona desde sus orígenes, que no veo en ningún momento: puta. En el prólogo, se dice que en los 80, las cosas se llaman por su nombre. El nombre original iba a ser «Puta Barcelona». Y sin embargo, no veo a ninguna puta en estas historias. Pero si en temas más candentes, más globales, apenas encuentras nada, supongo que esperar dignificar a las trabajadoras sexuales era una utopía.

Una verdadera lástima, porque la calidad y el potencial estaba allí. Ojalá en el futuro, tomen nota de los errores, y aunque el proyecto sea menos ambicioso, cumpla mucho más con la premisa presentada.