Especial Archivos. El Planeta de los Simios

Hacemos un repaso al fenómeno que representa el Planeta de los Simios, con motivo de su reciente recuperación por parte de Panini y SD.

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Bienvenidos a la singularidad, pues hoy toca hablar de un Marvel Limited Edition que en realidad no lo es. Funciona igual, se viste con los mismos estándares, pero hablamos de otro producto. Nos referimos al “Archivos. El Planeta de los Simios”, volumen uno, el inicio de una recopilación que nos va a hacer llegar, vía Panini y SD Distribuciones, el material original pertrechado por Marvel Comics acerca de esta conocida propiedad. El tema de base es que hace largo tiempo que los derechos ya no pertenecen a la Casa de las Ideas, siendo su actual propietaria la editorial Boom!Studios. Esa es, básicamente, la razón por la que no podemos dirigirnos a ella como MLE. Aun así, nosotros vamos a seguir enlistándola en la misma categoría, ya que comulga perfectamente con la línea, con su principal caladero, la Marvel de los setenta, y está realizada por los sospechosos habituales de la casa. Puede que le hayan quitado el marchamo de Curtis, pero esto es un tebeo tan Marvel como cualquiera de los que solemos hablar en esta sección.

La propiedad «El Planeta de los Simios» es una de tantas de las que la compañía, presidida entonces por Stan Lee, adquirió para intentar diversificar su catálogo y salir un poco del superhéroe. Películas (2001, Star Wars) licencias pulp (el Hombre de Bronce, Fu-Manchú), adaptaciones literarias (cualquier cosa de Robert E. Howard)…. Marvel se fue llenando de extraños caracteres que evocaban las más diversas temáticas y se puede decir que la editorial no reparó en gastos, ofreciendo gran cantidad de material en comic-book o en magazine. El Planeta de los Simios fue una serie que se expandió mayoritariamente en el formato revista, pese a que tuvo su versión en cómic, más popular y demandado en el mercado. Las revistas en blanco y negro no debían pasar por el Comics Code Autorithy, lo que daba una mayor libertad a los autores. Por tanto, el grueso de las historias estaba pensado para público adulto, ya que la versión en cómic eran adaptaciones recortadas, suavizadas y coloreadas para acceder a la mayor cantidad de público.

El magazine Planet of The Apes duró veintinueve ejemplares, de agosto de 1974 a febrero de 1977 (siempre, refiriéndonos a fechas de portada). Comenzó de manera bimestral, pero su éxito la convirtió en cabecera mensual nada más comenzar 1975. Como todo magazine de aquellos días, incluía su porción de cómic, donde encontrábamos adaptaciones de las diferentes películas y material original, y luego la ración de artículos explicativos, fotografías, entrevistas, etc., que maravillaban a los seguidores de los simios. Panini y SD han optado por el seguir el modelo de Boom!, por lo que se ha hecho una repartición ciertamente curiosa que puede inducir a ciertos errores al lector profano. Primero, nos olvidamos de todo lo que no sea arte secuencial; artículos fuera, desde un primer momento. Boom! no los ha tenido en cuenta y las editoriales patrias tampoco están por la labor. Posteriormente, no se ha trasladado de manera íntegra, ni cronológica, es decir, Planet of the Apes#1 y luego el #2, para seguir con el #3 y así hasta completar. El primer tomo compila material propio con una larga trama realizada por Doug Moench y Mike Ploog, principalmente, denominada “Terror en el Planeta de los Simios”. Esto incluye segmentos de varios magazines, que van desde el primero hasta el penúltimo de los publicados por Marvel. Se estima que el resto de los tomos programados sean las adaptaciones de las diferentes películas, por tanto, con estructura análoga. Este reparto nos ha llevado a una explicación más completa, conforme avancemos el relato.

Debido a la cantidad de material a tratar, se ha planteado esta entrada como un especial. Primero hablaremos de la novela homónima y del impacto de su traslación al cine, con hasta cinco películas (no contamos las más recientes) en su haber. Posteriormente, comentaremos como Marvel Comics asume la propiedad y como se articulan las diferentes publicaciones. Por último, toca reseña del tomo en cuestión, el saber si su adquisición o no merece la pena. Como ven, mucha tela que cortar para que alarguemos este prólogo en demasía. Comencemos el desconcertante viaje hacia una tierra donde los monos han subyugado a los humanos.

El fenómeno Planet of The Apes

La historia comienza en negro sobre blanco. Un libro realizado sin ninguna pretensión por un novelista francés, antiguo combatiente del ejército de liberación del país, curtido en la Malasia Británica y en la Indonesia francesa, y publicado en 1963, se convertirá en el sustrato de todo un fenómeno mundial. Pierre Boulle, el citado escritor, apenas contaba con alguna obra relevante; la más recordada es “El Puente sobre el Rio Kwai”, que precisamente se basaba en su experiencia durante la II Guerra Mundial, y que fue traslada por Hollywood a la pantalla grande. Pero para este proyecto, Boulle piensa en hacer algo sencillo, una fábula moralista disfrazada de ciencia ficción, de fantasía distópica, un género que tenía su tirón a inicios de los sesenta.

El argumento es bastante sencillo. Ulises Mérou forma parte de una tripulación en misión espacial. La carrera por la conquista de las estrellas había comenzado años antes, pero todavía no se sabía muy bien cómo iba a funcionar, por lo que daba para esbozar las más descabelladas posibilidades. El caso es que el tal Ulises (nombre, por cierto, con su porcentaje de significación) termina estrellándose en el planeta Soror. Este mundo recuerda poderosamente al planeta Tierra, de donde es originario el viajero espacial. Y es mucho más evidente cuando éste se dedique a explorar y se dé de bruces con la triste realidad. En este mundo, los simios son una sociedad desarrollada que ha conseguido imponerse a los humanos, tratados como simples bestias para sus fines más básicos. El organigrama simiesco se divide en gorilas (dedicados a la función militar y política), orangutanes (científicos y gente del saber relacionados con el poder), chimpancés (digamos el sector más bajo dentro de los simios, pese a tener valiosas habilidades: científicos, artistas o inventores) y humanos (esclavos, básicamente). En ese ambiente tan bien planificado viene a caer Ulises, removiendo los cimientos de esta sociedad.

Pierre Boulle, el padre de la criatura

Para comenzar, Mérou habla, algo que es contrario a las creencias propugnadas por Zaius, uno de los próceres del lugar . El hecho que un humano tenga raciocinio y sea capaz de articular palabra rompe muchos esquemas, lo que atraerá la atención hacia Ulises. Concretamente de Zira y Cornelius, dos investigadores que tratan de llegar a las raíces antiguas de su propio pasado. Llevaban largo tiempo estudiando la llamada “Zona Prohibida”, últimos vestigios de una civilización anterior, y el astronauta parece trazar una conexión evidente con el citado lugar. Tal es su importancia que llegan a considerarle el eslabón perdido en la escala evolutiva de su especie, es decir, abrir la caja de los truenos con una desagradable realidad: los humanos estuvieron primero. De ahí que ambos ayuden a Ulises y su familia en la pertinente huida, pues la sociedad simiocéntrica y anti-humanos confeccionada por los gorilas no podía tener el más mínimo viso de duda.

Obviamente, el objetivo final de la familia será escapar del planeta, recuperando para ello su nave espacial. Y es aquí donde la novela se luce, otorgando un giro final impactante, que para los que lo desconozcan (¡¡¡atención spoilers y gordos!!) a la vuelta a su hogar se encuentra con que ha sido conquistado por los simios. Ulises no solo viajó por el espacio con su cohete, también a través del tiempo (recordamos los bisoños conocimientos sobre la cuestión espacial).

Reflexión pesimista sobre la naturaleza autodestructiva de los hombres, la importancia del racismo y el miedo al que es distinto….. lo que comenzó como una novela de aventuras fantástica no deja de ser el intento de emular viejas obras con moralina. Su propia versión de “Los Viajes de Gulliver”, por citar un ejemplo. Es indudable que Boulle juega con diversos elementos en aras de la consecución de su objetivo. Por ejemplo, al incluir conceptos como simio y evolución ya nos obliga a hablar un poco de ello. Estamos en los años sesenta, no a finales del S.XIX o comienzos del XX. Las teorías de Darwin sobre evolución están plenamente aceptadas. Lo que sí que es cierto es que la disciplina de la paleontología todavía tiene grandes huecos pendientes de rellenar, por lo que la noción de “eslabón perdido” es algo que se maneja de manera habitual. Así, en la novela Cornelius está convencido de que Ulises es esa pieza que le falta para cuadrar sus investigaciones. Boulle escoge el vehículo de la evolución para explicar el trasfondo de este renovado planeta, Soror (que en su idioma original significa «hermana», algo totalmente deliberado), del camino que nos traído hasta aquí, solo que lo hace de manera inversa: el hombre desciende del mono; cuando el hombre no sea capaz de regir sus destinos, volverá el mono a hacerse con las riendas de este mundo.

El hecho de que los simios sustituyan a los humanos proviene de una tradición epistemológica ciertamente extendida durante una época. Desde la antigüedad, el mono ha tenido una consideración peculiar. Sus innegables semejanzas con nuestra especie llamaban la atención de filósofos y naturalistas antiguos. Así, Plinio describe al simio como criaturas propensas a imitarnos en los gestos y costumbres. Desgraciadamente, pese al intento científico de filósofos y estudiosos, su iconografía pasó a adoptar papeles tan deshonestos en la tradición europea como la obscenidad, la gula o la maldad. Quizás, su momento de mayor expansión sea el S.XVIII, donde nos ha quedado constancia de una ingente representación del mono como imitador del hombre. Está documentado que en las cortes europeas contaban con simios amaestrados, realizando todo tipo de trucos, vestidos como personas, para agradar a los cortesanos de turno. De aquí surge el término francés “singerie” (algo así como monerías), concepto extendido en cuanto al mono como imitador del hombre. El arte de la época ha conservado numerosos ejemplos, siendo el más conocido el de David Teniers el Joven, pintor de la escuela flamenca con un amplio surtido de “singeries”: los monos jugadores de cartas, el mono escultor, el mono pintor…. El hecho de representar al simio como artista es de lo más repetido, y así podemos citar los ejemplos del ya nombrado David Teniers, Jean Simeon-Chardin, Jean Antoine Watteau o el mismo Goya en su Capricho 41, que utilizaba a modo de metáfora para criticar a los pintores académicos que no sabían salir de esos esquemas.

Sin embargo, gran parte de esos “singeries” no buscaban ese doble sentido. Si se sabe que muchos monos estaban adiestrados en las cortes europeas, hay historiadores que apuntan al modelo de “mono artista” como algo que realmente existió, pensado como atracción, como divertimiento de la compañía del Rey. Siguiendo ese patrón de la repetición, de que el mono no da para más, Boulle presenta a sus personajes simiescos tal que así. La estructura social es un calco de cualquier sociedad desarrollada, da igual que papel juegue cada una de las especies (gorila, orangután o chimpancé), no es más que la repetición de los humanos que existieron antes que ellos. Es por eso por lo que la sociedad de la novela no ha avanzado en demasía, pese a que nos encontramos a miles de años de distancia respecto al presente, porque los simios no han encontrado un patrón de réplica que consiga mejorar su propia estructura (por ejemplo, desconocen las posibilidades del viaje espacial, hasta la llegada de Ulises).

Aquí tenemos la razón por la que Ulises se vuelve tan importante para Zira y Cornelius. Este humano que ha llegado del cielo puede ser el factor que rompa el estancamiento en el que se encuentran y del que los elementos más intelectuales de Soror son conscientes, por la falta de un patrón de simulación. Mientras que los gorilas tratan de sojuzgar al humano por una pulsión básica de control, Zira y Cornelius se esfuerzan en romper un ciclo de eterna repetición. Tampoco es que podamos pasar por alto el cómo afecta al protagonista principal, Ulises Mérou. Bouelle traza algo parecido a una fantasía social en su novela. Esa sociedad simiesca representa la imagen estándar que al escritor le interesa trasmitir de la realidad de su tiempo. Y enfrenta al lector, como cual Mérou, para descubrir sus fallas, sus puntos flacos. Para que nos podamos sentir en sus zapatos, Ulises debe cargar sobre sus hombros el ser parte del problema. Su primera reacción es rechazar de plano lo que ve, lo que percibe en esta colectividad espejo, empatizando con el sector humano, claramente sojuzgado. Su lucha se traduce en una restitución del statu quo anterior. Pero conforme avance la trama y claramente a su final, no podemos evitar seguir las tesis de Boulle en el que culpabiliza a Mérou, y por ende a los lectores, de todo el problema. Nosotros hemos sido los que hemos conducido la situación hasta aquí y no vale de nada lamentarnos.

La Planete Des Singes” (título original de la novela) se ha convertido en uno de los libros más conocidos de la ciencia ficción reciente. No tanto en cuanto a su calidad, ya que aunque contiene trazas interesantes y un final impactante, pierde mucho por la moralina aplicada, alejándola de grandes clásicos como “1984” de George Orwell o “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley. Su impacto se debe más a un afortunado accidente. Su profusión en Francia propició que editoriales de otros países adquirieran los derechos. La primera edición en inglés, traducida como “Monkey Planet”, es del mismo año 63. Y en esas mismas fechas cayó en las manos de un productor de Hollywood que rápidamente fue capaz de ver su potencial. Hablamos de Arthur P. Jacobs, que tras caer rendido ante la historia de Ulises Mérou, desembolsó la cantidad de 360 mil dólares (una fruslería) para asegurarse la exclusividad. Es decir, que Boulle apenas estaba disfrutando del éxito de su obra en Francia, cuando ya la había visto vendida a otros países y se le auguraba una pronta traslación a la pantalla grande, en la Meca del cine. Todo muy frenético, pese a que el escritor no las tenía todas consigo respecto a la capacidad de trasplantarla al séptimo arte.

Arthur P. Jacobs era un productor con una carrera ciertamente escasa en esas lides cuando se propuso este proyecto. Comenzó como un simple mensajero en MGM e interno en Warner Bros, en los años cuarenta, y de ahí pasó a representar a estrellas de Hollywood, lo que le serviría de trampolín para cambiar a la producción. A primeros de los sesenta su amistad con Marilyn Monroe le puso en bandeja su primera película como productor, What a Way to Go, ya que la gran estrella estaba dispuesta a protagonizarla, si no hubiera sido por su muerte repentina. Pero Jacobs estaba resuelto a seguir con sus propósitos. Sacó adelante el film, con Shirley MacLaine en vez de Marilyn, y consiguió vender otro guion a Fox titulado Dr. Dolittle. Trabajando en este último es cuando se fijó en la novela de Boulle y se empeñó en llevarla a término, como hemos señalado antes, fecha estimada 1963. A Jacobs le costaría horrores que alguien le diese el ok, debido a su escaso historial (sin ningún éxito de relumbrón) y por tratarse de la temática de la ciencia ficción.

Nuestro productor no se amilanó. Y para que la proyección fuese atractiva para las compañías, diseñó un montón de bocetos, siguiendo la estructura de la novela de Boulle, que presentaba ya como “The Planet of the Apes”. Para redondear el guion, Arthur buscó la ayuda de un especialista en ciencia ficción, Rod Serling, famoso por su aportación a Twlight Zone. Pero ni con esas. Las grandes productoras le dieron carpetazo a las primeras de cambio. Jacobs sabía perfectamente del funcionar de la industria y como representante de actores había aprendido que lo mejor para atraer la atención es contar con una buena estrella . Y consiguió una de las grandes ya que Charlton Heston se interesó y mucho por este proyecto. La inclusión de Heston trajo aparejado también el conseguir un director, Franklin Schaffner, con el que el actor había trabajado de forma reciente. Esto ya se parecía a un proyecto elaborado y no tardó mucho tiempo en que un ejecutivo de 20Th Century Fox, Richard Zanuck, diera su bendición para que se pusieran en marcha los preparativos para el rodaje. Jacobs estaba convencido de que la historia funcionaba sola pero el estudio no estaba tan de acuerdo. Contrató a otro guionista de su confianza, Michael Wilson, para que le diera una vuelta de tuerca, ya que todo aquello de los monos parlantes podía dar lugar a la chanza en los ambientes de Hollywood. Tendría que ser lo más verosímil posible. Así pues, ya tenemos a dos guionistas dándole retoques a la obra original, algo que sabemos que no gustó mucho a Boulle. Aun así, algunos cambios mejoraron la novela. Para empezar, las formas físicas de los primates. En el libro, hablamos de los animales que los representan, es decir, orangutanes, gorilas y chimpancés. La cinta utiliza actores reales y se había demostrado, por activa y por pasiva, que revestirlos de suntuosos trajes peludos no funcionaba, quedaba como de película de serie B. Por tanto, se utilizarán las mejores técnicas de maquillaje para diferenciar los distintos tipos de simios pero mantendrán una forma humanoide.

Cartel de la adaptación de 1968

Otra cuestión que difiere es la ambientación. La novela recoge una sociedad tecnológica de finales del S.XX controlada por primates. Se sabe que fue Wilson el que decidió cambiar esto, por temas de presupuesto. Se optó por un look más arcaico, con un cierto aire medieval, aunque no exenta de tecnología. De esta forma podemos observar armas o cámaras fotográficas con carros tirados por animales o chozas hechas de madera, lo que otorga una personalidad muy ecléctica a la película de Schaffer. Tampoco es que el montante del que se dispuso fuera escaso, casi unos seis millones de dólares de 1968. Pero también es cierto que el abundante trabajo de maquillaje con los actores convertidos en simios, algo que preocupaba sobremanera a los ejecutivos de Fox, más el sueldo de una mega estrella como Charlton Heston podía hacer mella si no se tomaban precauciones.

El resto de la historia sigue los cauces básicos de la novela original. Expedición espacial que llega a un desconocido planeta, de la que solo sobrevive Taylor (nuestro Ulises americano). Se ve inmerso en una sociedad donde el mono es la especie dominante y el humano se encuentra sometido. Tras remover los cimientos de este mundo y vivir peripecias varias, Taylor consigue escapar con la ayuda de dos aliados simiescos, Zira y Cornelius, para darse de bruces con la cruda realidad. Lo dicho, una fiel traslación de la obra de Boulle, que únicamente alteraba en esencia el final, cosa de la que renegaba el escritor, cuando recordaba la famosa escena de Taylor frente a las ruinas de la Estatua de la Libertad.

Material promocional de «El Planeta de los Simios»

El film se convirtió en un éxito instantáneo, tanto que en 1969 comenzó la producción de la secuela, que saldría al año siguiente. La recaudación total fue algo más de 33 millones de dólares en el mercado global, de aquellos días (con la inflación, cuenten que hizo unos 233 millones de dólares), lo que traducido en términos de Hollywood significa una mina de oro a explotar. Se convirtió en una de las pioneras con el tema del merchandising y una ola de pasión por los simios recorrió el mundo. Sin duda, la buena realización de Schaffer, el carisma de Heston, el aspecto creíble de aquellos simios, más los subtemas extraídos del libro (críticas a la religión, al militarismo, al maltrato animal, histeria nuclear…) llamaron la atención del público. Uno de los temas más palpables de la película es el odio al que es distinto. Puede que en la Francia de Boulle todavía no fuera una cuestión capital, una lacra como el racismo, pero en la sociedad norteamericana estaba realmente candente, con la lucha del afroamericano por acabar con la injusta segregación que se vivía en muchos estados.

Como decimos, la inyección de dinero validó el proyecto de Jacobs, que se lanzó sin pudor a una explotación del fenómeno. Nada menos que cuatro secuelas en un breve plazo de tiempo: Regreso al Planeta de los Simios (Beneath to the Planet of the Apes, 1970), Huida del Planeta de los Simios (Escape from the Planet of The Apes, 1971), La Rebelión de los Simios (Conquest of the Planet of the Apes, 1972) y Batalla en el Planeta de los Simios (Battle for the Planet of the Apes, 1973). De todas ellas habló el compañero Enrique Ríos en un excelente artículo sobre la materia, por lo que les recomiendo visitar esa entrada para ampliar información. Hay que decir que la pérdida de Heston para las continuaciones supuso un punto negativo para la audiencia, dado que cada una de ellas fue ingresando menos que su predecesora. Una nada velada reiteración de los temas, pese a la inclusión de nuevos personajes, y una bajada de presupuestos paulatina dieron al traste con los intentos de Jacobs de seguir explotando la gallina de los huevos de oro. Aun así, las secuelas mantuvieron un cierto nivel y fueron rentables, en los términos de Hollywood, afianzando así una pasión por los simios que no se ha vuelto a repetir en años. Pues no solo de cine podríamos hablar: una serie de televisión, a imagen real, en 1974 para la CBS, repartida en catorce episodios; un programa de dibujos animados, producido por la misma 20th Century Fox en 1975; y casi tres años de publicación en formato cómic, realizados por Marvel, a lo que habría que sumar merchandasing (juguetes a porrillo) y novelizaciones sobre el citado contenido. Estos detalles nos hablan, a las claras, de la instauración del fenómeno de los monos. Y como todos habrán presupuesto, la cuestión principal que nos ha traído hasta aquí es la referente al noveno arte. Es hora de que veamos cómo Marvel Comics encaró la propiedad de El Planeta de los Simios.

Marvel y los Simios

Los años sesenta en la Casa de las Ideas se sustentaron en afianzar su flamante proyecto de la Era Marvel de los Comics. Se asentó como una compañía muy alejada de las grandes ventas, pero al menos solvente en su propio camino. Con la entrada en los setenta, cada vez más, la editorial fue recortando puestos con el gran gigante, DC Comics. Pero esos días no fueron fáciles, para nadie. Tocaba uno de esos momentos de crisis cíclica y los editores tuvieron que tomar decisiones para no perder lo ganado por el camino. Esta década también supuso un cambio a nivel de cúpula directiva. La hasta ahora empresa familiar de Martin Goodman fue absorbida por un conglomerado que optó por determinaciones tan drásticas como alejar a Goodman y proponer a Stan Lee como presidente. Esto suponía que, tras treinta años en el cargo, había que designar a un nuevo editor jefe. Y el seleccionado fue Roy Thomas.

Thomas era un guionista entusiasta del medio, que había bebido de todas las tendencias desde el práctico inicio de la industria. No solo eso, su trabajo en superhéroes le avalaba, llegando al punto en que el legendario Stan Lee le tomó como su más destacado pupilo. Pero claro, una cosa es trabajar en el mundo del cómic y otra es gestionar los engranajes de una compañía, por lo que Roy tuvo que tomar sus propias decisiones para mantener la tendencia al alza de la editorial. La que a nosotros nos interesa, para la narración que tenemos presta a desplegar, es la compra de licencias para desarrollar en formato cómic. Los pijamas cumplieron una función durante la década anterior, pero se notaba que era necesaria una diversificación, si no se pretendía quedarse estancado. A ello ayudó la implantación del formato magazine, un segmento para público adulto donde se podía arriesgar con las temáticas. En la Casa de las Ideas vivimos una fiebre de licencias en los setenta (no todas auspiciadas por Thomas, hay que aclarar), que iban desde ideas tan locas como un grupo de rock (Kiss) hasta un personaje del folclore japonés (Godzilla). Entre estos dos extremos, lo que puedan imaginar y más.

Sí nos vamos a quedar con la figura de Roy porque se encargó personalmente de negociar la licencia de “The Planet of the Apes”. La sugerencia partió de un buen amigo del editor, un tal Len Grow, que trabajaba en una gran empresa que se dedicaba a fabricar chicles. Grow le convenció de la necesidad de una ampliación de temáticas, sobre todo referentes a la ciencia ficción, para las revistas Marvel. No solo eso, apuntó directamente al Planeta de los Simios y le facilitó el contacto con Selwyn Rauch, responsable de contenidos comerciales en Fox. A nivel de negocios, la franquicia había generado unos cien millones de dólares, a inicios de 1974, lo que animó a Roy a subirse al carro de los monos. El trato fue sencillo, por lo que la productora accedió a cederle las adaptaciones en cómic de todas sus películas, además de permitirle crear material nuevo en base a sus propiedades.

El caso es que Marvel no fue la primera interesada en los simpáticos monos. Hubo otra editorial americana, Gold Key, que trazó tratos previos con Fox para publicar a los primates en viñetas. Estamos en el año 1970, en plena eclosión del fenómeno, y Gold Key solicita a Alberto Giolitti que realice una adaptación de la segunda parte de la saga, Beneath the Planet of The Apes. Y nada más se supo. La compañía o no quiso o no supo gestionar el potencial que tenía entre manos, por lo que la licencia se volvió a perder, hasta que Roy Thomas apareció para reclamarla en beneficio de la Casa de las Ideas.

La versión Gold Key de los monos

Con la licencia en el bolsillo, llega la hora de laborar. Poner a punto una de las franquicias más rentables del cine reciente y sacarle rendimiento. La primera decisión que el bueno de Roy instaura es el derivar el contenido al formato magazine, es decir, pasa a formar parte de la gran familia Curtis. Una toma de posición consciente, dado que la novela y las películas tenían jugosos subtextos, como hemos explicado en el punto anterior, buscando al público adulto para su aprobación. El siguiente paso es configurar la revista; como todos los magazines, se incluirán reportajes, artículos y fotografías, realizadas por el staff habitual. Pero a estas alturas, nadie duda de que el gran reclamo sea la adaptación al cómic de las cinco películas. En unos días donde no existía el formato de reproducción en casa, una de las pocas formas de revivir lo visto en pantalla grande era nuestro amado tebeo, por lo que los ejecutivos Marvel apelaban a la pasión por el simio que se vivía en aquellos días. Como todavía quedaba algo de espacio, se daba luz verde a la confección de material propio, aunque apegado a la saga original.

Roy Thomas gestionaba de manera general la editorial por lo que cedió los galones de edición a Marv Wolfman y Tony Isabella, para este Planet of the Apes. Aun así, hubo cambios en el camino debido al movimiento de sillas entre editores tan habitual de mediados de los setenta; entre otras cosas, la salida de Roy del máximo puesto creativo. Es algo que no afectó para nada el natural discurrir de la revista. De todas formas, por no liar más la madeja, dejar constancia de que Thomas designó a los primeros espadas que se iban a poner al frente de las tareas, tanto de las literarias como de las gráficas. Específicamente, seleccionó a Gerry Conway, un guionista de confianza, para que pusiese en marcha la historia de los ahora simios Marvel. Gerry diseñó personajes nuevos para el entorno y calibró algunas ideas, pero rápidamente abandonó el proyecto. Otros quehaceres eran más importantes. Y Thomas recurrió al comodín del público, a uno de los guionistas más prolíficos de la casa, Doug Moench.

Moench es un escritor originario de Chicago, que había realizado su rodaje particular al escribir relatos para el Chicago Sun Times y que tuvo la oportunidad de vender algunos escritos a importantes editoriales americanas del momento. Hablamos de Warren o Skywald, especialistas en el terreno adulto. Archie Goodwin fue uno de sus principales valedores, puesto que a través suya pudo publicar en Warren, pero también en un gigante como DC. En 1972, Roy Thomas fue capaz de convencerle para que aceptase un puesto de editor asistente (básicamente, realizar correcciones) en Marvel. De aquí a ir haciendo sus pinitos como guionista titular, su verdadera vocación, fue visto y no visto. Dracula Lives, Tales of The Zombie, Creatures on the Loose, Werewolf by Night o Master of Kung-Fu nos hablan ya de un escritor curtido en mil batallas. Y es en ese momento, primeros del año 74, cuando debe hacer frente al Planeta de los Simios, franquicia de la que admitía conocer únicamente la primera y la segunda parte, puesto que como el común de los mortales, había obviado las subsiguientes continuaciones.

El bueno de Doug recibe como herencia el trabajo previo de Conway. Así lo recuerda el guionista: “solo dejó una página escrita con notas. Roy me la pasó. Eran conceptos muy vagos, pero en la hoja aparecían los nombres de Jason y Alexander, un humano y un simio. Son amigos y se encuentran con problemas. A partir de ahí, hice que fuesen más jóvenes. Quería hacer una alegoría sobre el racismo, algo que creo que aparecía implícito en las películas”. Con estos escasos mimbres, Moench dio comienzo a una trama rio, nunca antes vista ni en la novela ni en el cine, que se desarrollaría a lo largo del discurrir del magazine, y que ahora conocemos como “Terror en el Planeta de los Simios”. Respecto a la parte de la adaptación, se trata de un trabajo sencillo. Doug cogía los guiones cinematográficos originales y los trasplantaba al lenguaje del cómic. Esto dio a lugar a que las partes cuarta y quinta tengan diferencias con respecto a sus versiones vistas en pantalla grande, ya que se trabajó sobre el llamado guion de dirección, lo que venía a ser una versión beta de lo que se acaba retratando al final del proceso. El guionista también ha proclamado a los cuatro vientos que había libertad total para encarar las historias. Eso sí, era obligado enviar las pruebas de imprenta a Arthur Jacobs, el gran productor, para su aprobación, pero el propio Moench ha admitido que apenas se hicieron retoques por el camino, más allá de las semejanzas iconográficas con las grandes estrellas: “todo se enviaba a Arthur P. Jacobs y sé que hubo algunos problemas en ciertos números por el dibujo. Siempre eran cosas como “el personaje no se parece lo suficiente a Charlton Heston”. Que yo sepa, en las historias originales que hice con Mike Ploog y Tom Sutton nunca tuvimos ningún problema”.

El talento de Mike Ploog

Con Doug Moench al timón de lo literario, Roy debía buscar a sus parejas artísticas. En cuanto a “Terror” se le asigna a Mike Ploog (con ayudas puntuales en el entintado de Frank Chiaramonte). Ploog es un artista curtido bajo la sabia batuta de Will Eisner, especializado en una época en el horror de las revistas Warren y trabajador para Marvel desde 1972, donde co-creó al Ghost Rider y ayudó a asentar la imagen del Monstruo de Frankenstein o del Hombre Lobo marvelita, en Werewolf By Night. El caso es que el talento y la calidad de Ploog eran algo evidente, incluso en los inicios de su carrera, por lo que Doug no pudo sentirse más satisfecho en compartir aventura con un dibujante de su categoría. Para la parte de las adaptaciones, Thomas busca a un veterano como George Tuska, entintado por Mike Esposito, alguien que llevaba una larga carrera a sus espaldas y que se manejaba como nadie en cualquier tipo de género. Por supuesto, habrá modificaciones en el largo recorrido del magazine, pero se puede decir que estos equipos artísticos fueron bastante estables. Para la realización de portadas se eligió a lo mejor de lo mejor, pues era un gancho definitivo para el posible lector: Ken Barr, Earl Norem, Bob Larkin o Malcom McNeill firman estampas para enmarcar.

Con los seleccionados dispuestos a afrontar la tarea, solo quedaba ponerse manos a la obra. Generalmente, cada magazine incluía dos historias bien diferenciadas, por lo menos en su andadura inicial; una parte de “Terror” y otra con la adaptación que tocase (por ejemplo, la primera película se distribuyó en seis partes). Por el camino también localizamos argumentos autoconlusivos, de una única aparición, pensados para salir del paso. El recorrido se produjo en veintinueve revistas en blanco y negro, quedando la parte cinematográfica terminada pero inconclusa la trama pensada específicamente para los magazines. Cualquier creador de la época sabía que determinados proyectos tenían la espada de Damocles sobre sus cabezas. La única solución era no flojear y seguir hacia adelante, mientras se pudiera, ya que te podían mandar a cubrir huecos en otra cabecera o directamente ser cancelados. Moench tenía preparado el siguiente hilo argumental de su historia de “Terror” cuando los mandamases le dijeron que hasta aquí se había llegado. No más Planet of the Apes. La gente de la productora de Jacobs se volvió un pelín codiciosa de más, por lo que solicitaron en 1977 un aumento de las tarifas por derechos de reproducción a Marvel y ésta decidió dar por concluida la relación profesional entre los dos entes.

La versión adaptada en comic-book

Ya hemos dicho que el recorrido principal de estos monos lo localizamos bajo el sello Curtis, lo que venía a ser la parte editorial para adultos. Su éxito fue casi inmediato, pues aunque no tenemos datos de ventas oficiales, sí hay un hecho definitorio que nos permite enunciar tal afirmación. El magazine comenzó siendo bimestral pero a la altura de su #4 pasó a ser mensual. Más claro no puede ser. En Marvel no querían descuidar el filón, por lo que en octubre de 1975 (fecha de portada) dio comienzo un comic-book basado en la propiedad de The Planet of the Apes, titulado como la serie de animación de la Fox (¿sinergias?), Adventures on the Planet of the Apes. La revista en blanco y negro era un formato con un tamaño mayor al tebeo estándar, además de contar con hasta 84 páginas de contenido. Lo que hacen los editores es, no crear material nuevo, como se presuponía, sino adaptar el que ya existía a un formato de 32 páginas, la media de la editorial en aquellos días. Por tanto, tenemos a los mismos autores que en el magazine, debido a que este era un encargo más propio del departamento de producción que del editorial. Lo que se hizo fue reconfigurar y colorear (papeleta para George Roussos) el ciclo de adaptaciones de películas ideado por Doug Moench y dibujado por George Tuska. Lo que venía a ser la parte más comercial. Y ni con esas consiguió mantenerse en el candelero. Su principal público ya estaba enganchado a los magazines, dando como resultado que las ventas fueran residuales y se cancelase en el #11 (diciembre de 1976, fecha de portada).

Parece que el fenómeno “Planeta de los Simios” arrasó durante una temporada en la cultura popular del momento. Películas, series, dibujos animados, merchandasing y cómics son buena muestra de ello. Pero las modas son pasajeras y tras ese año 1977, momento de la ruptura entre Jacobs y Marvel, no se volvió a reutilizar la propiedad, en el terreno del noveno arte, hasta una fecha tan alejada como 1990. Fue la editorial Malibu (compañía que, por cierto, sería absorbida por la propia Marvel) la que se hizo con los derechos y se puso manos a la obra para sacar al mercado renovadas historias sobre los simios, además de utilizar las primigenias publicaciones Marvel y reimprimirlas en su propia línea. Después de esto, lo más relevante es que la propia 20Th Century Fox se dio cuenta del potencial que tenía en propiedad y así lanzar una nueva serie de películas a comienzos del S.XXI. Es aquí cuando vino Boom!Studios a rescatar a los simios para las viñetas, aprobando una nueva serie de aventuras originales, dispuestas para ser degustadas por cualquier buen aficionado a estos entrañables monos. Y como no, de regalo, recuperar la serie clásica de los setenta, que es, ni más ni menos, el material que tenemos en nuestras manos.

Malibu se sube al carro de los simios

Terror en el Planeta de los Simios

 

Edición original:. Planet of the Apes #1-4,#6,#8,#11,#13-14,#19-20,#23 y #26-28
Edición nacional/ España:. Panini y SD Distribuciones
Guion:.Doug Moench y Gerry Conway
Dibujo:.Mike Ploog, Tom Sutton y Herb Trimpe
Entintado:.Mike Ploog,Frank Chiaramonte y Virgilio Redondo
Formato:. Tomo en tapa dura
Precio:.

39,95 euros

 

Ya tenemos otra muesca más que borrar en el repertorio de obras de culto que nunca pensamos ver reeditadas. Planet of The Apes fue una propiedad muy querida para los lectores de la Marvel de los setenta, debido a que recogía una moda del momento, las películas ambientadas en el universo creado por Pierre Boulle en su novela sobre los simios. La editorial realizó una ingente cantidad de páginas en torno a este tema, primordialmente en magazine, pero todo esto se perdió en la noche de los tiempos al ir cambiando los derechos de reproducción a diversas editoriales. Para que se hagan una idea, no había reedición de estos tebeos en España desde los tiempos de Vértice, lo que parece casi la prehistoria, publicados en Relatos Salvajes durante los años 1977-79. Es decir, casi cuarenta años desde la última vez que asomaron su peluda cara en los quioscos. Afortunadamente, ese mal fario se ha quebrado con el acuerdo de Panini y SD Distribuciones, que nos ha permitido disfrutar del material que Boom!Studios ha recuperado de forma reciente. Un gran logro que celebrar, sin duda.

Como hemos comentado líneas arriba, el magazine se componía de diversos elementos. A grandes rasgos, y es lo que a nosotros nos importa, puesto que toda la parte de artículos ha sido suprimida, nos referimos a dos tipos de historias: un material original, donde se emprendían nuevos rumbos con el trasfondo de la propiedad; y la adaptación de las diferentes películas que componen la conocida saga cinematográfica. A esos efectos, Boom! (y por ende, las editoriales patrias) han repartido el contenido siguiendo el patrón de facilitar la comprensión lectora de cada una de ellas, lo que es de agradecer. Pero sí puede llevar a error a aquellos que busquen información en las fichas de contenidos y observen saltos en la numeración. Para poner un ejemplo práctico, este tomo, titulado “Terror en el Planeta de los Simios”, contiene segmentos del #1 al #4, con paréntesis puntuales en el #6 y el #8, para luego recoger ejemplares sueltos (#11,#13,#14,#19,#20,#23) y finalizar con los números que van del #26 al #28. ¿Esto quiere decir que faltan partes de la historia? No, en absoluto. Todo lo que necesitamos sobre “Terror” lo tenemos aquí, en este tomo , de manera cerrada (otra cosa es que la trama quedara abierta a su continuación). Simplemente se basa en el hecho objetivo de la estructuración de las revistas, que mezclaban ese contenido, por lo que había números que no contaban nada de “Terror”, se dedicaban a otros menesteres (historias autoconlusivas o adaptaciones de las cintas). Por consiguiente, en los subsiguientes tomos (restan tres por publicar) tendremos de manera completa las adaptaciones y de regalo, se supone, esas historias sueltas realizadas para salir del paso, todas relacionadas con el entorno de los simios.

Aclarado este punto, es momento que entremos en materia con el tomo de rigor, que hemos estado llamando de forma cariñosa “Terror”. Dentro del acuerdo entre Marvel y Fox, se abrió la posibilidad de crear material específico para esas revistas. Doug Moench sería el guionista, recogiendo ideas de Gerry Conway, el que se suponía iba a ser responsable literario, pero que abandonó el barco a las primeras de cambio. A Conway se le tiene la deferencia de acreditarle, pues hasta el mismo Moench ha admitido que recicló parte de sus notas, pero la fuerza motora de este proyecto es el bueno de Doug. Suya es la inspiración, la guía, que nos lleva de aventura en aventura en esta trama rio, siguiendo los pasos de Jason y Alexander, un humano y un simio. Ambos son amigos y viven en uno de los poblados de este mundo controlado por los monos. Su más alta representación es el Legislador, que aboga por la convivencia pacífica entre razas. Pues bien, por motivos desconocidos, este gobernante decide irse a la Zona Prohibida, lugar recogido de la mitología básica, y deja en su puesto a un débil segundón, que será controlado por el Oficial de Paz, un gorila llamado Brutus. Con la salida del Legislador, este Brutus ve el momento indicado para poner en marcha sus planes, un hostigamiento generalizado hacia los clanes humanos, en busca de su desaparición.

Brutus y Jason, una rivalidad sin fin

Jason se verá afectado por las intenciones del Oficial de Paz, alguien que usa métodos violentos para lograr sus fines, convenciendo al resto de sus conciudadanos para que renieguen unos de otros. Alexander, pese a ser un simio, se mantiene al lado de su amigo, conocedores ambos del plan de Brutus. Así, comienza un constante enfrentamiento entre estos dos contendientes que va a ocupar un alto porcentaje de la trama. Por el camino, Moench va a ir renovando los ingredientes, puesto que por partes se nota que plantea la historia como un alegato contra el racismo, para luego introducir elementos típicos del pulp (mutantes y cerebros parlantes, que no falten) o alegrarnos con la presentación de personajes maravillosos con los que es imposible no empatizar, como Pólvora Julius, Steely Dan, la Malagueña (sí, como suena), Lightsmith o el silencioso gibón llamado Gilbert. Algunos humanos, otros simios, le sirven al guionista para articular los diversos ciclos, y servir de apoyo a Alex y Jason en su recurrente intento de lograr sus cambiantes objetivos.

Como hemos adelantado, la trama no quedó cerrada. Planet of the Apes#29 fue el último magazine publicado y en él no había rastro de historias que pertenecieran a “Terror”. Esto no quiere decir que Moench tuviese intención de dejarla de esta manera. El guionista había preparado los siguientes pasos con rigurosa antelación. En un pequeño texto alojado al final del tomo, Rich Handley, editor de Boom! encargado del nuevo material de los simios, expone los planes originales de Doug, el cómo tenía previsto continuar la historia. Por lo que se siente como peaje obligado, tras la lectura del volumen, pasar a ese epílogo y constatar que Moench tenía cuerda para rato con respecto a los monos.

Añadimos un poco de pulp a este Planeta de los Simios

No sé si ha repetido lo suficiente un nombre durante todo este repaso, Doug Moench. Este redactor ha alabado su trabajo en todas (o casi todas) las ocasiones que he tenido el gusto de localizarlo en esta línea MLE. De nuevo, se puede decir que su labor es impecable. Sabe contextualizar toda la riqueza de una propiedad como “El Planeta de los Simios” y a la vez es capaz de crear algo fresco y original, con la historia de Jason y Alex. El comienzo del tomo es pura diversión. Te cuelgas de los protagonistas, que te llevan a parajes de lo más pintoresco, a la vez que somos conscientes de que se trata de nuestra Tierra, muchos años después y pasada por el tamiz de la autodestrucción. Especialmente valioso es el personaje de Lightsmith, que continuamente cuela referencias de la cultura popular. También es cierto que el argumento sufre un poco a mitad del recorrido. Hay un momento en que Doug introduce de golpe antagonistas sacados de la ciencia ficción pura (psicódromo, los Guardianes y los demonios-simio), lo que rompe con la tónica de la saga y da como resultado que ralentiza esa parte, la hace algo más pesada, pero luego vuelve a coger impulso de cara al final, con la visita a las Tierras del Norte y la fábula con tintes medievales que sigue a continuación. En general, su guion apenas sufre de fisuras, alternando los convenientes subtextos (el mismo Doug ha confirmado que quería tratar el tema de racismo, que le preocupaba bastante) con la aventura frenética de un tebeo Marvel.

Pasando ya al apartado gráfico, vamos a dejarnos de rodeos, es pura y llanamente magistral. No solo en cuanto a su principal responsable, Mike Ploog, sino también en el caso de sus sustitutos ocasionales, Tom Sutton y Herb Trimpe. A Sutton nadie tenía que darle lecciones de narrativa, solo hay que pasearse por su producción en Warren, llena de sugerentes páginas de terror y misterio. Una fábula distópica no suponía problema para la calidad de su trazo. Se encargó de realizar un par de episodios de “Terror” y de entintar a Ploog en su última aportación. Más dudas puede comportar el nombre de Trimpe. Sigue realizando composiciones estáticas, carentes de fluidez narrativa, pero se nota un empeño mayor en perfeccionar la línea de dibujo. Es cierto que está entintado por Virgilio Redondo, un especialista en el blanco y negro, que otorga un acabado acorde con lo esperado en magazines. Por lo tanto, podemos decir que se encuentra por encima de lo que nos tenía acostumbrados. El buen Herb realiza los tres últimos números del serial, dando por finalizada la historia.

Pero ya hemos dicho que el mejor adalid de lo gráfico es ese portento llamado Mike Ploog. Hay ciertos dibujantes que te llevan por el discurrir de las páginas, entregado a sus planchas, como cual Flautista de Hamelin. Lo que hace Mike aquí es de sobresaliente. Su trabajo es completo y todo lo hace bien: narrativa, composición y delineación del trazo. Bueno, puede parecer que estemos exagerando y que nos hemos pasado un poquito de la raya. Si no me creen a mí, escuchen a Doug Moench: “Mike no solo conoce el medio del comic-book tan bien como Kurtzman, sino que creo que dibuja un poquito mejor. No sé lo que hace que Mike sea tan bueno. Sencillamente, algunos tipos son de esa forma. Talento innato”. Nuff Said.

No se puede obviar la imaginería del KKK en esta escena

Antes de despedirnos, dejemos unas líneas sobre la edición. Ya hemos dicho que esto técnicamente no es Marvel Limited Edition. Y así lo corrobora su diseño exterior, totalmente distinto a lo que estamos habituados. A este menester, se siguen las pautas ordenadas por Boom! Las calidades, eso sí, se mantienen intactas. El material ha sido remasterizado de forma reciente, por lo que la reproducción y la rotulación es óptima para su disfrute. El tomo viene publicado a tamaño magazine, respetando su formato original, lo que nos alegra sobremanera. Toda la trama de «Terror» se ha dispuesto de manera continuada, dejando las portadas de la colección recopiladas en una galería, situada al final del volumen. Como ven, algunas diferencias encontramos con la típica representación del MLE.

En definitiva, y pasando a las capitulaciones finales, nos encontramos ante una obra que cumple con creces con los requisitos artísticos básicos. Una buena historia, un dibujo excelente, la construcción de un mundo propio de manera paulatina, mejores secundarios….. Este volumen es una estupenda muestra de la manera de discurrir en Curtis, el terreno adulto de la Marvel de los setenta. La gran pregunta, para algún sector, será si se puede degustar el tomo si eres un total desconocedor del mundo de los simios. La respuesta es un rotundo sí. Al contrario del resto de Archivos, más apegados a un material base que te tiene que gustar, como es la adaptación de las películas, esta trama de “Terror” funciona de manera autónoma, ya que sus conexiones son casi nulas con el entorno de procedencia (únicamente resaltar el papel de la Zona Prohibida y aun así está muy bien explicado en el cómic). Moench y Ploog hacen muy fácil el sumergirnos en los problemas de dos amigos muy distintos, cuya relación debiera estar prohibida en un mundo dominado por los monos, y que nos hace albergar una esperanza, en relación a la convivencia amigable entre las distintas razas. Una utopía, según parece.

Bienvenidos a la singularidad, pues hoy toca hablar de un Marvel Limited Edition que en realidad no lo es. Funciona igual, se viste con los mismos estándares, pero hablamos de otro producto. Nos referimos al “Archivos. El Planeta de los Simios”, volumen uno, el inicio de una recopilación que nos…

Terror en el Planeta de los Simios

Guion - 7.5
Dibujo - 8.5
Interés - 9.5

8.5

Valoración Global

La recuperación de una obra histórica, atada a las modas de una época, pero con un indudable valor por sí misma, nos deja una lectura que podrá disfrutar todo tipo de público, nostálgicos y debutantes

Vosotros puntuáis: 8.5 ( 8 votos)
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sibaix
sibaix
Lector
5 octubre, 2018 17:03

Absolutamente brutal el articulo, en cuanto al contenido lo suscribo todo incluido las notas, para mi solo por el dibujo de Ploog ya merece la pena tener esta joya en casa, la trama para mi gusto va de más a menos con un poco de ida de olla del guionista hacía la parte final.

AlbierZot
AlbierZot
Lector
5 octubre, 2018 20:35

Este pedazo de artículo compensa la falta de extras del archive. Siempre me parecieron buenos tebeos pero leídos de seguido demuestran el talento inagotable del (inagotable) Moench para que pasemos de estar ante un tribunal de monos. viviendo entre hillapes o dentro de la nariz de Linconl con la misma intensidad e interés. Plogg es un regalo que exprimir a poquitos en una conjunción perfecta. Very enjoyable monetes.

hammanu
hammanu
Lector
6 octubre, 2018 13:26

Una delicattesen que he comprado y que degustare con tranquilidad. Yo también soy fan de Moench y sobre todo de aquellos maravillosos 70 de donde en Marvel reinaba la anarquía editorial y nos dieron unos comics irrepetibles y alejados de la mierda corporativa

alienigena100
alienigena100
Lector
6 octubre, 2018 13:59

Maravilloso artículo. De los que disfruto y saboreo. Por lo demás, muy curioso el universo en cómic que hizo Marvel, con historias muy entrenadas y de mucha calidad.

magosto
magosto
Lector
6 octubre, 2018 23:44

Al ser tomos limitados,recomiendo que el que tenga pensado coger este tomo o hacer esta colección , no se espere mucho a pillarlo , pues me da la espina de que mucho especulador va a comprar unos cuantos tomos repetidos para revender y sacarse unos dinerillos extra.
Es una serie muy esperada como lo fue la de Sang-chi y los primeros tomos volaron.
Yo en breve lo compraré

Imparcial Enmascarado
Imparcial Enmascarado
Lector
7 octubre, 2018 0:19

Gran y exhaustivo repaso, Arturo, a la altura del tomo! Que coincido en que es una joyita a la que el arte de Ploog le añade quilates hasta la altura de joyaza.

Sobre el merchandising en torno a los monos y la explotación del filón en reimpresiones coloreadas y remontadas en comic-books… Yo lo más fuerte al respecto que he visto nunca es el intento (bueno, intento y consecución) de Marvel UK de poder continuar el ‘chollo’ por la vía de retocar directamente las viñetas de la serie de Killraven y convertir a los marcianos en monos y a Killraven en… Apeslayer. ¡Viva el reciclaje!

http://bronzeageofblogs.blogspot.com/2009/02/apeslayer.html

http://planetoftheapes.wikia.com/wiki/Planet_of_the_Apes:_Apeslayer

Vale que la ciencia ficción de este tipo siempre ha sido muy popular en Gran Bretaña, casi más que los superhéroes, pero esto…
Ni idea de si Jacobs estaba al tanto de esto ni de qué opinaba Marvel USA de ello…

Dynamo
Dynamo
Lector
7 octubre, 2018 15:10

Excelente como siempre, Señor Porras.
He disfrutado todo el viaje, desde el inicio de la novela hasta la cancelación de los cómics. Todo un maestro.
De Moench ya no hace falta que me cuente más. Su entusiasmo para con su obra es parte de lo que me ha llevado a su etapa en el Caballero Luna. Y con Ploog lleva ya tiendo tentándome, por lo disfrutable que parece su dibujo.
Otro tocho maravilloso, no defrauda nunca.
Un día voy a tener que presentarle a mi presupuesto Iara que mantengan una charla. Le aviso que no es mala gente, solo es algo pequeño y tacaño. Ya me cobrará después de tomarse unas cervezas con él.

Mimico
Lector
7 octubre, 2018 17:10

Magistral artículo, sr. Porras. El que más me ha gustado de sus últimas entregas, sin duda (y sin desmerecer sus trabajos previos). Se le nota y transmite una pasión contagiosa por esta licencia y este no-MLE en particular. Por motivos de tiempo, he tenido que dividir su lectura en dos, pero he disfrutado como un enano.

Aprovecho para preguntarle sobre una duda que me asalta desde el inicio, ¿los derechos de EPdlS en España no los tenía Aleta? ¿Es parte esto del acuerdo con Panini y su co-edición bajo el sello Evolution? ¿O simplemente es el fin de la editorial valenciana, visto que no publican novedades desde el pasado mes de junio y Panini incluso publica ya directamente material de Bonelli?

Me quito el sombrero, querido Artur, se ha superado usted nuevamente. ¡Un abrazo y hasta su próximo artículo!

Carlos JZ
Carlos JZ
Lector
25 marzo, 2019 10:57

Menudo artículo! impagable para los que ya no andamos bien de memoria. Después de ubicarme en la obra la he estado revisando, y creo que en el texto donde dice:
«Para poner un ejemplo práctico, este tomo, titulado “Terror en el Planeta de los Simios”, contiene segmentos del #1 al #4» debería ser del 1 al 6 ¿no?
Saludos y enhorabuena

Benja399
Benja399
Lector
28 septiembre, 2019 20:15

Señor porras!!
Soy benjamin desde argentina que placer leer su articulo…
Con tanta falta de bibliografía sobre historia del comic..
Leer un articulo asi es un placer.!!!

Pd por favor no abandone con la historiografía de los marvel limited !! Siga escribiendo en todos !!!