Los Leones de Bagdad: Una fábula adulta

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Edición Original: sep. 2006; Vertigo (DC Comics)
Edición España: jun. 2007; Planeta DeAgostini.
Guión: Brian K. Vaughan.
Dibujo: Niko Henrichon.
Entintado: Niko Henrichon.
Color: Niko Henrichon.
Formato: 168 págs. Cartoné
Precio: 14,95 €

 

En 2006, Brian K. Vaughan (autor de la genial Y, el último hombre y de Ex-Machina) publica bajo el sello Vertigo de DC Comics la novela gráfica Pride of Bagdad, una obra que nace de la necesidad del guionista de plasmar sus sentimientos contradictorios acerca de la guerra que está teniendo lugar en Irak. Para ello, el autor se inspiró en hechos reales acontecidos en 2003 en el zoológico de Bagdad como punto de partida para crear una fábula adulta autoconclusiva que le permitiese alejarse de las referencias populares y los cliffhangers que suelen ser usuales en sus obras. Más tarde, aconsejado por su editor y amigo Will Dennis, Vaughan eligió a Niko Henrichon para ilustrar la historia, tras verse impresionado por el trabajo de éste en Barnum y, sobre todo, después de echar un vistazo a los bocetos realistas y a la vez expresivos que Henrichon le presentó.

El resultado, una parábola a medio camino entre un cuento de aventuras con moraleja y trabajos como Maus o, fuera del medio, Rebelión en la Granja (obra de Orwell que Vaughan gusta de citar como comparación) permite a los autores explorar las vertientes morales y (paradójicamente) humanas que se dan en un país que adquiere una libertad que no se ha ganado de la mano de una invasión extranjera para, además, descubrir que el yugo del que se han desembarazado podía ser incluso más seguro que su situación actual.

Argumento

Irak, Primavera de 2003. Tras verse abandonados por sus guardas, los animales del zoológico de Bagdad quedan liberados de su cautiverio por un auténtico Deus Ex Machina: un bombardeo en el marco de una contienda humana cuya naturaleza desconocen. De entre todos ellos son cuatro leones (Zill, Safa, Noor y Alí) los más conmocionados y reflexivos acerca de la oportunidad que se les presenta. Llevan tiempo ansiando la libertad, pero ni se la han ganado ni saben cómo desenvolverse por sus propios medios tras tantos años en cautividad. A pesar de que la consideración que cada uno de ellos le otorga a la situación es completamente distinta, no tendrán más remedio que seguir adelante juntos en una ciudad devastada por la guerra, afrontando numerosos peligros y siguiendo una errática búsqueda de algo que sólo se comprende cuando se encuentra: el orgullo de ser y de sentirse libre.

La fábula de Vaughan

Una fábula es un relato ficticio que frecuentemente vehicula una moraleja final, en el que pueden intervenir tanto personas como animales o seres inanimados, y cuyo propósito es exponer didácticamente un principio ético o universal. Aunque su carácter principalmente infantil (como demuestran sus formas) no ha sido obstáculo para que a lo largo de la historia diversos autores la hayan elegido como forma de aproximarse a temas complejos y adultos sí es cierto que, cuando hemos estado ante este tipo de casos, los lectores han precisado comprender por qué se ha elegido un medio tan atípico para desarrollar la narración. Así pues, debe buscarse algún tipo de justificación cuando Brian K. Vaughan escoge precisamente la fábula para aproximarse a un tema tan controvertido como es la invasión de Irak sin resolución de la Naciones Unidas de por medio, con la voluntad de mejorar el flujo de petróleo y el efecto colateral de deponer a un sanguinario dictador.

Analizar la problemática de un conflicto en curso siempre es difícil. Falta visión histórica; esa visión objetiva que, de forma utilitarista nos permite averiguar a posteriori si una decisión ha sido buena o mala en función de sus efectos postivos y negativos a largo plazo. Y al carecer de perspectiva, iniciar un análisis o pretender extraer conclusiones a través de la ficción cuando ni se está seguro de los sentimientos que la guerra provoca en uno mismo puede resultar, a la larga, un ejercicio errado que convierta la obra en un experimento fallido. Paralelamente, se da una curiosa circunstancia: la saturación de imágenes, titulares, reportajes y análisis políticos deviene en una especie de anestesia en el mundo occidental. Pasados los primeros meses, la capacidad de sobrecogerse se pierde y el número de muertos diario pasa a ser un elemento más de rutina; un incómodo «etcétera» deshumanizado.

Así pues, cuando Vaughan ve el 22 de abril de 2003 la noticia de que 4 leones hambrientos, liberados a su suerte del cómodo cautiverio en el zoólogico iraquí, han sido acribillados por las tropas de la 3ª División de Infantería del ejército estadounidense, decide que ahí tiene el material perfecto para contar la historia que quiere: una pequeña historia que trascienda la frialdad del noticiario del mediodía, que conmocione y que, al tiempo, no comprometa el relato subjetivizándolo en exceso. Una fábula basada en hechos reales se convierte así en el medio para transmitir la visión de los civiles no combatientes. No en vano, el autor agradece en el libro la ayuda de las tropas de infantería, de la misión de rescate enviada al zoológico y, también, de los bloggers iraquíes que permitieron que la información del día a día fluyera.

En palabras del propio Vaughan «con la ficción, el público puede ver horrores sin fin infligidos a seres humanos, incluso a niños; pero pon un perro en peligro y veras a la gente marchar en multitud. Creo que es difícil para las personas empatizar realmente con las víctimas civiles de guerras en el extranjero que vemos por televisión pero, extrañamente, muchos de nosotros nos podemos sentir emocionalmente comprometidos cuando vemos sufrir a animales inocentes. Yo quería escribir desde el punto de vista de los no combatientes, y dado que los animales trascienden la raza, el credo o la nacionalidad, tenerlos como protagonistas exclusivos nos permitiría contar una historia universalizable». Tenemos así que la fábula engloba los tres aspectos mencionados: universalidad, empatía y la objetividad que otorga trascender la ficción realista.

Ahora bien, el principal problema de usar una fábula es que en la propia definición se incluye la necesidad de introducir una moraleja, un principio ético aleccionador, pero un adulto no puede ni debe ser aleccionado, y menos de una forma tan simplista. ¿Qué hacer pues? Sustituir una respuesta que puede antojarse agresiva y tendenciosa por un recurso mucho mejor: plantear las preguntas que todos nosotros deberíamos hacernos y dejar que nos contestemos solos. ¿Es preferible la seguridad a la libertad? ¿Puede sernos otorgada esta última? ¿O tal vez tenemos el derecho y el deber de conquistarla para comprender enteramente su significado? Son estas y otras cuantas las preguntas que lanza Vaughan, que opta por no definir su obra (algo que ha sido bastante criticado). Pero es precisamente la libertad de interpretar los hechos que narra lo que nos proporciona el autor, sin sesgar la novela gráfica. Él mismo lo justifica diciendo que «parece como si cada persona que lee Los Leones de Bagdad tuviera una reacción distinta, y eso está bien. Siempre soy reacio a hablar acerca de mi parecer, porque no quiero que la gente lea el libro como [si tratara de exponer] eso».

En todo caso, no dar respuestas no significa no dar opciones. De esta forma, el guionista construye cada personaje del libro como un arquetipo que personifica las actitudes que cualquiera podría tomar a nivel político y de conciencia en una situación similar. Así tenemos que (haciendo de nuevo referencia a las palabras de Vaughan) Noor es la joven revolucionaria que piensa que la libertad es su propia responsabilidad, que los que deben deponer a Saddam son los propios iraquíes; que la libertad debe ser conquistada. Y enfrente tiene a Safa, la leona experimentada que recuerda como es la vida sin una autoridad férrea, y que supedita la libertad a la seguridad y a la estabilidad. Entre ambas, se encuentra el león adulto, Zill, que es el oportunista pragmático y benevolente, indiferente hacia quien gobierne. Le interesa el día a día: tener un trabajo, electricidad, la familia a salvo… Y por último está Alí, el cachorro idealista e inocente que no conoce la vida fuera de la cautividad y que se muestra incapaz de concebirla (aunque le ilusiona la idea de libertad y se muestra curioso por el nuevo mundo de posibilidades que se abre ante él).

Pero si dos cosas se elevan sobre ellos, si algo los une, es la necesidad de sobrevivir y una búsqueda que ellos mismos ignoran que están realizando: la búsqueda de la propia autoestima, de la propia capacidad para ser libres. Si algo aprenden nuestros cuatro leones es que la libertad, independientemente de si viene de nuestras manos o no, debe ser un concepto que vivamos y afrontemos con dignidad y capacidad; no como meros supervivientes o como espíritus dormidos, sino como almas orgullosas que luchan y dominan su propio destino (el juego de palabras del original Pride, que se puede traducir como orgullo o como manada no creo en absoluto que sea casual). Otros animales, como los monos (extremistas), los antílopes (las víctimas pasivas) o el oso Fajer (la tiranía de Saddam) pueden ser también incluidos sin problemas en un arquetipo, pero a todos les falta esa elevación sobre los propios instintos que redunda en adquirir la conciencia necesaria para ser realmente libres; la ruptura con el orden preestablecido y la rutina aceptada para subrayar la propia individualidad (que no necesita ni esclavos ni amos).

Sin duda la gran pregunta de este cómic, la pregunta que nos proporciona nuestras propias respuestas es ¿Con quién de los cuatros protagonistas nos sentimos más identificados? Pero a la vez, la gran pega que puede ponerse es ¿Son estas cuatro posibilidades las únicas que hay?

Apartado gráfico (Henrichon visto por Henrichon)

La composición de página de Los Leones de Bagdad está orientada a una narratividad eficaz y, sobre todo, simplificada y espectacular, de cara a mantener formalmente esa ligereza que se le otorga a este tipo de relatos. Esto se expresa a través de un número de viñetas por página muy reducido (3-4 de media), con abundancia de viñetas panorámicas y alargadas, cuadrangulares regulares de gran tamaño o viñetas a toda página (a veces incluso a doble página). Los diálogos también son parcos excepto en ciertos pasajes reflexivos que son usados para definir arquetípicamente y políticamente a los personajes (que llegan a lanzar grandes parrafadas en estas ocasiones) en función de los rasgos que acabamos de definir en el apartado anterior.

Pero es sin duda el dibujo de Niko Henrichon uno de los aspectos que más ha dado que hablar; aspecto para el que esta vez he preparado algo especial. Deudor en expresión, trazo y color de El Rey León, Henrichon realizó un análisis paso a paso de su trabajo en este cómic para la página Comic Foundry que hoy reproduciré aquí en español añadiendo algunos comentarios de mi propia cosecha. Aunque generalmente me gusta hacer solo los textos que escribo, la calidad del material es tan buena que no puedo obviarla, por lo que hoy contaremos con el dibujante de la obra como colaborador especial. ¿Empezamos?

El primer paso de Henrichon es la página que realiza nada más leer el guión, que define como preciso, detallado y proclive a disfrutarse mientras se trabaja con él. Además, Vaughan a menudo proporciona referencias visuales para hacer comprender al dibujante lo que necesita y quiere expresar en cada viñeta. Como precisamente el número de viñetas por página es pequeño, resulta fácil producir una narrativa fluida con composiciones cuidadas y fondos de gran riqueza. En este punto, el dibujo se basa en un trazo único y grueso que marca volúmenes y formas generales, y una esquematización de los detalles sucinta que requiere mayor profusión de líneas. Otro aspecto importante del boceto es que establece la composición general de las figuras y el diseño de la página, incluyendo por primera y única vez en el proceso la localización de los bocadillos de texto (sin apenas variación en la versión final).

Una vez que este boceto es aprobado por Will Dennis y el propio Vaughan, el artista procede a dibujar la página a tamaño completo, en blanco y negro, sobre un formato estándar de la editorial (bristol board). Para ello ejecuta un trazo básico, limpio y luminoso, sirviéndose de un lápiz de color azul sobre el que después se realizará el entintado. Este trazo azul no es visible en la página que se presenta, ya que se borra durante el proceso de escaneado. Henrichon emplea en este punto una amplia gama de herramientas tales como lápices, marcadores y borradores, manteniendo la línea pura y sencilla, sin apenas toques de negro o manchas. Las sombras se añaden así más tarde, durante el proceso de coloreado.

Tras la digitalización de la página, con la ayuda del Photoshop el trazo se pasa a una tonalidad más cálida para hacerlo coherente con el coloreado posterior, que se realiza mediante máscaras y flats para separar los elementos unos de otros y facilitar el trabajo con las gamas cromáticas. En este punto se ha de notar que la paleta empleada no es excesivamente compleja, sino que juega con unos pocos colores apenas matizados. Este hecho, sumado al tipo de línea y a la estática compositiva, da lugar a ese resultado falto de frescura y dinamismo que nos recuerda a los fotogramas de la Disney para El Rey León, y que aporta un estilo impersonal que afecta a la obra. Así, si bien otros cómics con ambición de llegar a un público adulto también poseen un dibujo «infantilizado» (como Maus o Persépolis), éste es genuino y claramente identificable, estableciendo un salto cualitativo con el que se nos presenta en Los Leones de Bagdad y marcando, por tanto, una clara diferencia.

En el siguiente paso podemos encontrar el coloreado básico (sin sombras), con cada elemento ya en su color final. Como vemos, la principal acción ha sido aportar un matiz cálido a toda la página para hacer patente la presencia cercana del desierto (y presumiblemente del conflicto bélico). He de decir que este recurso está muy conseguido y que, personalmente, el cómic me produjo una sensación mezcla de agobio, opresión y pesadez, como una espesa tarde de verano envuelta en hastío y sudor. Paralelamente, en una hoja distinta (layer) del programa informático se realiza el sombreado.

Y finalmente, de la suma de las dos páginas anteriores surge el resultado definitivo del proceso tal y como puede verse en la página 109 (derecha) de la novela gráfica. Una vez que el editor y el guionista la aprueban, el profesional correspondiente añade la sobria tipografía escogida para la ocasión en sus bocadillos respectivos (remarcados mediante línea).

Valoración personal

Los Leones de Bagdad es un cómic que me deja con sentimientos enfrentados. Por un lado, la aproximación que realiza Vaughan me gusta: el mensaje es muy ambiguo y las lecturas que pueden realizarse son diversas en función de cada uno. Desde ese punto de vista, allí donde la fábula «clásica», más infantil, expresa claramente la moraleja a transmitir, esta fábula «adulta» no es tan clara y las conclusiones que se extraen de leerla no vienen impuestas en el texto. Algunos han visto en esta indefinición un elemento negativo o tendencioso, pero yo lo veo como algo extremadamente coherente: a un adulto sólo deben sugerírsele las ideas; no precisa ser educado o adoctrinado moralmente.

No obstante, el principal problema que he percibido al leerlo es que, si bien la cuestión de fondo es atractiva, el desarrollo de la peripecia de esta manada de leones es algo pueril: los diálogos son parcos y simples en su mayoría, y hay demasiados pasajes en los que prima la acción gratuita y espectacular (como prueban las numerosas viñetas a página completa o incluso a doble página). Además, aunque el dibujo es notable, se me antoja demasiado estático y deudor de la Disney, características también extensibles a la personalidad de un cuarteto protagonista aquejado de excesivas buenas intenciones y carente de la tensión, la contundencia y el salvajismo propios de estos felinos. Una concepción más sobria del tebeo a nivel formal, que transmitiera sensaciones en lugar de explicitarlas tanto y permitiera desarrollar más los diálogos, habría sido mucho más eficaz.

Tenemos por tanto que Los Leones de Bagdad queda a medio camino entre las aventuras destinadas al público infantil-juvenil y las aproximaciones que desde el cómic o la literatura se han realizado hacia un género que resulta movedizo si no define bien a quién quiere llegar. En suma: me ha gustado su planteamiento, pero también me ha resultado simple su desarrollo (y por tanto, el debate que pretende plantear). Un guión (que no argumento) más complejo que no pasara de puntillas por el tema, y un dibujo menos preciosista y bucólico le habrían ido mucho mejor a un cómic que roza sin tocar el notable, pero que podría haber sido mucho más.

Enlaces recomendados

Aunque ya he hecho mención a ella en el apartado de análisis gráfico, aquí tenéis la joya de la corona (en inglés): Niko Henrichon describiendo su método de trabajo paso a paso para la obra (7 en total), con ilustraciones incluidas.

Entrevistas a Vaughan acerca de la obra en Comic Book Resources, Newsarama y Publisher Weekly.

Lectura online de las 5 primeras páginas en la web de Planeta (en español).

Otras reseñas muy interesantes sobre la obra: de Álvaro Pons para EP3, de Tebeonauta para Es la hora de las tortas!!! y de Juanjo Palacios para esta misma página.

Página oficial en MySpace de Los Leones de Bagdad en inglés.

Para terminar, una curiosidad: la noticia original en la que basó Vaughan vía CNN o, si lo preferís, de forma más breve en la BBC.

Última actualización de este artículo: 23 de enero de 2010

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fletcher
13 julio, 2007 8:49

a mi me encanto…se me quedo corto, pues lo estaba disfrutando. Muy bonita historia.

Fletcher!!

PD: Gran articulo, luego me parare mas para leerlo mejor.

Daniel P
Daniel P
13 julio, 2007 11:16

Muy buen artículo, aunque no esté esté de acuerdo con muchas de tus apreciaciones. Principalmente las de que sea una obra un tanto simplsta y de un color impersonal y falto de frescura y dinamismo. A mí me transmite precisamente todo lo contrario.

El crítico
El crítico
13 julio, 2007 14:13

¿No os parece una obra un poco sensiblera?Yo me acequé a comprarlo, pero me eché atrás pensando que sería un dramón.Que no es que sea malo, pero en un cómic yo busco otra cosa, no una lagrimilla de pena.Llamadme simplista si quereis.¿Alguna otra opinión que me anime a comprarlo?Gracias.

x_felipe
x_felipe
13 julio, 2007 14:50

Se me hizo demasiado corta la historia… es hermosa y si es trizte.

Para mi es una muy buena compra, no obligada, pero muy buena.

Punto aparte el espectacular dibujo !!!!!

tremendo!!!!

R
R
13 julio, 2007 15:18

Una duda que no tiene nada que ver con la obra en sí misma.
¿Por qué «Los Leones de Bagdad»? ¿Tenía algo de malo el título original? ¿Es intraducible? ¿Se perdía algo de lo que transmite Pride of Baghdad?
Espero que no empecemos a caer en la manía del cine de llamar a las películas como les da la gana (cada vez que pienso en que tradujeron Medicine Man como Los últimos días del Edén, me entran escalofríos). 😛

Toni Boix
Autor
13 julio, 2007 15:56

Un artículo estupendo, José. R, imagino que como pride tiene la doble significación de Orgullo y Manada, quisieron optar por otro título que de alguna manera pudiera transmitir algo de esa idea original.

saludos

Josep Rom
Josep Rom
13 julio, 2007 19:12

Felicidades por la rseña Torralba.

Estoy de acuerdo con el sentimiento que provoca la lectura del álbum. Buena idea, mal desarrollo o dicho de otra manera: el infierno de buenas intenciones está empedrado.
Como has explicado el género de este cómic es la fábula y la fábula es un mecanismo de aprendizaje. No existe fábula sin moraleja. El maniqueismo de las fábulas no es necesariamente negativo, sólo presupone una intención argumentativa cerrada y un criterio moral contundente. Esopo escribía fábulas morales sobre animales y Orwell escribió una fábula política con animales, pero los leones de Vaughan no són un «ejemplo» ni la personificación de unas idelogías. Su ambiguedad reduce fuerza al relato. WE3 de Morrisson era una fábula moral posmoderna, la moraleja es de un cinismo tremendo –los animales de Morrison piensan como humanos pero siente como animales… que suerte ser una animal–, pero es una moraleja.
Preferiría que Vaughan hubiera escrito una cuento con moraleja.

flaca
13 julio, 2007 23:35

Habrá que conseguirlo y leerlo.

Kalmuck
Kalmuck
14 julio, 2007 0:37

Pride, además de orgullo, también significa manada de leones, así que sí, con «Los leones de Bagdad» se pierde el doble sentido, que también perdería si se hubiera traducido como «El orgullo de Bagdad». De todas formas, la traducción más correcta aquí, para mi, es «Los leones» ya que es más descriptivo que «El orgullo» y, además, reconoced que si no supieras que el original es «pride» ni os hubierais fijado en el título…

Alberto Benavente
16 julio, 2007 18:22

Recien acabo de leerlo y me llevo tres impresiones.

1) Estupor. No sabia del final que tuvieron los leones.

2)Doble estupor. Los dibujos, Disney tipo, como bien dices, pero con algo mas. ¿Disney meets Leinil Francis Yu and Juanjo Guarnido?

3) Me parece que Vaughan podria haber metido mas caña si eso es lo que pretendia. ¿Fabula? Si. y como tal, abierta a interpretaciones del lector.
Pero se echa ne falta un poco de mas mala uva y determinación en algunos aspectos.

Me ha gustado. Si. Pero podria haberme gustado mas.

Gran articulo, tete. 😉

fernando salvatierra
11 octubre, 2008 4:34

no lo conozco