El artefacto perverso

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1854
 

Edición original: El artefacto perverso.
Guión: Felipe H. Cava.
Dibujo: Federico del Barrio.
Color: B/N.
Formato: Novela Gráfica.
Precio: 6€.

 

En este país, donde bajo la superficie se ocultan aún profundas heridas por cicatrizar, la mención de determinados sucesos del pasado -que, todavía, lastran nuestro futuro- casi nunca queda impune. La transición debía dejar el contador a cero, pero -como todas las mixtificaciones- ha resultado más una mentira útil que una verdad sanadora. “No se puede enterrar ni olvidar el dolor. El dolor no se queda en el pasado ni se oculta bajo tierra. Lo que se entierra no desaparece. Lo que se planta crece.” Estas palabras, que servían para promocionar en España el tercer volumen de la Cosa del Pantano de Alan Moore, podrían aplicarse sin variar una coma a la historia que nos ocupa, en la que los derrotados deben aprender a vivir sus nuevas vidas y seguir adelante.

Historia oscura de eso que se ha dado en llamar la España gris de posguerra (y, sin embargo, no exenta de esperanza), El artefacto perverso conjuga hábilmente distintos planos significativos alrededor de la memoria y las historias que urdimos para eludirla y construir otra realidad. Felipe Hernández Cava, quien fue director artístico de la revista Madriz, adopta recursos del género negro, en su vertiente folletinesca de traiciones y villanos caricaturescos, para ahondar en las tribulaciones de un maestro que debe buscarse la vida alejado de las aulas, represaliado por el Régimen por su colaboración con el bando republicano. Si la trama, es verdad, puede resumirse en un par de líneas (tengamos en cuenta que hablamos de un álbum de apenas 60 páginas), la sabiduría narrativa desplegada para llevarla a cabo es para quitarse el sombrero.

Nuestro protagonista, Enrique Montero, subsiste ideando sketchs cómicos para una revista que, nada más empezar la historia, cierra por falta de ventas. Acuciado por la necesidad, decide crear un personaje de aventuras, Pedro Guzmán, sosias de Roberto Alcázar (como él mismo admite ante su esposa Josita) para “una editorial valenciana” (¡ejem!). Este aventurero imaginario acaba solapándose con las peripecias vitales de su creador, enredado en la persecución de un viejo combatiente que ha vuelto a la actividad por su cuenta y riesgo, estableciendo juegos de paralelismos entre los sucesos reales y los ficticios. La gracia del asunto es que se eleva a un nivel metalingüístico, como todos los familiarizados con los héroes de Editorial Valenciana descubrirán fácilmente. Los cinco capítulos de que consta, llamados -no por casualidad- “cuadernillos” tienen sus 12 páginas exactas. Federico del Barrio simplifica su lápiz al nivel de Vañó para recoger la puerilidad edificante de aquellas aventuras (si bien aquí debemos reconocer que -como todo ejercicio autoconsciente- pierde el encanto naif del original). Los propios títulos (La ciudad en peligro, Un mundo de esclavos, El refugio de la perfidia) son indistinguibles de su modelo. A propósito de estos, el del cuarto cuadernillo, La trompeta de Clío, indica perfectamente las intenciones de la obra, pues en la mitología griega, Clío es la musa de la historia y de la poesía épica y se la representa como una joven tocada con una corona de laureles y portando unas tablillas o un rollo de pergamino en una mano y una trompeta en la otra.

La labor de documentación es exhaustiva y acertada, de suerte que no ahoga la trama sino que la viste de autenticidad, con detalles hermosos como que la pareja protagonista vaya al cine a ver ¡Qué verde era mi valle!, la obra maestra de John Ford, hoy injustamente ninguneada por haberle arrebatado a Ciudadano Kane el Oscar a la Mejor Película. Los chistes-viñeta de Enrique Montero evocan los equivalentes de las revistas de la época. La oscuridad “brecciana” que Del Barrio reserva para la trama principal, unida a la férrea cuadrícula (seis viñetas por página, excepto en los casos en que se inmiscuye Pedro Guzmán) y a la deformación animalesca de algunos tipos, de algunos gestos, nos conducen por la misma senda gráfica que transita Andrés Rábago, El Roto, voz contestaria y aguda que nos llega hasta la actualidad. Del Barrio es abiertamente Breccia en el mencionado capítulo 4 para rememorar las vivencias en un campo de concentración francés. El protagonista, sin dejar de ser un tipo de fisonomía netamente española, podría recordar a personajes de Trillo y Altuna como el Loco Chávez.



Pocas sorpresas por el lado de la intriga. Se evita el maniqueísmo de buenos y malos, no tanto porque se profundice en los personajes y sus contradicciones como por el hecho de que todos son básicamente malos excepto la pareja protagonista, que no está interesada en maquinaciones. Grato resulta el homenaje a los historietistas de posguerra, quienes a menudo han cargado con injustos sambenitos de colaboracionismo cuando lo único que pretendían era ganarse la vida entreteniendo a los chavales. Chavales que pudimos ser nosotros, que somos -de hecho- nosotros o, al menos, aquellos de nosotros que aún disfrutamos con las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz o El Aguilucho. Porque ¿a qué negarlo? Quienes amamos este medio siempre nos emocionamos con historias como Los profesionales o El invierno del dibujante, descubriendo los entresijos del mundillo que nos fascina.

Los cinco capítulos de El artefacto perverso fueron publicados en 1994 repartidos entre los nº 6 a 10 de la revista Top Cómics (Ediciones B). En 1996 fueron recogidas en tomo por Planeta DeAgostini en una estupenda edición numerada de 2.000 ejemplares con prefacio de Felipe H. Cava y prólogo de Manuel Vázquez Montalbán, aún disponible al persuasivo precio de 6 euros.

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Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
8 enero, 2013 14:59

¿Por qué, Javier? ¿Por qué me martirizas con reseñas tan golosas de cosas que dejé pasar en su día? Tiene buena pinta, a ver si me hago con él, y además con ese precio… La verdad, no leí casi ningún cómic relacionado con la guerra civil o la posguerra fuera de los de Carlos Giménez. Pero, hace poco, no sé si por lo que disfruté con ¿Por quién doblan las campanas? (suena patético, sí), me leí el No pasarán de Giardino, Las Serpientes Ciegas y los de Hágase el Caos (¿era así el título?) y me he quedado con ganas de más. Enhorabuena por estas reseñas de objetos perdidos que te estás marcando, tío.

Ataúd Johnson
Ataúd Johnson
Lector
8 enero, 2013 15:24

 Felicidades Javier. A mí también me interesa mucho la guerra civil y poco he leído aparte de Carlos Giménez. Entre mis próximas compras están El artefacto perfecto y la eterna El arte de volar.

molon labe
molon labe
Lector
8 enero, 2013 15:29

 Veis chavales, cosas como estas son las que le alegran el dia a uno, no tenia ni idea de esta obra pero me parece muy interesante, apuntada queda, ahora a darle la tabarra a mi camello habitual para que me lo consiga. Javier te estas convirtiendo en mi candidato favorito para el trofeo Bota de Oro comiquil de ZN.

Ataúd Johnson
Ataúd Johnson
Lector
8 enero, 2013 15:43

 Joder, he puesto «perfecto en lugar de perverso.»

Supongo que Las Serpientes Ciegas también pasan a mi lista.

Gracias Javier porque cosas como éstas pasan bastante desapercibidas. Hoy estoy contento porque  también he descubierto Speak Low de Montesol mediante un video promocional delicioso que tiene. Os lo enlazo a ver que le parece a quién no lo haya visto.

http://youtu.be/oBv-v6Y56Ko

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
9 enero, 2013 11:40

La trilogía de Jonas Fink es una de mis pendientes, aunque creo que primero voy a ir a por  el resto de albumes con las historias de Max Friedman, el protagonista de No Pasarán.

 

Por cierto, que antes he mencionado Hágase el Caos, y parecía dar a entender que tenía relación con la guerra civil española y no es el caso. Está ambientada en la guerra fría, y de fondo están los conflictos de Yugoslavia. Pero el tono, el tratamiento de los personajes y de las situaciones sí la asemejan a las otras; además, es obra  de Cava, como Las Serpientes Ciegas o este El Artefacto Perverso. Léete Las Serpientes Ciegas, Javier, que no te vas a arrepentir. ( A mí el final me dejó un tanto así, así, pero, en conjunto y tanto de guión como de dibujo es un cómic excelente.)

Kurt
Kurt
Lector
9 enero, 2013 13:27

 «El artefacto perverso» en realidad se publicó por primera vez en 1994. Salió por capítulos en la revista Top Cómics (Ediciones B), del nº6 al 10:

http://www.tebeosfera.com/obras/numeros/top_comics_b_1994_6.html