#ZNCine – Crítica de High Rise, de Ben Wheatley

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High_Rise_Poster

Dirección: Ben Wheatley
Guion: Amy Jump, basado en la novela de J.G. Ballard
Dirección de Fotografía: Laurie Rose
Música Clint Mansell
Reparto: Tom Hiddleston, Sienna Miller, Jeremy Irons, Luke Evans, Elisabeth Moss, James Purefoy, Keeley Hawes, Reece Shearsmith, Peter Ferdinando, Sienna Guillory, Stacy Martin, Enzo Cilenti, Augustus Prew, Tony Way, Dan Renton Skinner
Duración: 118 min
Productora: Recorded Picture Company, British Film Institute, Film4, Embargo Films

 

-¿Qué hay en todas esas cajas?
-Sexo y paranoia.

Este fin de semana llega a nuestras pantallas High Rise, la adaptación de la que es quizás la novela más popular de J.G. Ballard, Rascacielos, dirigida por uno de los directores más estimulantes del momento, Ben Wheatley y con un reparto encabezado por Tom Hiddleston al que acompañan nombres como los de Luke Evans, Sienna Miller o Jeremy Irons. Con semejantes artífices High Rise debería ser uno de los estrenos del año pero su discreta llegada a la cartelera se explica desde la propia elección del libro en el que se basa: Ballard es una de las grandes figuras literarias del siglo XX y uno de los autores de ciencia ficción más importantes del mismo, pero desgraciadamente su nombre también ha sido uno de los más olvidados y sin duda es el escritor a reivindicar dentro de un género al que aportó obras capitales como su recopilación de relatos La Exhibición de Atrocidades, donde por ejemplo se incluía Crash, que ya fue llevada al cine por David Cronenberg en 1996. Cronenberg es precisamente el cineasta con el que más se suele asociar a Ballard, no sólo por sus filias semejantes sino por haber coincidido en 1975 lanzando uno la susodicha novela Rascacielos y el otro, casualmente, dirigiendo una película de similares características en las que un edificio era presa del caos como fue Vinieron de dentro de… Aunque a la postre Ballard sería más reconocido por la adaptación que Steven Spielberg hizo de su novela autobiográfica El Imperio del Sol (1984). En High Rise nos encontramos al doctor Robert Laing (Tom Hiddleston), que se muda a un apartamento en un lujoso edificio, un microcosmos donde nos encontramos un crisol de clases sociales conforme vamos avanzando hacia las plantas superiores, habitando en el ático el arquitecto del complejo, Anthony Royal (Jeremy Irons), que pretende que su creación sea la base de una sociedad ideal, por lo que el edificio tiene todas las comodidades posibles: está rodeado por un gigantesco aparcamiento y cuenta con supermercados, piscina o una escuela. Laing irá conociendo a sus peculiares vecinos a la vez que se va gestando el conflicto entre todos sus habitantes.

Para entender el estupor que generará para muchos High Rise es necesario conocer la obra de J.G. Ballard. A Ballard nunca le interesó realmente la ciencia ficción de naves espaciales o tecnología futura sino que sus miras siempre estaban puestas en una ciencia ficción a corto plazo, obsesionado por las construcciones arquitectónicas, sociales y mentales, y el camino inevitable hacia su destrucción y transformación; al comienzo de su obra y durante su trilogía de los elementos (El mundo sumergido -1962-, La sequía -1965- y El mundo de cristal -1966-) imaginaba el fin del mundo de tres maneras diferentes causado por factores ambientales, pero pronto comenzó a centrarse en la autodestrucción de la sociedad por medio del propio individuo y la fragilidad de sus vínculos sociales, que plasmó perfectamente en La isla de cemento (1974), donde un conductor estrella su Jaguar y queda varado cual Robinson Crusoe en una rotonda de la que no puede escapar debido a la densidad de tráfico y en la que nadie se detiene a ayudarle. La crítica social de Ballard iría en crescendo hasta otra de sus grande obras, Hola América (1981), donde una expedición regresa a unos Estados Unidos abandonados tras la última crisis energética. Pero el ojo de Ballard se centra, sobre todo, en la psique de sus personajes y su relación con un entorno que a la vez delimita e influye en los personajes, por lo que ni sus novelas son narrativamente sencillas de leer ni esta adaptación de High Rise puede ser para todos los paladares. Ballard estuvo muy influenciado por el surrealismo y, por ejemplo, El almuerzo desnudo (1959) le marcó a fuego, declarándose rendido admirador de William S. Burroughs.

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Por todo ello, al igual que ocurre con la prosa de Ballard, esta High Rise arranca de manera aparentemente corriente, presentándonos esa fachada de normalidad en la mudanza de Laing y la presentación de sus vecinos, para poco a poco ir desembocando en una trama coral que deja de tener importancia para centrarse en el desarrollo del fin de la sociedad atrapada en ese gigante de cemento que es la creación de Royal y que nos recuerda poderosamente a los burgueses incapaces de abandonar la casa donde habían celebrado una cena en El Ángel Exterminador (1962) de Luis Buñuel o al tren de Snowpiercer (2013) de Bong Joon-ho. Como en esta última, el edificio de High Rise es también protagonista convirtiéndose en un monstruo de Frankenstein que se le va de las manos a su creador, al que su empleado de seguridad llega a espetarle durante la película que no trabaja para él, sino para el edificio. La obsesión de Ballard por las formas arquitectónicas es aquí más palpable que en ninguna otra de sus obras, reconvirtiendo en caos los utópicos edificios de Le Corbusier, que definía sus creaciones como machine à habiter, máquinas para vivir entendidas como centros vitales y de comunidad, una expresión que Ballard transformó de manera terrorífica en su Rascacielos. Wheatley recoge el guante de la propuesta de Ballard a la perfección invitándonos a un entorno idílico al comienzo que va mutando durante la película hacia una construcción de anarquía festiva y violenta pero también, como anticipa el propio personaje de Jeremy Irons durante la cinta, un generador de cambio que termina creando nuevos modelos sociales.

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Que Ben Wheatley es uno de los mejores cineastas que ha dado Europa en los últimos tiempos no vamos a descubrirlo ahora. El británico tiene en su haber cintas tan poderosas como Kill List (2011) o Turistas (Sightseers, 2012), donde se ha movido en el thriller, el terror o incluso la comedia, y en High Rise le acompaña al guion su colaboradora habitual (y cónyuge), Amy Jump, que ha tenido la dificilísima tarea de adaptar una obra a priori tan inclasificable como la de Ballard: juntos obran el milagro de lograr traducir en imágenes la locura de las páginas de la novela ayudados por un gran diseño de producción que nos recuerda a Kubrick, Jeunet o Gilliam (muchos encontrarán no pocos rastros del Brazil de este último en High Rise), y nos recuerdan que en ocasiones la traslación del papel a la pantalla puede (y debe) hacerse valer de las armas de la cinematografía no sólo para transcribir las palabras del texto, sino para traducirlas a un lenguaje completamente diferente, como en su día hizo el citado Stanley Kubrick con El Resplandor de Stephen King descubriendo que el terror también puede esconderse en una alfombra de formas geométricas, o más recientemente Paul Thomas Anderson con otro desafío como fue adaptar a Thomas Pynchon en Inherent Vice.

No será hasta el comienzo del tercer acto en el que nos demos cuenta de que High Rise nos lleva a un viaje alejado de convenciones narrativas y estéticas. Cuando el vendaval creativo de la suma de Ballard y Wheatley se lleva por delante el concepto de cine de entretenimiento al servicio del espectador es el momento perfecto para reivindicar las películas (y los libros) que exigen más de ti que ser contemplados como un mero pasatiempo, y que te empujan y provocan; no será de extrañar con esta High Rise que muchos espectadores, desconocedores de la obra de Ballard, salgan en estampida del cine al encontrarse un espectáculo delirante que a algunos les resultará absurdo e incluso irritante, pero que compone una de las películas más estimulantes de lo que llevamos de año. A atraer a incautos o curiosos al cine ayuda sin duda el reparto con el que Wheatley se ha rodeado, comenzando por un soberbio y como siempre magnético Tom Hiddleston, que hace un verdadero recital interpretando al comedido doctor Laing y su latente desequilibrio impulsado por el monstruoso edificio. Muchos descubrirán con High Rise a un Hiddleston que despliega todo su atractivo, carisma y talento; destacan también en el reparto unas fantásticas Sienna Miller y Elisabeth Moss, el siempre sobresaliente Jeremy Irons y, sobre todo, un Luke Evans desatado como el periodista de televisión y habitante de los pisos inferiores Richard Wilder, auténtico catalizador del descenso a los infiernos de la película (esa secuencia con la grabadora pone los pelos de punta). Como guinda del pastel, el gran Clint Mansell nos vuelve a regalar una banda sonora deliciosa acompañada de temas como la impresionante versión de SOS de ABBA a cargo de Portishead (su primera grabación en seis años, por cierto).

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En definitiva, High Rise es un triunfo producto de un milagro: encontrar a un cineasta tan valiente y dotado como Wheatley y unos productores lo suficientemente locos para llevar a cabo una adaptación tan suicida e inesperada como esta, aunque uno lo entiende mejor al ver entre los productores a alguien como Jeremy Thomas, artífice de la mencionada Crash y otros saltos al vacío como la adaptación de El Almuerzo Desnudo de David Cronenberg del 91, Tideland de Terry Gilliam o la reciente Sólo los amantes sobreviven de Jim Jarmusch. High Rise es lo que debería ser el Cine más a menudo y la ciencia ficción siempre: una sorpresa, una revelación y, sobre todo, una maravillosa patada en la boca del estómago. Y a los que se levanten del cine a media película les recuerdo que la perspectiva temporal es un factor muy delicado (y más cuando hablamos de ciencia ficción): que se lo digan si no a todos los que se levantaron y se fueron poniendo el grito en el cielo en los estrenos de Pasolini, durante La Naranja Mecánica o El Club de la Lucha. A los ballardianos de pro, sólo un consejo: abrochaos el cinturón y disfrutad del viaje.

 
Dirección - 9
Guion - 9
Reparto - 8.5
Aspecto Visual - 9
Banda Sonora - 8.5

8.8

High Rise es una joya cinematográfica aunque puede que no lo sea para todos los paladares. Como adaptación de la inclasificable obra de Ballard es todo un triunfo y una delicia para sus lectores. Una de las cintas más estimulantes de lo que llevamos de año.

Vosotros puntuáis: 8.2 ( 1 votos)
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Igverni
Lector
13 mayo, 2016 18:25

Muchas gracias por tu crítica Samuel !!

Tenía muchas ganas de ver esta peli, pero me «alegra» comprobar que NO se ha estrenado en Castellón, así que me parece que me voy a tener que fastidiar… o verla by-the-face en casa…

Por cierto, ¿la has puntuado con un 8.8 ?!!!!
Que fuerte, esa puntuación no refleja para nada la película!!!
😀 😀 😀

Igverni
Lector
En respuesta a  Samuel Secades
13 mayo, 2016 23:28

Pues el sanbenito de la puntuación creo que te va a acompañar durante muuuucho tiempo…

Saludooooos 😀 😀

scarlet spider
scarlet spider
Lector
13 mayo, 2016 19:09

No he leído nada de Ballard,pero vista la película me han entrado muchas ganas de buscar su obra. El film me encantó,visualmente es superpotente y el ritmo de la película me pareció cojonudo,casi casi te lleva de la mano hacia toda la locura que se desata en el edificio sin que apenas te des cuenta. Eres parte de la anarquía en un suspiro. Y bueno,la crítica que plantea al capitalismo tiene un reflejo en la actualidad que da bastante miedo.

hammanu
hammanu
Lector
13 mayo, 2016 21:04

¡Buena critica Samuel! Se ve que eres conocedor de Ballard, ya que otros críticos se han cebado con ella. Pues como un menda si que ha leído bastantes relatos cortos y también la novela en que se basa la película, a ver si me escapo el próximo miércoles y la veo en VO a poder ser y asi disfrutarlo. Yo del director este vi «A field in England » y flipe un poco con el.

AlbierZot
AlbierZot
Lector
En respuesta a  hammanu
14 mayo, 2016 8:44

Qué buena «A Field in England», maravillosa alucinada de terror con Solomon Kane. Me la apunto, no sabía que era del mismo director.