
Los cazatalentos de Marvel ficharon a un joven californiano llamado Rob Liefeld después de ver su trabajo en la miniserie Halcón y Paloma para DC en 1988. El artista, que por entonces tenía poco más de veinte años, era autodidacta y había aprendido a dibujar copiando a sus ídolos. Liefeld admirada a Todd McFarlane, cuyo Spiderman se había convertido en toda una sensación en esa época. Pero no sólo admirada el trabajo de McFarlane, sino que admiraba también lo que había conseguido gracias a los cómics: el éxito, el dinero, una casa en la playa de Malibú… El sueño de Liefeld consistía en hacerse rico gracias a los cómics. Aunque sus dotes como artista dejaban mucho que desear, el muchacho ocultaba hábilmente sus carencias narrativas y su pobre conocimiento de anatomía bajo una multitud de líneas cinéticas y viñetas caóticas. Sentía predilección por las armas grandes, los dientes apretados y las poses molonas, cosa que sus dibujos no ocultaban en ningún momento. La suya era una estética desquiciada y agresiva, muy propia de los inicios de aquella década de los noventa. Tras dibujar unos cuantos números sueltos en la franquicia mutante (un número de Factor-X, otro de Patrulla X y un What if…? sobre Lobezno, el editor Bob Harras decidió que el bueno de Liefeld era el candidato perfecto para darle un revulsivo a la colección de los Nuevos Mutantes.
En su primera reunión con Louise Simonson, persona de confianza del gran patriarca mutante Chris Claremont y guionista en ese momento de los Nuevos Mutantes, Liefeld llegó con un montón de dibujos debajo del brazo. En ellos se podían ver sus rediseños para los uniformes de los miembros del grupo a base de cazadoras de cuero, mallas ajustadas, botas y guantes militares. A Simonson le parecieron tan horribles como inapropiados para los Nuevos Mutantes, unos personajes hacia los que tanto ella como Claremont albergaban un especial cariño. La carpeta de Liefeld también contenía sus ideas para unos enemigos a los que llamaba Frente de Liberación Mutante y para una nueva incorporación al grupo, Cable: un hombretón enorme con botas militares, hombreras gigantescas, un brazo cibernético y armamento suficiente como para declararle la guerra a un país pequeño. Resignada, Simonson escribió el guión para el número en que debutó Liefeld como artista en los Nuevos Mutantes (el número 86), una historia sencilla que formaba parte del crossover Actos de Venganza en la que los adolescentes mutantes se enfrentaban al Buitre. El número resultó ser un desastre narrativo y Simonson tuvo serios problemas para salvar los múltiples gazapos de Liefeld con los diálogos. En sus últimas páginas debutaron Cable y los miembros del Frente de Liberación Mutante, que serían presentados apropiadamente en el siguiente. Los lectores de entonces quedaron encandilados con esa historia. A lo largo de las siguientes entregas, la popularidad de Liefeld comenzó a crecer como la espuma.

El dibujante quería más acción y menos diálogos. Además, odiaba el tono de la serie y no le gustaba que los Nuevos Mutantes fuesen unos chavales problemáticos antes que unos superhéroes hechos y derechos. Liefeld quería que fuesen soldados. Quería ver más peleas, más armas, más violencia y menos melodrama adolescente. Simonson no tardó mucho en abandonar la colección, cansada de tener que debatir con el editor y de ejercer como dialoguista para ese chaval californiano que apenas sabía dibujar. A él no le importó demasiado, puesto que ya tenía un plan en su cabeza: la colección de los Nuevos Mutantes sería cancelada en su número 100 para a continuación relanzarla con un nuevo título, un nuevo planteamiento, una nueva estética y nuevos personajes; todo nuevo y a su gusto, quitando de en medio a los personajes que no le interesaban y convirtiendo a esos adolescentes debiluchos en un grupo paramilitar e hiperviolento dirigido por Cable. El artista tenía ideas de sobra para poner en marcha la nueva serie, pero no se sentía capaz de escribir los diálogos. Por tanto, llamó a Fabian Nicieza, guionista de una de las series más populares de la Marvel de entonces, The New Warriors.
Cuando Nicieza recibió el encargo tenía poco material con el que trabajar. Los nuevos personajes de Liefeld tenían un escaso trasfondo más allá de algunos diálogos que había logrado colar Simonson. Lo único que se sabía en ese momento de Cable era que se trataba de un viejo soldado amargado cuyo peor enemigo era el líder del Frente de Liberación Mutante, un hombre con armadura de pinchos llamado Dyscordia que tenía aún menos trasfondo que el propio Cable. Nicieza dialogó las últimas entregas de la colección, en las que Liefeld reinventó el grupo a su antojo: introdujo a una antigua novia de Cable llamada Dominó, presentó a Feroz y a Estrella Rota, se deshizo de Mancha Solar y se trajo a Sendero de Guerra. Para que no hubiese dudas de cuál sería el tono de la nueva colección, Liefeld mostró a Cable disparando a sangre fría a un villano desarmado (un Morlock llamado Bruto) en el número 100. Nicieza se marcó un órdago con los diálogos de Cable en esa entrega final: “Vinisteis aquí traídos por un hombre que tenía un sueño. El sueño ha muerto. Es hora de enfrentarse a la realidad. Ha llegado la hora de convertirse en una fuerza que cambie el mundo. Una fuerza… legal o no, que luche por lo que es correcto”. Para escribir esos diálogos se inspiró en unos artículos que había leído sobre los niños de la guerra. Los Nuevos Mutantes se habían convertido en niños de la guerra y la violencia y el cinismo iba a ser sus nuevas señas de identidad. Había nacido X-Force.

Finalmente, el lanzamiento de X-Force fue un éxito descomunal y Liefeld se hizo millonario con veintidós años recién cumplidos. Los fans de la época adoraban a Cable y a X-Force, pero sobre todo adoraban al propio Liefeld. Todos querían dibujar como él. Todos querían ser él. Liefeld había hecho realidad sus sueños de trabajar para Marvel y de ganar dinero dibujando cómics pese a no ser capaz de dibujar un cuerpo humano con unas proporciones decentes. Su hiperbólico estilo paramilitar había contribuido a definir la estética de aquellos años y múltiples colecciones intentaron imitarlo. Habían llegado a entrevistarle en la MTV. Pero él no estaba satisfecho, ya que Marvel se llevaba una tajada demasiado grande de los beneficios. El inefable californiano se reunió con un grupito formado por los dibujantes más populares de la Casa de las Ideas, entre los que estaban Todd McFarlane, Jim Lee, Marc Silvestri, Whilce Portacio, Erik Larsen y Jim Valentino. Juntos planearon abandonar Marvel y fundar su propia editorial: Image.
Su marcha puso patas arriba la franquicia mutante. Liefeld abandonó X-Force cuando la colección aún no había cumplido un año. Argumentalmente, su cacareada creación era un desastre. El personaje de Cable estaba repleto de contradicciones y sinsentidos. La situación de su principal antagonista, Dyscordia, era aún peor, puesto que el hecho de que tuviese la misma cara que Cable era una fuente constante de equívocos y confusiones. Nicieza, ya convertido en guionista completo de X-Force, fue el encargado de ejercer las labores de control de daños. La salida de Liefeld había llegado además en el peor momento, puesto que dejaba en el aire una miniserie en formato prestigio que serviría para adentrarse por primera vez en el pasado de Cable y que además actuaría como prólogo al gran evento mutante de aquel año, en el que Cable y Dyscordia iban a jugar un papel fundamental. Sin querer, Nicieza se encontró de repente en sus manos con un personaje que no era creación suya al que debía salvar del desastre más absoluto.

El guionista estuvo a la altura del reto. Poco a poco fue añadiendo pequeños detalles para llenar ese enorme agujero que era el trasfondo de Cable. Primero estableció que su nombre de pila era Nathan y que tenía una nave espacial a la que llamaba “Profesor”. Después que era un viajero del tiempo que provenía de un futuro terrible y que pretendía alterarlo desde nuestro presente. La excusa de los viajes en el tiempo, aunque muy manida, sirvió para explicar las múltiples conexiones de Cable con personajes tan dispares como Nick Furia o Moira MacTaggert. Como un pequeño adelanto de lo que tenía pensado para él, llegó a mostrar a Cable usando los nombres “Scott y Jean” para referirse a dos de sus robots. En su cabeza el personaje ya empezaba a tener sentido, pero aún había que cumplir con los compromisos que quedaban en el aire, es decir, la miniserie y el crossover.
La miniserie en formato prestigio de Cable, que originalmente iba a contar con cuatro entregas, se vio reducida a la mitad. Sustituyendo a Liefeld llegó John Romita Jr., un artista con un estilo especialmente apropiado para el personaje. Titulada Cable: Sangre y Metal, esta primera aventura en solitario del líder de X-Force narraría dos líneas argumentales muy relacionadas, una de ellas situada en el pasado y otra en el presente. La del pasado mostraría la vida de Cable como mercenario dentro del grupo conocido como la Media Docena (en el que también militaba Dominó) y la del presente ataría algunos cabos sueltos de la colección de X-Force al mismo tiempo que ejercía como prólogo para el evento mutante de aquel verano, que recibiría el nombre de La Canción del Verdugo.
Nicieza optó por mantener el tono paramilitar de X-Force en Sangre y Metal, estando en esta ocasión justificado por el hecho de que los miembros de la Media Docena eran mercernarios profesionales que realizaban misiones en zonas de guerra. No obstante, también se marcó como objetivo convencer a los lectores de que Cable no era el asesino a sangre fría que había concebido Liefeld. En el espacio de dos números de poco más de cuarenta páginas, el guionista supo establecer un pequeño arco argumental en el que el personaje se replanteaba sus expeditivos métodos. Para ello recuperó a otro de los personajes que ambos habían presentado en X-Force: Garrison Kane, un cyborg que recibía el nombre de Arma-X con el que Cable tenía cuentas pendientes.

La historia de Sangre y Metal comienza en el pasado, con la Media Docena cumpliendo una misión para un hombre llamado Tolliver (un nombre que los lectores de X-Force conocían como uno de los alias de Dyscordia). Además de Cable y Dominó, en el grupo también están el bestial Grizzly, G. W. Bridge (quien en el presente perseguía incansablemente a Cable usando todos los recursos de SHIELD), Hammer y un joven Garrison Kane. Mientras tanto, en el presente los miembros del Frente de Liberación Mutante recorren los museos del mundo robando artefactos antiguos que parecen estar relacionados con el villano Apocalipsis. Cable hace su entrada en escena matando sin miramientos a uno de ellos, Sumo, que recibe un tiro en la frente. Unas páginas después, otro grupo del Frente de Liberación Mutante sale huyendo con el rabo entre las piernas con la mitad de sus miembros heridos y abrumados por la potencia de fuego del mercenario mutante. Nicieza dotó a Cable con unos monólogos interiores que eran en sí mismos una oda al exceso: “Cuando está en juego algo más que el éxito o el fracaso del trabajo… se convierte en una asunto de vida o muerte. ¡Mi vida significa sus muertes!”
Ambas líneas argumental alcanzan su punto álgido cuando la Media Docena se encuentra por accidente en el interior de una base de Dyscordia y cuando Arma-X ataca a Cable pensando que se trata del diabólico líder del Frente de Liberación Mutante. Mientras que en el pasado se nos descubre que Cable abandonó a la Media Docena a merced de Dyscordia y que el grupo sufrió las peores consecuencias (Hammer acabó en silla de ruedas y Garrison Kane acabó con el cuerpo tan destrozado que tuvo que ser reconstruido como cyborg por el programa Arma Prima, lo cual a su vez también justificaba la animadversión de G. W. Bridge hacia su antiguo colega), en el presente Cable y Arma-X hacen equipo para poner fin a los planes del villano. La reunión con su compañero sirve para que Cable afronte sus errores pasados y ponga freno a sus tendencias belicosas. En el segundo número, enfrentado de nuevo a la carne de cañón del Frente de Liberación Mutante, Cable opta por noquearlos usando métodos no letales. “¿Por qué me contengo? ¿Porque son jóvenes? ¿O porque Dyscordia los está usando de la misma forma que yo usé a la Media Docena años atrás?”, se pregunta. Con sólo unas pocas páginas, Nicieza había conseguido que el personaje se hiciese consciente de lo similares que eran sus métodos y los de su archienemigo. Así, un personaje que Liefeld había concebido como poco más que un montón de músculos y armas enormes consagrados a la violencia comenzó a adquirir los matices que hoy le caracterizan y a volverse tridimensional.

No obstante, el enfrentamiento final contra Dyscordia quedaba en el aire, por supuesto, ya que se abordaría durante La Canción del Verdugo. De hecho, en la conclusión de Sangre y Metal, Cable tendría que elegir entre acabar con Dyscordia de una una vez por todas o salvar a su aliado. El mutante acabaría llevando a Garrison Kane al futuro, donde reconstruirá y actualizaría sus componentes cibernéticos, y dejando escapar a su némesis.
No cabe duda de que la presencia de Romita Jr. benefició en alta medida a esta miniserie. El estilo de este artista puede gustar más o menos, pero sus capacidades narrativas están a años luz de las de Liefeld. Si el californiano hubiese dibujado Sangre y Metal el resultado no habría distado mucho de su etapa en X-Force, repleta de gazapos y de páginas de lectura casi indescifrable. En cambio, el dibujo de Romita Jr. permite seguir con facilidad los dos momentos temporales que nos enseña el guión sin que la obra resulte confusa. Por otro lado, las figuras hieráticas y robustas tan características del artista resultaron muy apropiadas para esta historia de viejos soldados amargados que deben enfrentarse a las consecuencias de sus actos pasados. El Cable de Romita Jr. es solemne y contenido. En lugar de dar rienda suelta a la ira como el de Liefeld, famoso por sus viñetas de filas interminables de dientes apretados, el Cable de Sangre y Mental es tan implacable como poco expresivo. No obstante, gracias a los cuadros de texto que nos muestran su monólogo interior sabemos que bajo esa apariencia imponente existen dudas y se reprimen emociones. Sólo en las últimas páginas el gesto de su rostro transmite una ligera felicidad. Si bien el dibujante abusa un poco de las páginas dobles y de las viñetas a toda página (quizá como recurso para extender una historia que se podría haber contado en muchas menos páginas), su trabajo en esta miniserie es notable. La estética de Liefeld pasada por el filtro de Romita Jr. se hacía mucho más digerible, hasta el punto de que Sangre y Metal ha envejecido mucho mejor que la etapa inicial de X-Force.

Aún así, quien debería recibir mayores méritos por esta miniserie es su guionista. Nicieza se encontró ante la difícil situación de darle sentido a un personaje tan ridículo y esperpéntico como el Cable de Liefeld; un personaje que no había creado él y con el que hubiese sido fácil hacer borrón y cuenta nueva dada la cantidad de incongruencias y disparates que acumulaba tras el paso de su creador. Pero el escriba optó por el camino difícil, tratando de justificar todas esas incongruencias al mismo tiempo que buscaba las raíces del mercenario mutante en el pasado de la franquicia mutante. Además, el personaje era poco más que una mole de músculo pegada a un arma exagerada, pues carecía de trasfondo, personalidad y motivaciones. Aunque había encandilado a los lectores de aquellos primeros años noventa, Cable era una carcasa vacía y, por tanto, era imposible empatizar con él. Es por tanto a Nicieza a quien tenemos que atribuirle el auténtico trabajo de caracterización de Cable, empezando en Sangre y Metal y continuando posteriormente en su serie regular.
Más que una reseña al uso (ya se puede encontrar una reseña de Sangre y Metal en Zona Negativa, al igual que puede encontrarse una de La Canción del Verdugo), esta es la historia de cómo Nicieza adoptó a Cable, un personaje que era poco más que una excentricidad de un dibujante estrella con más ilusión que talento, y asumió el reto de darle sentido y entidad. En cierta manera, Nicieza es más padre de Cable que su propio creador, pues fue él quien le otorgó un pasado y una voz propia. Sangre y Metal fue un pequeño paso adelante que marcaría el camino a seguir en la serie regular, pero un paso fundamental para que Cable se convirtiese en el personaje que conocemos hoy. Aunque ya no goza de la popularidad que tuvo en la década de los noventa y ha perdido su lugar relevante dentro del microcosmos mutante (veremos si su aparición en la gran pantalla cambia esto), Cable sigue siendo un estupendo ejemplo de que ningún personaje es irredimible y que hasta los conceptos más disparatados se pueden pulir hasta obtener algo interesante. Sólo hace falta un autor hábil que acepte el reto. Después de todo, no existen los malos personajes; sólo los malos autores.
Articulazo, Miguel Ángel. Muchas gracias!
Excelente artículo.
Gracias a ambos por vuestros comentarios 🙂
Menos mal que con cómics como este el talento del Romita Jr. de los 90 no fue del todo desaprovechado.
En su momento me gustó bastante. Hace mucho que no la releo. Todavía la tendré guardaba por ahí.