Quena y el Sacramús vol1: El heredero del Inca; El mago de la Osa Mayor; El continente de las dos lunas

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Edición original: Khéna et le Scrameustache: L’Héritier de l’Inca, Le Magicien de la Grande Orse, Le Continent des Deux Lunes (Dupuis, 1972-1976).
Edición nacional/ España: Quena y el Sacramús vol1: El heredero del Inca; El mago de la Osa Mayor; El continente de las dos lunas (Dolmen, 2015).
Guion y Dibujo: Gos.
Color: Vittorio Léonardo (estudio).
Formato: Tomo cartoné, 160 págs.
Precio: 29’95€.

 

Admito no haber leído Quena y el Sacramús hasta la vigente edición de Dolmen. Es más: ni siquiera había oído hablar de ellos hasta el anuncio de su publicación en el flamante sello Fuera Borda. De pequeño no compraba la revista Spirou Ardilla, introductora de los personajes en nuestro país. Digo esto para explicar que los juicios que vertiré a continuación no están teñidos por la añoranza de tiempos pasados, a no ser que se incluya en esta, por una suerte de teoría de los vasos comunicantes aplicada a las artes, mi fervor reconocido por Peyo y su mejor creación, Johan y Pirluit (que se puede comprobar aquí, aquí, aquí, aquí y aquí). Quena y el Sacramús (Khéna et le Scrameustache, en su idioma original) nació también en el semanario Spirou de Dupuis. Está, pues, adscrita, como su artífice, Gos, pseudónimo de Roland Goosens (1937), a la famosa escuela de Marcinelle, a la que pertenecen colosos como Franquin o el citado Peyo. Precisamente en el estudio de este último iniciaría Gos su carrera en la historieta, llegando a firmar con su mentor el álbum Los pitufos y el Ketecasko (1969), uno de los más celebrados de los duendecillos azules, o brindando una ayudita a su colega Walthéry para echar a andar Natacha, azafata de vuelo (en las primeras dos entregas de la serie, como vimos).

«La tranquilidad del pueblecito de La Rosaleda se ve turbada por los rumores de la aparición de un platillo volante. La curiosidad de Quena, un joven muchacho con un pasado misterioso que fue adoptado por un prestigioso arqueólogo y etnólogo, le lleva a conocer al Sacramús, un pequeño extraterrestre con quien realizará sorprendentes descubrimientos que transformarán su vida
[Extraído de la contraportada]

Me lo he pasado pipa leyendo los tres primeros álbumes recogidos en este primer volumen integral de Quena y el Sacramús. Me he reído, me he sorprendido y, por un momento, me he comunicado con el niño que una vez fui para comprender que estas páginas han de dejar un recuerdo imborrable a edad tierna, en esa infancia de la que jamás nos curamos, según Simone de Beauvoir. Peinando canas, descreído ya de muchas cosas que nada ganamos con enunciar, he abierto mi baquetado corazón a unos nuevos inquilinos. ¿Quién me lo iba a decir?

Arranca la serie con El heredero del Inca, publicado originalmente en 1972, cuando Gos había roto lazos con su maestro y colaboraba con otro, Tillieux, en la sensacional Gil Jourdan, más conocido en nuestro país como Gil Pupila. Gos rebasaba ampliamente la treintena y había probado sus armas bajo la más selecta (y exigente) supervisión. Así se explica la concreción en los caracteres, perfectamente definidos desde la plancha de debut; la madurez expositiva, que engarza situaciones sin descanso, con un ritmo que embelesa; el ingenio constante, que busca siempre nuevas bromas y situaciones, sin desaprovechar los recursos ya plantados, susceptibles de una vuelta de tuerca que les exprima (aún) más jugo. Es la aventura por la aventura, con valentía y buen humor, pero no se limita a ser «el caso de la semana», sino que va construyendo un universo, unas relaciones, unas perspectivas.

El Sacramús, un extraterrestre con aspecto de roedor antropomorfo vestido con mono azul y casco rojo de minero, conoce a Quena, un joven con un raro medallón protector, y comienza una aventura que mezcla la ciencia ficción con las antiguas culturas sudamericanas. Un tema que gustaba en los ’70, pensemos en los libros del suizo Erich von Däniken (el mismo que influyó al Jack Kirby de Los Eternos, por ejemplo), pero que en el caso de Gos puede tener otra motivación. No en vano durante su trabajo en el ejército, antes de hacerse historietista, se encargaba de clasificar las fotografías de supuestos avistamientos ovni. El Sacramús, aparte la circunstancia de ser un animal parlanchín, goza de poderes científicos como un platillo volante, androides que cumplen su voluntad, artefactos lectores de mentes y un rayo que convierte a sus víctimas en estatuas de sal, cual maldición bíblica… eso sí, provisionalmente. Algunos de los mejores gags de esta entrega giran alrededor de estas permutaciones, sobre todo al contacto con el agua.

Gos aúna magia y tecnología, tradición y modernidad, y héroes y villanos pintorescos
Gos aúna magia y tecnología, tradición y modernidad, y héroes y villanos pintorescos

El dibujo de Gos, meticuloso hasta lindes increíbles, acusa la mano de Peyo en los escenarios naturales, donde Quena y el Sacramús se asemejan a trasuntos de Johan y Pirluit camino de alguna fonda. En cambio, los interiores podrían recordarnos a Franquin y las secuencias en ruinas incas parecen más próximas a Hergé o Jacobs. Sin que nada de lo expuesto merme la coherencia del estilo, ¡ojo! Lo más llamativo es la integración del Sacramús entre sus compañeros humanos: a veces se antoja un peluche y sus expresiones, poco variadas (puede comprobarse, por ejemplo, en las páginas 28 y 29, donde se abusa de un prácticamente idéntico medio perfil).

Argumentalmente, esta primera entrega ha de lidiar con un problema que resuelve solo a medias: la presentación al lector de los personajes (Quena, el Sacramús, el profesor Jorge Guijarro) y escenarios (La Rosaleda) habituales, que ocupa más o menos medio álbum, y el paso a la aventura específica, que tendrá lugar en Perú. Tal descompensación se atenúa con recursos humorísticos y un ritmo firme que nos lleva siempre hacia adelante, suponiendo, en definitiva, un obstáculo menor.

El heredero del Inca deja abierto un misterio, pero no se retomará en el episodio siguiente, sino en el tercer capítulo. El mago de la Osa Mayor prefiere centrarse en la lucha sin cuartel contra un taumaturgo, el presuntuoso Falzar, que convierte a las personas en híbridos animales, como centauros, minotauros, hombres-rana (en su sentido literal). Inevitablemente, nos evoca el arranque del clásico de Mortadelo y Filemón El antídoto, si bien Ibáñez toma luego muy distintos derroteros. El mago de la Osa Mayor es el episodio más humorístico de los tres. Aquí la aventura es protagonista en descargo de la caracterización. El álbum gana así en unidad temática respecto al anterior, reforzando la vis cómica, y resulta más divertido, también más intrascendente. Se nota que Gos se siente cómodo con sus criaturas.

El continente de las dos lunas, con que se cierra el presente volumen, es la más compacta de las tres, con las virtudes referidas y ninguno de los defectos. Gos explora en el pasado de Quena y abre todo un mundo -perdón por el chiste- de nuevas posibilidades. Suma conceptos, uno tras otro, desde nieblas que enloquecen a quienes las respiran a máquinas que facultan a las mascotas para hablar con sus amos… situación que propicia algún gag antológico. Gos se siente más libre y se permite experimentar con viñetas amplias para reflejar la inmensidad del espacio (pág.108) o con paneles verticales para acentuar el vértigo de un ascenso (págs 134-135). Las planchas siguen siendo densas, eso sí, con medias de entre nueve y once viñetas por página, aunque los fondos están un pelín aligerados y resultan menos abrumadores.

Los diseños de naves y vehículos resultan asombrosamente actuales, pese a contar con alrededor de 40 años
Los diseños de naves y vehículos resultan asombrosamente actuales, pese a contar con alrededor de 40 años

Con tres capítulos de duración estándar (44 págs), Gos deja asentada la serie, con unos personajes simpáticos que invitan al reencuentro, diversión a raudales y pequeños misterios e incertidumbres que sabiamente va sembrando a la espera de fruto. Es una serie infantil, de esas que luego decimos que ya no existen, pero elaborada con un oficio y un amor incalculables, con una pasión contagiosa por la diversión y la sonrisa. Lo mismo puede decirse de la impecable edición que, como es costumbre en la línea, incluye portadas, dibujos, curiosidades varias y unos textos excelentes de Alfons Moliné y Carlos De Gregorio que nos sumergen en los entresijos artísticos de una época irrepetible. Como curiosidad, la mayoría de los nombres están traducidos y adaptados al español, gracias a lo cual los personajes resultan más cercanos y no se pierden matices cómicos.

  Edición original: Khéna et le Scrameustache: L’Héritier de l’Inca, Le Magicien de la Grande Orse, Le Continent des Deux Lunes (Dupuis, 1972-1976). Edición nacional/ España: Quena y el Sacramús vol1: El heredero del Inca; El mago de la Osa Mayor; El continente de las dos lunas (Dolmen, 2015). Guion…

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Guion - 8
Dibujo - 8
Interés - 9

8.3

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Pikodoro
Pikodoro
Lector
24 febrero, 2015 16:06

«La herencia del Inca» fue el primer tebeo francobelga que leí (o recuerdo leer), con unos seis o siete años. De ahí pasé a Spirou Ardilla y todo lo demás. Aún conservo mi edición de sepp. No puedo ser objetivo.

TheBaldRocker
TheBaldRocker
Lector
25 febrero, 2015 2:38

Pikodoro
24 febrero, 2015 de 16:06
– “La herencia del Inca” fue el primer tebeo francobelga que leí (o recuerdo leer), con unos seis o siete años. De ahí pasé a Spirou Ardilla y todo lo demás. Aún conservo mi edición de sepp. No puedo ser objetivo»

Estos, verdad Pikodoro?
http://cloud1.todocoleccion.net/tc/2012/07/27/32662237.jpg

Pues lo mismo que yo, más o menos. De echo creo que fueron los dos únicos tomitos de la serie que se editaron en España. Yo, desde luego, nunca vi ninguno más. Los tuve en mi colección hasta bien entrados
los 20 y tantos años y con unas cuantas lecturas cada tomo. Que recuerdos…
En fin, no nos pongamos nostálgicos (o si) y vayamos a comprar este Integral que, después de leer la estupenda reseña de Mr.Agrafojo, dan ganas de salir corriendo a hacerse con el y sería un pecado de desidia dejarlo pasar 😉
Por cierto, ¿de cuantos tomos se compondrá la colección?
Y otra cosa más ¿Quién llegó antes, Quena y el Sacramús o Novita y Doraimon?
Es que cuando leí por primera vez a los francobelgas, no conocía a los japoneses.
Pero ahora ya no puedo evitar relacionar a unos con otros.

Rockeros Saludos

Miki
Miki
Lector
25 febrero, 2015 9:34

«Por cierto, ¿de cuantos tomos se compondrá la colección?»

Pues hace justo un añito salió el álbum 42º de la serie (que sigue firmado por Gos, a pesar de que ya tiene casi los 80 años) así que imagino que andará por unos catorce integrales o así si las ventas acompañan.

Justo ésta era una de las series que no iba a seguir, pero me habéis metido el gusanillo, malditos.

Pikodoro
Pikodoro
Lector
25 febrero, 2015 10:53

Esos mismos. Me encanta la portada amarilla, aunque sea apócrifa.

Authority
Authority
Lector
26 febrero, 2015 16:14

Por aquí otro viejuno que tiene el primer album (en un estado no del todo bueno, ejem).
Anda que no releí veces este comic de pequeño. Y esa ambientación de ciencia-ficción con los mayas me fascinaba, la verdad.
Los malditos de Dolmen consequirán que mis estanterias acaben cayéndose. Ahora que estoy muy cansado de supers estos integrales son una excelente lectura.

Miki
Miki
Lector
27 febrero, 2015 8:55

«hora que estoy muy cansado de supers estos integrales son una excelente lectura»

Justo es eso lo que a mí me pasa, entre Dolmen, Yermo, Ponent Mon y alguna cosa de Norma (que después de unos cuantos años perdida por el lado social de la bd parece que vuelve a apostar por los géneros de toda la vida) he tenido que renovar las estanterías.

lewis_bd
lewis_bd
Lector
15 junio, 2015 15:56

Otra de recuerdos. Cuando se editó ‘Khéna et le Scrameustache’ en el Spirou belga por primera vez (recuerdo la portada del ejemplar con el platillo volante), aquí en España se importaban el Pilote de Francia, el Tintin belga (mejor que el fráncés) y el Spirou, todos en gloriosa edición original. Los comprabas semanalmente por 25 pts de las de entonces, con el sello del tampón entintado de la S.G.E.L en la portada. Todavía tengo los ejemplares por ahí.

En su momento la serie del Sacramús no me impactó demasiado, pero es que en aquella época la sobrecarga de cosas buenas era tal que necesitabas el intersect.2 de Chuck para asimilarlo todo. En el Pilote leías Asterix y Blueberry en tamaño gigante y en papel couché y meses después aquí la reeedición de Bruguera con una calidad muy floja, y así todo. Ver el Delirius de Sloane en aquella época, qué decir. El Tintin con Greg de editor fue una revolución en el paso de los 60 a los 70.

Spirou era para mí el tercero en la lista. Yoko Tsuno andaba por ahí, otra de mis preferidas. Probablemente ahora que les ha dado por «catalogar» estas ediciones, volveré a leerlas y espero que sea diferente. Si he aterrizado aquí es porque el otro día vi de refilón en la fnac todo el muestrario de estas reediciones, y la del Sacramús me dio en el ojo.

Curiosamente solo sobrevive Spirou como revista semanal, pero en una versión magra y caquéctica de lo que era aquellos años. Sólo una o dos series de las de «à suivre’ que son las que me gustaban y gustan. Lo malo de los integrales es que se pierden como tales las portadas originales, aunque a veces las incluyen dentro.

Tiene mérito ver a Gos a sus años al pie del cañón, con su serie sobreviviendo a muchas otras que se han ido quedando por el camino. Procuraré comprar estos ejemplares como pequeña contribución para intentar sostener la colección y que no nos la dejen a medias …

En fin, que me he enrollado, pero la ocasión lo merecía. Y leyendo los comentarios de otros usuarios, es increíble lo que se aprende de esas vivencias y lo bonito y entrañable que resulta leerlas.