Green Arrow: Aves Nocturnas.

 

Edición original: Green Arrow núms. 41 a 47 USA, Convergence Speed Force núm. 2 USA, Green Arrow Annual núm. 1 USA
Edición nacional/ España: ECC Ediciones
Guión: Benjamin Percy
Dibujo: Patrick Zircher, Szymon Kudranski
Entintado:.
Color:.
Formato: Rústica, 208 págs. A color.
Precio:.

 

Tras Convergencia las series de DC entraron en un proceso de cambio forzado que obligaba a los autores a retorcer, de alguna forma, al personaje con el fin de ofrecer algo nuevo a los lectores. Los cambios son siempre buenos cuando se hacen de forma ordenada, siguiendo un criterio que lleva a una razón que justifique ese cambio. En algunos casos los cambios fueron orquestados con relativo buen hacer, en otros resultó muy impuesto con un resultado decepcionante en su conjunto. Se lanzaron nuevas series, se recargaron las tintas con nuevos equipos creativos y se recondujo a los personajes tal y como le sucedió a Green Arrow.

Desde los tiempos del arquero imberbe a los del Oliver Queen con perilla, inconformista, realista y comprometido, siempre ha estado claro que llevar un carcaj a la espalda no es lo que hace al héroe. El Oliver Queen que los aficionados recibimos tras los Nuevos 52 se distanciaba mucho del que habíamos conocido hasta entonces. El personaje fue rejuvenecido y su forma de ver la vida cambió diametralmente. Sus aventuras pasaron a ser insulsas, sin trasfondo y acabó a la deriva. Afortunadamente llego Jeff Lemire para poner algo de orden y en tan solo un número fue capaz de asentar de nuevo al personaje, darle un trasfondo de peso para ser quien era y enfrentarlo a una serie de desafíos que permitieron que los aficionados se pudieran de nuevo reencontrar con Oliver Queen. Lemire logró refrescar el concepto siendo en todo momento fiel a las bases del mismo.

Pero Lemire abandonó la serie y DC, para dejarla en manos de Andrew Kreisberg, Ben Sokolowski, que enfocaron la colección tal cual es la serie de televisión, Arrow. El experimento acabó siendo breve, solo cinco números y fue entonces cuando tocaba sacudir al Oliver Queen por imposición editorial, siendo el encargado de ello el guionista Benjamin Percy.

Su primer movimiento en la serie fue crear una trama urbana con tintes orwellianos que sirviera para poner a Oliver frente al espejo. Percy centra la atención en el dilema interno de Oliver y en sus largos monólogos donde analiza y opina sobre todo cuanto le ocurre en la vida. Oliver se torna más melancólico, más oscuro, pero sin dejar de ser el mismo, porque debajo de esa capa de pintura negra que añade Percy podemos erguir percibiendo a Oliver Queen. La historia se mueve por si misma cuando un conglomerado de empresas crea la necesidad, aumentando los crímenes de Seattle, de incrementar la seguridad. Ya no se trata de añadir policías al cuerpo, sino de hacer que el cuerpo de policía no descanse nunca y sea capaz de predecir la posible acción delictiva. Para ello se ponen en la calle unos robots, con un diseño muy similar a los trípodes de la obra de Wells, La Guerra de los Mundos, que controlan a la población con mano férrea.
Percy hace suyo el Camino del Héroe para diseñar su primera historia, donde la originalidad no es precisamente su mejor virtud, pero que desarrolla con fluidez, controlando los tempos y logrando dar un interesante enfoque a la relación entre Emiko y Oliver. Relación que se trae consigo del trabajo de Lemire durante su etapa. Un interesante rescate por parte de Percy que añade un sinfín de posibilidades muy atractivas con las que poder trabajar en posteriores entregas.

Tras este primer arco en tres partes llegamos al anual de Green Arrow donde Percy se lanza de cabeza a contarnos una historia que no termina de encajar con el personaje. Cierto es que usa el anual para poner en marcha lo que será su siguiente arco argumental, centrado ya en temas más místicos. Y es en este punto en el que Percy se marca el mejor número de los que engloba este tomo: la historia de George.

George es un enorme husky siberiano adoptado por Oliver durante los acontecimientos acaecidos en el primer arco. George pronto se hace un hueco en el corazón del lector, no solo por su imponente físico, sino por como Oliver se siente unido al perro. Aquí es donde se puede ver como Percy ha construido esto desde atrás y añade volumen a todo el conjunto al sentir que todo está cosido entre sí. Percy se lanza de lleno a una trama que busca mezclar tres importantes conceptos como es el amor, la amistad y el sacrificio. Un cóctel que siempre es eficaz y con el que Percy logra un combinado muy entretenido. Tal vez cueste un poco ver a Oliver en medio de una historia donde las creencias oscuras, la magia negra, sea el motor de todo, pero una vez superado este escollo es la trinidad anteriormente nombrada la que soporta todo el peso de la narración.

Oliver Queen ha madurado y Percy lo sabe. Ya no estamos frente a un Oliver infantil y pueril, no, ahora tenemos a un Oliver más centrado, más consciente del peso y la responsabilidad que debe soportar. Percy asienta todo esto a la perfección y logra hacer suyo a un personaje que volvía a perder el rumbo.

Para ayudar a Percy en este proceso de maduración está Patrick Zircher, un dibujante de trazos rectos, angulosos, algo rígido, pero que narra estupendamente. Su trabajo es detallado, minucioso, donde se ve que se preocupa por poner fondos que añadan profundidad a sus dibujos. Su estilo oscurece visualmente el trabajo que hace Percy con el personaje, lo que permite al lector no solo leer esa melancolía que parece haber poseído a Oliver, sino también verla y por tanto sentirla de forma mucho más precisa. Puede que Zircher no sea un dibujante que llame mucho la atención, pero su trabajo es sobresaliente en todos los aspectos.

Un tomo interesante que sirve de reenganche al lector que se haya alejado del personaje, desalentado por el camino que había tomado tras el trabajo de Lemire. Ahora toca volver a ilusionarse, sentir que el carcaj está lleno de flechas, donde hay mucho que mejorar, está claro, pero hay motivos para creer que estamos ante un nuevo comienzo muy prometedor y es que, aunque en Seattle haya de media 210 días nublados, siempre quedan 155 donde luce el sol.