Julie Doucet. Cómics 1986-1993

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Edición original: Dirty Plotte (1986-1993).
Edición nacional/ España: Julie Doucet. Cómics 1986-1993 (Fulgencio Pimentel, 2015).
Guión y Dibujo: Julie Doucet.
Color: B/N.
Formato: Tomo cartoné 260 págs + Addenda 16 págs.
Precio: 25€.

 

Libertad es la palabra que me viene a la mente mientras leo y, después, recuerdo, las magníficas historietas -muchas veces de una o dos páginas, pocas veces de más de seis páginas- recogidas en el primer volumen de las obras completas de Julie Doucet, publicadas en español por la dedicación y -¿a qué negarlo?- el arrojo de la editorial Fulgencio Pimentel. Libertad estilística, que algunos llamarán deficiencias, pues que la autora no se sujeta al canon clásico, ni esculpe anatomías seductoras, ni respeta regla alguna del naturalismo (iluminación, perspectiva, etc.); libertad temática, que algunos llamarán comodidad, pues que esta heroína del lápiz prescinde de cualquier muleta de género, incluidas las del género en que parece enclavarse (la autobiografía), dando rienda suelta a una imaginación personalísima y desaforada. Doucet es underground hasta las cachas, lo que significaba «underground» para los pioneros, aclaro, con el genial Robert Crumb (Mis problemas con las mujeres, Mr. Natural, Génesis) a la cabeza: tebeos que se escribían para uno mismo, para exorcizar demonios, inseguridades, fantasías sexuales y, en general, cualquier cosa que antes se hubiera considerado impublicable e indecente… y no necesariamente por ese orden.

«Cuando empecé, me sentía como una chica trabajando en la construcción. Ellos eran majos conmigo, yo era una especie de rareza, era una chica muy dulce y dibujaba unos tebeos muy guarros.» – Julie Doucet

Doucet brota como una fuente en la segunda mitad de la década de 1980, cuando el mainstream de los cómics engulló el beneplácito de crítica y afición y, como la gota de agua que poco a poco vence a la dura piedra, su obra ha calado más allá de su ámbito natural. Nacida en Montreal (Canada) el 31 de diciembre de 1965, de educación católica, la joven Doucet recala en su época universitaria, como por casualidad, en el mundo del cómic o, por mejor decir, de la autoedición. Con su fanzine Dirty Plotte empieza a labrarse un nombre en los circuitos marginales desde fines de los ´80, aunque no será hasta la década siguiente que le lluevan reconocimiento y galardones, gracias a la distribución de Drawn & Quaterly y, sobre todo, a la publicación de Diario de Nueva York en 1999. Su trayectoria ha influido en nombres tan notables como Marjane Satrapi (Persepolis), Jessica Abel (La perdida) o Joe Matt (Buen tiempo).

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El mundo alucinado, salvaje, irónico, perturbadoramente íntimo, sexual y canalla, que nos golpea desde la primera página de estas obras completas gira -sobre todo en los compases iniciales- alrededor de dos grandes «M»: menstruación y mutilación. Exploración descarnada sobre la propia identidad que reivindica la genitalidad propia (el fanzine que albergaba estas historias, por ejemplo, se titulaba Dirty Plotte, que podríamos traducir como «chocho sucio») y la ajena (la conmovedora fascinación por los mecanismos del pene la llevan a fantasear con la transexualidad), las historias de Doucet bucean sin afectación ni cortapisas en las asociaciones más oscuras de la psique: esas que lo mismo se burlan de iconos televisivos como Star Trek (con Kirk y Spock «marcando territorio» en cada planeta que aterrizan) o cinematográficos como La mujer de 50 pies (con la protagonista, furibunda, a la caza de un tampón con que drenar un flujo cataclísmico) que llevan un striptease hasta el destripamiento (adelantándose al vídeo del cantante Robbie Williams) o una relación hasta el canibalismo, con el miembro cercenado y ofrendado ingerido como una salchicha (¿velado homenaje a El imperio de los sentidos, tal vez?) Una sarta de hipnóticas barbaridades que nos atrapan y, paradojas de la vida, nos resultan cercanas e inspiradoras. ¿A quién extrañará, pues, que la autora haya tenido sus encontronazos con la censura? La sinceridad incomoda, el sexo incomoda, el feminismo incomoda. En la obra de Doucet no hay concesiones a la galería, dado que, en un principio, la propia autora dudaba de que hubiera alguien ahí fuera interesado en ella. «Me imagino que al trabajar así, sola con el lápiz y el papel, alcanzas tal intimidad que a veces te olvidas de la posibilidad de que alguien te vaya a leer«, confiesa.

Y, sin embargo, conjura los dos peligros clásicos de las propuestas radicalmente autobiográficas: el narcisismo y la repetición insustancial. Doucet es consciente de que hay un público, aunque el público sea ella misma, como al hablar frente al espejo. Quiero decir que asistimos a ese desdoblamiento en que la Doucet autora reflexiona sobre las situaciones en que pone a la Doucet protagonista. A poco que ahondemos descubrimos pronto un nivel de exigencia, también fruto de los años, por supuesto, que contradice la aparente dejadez e improvisación del material. Regresan una y otra vez temas básicos, sobre todo los relativos a la percepción del propio cuerpo y la sexualidad, pero sin rutinas ombliguistas ni atajos narrativos, bajo diversos mantos y estrategias: funny animals, homenajes (palmario al Gato Fritz), rupturas de la cuarta pared… incluso un remake propio (el mismo sueño en págs. 75-76 y 237-240). Cosa rara en una antología, las páginas se devoran como llevadas de un hilo conductor. No es que todas las aportaciones sean excepcionales, como es obvio, sino que cada una de ellas añade coherencia y consistencia al corpus final.

Se ha insinuado que el estilo gráfico tendrá sus detractores, lo cual es eminentemente lógico. Carece del perfecto acabado de Crumb, de la gracia cartoon de Bagge (Odio), de la línea estilizada de Clowes (Ghost World) o Seth (Ventiladores Clyde), de los brillantes claroscuros de Burns (Agujero Negro). Recuerda al también canadiense Chester Brown, a quien homenajea sin pudor (tenemos casi una página publicitaria de la revista Yummy Fur), sobre todo en los rasgos que asociamos con la timidez (cabezas grandes, cuerpos poco definidos), aunque el autor de El Playboy, tras unos inicios titubeantes, logra unas viñetas más depuradas, menos rebosantes de elementos dispares que las de Doucet, siempre en el quicio del abigarramiento. El arte de Doucet, despreocupado de virguería estética, podría desdeñarse en un primer vistazo como poco ambicioso, naif y, en definitiva, amateur. Si así hiciéramos, no podríamos explicarnos después su tremenda eficacia, que no mengua con los años transcurridos. Porque Doucet, lejos de ser una dibujante “académica” -pese a cursar en la escuela de arte de Quebec-, se destapa como una narradora nata que, como los clásicos literarios de todos los tiempos, escarba en su idiosincrasia para acceder a la universalidad. Tal es el secreto -y la grandeza- de Doucet.

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El primer volumen de las obras completas de Julie Doucet es, además, un objeto hermoso, al que me cuidaré de glosar con más abundamiento para que no recele el exigente lector la trampa del compromiso o el baboseo. No es ya el cuidado y el primor editorial que le suponemos a su responsable, Fulgencio Pimentel, sino la milagrosa adecuación de todos los factores (portada, tamaño, papel, material inédito exclusivo, tipografías, etc.) a la obra en sí; en el límite de la perfección, a mi modesto entender. Queda esperar como agua de mayo el segundo (y último) volumen de esta recuperación histórica para darnos verdadera cuenta de a lo que estamos asistiendo.

  Edición original: Dirty Plotte (1986-1993). Edición nacional/ España: Julie Doucet. Cómics 1986-1993 (Fulgencio Pimentel, 2015). Guión y Dibujo: Julie Doucet. Color: B/N. Formato: Tomo cartoné 260 págs + Addenda 16 págs. Precio: 25€.   Libertad es la palabra que me viene a la mente mientras leo y, después, recuerdo,…
Guion - 9
Dibujo - 7
Interés - 10

8.7

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Jose Maria Vicente
Autor
21 mayo, 2015 22:13

Aprecio la contribución del cómic underground, pero el dibujo me tira para atrás. No puedo, no puedo, el mainstream me ha condicionado. 🙁