Poderes Cósmicos

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Edición original: Marvel Comics – marzo – agosto 1994
Edición España: Comics Forum – septiembre 1994 – febrero 1995
Guión: Ron Marz
Dibujo: Ron Lim, Jeff Moore, Andy Smith, Tom Grindberg, Scott Eaton
Entintado: Jim Palmiotti, Keith Williams, Bill Anderson, Bob Almond, Don Hudson
Color: Tom Vincent, Mike Kenney, Mike Dubisch
Portada: Ron Lim, Jim Palmiotti
Precio: 300 pesetas (serie limitada de seis números en grapa, de cuarenta y ocho páginas cada uno)

 

Cuando la primera mitad de los años noventa del siglo pasado tocaba a su fin, la franquicia cósmica de la casa de las ideas se encontraba en el pináculo de su desarrollo. Desde que Jim Starlin desembarcara en la colección protagonizada por Estela Plateada, en sustitución de Steve Englehart, la serie del surfista argénteo se había convertido en la piedra angular de sucesivos eventos que habían afectado de forma creciente al universo Marvel. El señor Muerte no había hecho honor a su nombre y, más bien al contrario, había resucitado a personajes tan carismáticos como Thanos de Titán o Adam Warlock. Junto a ellos, recuperó la ambigua relación que les había hecho sucesivamente enemigos acérrimos o aliados circunstanciales. El antiguo titán loco había hecho un nuevo asalto a la divinidad en El Guantelete del Infinito, para luego convertirse en pieza esencial para la resolución de las secuelas de aquella aventura, La Guerra del Infinito y La Cruzada del Infinito. Por su parte, el otrora jipi estelar se había convertido en un estratega de mente fría, con la misión de mantener el equilibrio en el cosmos junto a la Guardia del Infinito. El retornado Warlock llegaría a tener dos cabeceras mensuales y, bien en solitario, bien en compañía de Estela Plateada, aparecería en los citados eventos y en diversas miniseries, amén de alguna novela gráfica. Starlin se encargaba del apartado literario y, al final del tercer capítulo de la –por entonces- trilogía del infinito, se anunciaba su condición de próximo guionista de la colección protagonizada por Thor. Tal parecía que el dios del trueno iba a ser el nuevo fichaje de la franquicia cósmica –ya que don Jim tenía el plan de alejar al hijo de Odín de la Tierra, haciéndole pasar por una crisis de locura-. Sin embargo, la planeada estrategia de reunir al melenudo del casco alado con los otros personajes espaciales, anunció más bien el ocaso de la escudería estelar. Starlin solo estaría un par de números al frente de la colección de la deidad nórdica y, poco tiempo después, abandonaría un barco que no tardaría en irse a pique sin su presencia. Así como la colección de Estela Plateada había sido la primera de aquella efímera franquicia, también sería la última, perdurando hasta el final de la década.

Uno de los signos del agotamiento de la fórmula cósmica puede encontrarse en esta miniserie que se comenta aquí, publicada poco después de La Cruzada del Infinito. Su responsable literario no sería ya el señor Muerte, sino lo que podría considerarse su versión de marca blanca: Ron Marz. Este guionista –que también transitaba por la división cósmica de DC, creando junto a Daryl Banks al recordado, querido y odiado Kyle Rayner- había tomado el relevo de Starlin en la colección de Estela Plateada. De don Jim heredaría igualmente una larga colaboración con Ron Lim, el dibujante de la serie y de buena parte de los capítulos de la saga del Infinito. De esta forma, el tándem de los Rones –Marz / Lim- se convertiría, para bien y para mal, en el equipo de referencia de esa época en lo que a las historias de Norrin Radd se refería. Juntos se encargarían de mantener un cierto «sabor starliniano» en la serie, jugando con las piezas principales de la misma y creando otras que, indefectiblemente, acababan resultando má o menos sucedáneas de aquéllas. Marz imitaba bastante bien el estilo de Starlin y Lim hacía lo que tan bien se le daba. Así las cosas, y en unos tiempos en los que todo se aprovechaba para sacar una nueva cabecera y quitar espacio a la competencia, vio la luz esta historia, en la que Thanos de Titán vuelve a desempeñar un papel destacado.

El argumento de Poderes Cósmicos viene a enlazar dos líneas argumentales nacidas en dos colecciones muy distintas. Por un lado, tenemos la figura de la gran amenaza galáctica, típica y tópica de la cabecera dedicada a Estela Plateada; por otro, tenemos otra de las maquinaciones del titán ya no tan loco, que Marz –a la sazón guionista de relleno en ese encargo- había contado en la colección Defensores Secretos. Al principio de la historia, los dos Rones nos presentan a un Thanos que ha abandonado –o eso dice- las ansias de conquista y las tendencias hacia el genocidio cósmico. La Muerte le ha negado el acceso a su reino, por lo que se halla en el reino de la gente viva un tanto a su pesar. Para matar el aburrimiento, nada mejor que embarcarse en la resolución de un misterio que comienza con un robot tan antiguo que ha desarrollado ínfulas de santidad. En esta empresa, el titán exiliado demuestra ser tan ladino y letal como de costumbre y el objeto de su búsqueda no es otro que el desentrañamiento de un misterio, en la forma de los secretos de un ser que recuerda mucho a él mismo: Tirano.

Tirano es un personaje creado por el mismo dúo de autores en la colección dedicada a Norrin Radd, y aparece como un ser de vasto poder, nula piedad y ansias de sojuzgamiento total. Semeja ser una entidad muy vieja y en su carrera, demuestra la capacidad para derrotar a seres del nivel de heraldos de Galactus o divinidades asgardianas. Su amenaza determinará que diversos personajes de la franquicia –tanto héroes como villanos- forjen una circunstancial e incómoda alianza para intentar detenerle. Este argumento –que arranca en la cabecera de Estela Plateada- será el que llegue a una primera conclusión en la serie limitada.

Cada uno de los seis números está dedicado a un personaje distinto de la franquicia cósmica y dibujado por un autor diferente. Así, la primera entrega se la guarda Ron Lim para narrar la historia de un Thanos con el que ha trabajado durante los cinco años anteriores con asiduidad.

A continuación, llega el turno de antiguo heraldo de Galactus de naturaleza villanesca como es Terrax el Domador; Marz, en compañía del dibujante Jeff Moore, profundiza en las motivaciones de un personaje que, tradicionalmente, había sido caracterizado como un personaje con ansias de poder.

Después, se presenta un tándem compuesto por un viejo personaje –la Sota de Corazones- y otro surgido a consecuencia de la aparición de Tirano –Ganímedes-. El primero, creado por Bill Mantlo y Keith Giffen, era un híbrido humano-alienígena cuyos poderes –debidos al socorrido accidente científico- debían ser contenidos en un traje especial (cuya apariencia daba al personaje la apariencia de esa figura de la baraja francesa que aquí se ha traducido por nuestra sota). La segunda era, por su parte, la socorrida última superviviente de una orden monástica de damas guerreras, que habían jurado vencer a Tirano. La obsesión de Ganímedes por cumplir su misión y vengar a sus hermanas caídas en combate, contrasta con los sentimientos que la Sota va desarrollando hacia ella. Aquí, los lápices corren de la mano de Andy Smith, aquel émulo de Bart Sears -¿o era al revés?- que había hecho de las suyas junto a Mark Gruenwald en la colección de Quasar.

La cuarta entrega vuelve a reunir a los dos Rones, para desarrollar una historia de un personaje de reciente creación en aquellos días, Genis Vell o Legado, el hijo del Capitán Marvel. Este caballero –portador de negabandas y con cierta tendencia a los vicios terrenales- había aparecido en el marco de una iniciativa de la casa de las ideas para los anuales de 1993: se abandonaba la fórmula precedente de mini-sagas por franquicias y se volvía a la aventura independiente, con el denominador común de la presentación de un nuevo héroe o villano. En honor a la verdad, la mayor parte de los caracteres presentados no llegó muy lejos, pero el amigo Genis fue la excepción que puso a prueba la regla. Aquí, Marz aprovecha para resolver un pequeño cabo suelto de su paso por Defensores Secretos, enfrentando a Legado con Nitro, el viejo villano cuyas acciones llevaron a Mar-Vell a padecer el cáncer que le llevó a la muerte. El dúo ronero reflexiona aquí sobre el peso del nombre familiar, al tiempo que echa una mirada al estado del antiguo planeta capital del Imperio Kree, aún marcado por las consecuencias de Operación: Tormenta Galáctica.

La quinta entrega presenta a otro personaje relativamente reciente como es Morg, el último heraldo de Galactus. Este personaje –que tiene muchos puntos de conexión con Terrax- había sido presentado en la colección de Estela Plateada y había sido el hilo conductor de los fastos que desembocaron en el septuagésimo quinto número de la serie. El nuevo servidor del devorador es, de nuevo, un ser despiadado al que Norrin y el resto de sus predecesores en el cargo intenta meter en cintura. Después de un cierre en falso de sus andanzas, Marz aprovecha, al igual que con el Domador, para dar otra vuelta de tuerca a las explicaciones que motivan la forma de actuar del personaje. Las diferencias aquí radican en la poca trayectoria del personaje y en la presencia de Tom Grindberg como ilustrador. Este caballero, que se prodigó especialmente como dibujante en esos años, empezó copiando el estilo de Neal Adams –como testimonia la novela gráfica Batman: El hijo del Demonio- y acabó haciendo algo parecido con el de Mike Mignola –como deja patente cualquiera de sus trabajos de esos años-.

El gran fin de fiesta llega con el sexto número, con Tirano como protagonista. Aquí, se descubre buena parte del pastel y se demuestra que, al final, los participantes en el drama no han sido otra cosa que piezas en el tablero que Thanos ha movido a su antojo, para alcanzar un objetivo. El verdadero origen del adversario es revelado, así como su auténtica relación con Galactus. El dibujo corre a cargo de un dibujante que daría que hablar en los años subsiguientes, Scott Eaton.

El resultado final es una saga cósmica que, sin las escenas de masas propias de la trilogía del Infinito, entretiene y permite confirmar que, en estas lides, Ron Marz era un Jim Starlin del Hacendado, que sabe manejar a Thanos como solo lo haría su creador. Los distintos dibujantes convocados responden bien a la tarea y, en el apartado del embellecimiento, encontramos nombres ilustres como los de Keith Williams, Don Hudson o Jim Palmiotti. Eso sí, es menester advertir que quienes acabaron un poco hasta el gorro de la etapa Marz / Lim al frente de las aventuras de Estela Plateada, solo encontrarán en esta serie un poco más de lo mismo.

Ilustración de Scott Eaton
Galactus contra Tirano

  Edición original: Marvel Comics – marzo – agosto 1994 Edición España: Comics Forum – septiembre 1994 – febrero 1995 Guión: Ron Marz Dibujo: Ron Lim, Jeff Moore, Andy Smith, Tom Grindberg, Scott Eaton Entintado: Jim Palmiotti, Keith Williams, Bill Anderson, Bob Almond, Don Hudson Color: Tom Vincent, Mike Kenney,…
Guión - 6.9
Dibujo - 7.3
Interés - 6.8

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Alejandro Ugartondo
Autor
13 junio, 2017 9:05

Gracias por la reseña. Ojalá Panini se anime a recuperar la serie de los 80/90 de Estela Plateada en formato Marvel Heroes. Si se han atrevido con los Guardianes de la Galaxia de Valentino, por qué no con ésta?

Alejandro Ugartondo
En respuesta a  Luis Javier Capote Pérez
13 junio, 2017 20:39

El año que viene tienen una peli que se llama Infinity War, podrían aprovechar y publicar algo del material relacionado con la trilogía del infinito 😉

Y ojalá Marvel recuperara los derechos cinematográficos de Estela Plateada. Podrían encajarlo en alguna peli de los guardianes con un estilo parecido al de la etapa de Dan Slott