«Morir a manos de la mayor arma jamás creada por el hombre. ¿No sería glorioso, Lawton?»
Independientemente de si la has disfrutado como el festival de música, color y personajes carismáticos que es -o si te has visto frustrado por un film tremendamente básico que se aprovecha de esto para vendernos un caos narrativo sin pies ni cabeza- poder hablar hoy de una película del Escuadrón Suicida es un sueño por el que seguramente nuestro yo de hace unos años debería estar corroyéndose por la envidia. Desgraciadamente, estoy más en el segundo grupo que en el primero, por lo que tampoco puedo hablar de una experiencia plenamente satisfactoria. Sin embargo, tampoco es que me pueda quejar demasiado. Por un lado, porque tampoco puedo negar que el film me resultó entretenido. Por otro, porque ya tenía mi película perfecta del grupo y es en las viñetas del Nuevo Escuadrón Suicida de Tim Seeley y Juan Ferreyra.
Desarrollado en los números del #17 al #21 de New Suicide Squad como un único arco argumental en forma de suculenta guinda para un pastel que hasta el momento había sido pegajoso y sin apenas sabor, la historia del guionista de Grayson y el dibujante de Colder arranca como una misión cualquiera del Escuadrón Suicida, en un día cualquiera. Introducidos rápidamente a través de una visita guiada con la intención de llevar a cabo una iniciativa similar en el Reino Unido, Deadshot, Harley Quinn, Cheetah, Diablo y Capitán Boomerang son elegidos para llevar a cabo una operación rutinaria en China. La aparición de un contingente metahumano de origen desconocido hará que esta termine catastróficamente mal.
Desde este punto de partida, Seeley y Ferreyra nos regalan a través de cinco números una bacanal de violencia desatada, mercenarios psicóticos hambrientos de sangre, muertes disparatadamente truculentas, un acidísimo humor negro y superpoderes absurdos que rozan la demencialaidad más brillante. Un castillo de la era imperial es el escenario en el que se desarrolla la mayor parte de la historia, forzando a los protagonistas a emplear sus habilidades a fondo si quieren escapar con vida de esta trampa mortal.
Pero si hay algo por lo que destaca este relato en cinco actos, es por como el Nuevo Escuadrón Suicida de Tim Seeley y Juan Ferreyra juega con las convenciones de su propio género, haciendo que cada vez que creamos saber los derroteros por los que va a discurrir las historia, ponerlo todo patas arriba para girar hacia una dirección completamente diferente. Y lo mejor es que no se trata para nada de algo aleatorio, sino que cada una de las vueltas de tuerca que da la historia está finísimamente calculada, haciendo que cada vez que estas ocurren, lo primero que se nos venga a la cabeza es como nos lo había plantado en la cara de forma tan sutil que ni nos habíamos dado cuenta.
Tomando elementos del Batman Incorporated, de su etapa en Grayson junto a Tom King, del propio Escuadrón y hasta del universo Wildstorm, Seeley pone a los protagonistas en una situación límite al borde de la locura, que bien podría describirse como la madre de todas las películas Neil Marshall. Como si a los saltimbanquis con rostros de calavera de Mad Max: Furia en la Carretera se les hubiera ido del todo entre un ciclo de Ases Calientes y The Crazies de George A. Romero, y todo ello hubiera sido trasladado a una película de horror sobrenatural italiana, el guionista explota las circunstancias para que el ecléctico elenco de protagonistas de lo mejor de si mismo. O en otras palabras, lo peor.
Ruínes, traicioneros, resentidos, con un enfermizo sentido de honor, socarronamente nihilistas, capaces de vender a su madre para salir con vida, moralistas, completamente amorales… Desde la vena suicida e implacable de un Floyd Lawton que se consolida junto a la caótica, metomentodo y busca líos de Harley Quinn como alma del equipo, cada uno de los protagonistas está perfectamente definido, dando forma a un encantadoramente despreciable pelotón de psicópatas chiflados donde no hay uno solo que no tenga su momento de gloria (mientras el guionista se despacha a gusto a costa del carácter altruista de las organizaciones no gubernamentales y la benevolencia de los que velan por nosotros). Sin olvidar a una tenaz e implacable Amanda Waller ni al mezquino patán del Capitán Búmeran, el arco se permite además la incorporación de un desconocido Deathtrap, quien desarrolla con Deadshot una de esas camaraderías de las que forjan leyendas.
Si a ello sumamos el despliegue visual y narrativo de los lápices de Juan Ferreyra, asistido en la última entrega por un muy acorde Gus Vazquez, este arco autoconclusivo es con mucha probabilidad lo mejor que ha dado el grupo desde la marcha de John Ostrander. Con ciertos puntos en común con la película de David Ayer que hacen difícil no verlo como a lo que aspiraba pero nunca llegó a ser, el Nuevo Escuadrón Suicida de Tim Seeley y Juan Ferreyra se puede resumir fácilmente lo que habría sido esta, si Warner le hubiera dado libertad absoluta al Quentin Tarantino de Malditos Bastardos para llevarlo a cabo. Una saga sin más ambición que la de arrojar al grupo a un frenesí de muerte y asesinato con principio y fin, y que paradójicamente puede haber sido de lo más satisfactorio que haya dado el Escuadrón Suicida en cualquier medio.
Musica
Valoración
VALORACIÓN GLOBAL
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
Escuadrón Suicida - 9.5
8.4
Diversión tan desprejuiciada como llena de energía, en la que Tim Seeley y Juan Ferreyra dan lo mejor de si mismos para poner al Escuadrón Suicida contra las cuerdas en un bodevil de hiperviolencia, humor negro, grandes caracterizaciones en una situación al borde del desastre y mucha mala leche
