Edición original: Clyde Fans en Palooka Ville #10-15 (Drawn & Quarterly, 1997-2002).
Edición nacional/ España: Ventiladores Clyde (Sinsentido, 2003).
Guión y Dibujo: Seth (Gregory Gallant).
Color: Bitono.
Formato: Novela gráfica rústica 160 págs.
Precio: 13€.
Ventiladores Clyde, en su página 37 (edición de Sinsentido), contiene un monólogo extraordinario que resume la filosofía del libro y, tal vez, la del autor; en cualquier caso, una forma concreta y nostálgica de entender la vida: «Cuando uno se hace viejo, no cambia. […] No, es el mundo el que cambia.»
1957, en el Canadá, Simon Matchcard, intenta encontrar nuevos clientes para su empresa Ventiladores Clyde. Es su primer trabajo como viajante de comercio y carece de toda confianza en sí mismo. Con el paso de los días, se sume en un silencio patológico…
1997, un anciano nos cuenta la historia de una familia y de su empresa: Ventiladore Clyde. Se llama Abraham «Abe» Matchcard, y es hermano de Simon.
[Extraído de la solapa]
Seth, seudónimo de Gregory Gallant, nació el 16 de septiembre de 1962 en Clinton, un pequeño pueblo del sur de Ontario (Canadá). Gran aficionado a las tiras de prensa de Carlitos y Snoopy de Charles Schultz y a los cómics de Los Eternos de Jack Kirby, en la escuela de Bellas Artes de Ontario -donde se matriculó a principios de los ’80- descubriría a Robert Crumb, Edward Gorey, los hermanos Hernández, Hergé, Yves Chaland o John Stanley, así como la revista New Yorker, con su compendio de excelentes dibujantes humorísticos (Whitney Darrow Jr., Cobean, Sid Hoff, Charles Adams, Peter Arno, entre otros). Con este cóctel de influencias, empezaría a colaborar en 1991 con la editorial Drawn & Quarterly. Casi toda su producción en historieta ha sido publicada en la cabecera Palooka Ville, incluyendo la obra que llamó la atención general de público y crítica: La vida es buena si no te rindes (It´s A Good Life if you don´t Weaken, en Palooka Ville #4-9), recopilada en libro en 1996.
Como en otros autores de su generación (Charles Burns en Agujero Negro, Joe Matt en Buen tiempo, Chester Brown en El Playboy), la obra de Seth aparece marcada por el revisionismo del pasado, por la confrontación entre la vorágine actual, que se percibe despiadada, y una existencia tal vez más dura y sacrificada pero más honesta a sus ojos. De las páginas de Seth brota el dolor de los estragos del tiempo, de las incapacidades diarias, de las aspiraciones minúsculas, truncadas frecuentemente, que sazonan nuestro día a día. Es una melancolía de persona joven, de espíritu bucólico, sin la condescencia, el descaro o la comprensión de quien lleva el lomo medido por las inclemencias de los años. Reflexiones del autor sobre un futuro (que para los personajes es pasado) que se teme y desea tanto -y esto es importante- como se vive. Porque, en palabras del músico John Lennon, «la vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes.» Y así Abe y Simon van dejando atrás los días y comprendiendo, mucho tiempo después, qué les ha llevado hasta allí.
Las páginas de Ventiladores Clyde, pulcramente dibujadas y presentadas en un evocador bitono, exudan bonhomía por los cuatro costados. Hay tristeza también, pero sublimada por la esperanza de quien sabe que, mientras resistamos en pie, aún no se ha acabado la partida. No hablo de nada heroico, ninguna empresa que cambiará el curso de la historia, sino de aprovechar como se pueda nuestra estancia en este mundo, comprendiendo que seguir en él es una victoria tan insignificante para la dinámica del universo como magnífica a título personal. Sin apenas secundarios ni cambios de ubicación (el primer capítulo es un monólogo de Abe mientras recorre su casa en 1997; el 2º, la visita de Simon a un pueblo recóndito donde quiere probar su valía como vendedor en 1957), Seth centra su meticuloso escrutinio en ambos hermanos, separados por su temperamento dispar: Abe, resolutivo y pragmático; Simon, disperso y soñador. Pero… ¿es así realmente? La verdad está en los matices. Abe admite no haber sabido adaptarse a los tiempos, desperdiciando oportunidades valiosas; Simon acaba como contable desmintiendo (¿traicionando?) sus impulsos más imaginativos, representados en esas postales que colecciona compulsivamente y sobre las que piensa -algún día, quizá- escribir un libro.
Seth siente una hondo interés por el estilo, la huella identificable que preocupa a estudiosos y autores por igual, como ya notara el compañero Toni Boix en su recomendabilísima entrada El dibujo como herramienta expresiva. Para Seth, el dibujo debe supeditarse a su función narrativa, prescindiendo de estridencias estéticas que distraigan al lector, concepto que le arrima más a Hergé que a Jack Kirby. Sin embargo, el creador de Tintin era todo aventura y cinética, expresividad y humor. Planea sobre las tintas de Seth una gravedad que contagia su «peso» a los personajes, un cansancio muy humano que ahoga su ímpetu vital. Seth mira a sus criaturas de cerca, con la cámara acompañándolos en primeros planos y planos medios. Las planchas, organizadas en tres filas, salvo tres o cuatro excepciones (significativa la splash-page de la 144), rara vez bajan de las seis viñetas o superan las nueve (el sueño de las págs.131-133, con cuatro filas y hasta 12 viñetas por hoja es una llamativa alteración de la norma que obedece a la creación de un ritmo específico para la ensoñación, una técnica que probó su admirado Yves Chaland, por ejemplo, en El cometa de Cartago).
«Al final, tu mundo solo existe en la memoria«, concluye un cansado Abe, que comprende -¿demasiado tarde?- que solo le sostienen las rutinas diarias. Queda mucho por contar cuando el libro termina, aunque lo expuesto sea satisfactorio, aunque pudiera aceptarse que este volumen, tal como está, contuviese la historia completa, dejando el resto a la imaginación del lector. Solo que no es así. Seth continúa, a día de hoy, la serialización de Ventiladores Clyde cuya última entrega hasta la fecha ha sido publicada en el nº 21 de Palooka Ville (2013). El autor concibe la serie como un gran relato en cinco partes, alrededor de 350 páginas en total, que, a tenor de lo visto, puede ser una de las obras maestras de nuestro tiempo. A la espera de la resolución, en España se han publicado las dos primeras entregas reunidas en el volumen que gloso publicado por Ediciones Sinsentido en 2003.
Una joyita. O media joyita. O dos quintos. Al ritmo que va es posible que podamos leer la obra completa en el 2035. Está claro que a Seth no le va a dar un patatús por estrés.
«Cuando uno se hace viejo no cambia […]»
Los cojones treintaytres…
Yo hace veinticinco años me parecía a Thor vestido de Jim Morrison… y ahora me parezco a Paco Martínez Soria en pijama y con incontinencia urinaria…
De cualquier modo, ya me estás dejando esto porque se me ha hecho la boca agua…
Pues tendré que echarle un ojo, que otras obras de Seth como George Sprott y La vida es buena si no te rindes me gustaron mucho cuando me las leí.
Por cierto Agente Sadness, geniales también sus recomendaciones. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan sumamente bien como con Black Metal, y ya me he leído el primer numero de Wasteland: Parece como si el protagonista fuese el personaje que Carl McCoy, el de Fields of Nephilin, interpretó en la película Hardware y en Dust Devil, ¿no?
Sr Aguirre, muchas gracias por el cumplido, y me alegro de que haya disfrutado el descubrimiento.
Efectivamente, el amigo Mitten parece todo un fan de McCoy -(que no se molestó en «caracterizarse» para aparecer en Hardware)-, así que desde aquí le animo a que continúe leyéndolo, pues creo sinceramente que le va a gustar sobremanera. Y en cuanto a la «recomendación» que me pidió sobre Verotik Press… encontré por ahí un torrent con todo lo habido y por haber, y aunque reconozco que no me he leído nada entero, estuve «hojeándolo» todo y… y digamos que mejor escuchar a Samhaim… me pareció todo bastante mediocre tirando a malo, pese a que tiene una cosa llamada «Death Dealer» que NO TIENE NADA QUE VER CON LA CREACIÓN DE FRAZETTA. Vuelvo a repetir que no he leído nada en profundidad, tal vez en un par de meses me tenga que tragar mis palabras, no sería la primera vez…
Por cierto, Sr Aguirre, vaya entrenando su barriga para una buena ingesta de cerveza, que un «pajarito gallego» me ha dicho que somos vecinos de la misma ciudad y posiblemente nos veamos pronto.
Ciertamente, a veces es un gustazo venir por esta casa, Sr Aguirre.
Y si al pájaro gallego le chinchan los «oftopis», que se una a la fiesta.
Tiene buena pinta esto.
Pero, jooooder… ¿aquí se han publicado dos quintas partes y, además, hace once años? ¿Se puede leer perfectamente o te quedas colgado a medias?¿Se sabe si se tiene intención de seguir publicándolo por aqui?
Y aparte de esto…
Este mismo mediodía me he acabado el tercer álbum de ‘S.O.S. Felicidad’. Me ha gustado un güevo. Buenísimo (si acaso, el dibujo es un tanto rígido y «frío», aunque, precisamente, esa «frialdad» le viene de perlas a la historia). Así que gracias, Agrafojo (y Agente Sadness), por recomendarlo.
» Así que gracias, Agrafojo (y Agente Sadness), por recomendarlo.»
Aunque me pille «de refilón», me alegro mucho de que te haya gustado S.O.S Felicidad. Seguramente en breve Maese Agrafojo te pegará una charla del carallo sobre el tema, que para eso es él el reseñero, aunque sea cierto «agente» el que le lava el cerebro de cuando en cuando para que amplíe sus horizontes.
Es un tebeo de la hostia, hombre.
Pues me alegra leer todo esto y estaré encantado de compartir cervezas con ustedes. Cuanto mas pronto mejor 🙂
Sr Aguirre:
«El Agente Sadness introdujo sendas pelotitas de papel en sus mejillas, tosió un par de veces algo de porquería marrón y se volvió hacia el joven Sergio. Puso su mejor cara de calavera recalcitrante, posó una mano en su rostro y con la otra la propinó unos cachetes condescendientes
– benvenutto, figlio…
Acto seguido extrajo una gaita del escroto y una garrafa de orujo del sobaco, y con un sobrio gesto, hizo que la fiesta comenzase…»
Más ganas tengo yo, que mi parienta me tiene como una vela…
Coñe, que este tebeo tiene casí 100 páginas de monologo del un tipo contado su vida. Es un poco coñazo, o al menos a mi me lo pareció.
Me gusta el Seth más simple como el de Wimblendon Green.