Delusional

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Edición original: Delusional, [The graphic and sequential work of Farel Dalrymple], AdHouse Books, 2013.
Guión, dibujo, tinta y color: Farel Dalrymple
Formato: 232 páginas a color editadas en cartoné.
Precio: 24.95 $ .

 

¿Cómo que no conocéis a Farel Dalrymple? ¿No? ¿De veras? ¿No os habéis acercado a su trabajo en el reboot de Prophet del innombrable Liefeld, del cual aquí tenéis una reseña? ¿No os suena su trazo de aquella inclasificable obra dándole una vuelta de tuerca al Omega el Desconocido de Steve Gerber? Pero si de verdad nada sabéis de este señor, ahí va una pequeña biografía: Autor norteamericano, cofundador del Colectivo Meathaus, lleva trabajando como ilustrador y creador de tebeos desde 1999. La obra que le ha dado a conocer es Pop Gun War, editada por Dark Horse e inédita por estos lares, igual que el volumen a analizar, Delusional.
Hablando en plata: Delusional es una obra recopilatoria temprana. Quizá demasiado. A pesar de los años que lleva Farel Dalrymple llenando páginas con su arte sui generis, asistir a estas alturas a las entrañas de su proceso de creación quizá sea demasiado pronto. Pero eso que ganamos. ¿O acaso no os hubiera encantado contemplar los primeros pasos de Moebius? ¿O de Toppi? Delusional, por tanto, puede parecer un libro para iniciados. Pero, a la inversa, también funciona. Si el incauto lector no conoce al autor, el tomo sirve como puerta de entrada a un universo, esta vez de veras, del todo particular. Porque esto es este Delusional: un repaso a la creación en sí y al proceso creativo de un tipo cuyo estilo puede definirse con una sola palabra: inusual.


Grotesco, desagradable, misterioso, incluso audaz, el arte de Dalrymple se muestra a tumba abierta en unas páginas repletas de la semilla de la inteligencia: la imaginación. Entre bocetos, páginas de sus webcomics e ilustraciones para magazines, Delusional desgrana maravillas y entresijos, alturas y bajuras, de un autor cuya capacidad visual podría equipararse al citado Moebius, personaje cuya influencia es más que evidente, no en vano este libro atesora varios ejemplos a modo de homenaje al creador de Arzach. Pero, del creador del Mayor Fatal en el uso del color y el diseño de vestuario, pasamos a la influencia más que evidente de un Dave McKean redondeado y controlado, aquel que pudo dar pie a obras como Cages. ¿Caben McKean y Moebius en un mismo saco? Dalrymple os lo puede confirmar.

Y aunque a nivel narrativo, creaciones como Gwen y su árbol mágico podrían pertenecer al catálogo del mejor Vertigo, o Hollis, el superhéroe infantil, ser una broma del Clowes más mundano, estas son solo referencias tempranas para unas historias que respiran la autenticidad de un ilustrador cuya mente parece tratar siempre de ir más allá. Su capacidad de sugerencia es así de potente. Cuervos parlantes, niñas brujas, demonios infantiles, ciudades mutantes y astronautas a la deriva, todos tienen cabida y cierta coherencia interna en las páginas deslavazadas de esta obra.



Dándole vueltas a la noción de que Dalrymple puebla su obra de infantes en situaciones fuera de su propio contexto, brota la idea de que el autor vendría a ser la evolución perversa del ilustrador de cuentos infantiles. Sus niños, a pesar de habitar cuerpos pre-púberes no lo parecen por sus actos. Pero mucho menos por el entorno en el que se desenvuelven. Hay algo excesivamente carnal, algo en exceso malvado, que denota conceptos de la Nueva Carne cronenbergiana, que no casa con el trazo naif de ciertas viñetas. Jugando con los contrastes se consigue siempre la mejor sugestión. Y de ahí, las certezas de que el estilo de Dalrymple juega en una liga superior. A pesar de esa perversidad, ese ligero malestar que desprenden algunas imágenes permite una sensación de alta aventura. Los chavales viven en entornos viciados, sí, pero sus idas y venidas transcurren en árboles mágicos, conjuros teriomorfos y zepelines que les llevan de una ciudad a otra. Todo ello mezclado con referentes directos de la vida más convencional: guitarras pop que se entremezclan con citas a series de dibujos animados o tebeos de cowboys que derivan en aventuras en mares infestados de piratas. Y repito, todo casa, todo se desenvuelve con una coherencia tremenda a pesar de lo inconexo de cada detalle del contenido narrativo. ¿Será el trazo suelto de Dalrymple el elemento cohesionador? ¿Será el uso de los mismos personajes para casi todas las historias? No tengo respuestas para eso, pero desde luego, Dalrymple logra crear un universo cerrado por su particularidad, pero abierto a todo lo que le crezca en ese cerebro privilegiado que demuestra tener.

Lo único que queda claro tras la lectura de esta antología es que los lectores nos merecemos más Dalrymple. Vamos, ¡que su talento llene páginas durante muchos años, por favor!

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Jose Angel Ares
Jose Angel Ares
Lector
9 abril, 2014 10:45
Nerd77
Nerd77
Lector
10 abril, 2014 15:47

¡Qué buen dibujo!