El soldado desconocido: La casa embrujada

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Edición original: oct. 2008/nov. 2010; Vertigo (DC Comics).
Edición España: may. 2010/mar. 2011; Planeta DeAgostini.
Guión: Joshua Dysart.
Dibujo: Alberto Ponticelli.
Entintado: Alberto Ponticelli.
Portadas: Igor Kordey.
Color: Oscar Celestini.
Rotulista: Clem Robins.
Precio: 12,95 € (Rústica, 152 págs.)

 

Vaqueros, indios, terror, género negro… durante un tiempo los géneros temáticos supusieron un puntal importante dentro del mundo del cómic en general y de DC Comics en particular, y los conflictos bélicos eran, como otros, una fuente importante de inspiración. La mayor parte de esta clase de tebeos acabaron sucumbiendo con los años, es cierto, pero a través de la línea Vertigo los conceptos y personajes que les insuflaron vida en el pasado han ido paulatinamente rediseñándose para adaptarse a épocas contemporáneas.

Así, gran parte de los secundarios de The Sandman o el personaje principal de La Cosa del Pantano provienen del fértil mundo concebido para House of Secrets y House of Mystery (recientemente relanzada); Scalped iba a ser una suerte de actualización de la mítica Scalphunter; y en pleno mes de octubre de 2008 se lanzó en USA una nueva serie a cargo de Joshua Dysart y Alberto Ponticelli, que revisita otro personaje mítico, y que ahora, en mayo de 2010, nos llega a España: El Soldado Desconocido (Unknown soldier).

Nacido en realidad como secundario para las aventuras del Sgt. Rock en las páginas de Our Army At War #168 (junio 1966), este misterioso personaje que tuvieron a bien concebir la mente de Robert Kanigher (del que ya hablamos en nuestro artículo de Los Perdedores) y las manos Joe Kubert ha conocido hasta la fecha tres encarnaciones distintas. La primera y más larga de ellas tuvo lugar cuando, tras decidirse que la creación gestada para el cómic antedicho era lo suficientemente interesante, se procedió a integrarla en otro de los títulos bélicos de la editorial: Star Spangled War Stories, en el que el Soldado Desconocido pasó sus días de 1970 a 1977 (números #151-204). Para entonces, el personaje había ganado tanta popularidad que los editores decidieron cambiar la cabecera de la colección directamente a The Unknown Soldier, título que se extendió durante otras 64 entregas hasta ser finiquitado en octubre de 1982 con el ejemplar #268 –el cambio de título no aparejó el de numeración–.

Ahora bien… ¿quién era el Soldado Desconocido? Nunca se supo. Lo único que conocimos de su biografía es que había sido un militar alistado junto a su hermano Harry durante la II Guerra Mundial y que, tras haber sido ambos destacados en el frente del Pacífico, una bomba arrojada oportunamente en su trinchera mató a Harry y dejó gravemente desfigurado a nuestro héroe sin que los médicos pudieran hacer nada. Pero, junto a tan traumática experiencia, una frase de su hermano lo dejó profundamente marcado: «Un solo hombre puede afectar el curso de toda una guerra. Un solo hombre en el lugar y el momento correctos…» Con esto en mente y tras un oportuno entrenamiento –borrado de identidad incluido–, el por entonces héroe de guerra se dedicó en cuerpo y alma al espionaje y el asesinato selectivo para conseguir ser, continua y repetidamente, ese ente de la cita capaz de decidir por sí solo el rumbo de los conflictos bélicos. Una meta que, por otra parte, conseguía con una habilidad para disfrazarse que dejaría a la altura de un principiante al mismísimo Christopher Chance.


Distintas cabeceras del personaje por orden
cronológico

Fuera como fuese, en el The Unknown Soldier #268 USA el personaje fue ambiguamente dado por muerto y, salvo apariciones estelares aquí y alla –una de ellas en La Cosa del Pantano #82–, nunca más se supo… hasta que entre 1988 y 1989 Jim Owsley y Phil Gascoine decidieron redefinir al militar por primera vez para una maxiserie de 12 entregas que supuso su segunda encarnación, más cínica y radicalmente distinta a la original. Tras eso, el tiempo volvió a pasar y a pasar hasta que llegamos a la tercera versión de nuestro soldado y, probablemente, a la que mejor conozcan los lectores más jóvenes: la que estructuró Garth Ennis para Vertigo en 1997 y que supuso una de esas miniseries de cuatro números que relanzaban personajes clásicos del UDC –como Blanco Humano, por ejemplo–.

Y así llegamos ya, finalmente, a la cuarta y actual encarnación del personaje: durante la SDCC ’08 se anunció en el panel de Vertigo que a finales del citado año comenzaría una nueva serie regular totalmente remozada y de cero a partir del personaje, siendo los encargados de llevarla a cabo Joshua Dysart –visto en Swamp Thing– y Alberto Ponticelli, dibujante milanés que ha hecho sus pinitos en USA –Sam and Twitch– y que, en la estela reciente de otros artistas europeos como R.M. Guéra o Riccardo Burchielli entre otros, fue fichado para traer aires de renovación gráfica a la línea Vertigo. A las portadas, Igor KordeyNew X-Men–, con variante de Richard Corben en el primer número. De entonces a ahora mucho ha llovido y, pese a la enorme cobertura mediática de la que ha gozado la serie (de la BBC al El País) y también pese al respaldo casi unánime de la crítica, a la creación de Dysart no le ha ido precisamente bien: tras vender en abril 5.542 ejemplares del número #19 en EE.UU., una cifra paupérrima, la serie se ha cancelado y finalizará en el número #25 USA (noviembre). Unos datos que, por otra parte, no han disuadido a Planeta DeAgostini Cómics de traerla España coincidiendo con el Salón de Barcelona de 2010.


Portadas de The Unknown Soldier #1 USA (1988), del TPB de la versión de Ennis
y de su edición española

¿Qué tal la edición de este primer volumen? Francamente bien: reproducción correcta, variación tipográfica excelente, todas las portadas originales, numeración de colección en el lomo y las columnas de Dysart en cada número regular americano; unos documentos imprescindibles donde tienen cabida los principios que rigen la colección, un glosario de términos para moverse por los dialectos empleados en la misma y una historia del continente ugandés. ¿Fallos? Un ligerísimo desliz en la maquetación de una línea de esos textos –nada grave, una parte de una línea que se justifica a la derecha– y la traducción. La labor del profesional, en general, es eficiente y todo se ha trabajado correctamente, pero aún así se han cometido pequeños fallos aquí y allá como traducir «Congo slows down» como «frenan un poco en el Congo» (cuando si nos referimos a la situación política habría sido mejor emplear «El Congo se enfría» o «El Congo se calma») o, más flagrante aún, convertir «Brutalize the enemy!» («¡Machaca al enemigo!») en «Embrutece al enemigo» (perversión lingüística sin ninguna coherencia en español).

Argumento

El Dr. Lwanga Moses (de nombre Moses, apellido Lwanga) y su esposa, la Dra. Sera, son dos médicos de origen ugandés criados y formados en Estados Unidos que, por conciencia social y patriotismo, vuelven al norte de Uganda en pleno 2002 para ayudar mediática y logísticamente en la resolución del conflicto que asola su país natal. Pacifista convencido y hombre de bien, las intenciones de Lwanga son las de promover el cambio de gobierno y alcanzar la estabilidad.


Nace un nuevo soldado

Pero ante el horror y la desolación, algo en él se dispara: una voz interior, un oscuro pasajero que le compele a la barbarie, que permite entrever un entrenamiento siniestro y oculto, y que desemboca en el nacimiento de un nuevo Soldado desconocido. Ahora, transformado por lo que le rodea, Lwanga abrazará una espiral de violencia con el mismo fin inicial pero con medios muy diferentes: la filosofía de que un hombre sin conciencia y armado con una decisión inquebrantable, en el lugar y el momento precisos, puede marcar la diferencia y cambiar el curso de las cosas.

Un poco de Historia

La acción del cómic se sitúa en el norte de Uganda en 2002, justo cuando, tras haber finalizado la Segunda Guerra del Congo con el resultado de un genocidio de unos cuatro millones de personas y una inestabilidad en la zona de primer orden, la Fuerza de Defensa del Pueblo de Uganda (FDPU o UPDF) se desplazó a la frontera con Sudán para lanzar la operación Puño de Hierro, destinada a acabar con el Ejército de Resistencia del Señor (ERS o LRA, de Lord’s Resistance Army). Los ugandeses, que durante la guerra habían ejercido un papel de aprovechado secundario fomentando la acción de diversos grupos congoleños, abrazaron así la oportunidad de aplastar al grupo terrorista mesiánico que, desde su fundación en 1987 por parte de Joseph Kony, hostigaba al estado ugandés desde sus bases en el sur de Sudán con innumerables violaciones de los Derechos Humanos, secuestro y adiestramiento militar de niños, y multitud de masacres. Sin embargo, aunque la operación fue un éxito relativo, muchos activos del ERS subsistieron –Kony incluido– y pronto volvieron a internarse en Uganda para clamar venganza mediante cruentas matanzas. En este contexto, el nuevo soldado desconocido hará su aparición. Un contexto que resulta obtuso para el lector occidental y que precisa un poco de desarrollo.

La primera pregunta es clara: ¿Qué es Uganda? Aparentemente, un país situado en el área centro-oriental de África, cuya capital es Kampala, y que limita al sureste con el Lago Victoria, al este con Kenia, al norte con Sudán, al oeste con la República Democrática del Congo y al suroeste con Ruanda y Tanzania. Pero más allá de estas nociones enciclopédicas, podríamos definir esta nación soberana de una forma mucho más certera: Uganda es, ni más ni menos, una invención. Comerciantes árabes aparte, los primeros europeos en llegar a lo que hoy conocemos como Uganda fueron exploradores británicos que lo hicieron en la década de 1860 en pos de las fuentes del río Nilo, a los que siguieron misioneros protestantes (1877) y católicos (1879) que, en su afán por convertir a los distintos reinos y a los cientos de grupos tribales del territorio, no dudaron en enraizar de forma mestiza las creencias cristianas y autóctonas. A partir de ahí, y en una escalada de expansión militar netamente colonialista, los británicos pasaron las siguientes décadas anexionando distintos grupos étnicos y entidades políticas en el Protectorado de Uganda, que daba unión a los antiguos reinos de Buganda, Bunyoro, Lango y Acholi. Pero, como era común en la época, los colonizadores eligieron a uno de ellos, el de Buganda, en el sur del país, como centro de desarrollo industrial y fuente de gobernantes peleles, en detrimento de un norte y un oeste que se sumieron en la más profunda depresión económica. Y fruto de esta depresión, se formó un sistema fáctico de castas que condujo a los habitantes de los territorios subdesarrollados a erigirse en mano de obra –pero también fuerza militar– de la no-nación, acholis y langas a la cabeza.


Una Uganda fragmentada

Esta estructura de poder duró, con muchísimas revueltas y no poca inestabilidad, hasta que la mentalidad poscolonialista de la segunda mitad del siglo XX llevó a Uganda la independencia. Para entonces, ninguno de los antiguos reinos (aún vigentes) se entendía y, para colmo, la estructura del estado era de mayoría protestante y el pueblo aplastantemente católico. En este caos, fueron tres los partidos que tomaron la iniciativa para la independencia: el Partido Demócrata, católico, de un Benedicto Kiwanuka que condujo la negociación con Londres y que debería haber sido el Primer Ministro de la Uganda libre; y los dos partidos –el CNU de Milton Obote y el Kabakka Yeka del rey de Buganda, Mutesa II– que, tras aliarse, constituían el gobierno cuando la independencia definitiva llegó en octubre de 1962. A partir de ahí Obote, Primer Ministro, se embarcó en una espiral de corrupción y violación de derechos humanos constante, de favores hacia los reinos del norte ugandés (él era un lango) y de supresión del sur bugandés, que culminó en 1966, con la proclamación de la república, la abolición de los reinos y la concentración de poderes por parte de Obote. Este período terminaría, en 1971, con el golpe de estado –apoyado por Israel e Inglaterra– de un político musulmán que pasaría a la historia como uno de los peores dictadores de la historia del siglo XX: Idi Amin Dada, corrupto, genocida, paranoico, excéntrico y totalmente imprevisible. Pero el reinado de terror de Dada, curiosamente, acabó tal y como empezó cuando durante la guerra Uganda-Tanzania una fuerza de ugandeses exiliados lo destronó. Y el líder tras las elecciones democráticas que sucederían poco después no fue otro que Milton Obote.

Pero Obote amañó las elecciones, y desencadenó una larga guerra civil encubierta en la que un militar golpista acholi que lo depuso y consiguió el control del país –Tito Okello– y un guerrillero cristiano del sur, de nombre Yoweri Museveni, tuvieron mucho que decir. Finalmente, en 1986, Museveni –actual presidente de Uganda– ganó la guerra, instauró una confortable paz social en el sur, restableció la relaciones internacionales, aprobó la libertad de prensa, reconoció a los reinos como entidades culturales y comenzó la industrialización de una parte del país. Pero hubo un gran problema: la resistencia acholi se refugió en el sur de Sudán y decidió hacer incursiones períodicas en un norte que, si ya de por sí no gozaba de las simpatías de Museveni, fue abandonado como si fuera un avispero. Pero eso no fue lo peor… además de la resistencia militar exiliada, diversos grupos guerrilleros surgieron en el norte alrededor de la capital administrativa –Acholilandia– para hostigar a un gobierno que se consideraba de ocupación. Y de entre estos, el peor de todos se hizo llamar el Ejército de Resistencia del Señor, fundado por Joseph Kony.


Campo de desplazados de Unyama

Lunático peligroso y paranoico integral, Kony y su ERS comenzaron una campaña de mutilaciones, matanzas indiscriminadas y secuestro de niños para la formación militar o la esclavitud sexual con un único fin: asegurar la hegemonía acholi, formar un gobierno teocrático critiano y elevar al líder –que afirma ser portavoz de Dios y actuar por medio del Espíritu Santo– a la presidencia de un país independiente. ¿Cuál fue la reacción de Museveni? Sencilla y práctica: ninguna. El ERS, con bases repartidas entre Sudán y el norte de Uganda, sirve al presidente del país para evitar la organización de los acholi como una fuerza política seria y cohesionada que le haga sombra, al tiempo que le asegura no pocos fondos estructurales por parte de potencias extranjeras. Así que todo habría seguido igual de no ser por ese pequeño detalle que es Sudán. Su condición de país que ampara terroristas ha llevado a los EE.UU., CIA mediante, a proporcionar ayuda logística y económica a Museveni y sus Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda (FDPU) durante los últimos años para la erradicación de un ERS que, frenético cual animal acorralado, ha intensificado su locura y provocado el desplazamiento de más de 130.000 personas que se aglutinan en masificados campos de refugiados. Y precisamente tras una de estas operaciones es cuando se ambienta El soldado desconocido.

Pero, por si fuera poco, en esta historia hay otros dos actores problemáticos: por un lado, la República Democrática del Congo, a la que el régimen ugandés saqueó durante la guerra más reciente y a la que mantiene en una precaria estabilidad para evitar su fortalecimiento (lo cual no es óbice para que combata al ERS en operaciones conjuntas con Uganda y, curiosamente, una Sudán que quiere mantener un perfil bajo tras el 11-S). Y por el otro, la República Popular China, que tiene desplegada en Sudán una dotación militar de 4.000 soldados para proteger sus intereses petrolíferos –en concreto, un oleducto– ante la guerra de este país con Chad y el conflicto de Darfur. Guerrilleros, milicias, guerras, saqueos, terroristas, cristianos, musulmanes, poscolonialismo, China, Estados Unidos… Uganda es ahora mismo el centro del mundo. La cuestión es… ¿por qué diablos casi nadie sabe siquiera dónde ubicarla en un mapa?

Joshua Dysart al habla

La primera pregunta que uno se hace al empezar a leer esta colección es clara: ¿Por qué escoger Uganda y ese período? Joshua Dysart lo explica así: «La razón es porque esta parte del mundo en este conflicto en particular fue una de las más ignoradas por nuestra generación. Una guerra de 20 años, 1’9 millones de desplazados y 25.000 niños secuestrados y forzados a ser soldados gracias a entrenamientos en campos de concentración sudaneses, o a ser esclavos sexuales. Pensé que era hora de que tuvieran un soldado. Y, para mí, es fiel al original en el sentido de que trata sobre un hombre con su propia guerra. A su manera además, tiene a su propio Hitler, Joseph Kony, líder del ERS. Pero también resulta muy moderno en tanto en cuanto la situación es muy compleja… no creo que el presidente ugandés –Yoweri Museveni– hiciera todo lo posible por acabar este conflicto, así que los políticos van a aparecer como muy engañosos. Así que al final la serie tratará también toda la política compleja de la zona: vamos a revisar la relación de la CIA con la República Democrática del Congo, vamos a ver qué pasó en Somalia, las razones de las condiciones actuales en Darfur…»

En otro orden de cosas, hay que comentar que este relanzamiento del Soldado fue un proyecto que estuvo bastante disputado en su momento, y por el que Dysart luchó por hacerse precisamente para hablar de este conflicto en particular, ya que considera además que volver a ambientar la colección en la II Guerra Mundial –poco viva y con mucha mitología a sus espaldas– habría sido malgastar el potencial del personaje. ¿Hasta dónde tiene planificada la obra? «Hay un final para la misma, un punto de culminación –explica– pero si me preguntas cuántos números me va a llevar, no tengo ni idea. Queremos que la cosa sea orgánica y crezca en direcciones inesperadas, así que no queremos atarla en corto. Asumo que la duración total de la serie vendrá dada por una combinación de lo que sea justo para con la historia y por como funcione el mercado».


Vidas paralelas

Estas últimas palabras (lo que sea justo para la historia), nos indican por otro lado que el guionista se toma muy en serio un papel casi insólito en su profesión: hablar de un momento muy doloroso que, incluso a día de hoy, no está del todo cerrado. Nuevamente con sus palabras: «Visité Uganda [en el verano de 2007]. Me hice todo el camino de la frontera sudanesa, pasé por un campo de minas (mediante guía, así que de forma menos peligrosa) […] y estuve realmente implicado con el pueblo Acholi, el más afectado por el conflicto. Y después volví a casa y me desesperé por cómo iba a hacer un cómic bélico comercial que tuviera que satisfacer a un quinceañero que sólo quiere ver mierda explotar. Todavía combato este sentimiento. Acabo de terminar el número dos, y es muy duro hacerlo funcionar y ser honesto con el conflicto al mismo tiempo. Moralmente, espero estar haciendo lo correcto». Un periplo que el autor aprovechó intensamente: «Entrevisté a líderes religiosos acholi, a periodistas, a un equipo documental canadiense, a un soldado del UPDF que había estado sirviendo en el norte con los rebeldes y que después fue trasladado a Irak –donde hay una dotación de 5.000 soldados ugandeses–, dos soldados del ERS, varios estudiantes en el sur, banqueros dedicados a microcréditos, ONGs, misioneros, líderes políticos acholi de distintos partidos, miembros del parlamento, músicos tradicionales acholi, músicos jóvenes que cultivan el hip-hop, dos ecologistas, maestros acholi y un largo etcétera. Todo eso, evidentemente, más visitas a campos de refugiados, clínicas, escuelas y un dossier fotográfico de más de 1.400 instantáneas que se trajo de vuelta como referencia para el dibujante.

Una investigación a conciencia que Dysart, en el artículo que acompañaba el primer número de El soldado desconocido, se encargó de matizar: «Soy consciente de que una cultura no es sólo la música, el idioma, la comida y la ropa de la gente. También lo son sus políticas de igualdad, la perspectiva cognitiva respecto a la religión, su lenguaje corporal y muchas cosas más. Pero, incluso entendiendo eso, es inevitable que, durante el desarrollo de este cómic, termine tergiversando tanto las cosas ínfimas como las realmente importantes. Me disculpo por adelantado por esto. Es un problema de los escritores, a pesar de la buena intención: inevitablemente, terminamos convirtiendo el mundo en ficción». A este respecto, el autor añadió detalles a propósito del resurgimiento económico y social del sur del país –«no toda Uganda es el Infierno sobre la Tierra»– y sobre la belleza del continente africano en general –«espero que Alberto y yo seamos capaces de encontrar la poesía de aquel lugar dentro de los truculentos recovecos de este empeño»–.

Ahora bien, ¿le hizo este viaje cambiar su perspectiva del mundo o ser más maniqueo en cuanto a la construcción de los personajes? «La verdad es que no soy un pacifista. Ya no me identifico con la idea del pacifismo, aunque sigo viendo la violencia como un último recurso. Yo, por ejemplo, no estoy de acuerdo con la acciones de Moses en este cómic. El uso de la violencia requiere un gran tacto y casi siempre causa más problemas de los que resuelve. Mata a un hombre y harás de su familia al completo tu siguiente enemigo. Mata a un pueblo y harás del mundo entero tu enemigo. Así que, sin entrar en terrenos de moralidad y siendo simplemente pragmático, opino que la violencia sólo debería ser usada como el último medio para resolver un problema. La cuestión es ¿quién decide cuándo el resto de alternativas y de negociaciones se ha exprimido por completo?».


Ataques indiscriminados en Uganda

Eso sí, no todo va a ser tragedia en el cómic: «Hay un elemento muy pulp […] que va a salvarnos de convertirnos en algo parecido a Diamante de Sangre y cosas como esas. Pero por otro lado, no puedo creer que esté contando esta jodida historia pulp acerca de una cosa real que le pasó a gente real con la que me senté a cenar al otro lado del mundo. Así que sólo puedo regurgitar lo que mi editor me dice una y otra vez, y que no es otra cosa que el hecho de que mi preocupación por estas cosas acaba redundando en el beneficio del propio cómic. Y espero que sea verdad». Una perspectiva que se completa con estas declaraciones: «A mi encantador editor le gusta referirse a este cómic como El caso Bourne mezclado con Diamante de sangre. De hecho, le gusta tanto decirlo que me ha obligado a escribirlo aquí. Me rechinan los dientes cada vez que lo dice, pero puede que se sea porque se acerca más a la verdad de lo que me gustaría admitir».

Por último respecto a Ponticelli dice –aparte de lo bien que dibuja y el resto de cumplidos habituales– que el retrato que realiza de la acción es extremadamente natural, algo que está dentro de sus principales requerimientos gráficos para con la obra: «El propósito de este cómic es tener un montón de emociones y un montón de acción. No quiero sacrificar lo uno a lo otro. Quiero que sea inteligente y contenida. Siempre he visto La Jungla de Cristal como modelo de ejercicio de acción perfecto. La primera. Es ridículamente exagerada, pero te la vendieron ¿sabes? Realmente te crees que el tío, descalzo, pueda liquidar el asunto. Y los personajes son realmente inteligentes. Ponticelli consigue todo eso. Su visión de la acción es extremadamente natural, y te la vende».

Análisis conceptual

El soldado desconocido de Joshua Dysart es, ante todo y como apunta el propio guionista, un ejercicio netamente pulp. Más allá de la localización geográfica que le sirve de contexto y de la problemática humana que funciona como desencadenante de la acción, el motor de la historia no deja de ser un icono tan reconocible y universal como un vengador con la cara vendada y, por consiguiente, oculta. La base es, ni que decir tiene, el antiguo soldado desconocido en una de sus múltiples versiones, pero incluso aquel ya bebía de El hombre invisible de H.G. Wells o de La momia de Freund y Karloff, y el mismo arquetipo se empleó, por ejemplo, en el Darkman de Sam Raimi. Y, en todas ellas, el esquema tipológico se repite: un personaje sufre un inefable trauma –aparejado a una desfiguración física pero también emocional– y, a partir de ahí, comienza tanto su adaptación a un territorio en el que es ajeno y temido como la asimilación de que su entorno personal ha quedado trastocado para siempre. La venda, en este caso, nunca oculta únicamente cicatrices, sino también –y más importante aún– el dolor por la separación de lo que es querido. Y, de la misma manera, no sólo supone una maldición, un recordatorio perenne de lo que ya no se volverá a ser, sino también una liberación: a partir de la ocultación de la cara, de la ruptura total con el pasado, de la presencia de una máscara que se torna en rostro e identidad genuinos, el hombre es libre de recrear su vida y de actuar a placer sin temor a perder nada pues, entre otras cosas, no queda nada que perder.


Referencias cinematográficas

Por eso, habitualmente, el devenir argumental de este tipo de personajes implica, de una forma u otra, una fuerte presencia de los códigos del vigilantismo, y este Soldado desconocido no es una excepción. De hecho, como decíamos, la problemática humana que sirve de desencadenante sucede en Uganda sólo por voluntad de Dysart, pero podría haber tenido lugar en cualquier ciudad occidental. Reduciéndolas al esquema, las desventuras del Dr. Lwanga no podrían estar más vistas: injusticia social, héroe de la comunidad, indolencia de las autoridades… y todo desembocando en un vengador implacable, armado sólo con su voluntad, y enfrentado en solitario contra los injustos merced a unas expeditivas maneras. Para recrearlo, eso sí, el guionista apuesta por abandonar las formas de productos contemporáneos como puedan ser La extraña que hay en ti o Harry Brown para ejecutar una revisitación sobre el subgénero en su eclosión más genuinamente setentera: del Asesino implacable de Hodges al Harry el Sucio de Siegel, prestando especial atención a una Taxi Driver de eco potente en virtud de la esquizofrénica relación del protagonista con su otro yo.

Por supuesto, el tebeo también está lleno de denuncia. Pero, aunque se hace hincapié en el egoísmo y la corrupción de los líderes africanos, en la brutalidad de la que se es capaz en las guerras de dicho continente (la trama de este primer número, de hecho, está basada en el secuestro de 139 niñas del colegio St. Mary de Aboke en 1996) y en la necesidad de que las soluciones del conflicto vengan de las manos de los propios ugandeses y no de fuera, no nos engañemos: éste es un cómic para occidentales y, como tal, fija claramente su diana en occidente. Una diana a la que, no obstante, se apunta recurriendo a lo manido: parodia y no sátira de la superficialidad de las estrellas de Hollywood más caritativas (ávidas de adopciones y fotos que las acompañen), una aproximación más cercana a Diamante de Sangre o a 24: Redemption que a El jardinero fiel, una construcción de personajes que evoca a la de Hotel Rwanda en lugar de a El último rey de Escocia, y una participación de las potencias extranjeras que parece sacada del thriller conspiranoico más obtuso e irregular –en la línea de El mensajero del miedo– y que anula visiones más complejas y mordaces como puedan ser la de Los perros de la guerra de Forsyth (meticulosa) o la de El americano impasible de Greene (crepuscular, cínica). Nada del It’s all over de The Doors y nada del drama del soldado raso de la novela de Väinö Linna. Como mucho, resquicios del combativo y sanguinario Lehi sionista y de su himno.


Una realidad cotidiana

¿No hay, pues, lugar en este cómic para un buen mazazo en la boca del estómago? Pues lo cierto es que sí, lo hay, pero a un nivel un tanto metatextual derivado de que a Dysart no se le escapara el juego referencial al que se prestaba ese «desconocido» del título: «El título no sugiere necesariamente que lo desconocido sea tal para el lector. Se refiere más bien a lo que los personajes no saben. La voz en la cabeza de Moses es un soldado desconocido para él. Moses, a su vez, se convierte en un soldado desconocido para el pueblo acholi. Kony es un soldado desconocido para el mundo. Y esta guerra es una guerra desconocida. Así que hay un montón de cosas desconocidas en este tebeo». Triste, pero cierto: sabemos lo que conocemos, conocemos lo que se nos da a conocer, se nos da a conocer lo que es noticia, y sólo es noticia aquello que supone un cambio. Sin cambio, sin noticia, sin medio y sin conocimiento… no sabemos nada. Y supongo que la reiteración de que en Uganda, veinte años después, se sigue matando, secuestrando, mutilando y violando no es una novedad que merezca cinco minutos de telediario. Sólo por suponer un canal alternativo para tomar conciencia de esa realidad tiene valor esta colección.

Análisis técnico

Tal vez para suplir las dificultades comerciales que pueda encontrar en su camino un cómic ambientado en Uganda, tal vez para ceder el testigo a los acontecimientos o, quizás, por su nada oculta vocación de asaltar al público no aficionado el medio, El soldado desconocido posee una composición de página sobria, expositiva y poco dada a las florituras; perfecta para que cualquiera pueda seguir la narración. La diagramación del tebeo tiene por base predominante la viñeta panorámica y la cuadrangular –cuadrada o rectangular vertical– de generoso tamaño, con una ratio de no más de 5-6 por lámina, y con espacio interviñeta de color casi siempre negro. Asimismo, la superviñeta eisneriana aparece con mucha frecuencia durante la lectura y, a veces, el mismo efecto se consigue a través de un predomonio mayor de ese espacio interviñeta negro, que aumenta su presencia en detrimento de una viñeta que se acorta. Precisamente ese hallazgo –el jugar con distintos tamaños de la viñeta a fondo visto–, junto a superposiciones nada complejas, constituyen las únicas y someras complejidades narrativas –es un decir– que planten Dysart y Ponticelli. Una opción que, por otra parte, le va más que bien al tono crudo al que se aspira.


Composición de página prototípica

Por su parte, Ponticelli se revela como un profesional muy a tener en cuenta por su capacidad para dominar a la perfección volúmenes anatómicos, composiciones y encuadres, a lo que se suma una línea fina, quebrada y profusa, muy precisa, que se combina de forma extraordinaria con las manchas de negro y gana muchísimos enteros tras el entintado. Pese a ello, el milanés adolece de cierta limitación en el terreno facial –frecuentemente exagerado– y en el del dinamismo –sus composiciones pueden resultar algo estáticas– que resultan un hándicap importante tanto en la carga psicológica de los primeros planos como en las secuencias de acción. Todo ello se combina con una paleta de colores de predominancia cálida –tratándose de África era la opción más evidente– que, aunque se maneja de forma efectiva y considerablemente plástica, molesta cuando emplea variaciones tonales de intención lumínica que explicitan el uso más impersonal de las herramientas informáticas e incluso, a veces, le sacan a uno de la lectura.


Ponticelli paso a paso

Finalmente, respecto a las portadas del croata Igor Kordey, comentar que el artista tropieza tanto en su voluntad de acercarse a cierto tipo de preconcepción del arte africano –de hecho se acerca más, sin querer, al expresionismo sudamericano– como en una gestión de colores y volúmenes compositivos más propia del cartelismo o la ilustración que de portadas propiamente dichas. Como resultado tenemos una apariencia externa de los tebeos que, ni llama la atención, ni invita a la compra. Únicamente la portada escogida para el volumen recopilatorio –correspondiente a la del número #4 USA– tiene algunas virtudes y aciertos.


Portadas de los números #2 y #5 USA

Valoración personal

El soldado desconocido, de Joshua Dysart, es un tebeo difícil de valorar. Por una parte es un tebeo brutal en su retrato de uno de los conflictos más largos y sanguinarios de la historia reciente, violento en su veracidad nada exagerada, descarnado allí donde la asepsia desinteresada de cinco minutos de informativos se queda corta, y respetuoso con la realidad del continente africano pese a la pátina pulp –amarga pero, aún así, pulp– que envuelve al protagonista. A estos valores se les añaden tanto la honestidad de su guionista como la correcta incorporación al cómic de los códigos del vigilantismo (no así los del espionaje, ¡una pena!) más oscuros y setenteros.


Pero, sin embargo, aún con esta gran lista de puntos a favor, planea sobre toda la obra una certeza: que a la colección le falta un hervor. Pese a la sabia conjugación de elementos nada complacientes con el entretenimiento puro y duro, Dysart peca de acelerar demasiado el ritmo de su criatura y, consiguientemente, de no dejar asentar la tensión, de precipitar el mensaje del cómic, banalizándolo, y de no fraguar con fuerza la personalidad –muy plana– de sus personajes (que quedan como un vehículo para exponer un mensaje en lugar de constituirlo poco a poco). Si a eso se le suma una intriga de fondo algo destripada y previsible y un final demasiado abierto (que invita a pensar en un desarrollo de arcos/misiones más que en otra cosa) tenemos un primer número desconcertante: corajudo en cuanto a exposición e intenciones pero algo incierto en cuanto a consistencia y futuro. Con todo, estamos ante un tebeo llamativo que bien se merece una oportunidad. Siempre, eso sí, que no haya apuestas seguras en la lista del mes.

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Más números de esta colección
  • El soldado desconocido vol. 2: Presa fácil. 200 págs. 16,95 €. Planeta DeAgostini.
  • El soldado desconocido vol. 3: Estación seca. 144 págs. 12,95 €. Planeta DeAgostini.
  • El soldado desconocido vol. 4: Beautiful World. 128 págs. 12,95 €. Planeta DeAgostini. Último número.

Última actualización de este artículo: 20 de enero de 2011

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Carlos Panz
Carlos Panz
21 mayo, 2010 10:40

El primer volumen me dejó una impresión parecida a la que muestras, pero el segundo es INCREIBLE. Gran análisis el tuyo, muchas gracias. De verdad, es altamente recomendable, es , tras, The Unwritten, de lo mejor que leo de comic book. Me tiene enganchado y me maravilla. Lo dicho, el primer volumen, bien, el segundo es una pasada

John Space
John Space
21 mayo, 2010 10:42

Joe Sacco hubiera hecho una gran obra con esto. Dysart no puede ni sabe.

Indepit
Indepit
21 mayo, 2010 10:44

Entonces esta serie ya está cancelada en los estates?.
Hasta que número ha llegado?.
La historia se cierra?.

John Space
John Space
21 mayo, 2010 11:19

Es un tebeo de acción con coartada –parcial, desde el momento en que Dysart lo reconoce– de denuncia.
Eso es lo que me ofende; y encima, lo publica Vertigo. No por mucho tiempo, afortunadamente.

Clavos
Clavos
21 mayo, 2010 11:19

Bueno, le daré su oportunidad a este cómic por ser de Vertigo, pero mucho me temo que no será antes de un año, ya que parece que no es ‘prioridad absoluta’ según los comentarios…

Phantomas
Phantomas
Lector
21 mayo, 2010 12:17

A mi el primer número me ha resultado entretenido, pero tampoco mucho más…

Raúl Martin
Lector
21 mayo, 2010 12:22

Me parece que en esta nueva colección del Soldado Desconocido se ha utilizado muy astutamente un icono para plantear la denuncia con respecto a una situación poco tratada en el género del cómic hasta la fecha. Por ello pienso que la iniciativa ha de ser como mínimo aplaudida. Porque ha conseguido que se airee este tema. Por otro lado, las escasas ventas son en cierta manera comprensibles; puesto que la opresión a Africa y los niños soldado es un tema sobre el que no a todo el mundo le apetece leer. Y más cuando se presenta de una forma tan explícita.

Phantomas
Phantomas
Lector
21 mayo, 2010 12:40

puesto que la opresión a Africa y los niños soldado es un tema sobre el que no a todo el mundo le apetece leer

Yo lo que creo es que es un tema tan complejo, entre naciones más o menos reconocidas y reconocibles, distintas etnias y distintas religiones que es un autentico carajal. Al menos a mi me cuesta bastante.

Y que al mundo occidental, salvo en paises productores de petroleo, le importa (en la medida que le afecta) bastante poco, porque desgraciadamente, el egoismo no es exclusivo sólo de los líderes africanos, y mejor ni pensar en la capacidad de brutalidad de la que es capaz el ser humano en cualquier guerra.

Raúl Martin
Lector
21 mayo, 2010 13:03

Phantomas, es precisamente por lo que dices en donde yo le encuentro su máximo interés a esta obra. No es su protagonista – no excesivamente creíble o desarrollado -, ni en su ritmo o argumento. Sino en una proclama que lanza incómodas verdades como puños y en una descripción del la situación – muy bien apoyada por los artículos adjuntados – que da al lector mucho en qué pensar. Sobre África principalmente, pero también sobre occidente y sus actos.

JAVIE
JAVIE
Lector
21 mayo, 2010 13:13

Pues yo me apunto,se que el futuro no esta muy claro pero de cualquier forma a estas altura como minimo le daran el broche que se merece,no paro de leer reseñas y me atrae bastante quizas mas por la tematica que por la historia en sí.

Phantomas
Phantomas
Lector
21 mayo, 2010 13:56

Raúl, yo la visión del occidente opresor, colonialista de facto, la tengo vista hasta en la sopa

Pero es que además, yo creo que Occidente vive muy cómodo mirando hacia otro lado, de forma consciente, mientras unas etnias masacran a otras y tal…

Es más, también me parece muy cínico cuando llegan los «indigenas» a reclamar los derechos sobre sus tierras o a culpar a las potencias imperialistas europeas de todos sus males, como si entre ellos solo hubiera habido paz, amor y fiestas de hermandad durante toda la vida

Segor
Segor
Lector
21 mayo, 2010 13:58

hola, me parece muy buena esta serie.

me gustaría saber si conoceis algún comic del estilo a las series supernatural o heroes que no sean los que ya tienen estas propias

Raúl Martin
Lector
21 mayo, 2010 14:25

Sin ánimo alguno a comenzar una de aquellas discursiones «que si tú dices, que si yo digo»…, creo que puede ser necesario aclarar mi postura sobre el Soldado Desconocido: Servidor piensa que es una colección cuyo mayor valor es el compromiso adquirido con la causa tratada. No es el mejor cómic bélico, ni de espionaje, ni siquiera el mejor en describir este tipo de sucesos. Eso lo concedo y no lo niego.
Pero por otra parte también está el hecho de que Dysart viajó a dicho país de África y lo que en él descubrió le dejó tan perturbado que decidió volcarlo lo mejor que sabe en esta colección. Con el mayor esmero posible a la hora de poner al lector en situación, además.
Que el autor sea mejor o peor en su trabajo no entro a valorarlo en este momento, pero lo que no se le puede discutir es que ha corrido un riesgo asumido como personal (nadie le ha pedido que cuente lo que está contando) con la intención de documentar lo mejor posible la problemática de un país y una zona que no por muy conocida deja de ser menos importante que se denuncie su situación.
Y termino comentando que puede que el Soldado Desconocido no sea para amantes del género una genialidad, pero sí me atrevería a decir que no defraudará – al menos al principio – a aquellos que tengan interés  o inquietud por el tema de la problemática en África; y les parezca además  interesante que tal cosa se vehiculice a través de un cómic.

Indepit
Indepit
21 mayo, 2010 21:42

Y el de Ennis que tal está?.

drizzt ssj
drizzt ssj
21 mayo, 2010 22:13

No me parece muy justo el exigirle más a un cómic de este tipo.
Si quiero información, pillo un informe de Human Rights Watch, pero la mayoría de la gente lee cómics para entretenerse.

Bastian
7 febrero, 2012 19:01

3ffCreo que teeins un grave problema,y es que : nosotros,no somos pollitos,ni conejas.Y por lo que dices,tu granja,mas que una granja,es el laboratorio de la doctora Frankestein.Vota el comentario: 3  3c 7a

dsgemgmiis
8 febrero, 2012 17:24

vK0DOk ntwneknwwghn