Avance rápido

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Edición original: Fast Forward (Piranha Press, 1992-93).
Edición nacional/ España: Avance rápido (Zinco, 1993).
Guión:Grant Morrison, Steve Purcell, William Messner-Loebs, Dean Motter, Mark Williams, Kyle Baker, Andy Helfer.
Dibujo: Dave McKean, Steve Purcell, Sam Kieth, Dean Motter, Brian Stelfreeze, Kyle Baker, Glenn Barr.
Color: Dave McKean, Steve Purcell, Dean Motter, Brian Stelfreeze.
Formato: Tomo prestigio 52 págs. (2 vol.)
Precio: 550 pts c/u.

 

En los glorificados ’80, antes de que las grandes empresas norteamericanas de tebeos se convirtiesen en el laboratorio de franquicias de Hollywood, hubo como un espejismo de que les interesaba contar historias, de que creían en el material que publicaban y se arriesgaban con formatos e ideas que intrigaran al lector. Fruto de esos movimientos germinaron pequeños sellos de efímera vida, a pesar de implicar a la flor y nata del gremio. Fue el caso de Piranha Press, creada por el imperio DC en 1989 como jardín para los autores más iconoclastas en sus proyectos más arriesgados y ¡atención! manteniendo los derechos sobre sus creaciones. La iniciativa, bajo la dirección de Mark Nevelow, duró apenas cinco años. ¿Por qué odio Saturno? (Kyle Baker), Epicuro el Sabio (William Messner Loebs & Sam Kieth) o Gregory (Marc Hempel) fueron algunos de sus hitos. El sello echó el cierre en 1994 tras publicar un tebeo sobre el cantante Prince, de promoción entonces con su álbum Diamonds & Pearls.

Como escaparate del proyecto salió la antología Fast Forward, auspiciada por el reputado Andy Helfer, editor responsable, entre otros, de la JLA de Giffen y DeMatteis y del Superman de John Byrne. Aquí la conocimos como Avance rápido en su traslación de Ediciones Zinco al formato de moda: el tomo prestigio. «Avance rápido: una visión a los cómics del mañana… hoy«, se publicitaba en su primera página de interiores.

Entre 1992 y 1993 los mejores autores del sello (tipos que no necesitan presentación como Grant Morrison, Dave McKean, Sam Kieth, Dean Motter o Kyle Baker) ofrecieron entregas personales de un puñado de páginas que merecen ser rescatadas del olvido. Dada la heterogeneidad del material procederé a glosar cada uno de los relatos recogidos en dos volúmenes en la publicación española.

Un vaso de agua, por Grant Morrison y Dave McKean


McKean siempre será conocido como el portadista de The Sandman, incluso a pesar de la monumental Cages, de la que fue autor completo. Ha dibujado grandes tebeos, pero curiosamente siempre queda oscurecido por su guionista. Hablamos de Orquídea Negra o del mítico Hellblazer#27 (‘Abrázame’) como obras de Neil Gaiman. Igual con Morrison y el Arkham Asylum, el primer contacto del escocés con el personaje del cual se convertiría en demiurgo casi dos décadas después, en la etapa anterior al reinicio de la editorial. En Un vaso de agua, publicado en 1992, McKean vuelve a ilustrar un texto de Morrison, quien deja de lado experimentos y psicotropías para adentrarse en una historia sencilla, humana, de morosos diálogos que buscan ser ventanas psicológicas. Una mujer habla a la cámara en un plano insistente con tintes de confesionario. Diecisiete páginas de una invariable disposición en 3×3 (es decir: 153 viñetas exactas), donde el ilustrador repasa desde la captura fotográfica del gesto al rallado displicente, toda vez con un claro gusto por el envejecimiento del tiempo, como sobre gastadas instantáneas en blanco y negro que han virado a sepias imprecisos y azules borrosos. Un aire a principios de siglo, a cine mudo, que no cuadra con la fecha en que se ubica, pero sí con la idea romántica (de Shelley, de Colleridge) que anida en la protagonista, una bibliotecaria solitaria y triste. Empapa al lector una sombría melancolía, un entendimiento de la decepción que anticipa una solución terrible, sin alcanzar no obstante el lirismo que pretende. Un buen trabajo, aunque bastante más tradicional de lo que se anunciaba.

Toybox, por Steve Purcell


Si a Morrison y a McKean se les puede tachar de comedidos, la entrega de Steve Purcell es todo lo contrario. Un desmadre. Empezando con una niña en un bote con una rata cantarina que pesca una sirena de fiji que concede deseos. Por muy extravagante que les suene créanme si les advierto que lo que sigue es el doble de estrambótico. Y luego, más. Ilustraciones de fuertes colores, falsos poemas infantiles, personajes como de cuento… todos los elementos coadyuvan a la incómoda sensación de una fábula perversa sin moraleja. Por no atajar y llamarlo delirio. Hay un momento en que un indio de madera que es una máquina del millón coge la sirena y pide convertirse en un gas verde tóxico. O sea.

A caballo del Sol, por William Messner-Loebs y Sam Kieth


Los creadores de Epicuro el Sabio regresan por los fueros de la antigua Grecia en esta historia donde a su emblemático protagonista suman unos desopilantes Platón, Homero y Casandra. Quienes estén familiarizados con el filósofo reinventado por Messner-Loebs y Kieth ya sabrán a qué atenerse: risas irreverentes al más puro estilo La vida de Brian (T. Jones, 1979). Kieth domina la deformación anatómica que viene a ser como llevar la técnica del maestro Berni Wrightson al territorio de la parodia y Messner-Loebs se chotea sin descanso, afilando y volviendo del revés los tópicos más emblemáticos de los mitos clásicos. Especialmente hilarantes son las bromas a costa de la adivina a quien nadie cree sus predicciones. A caballo del Sol cierra el primer volumen de la recopilación; es también su mejor pieza. Años más tarde sería recuperada en el integral de Epicuro el Sabio que publicó Norma en nuestro país.

Rehén, por Dean Motter


Motter, conocido sobre todo por Terminal City, homenajea en estas pocas páginas que abren el segundo volumen a su primo Terry Anderson, periodista de Associated Press, quien estuvo prisionero durante seis años en Beirut. La historieta, hábil denuncia del cautiverio, muestra solo al preso, fragmentos de programas de radio y una pared que se va llenando con los palitos que representan los días en las cárceles. El autor omite consideraciones sociales o políticas para centrarse en el hombre frente a la privación de libertad. Es una de esas veces en que la premisa brilla tanto que se recuerda así pasen los años, con independencia del acierto concreto en su ejecución artística. A este respecto Motter emplea una técnica pictórica cerrada en planos cortos, alrededor de la alienación que causa el detalle sin contexto, reflejando adecuadamente el ensimismamiento del encierro, aunque siendo tal vez algo frío (o púdico) sobre la inevitable angustia.

Carnicero, por Mark Williams y Brian Stelfreeze


Ejercicio de estilo sobre uno de esos paletos de la América profunda que solo conocemos de oídas pero que dan bastante repelús, el punto fuerte del relato reside en los silencios y en la potencia visual de Stelfreeze, acertado tanto en el ritmo que imprime combinando largos paneles horizontales y verticales, como en el grano de su paleta, que transmite la sequedad del viento que sopla inclemente en las vastas tierras del interior. La cortante prosa de Williams acompaña. Un pequeño fresco sobre hombres solitarios que aprenden antes a matar que a amar.

Lester Fenton y los Muertos Andantes, por Kyle Baker


Baker es un artista camaleónico que indaga el estilo que pide cada proyecto en vez de imponer sus manierismos, al contrario que la mayoría de sus compañeros de profesión. Su inquietud investigadora le ha llevado lo mismo a tareas alimenticias como repasar los lápices de Jackson Guice en Los Nuevos Mutantes de Claremont que a gemas del noveno arte como Justice Inc (con guiones de Helfer) o la mencionada ¿Por qué odio Saturno?, el mayor éxito del sello, de la que gráficamente esta historia actúa como referente. Sin embargo, a poco que nos fijemos en ciertas peculiaridades de la narrativa nos percataremos de que las andanzas de Lester Fenton le han echado más de un ojo (y más de dos) al Frank Miller de El regreso del Señor de la Noche, lo que no deja de tener su gracia, pues nada más distinto a la épica crepuscular del Hombre Murciélago que las irreverencias de este cuento de zombies (años antes de que se pusieran de moda) donde hasta Satán se deja caer a tomar unas cañas y revelar su plan maestro. Sea como fuere, Baker logra -sin que a estas alturas pueda sorprender a nadie- que hasta una parodia del cine adolescente de drive-in se convierta en una lectura apasionante, con réplicas veloces, ritmo imparable y un sentido del humor que bate slapstick y recursos propios del gag de tira cómica. Una delicia.

Miedo a volar, por Andy Helfer y Glenn Barr

Cerrando el recopilatorio nos encontramos con el compañero de Baker en la sensacional Justice Inc, y a la sazón editor del proyecto, Andy Helfer, hábil escritor que se prodiga poco, para nuestra desgracia, pues el puñado de obras que se le conocen son muy meritorias. Al menos yo, no me lo pienso dos veces si veo su nombre en la portada de un cómic. Miedo a volar no defrauda. Se trata de una confesión en viñetas (elocuentemente dibujadas por Glenn Barr) del pánico del escritor a coger un avión, argumentado con divertidas divagaciones sobre accidentes propios o ajenos. Es un registro muy distinto al que nos tiene acostumbrados, mimético de las publicaciones underground que acojen a Peter Bagge o a Chester Brown. Helfer demuestra que no hay anécdota insustancial si se acompaña de talento.


Con el deceso de Piranha Press la reedición de estas páginas, al menos en su conjunto, se vislumbra difícil. Armadas en un integral de un personaje (como en el caso de Epicuro el Sabio) o rescatadas al calor de un nombre famoso (como pudieran ser los de Morrison o Baker, eventualmente) podrían tener una nueva vida. Pero no nos hagamos ilusiones. Por el momento, la única oportunidad de hacerse con este puñado de estimulantes historias consiste en rastrear las librerías de viejo, donde suele encontrarse saldado ante el desinterés inexplicable de su público objetivo.

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Mr. X
Mr. X
Lector
22 abril, 2014 10:08

Un vaso de agua me parece una pequeña gran maravilla.
(Y si, se encuentra fácilmente, saldado 😉

juan200025
juan200025
Lector
22 abril, 2014 11:33

A mí «Toybox» me parece una de las mejores historias cortas que he leído nunca.
Enhorabuena por rescatar del olvido este Avance Rápido! (Quien no haya leído estas joyitas y pueda hacerse con el doble prestigio de Zinco, que ni se lo piense)

dhaldon
dhaldon
Lector
22 abril, 2014 12:38

No he leído el Avance rápido, pero hace unos días pude hacerme con la versión de Epicuro el sabio de Zinco y es, como dicen los cursis, una delicia. Un dibujo genial y un guión inteligente, lleno de guiños y que juega con la filosofía y mitología. Un comic que sería imposible ver publicado hoy día. Una lástima.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
22 abril, 2014 12:49

Yo debí leerlo. Al menos recuerdo la historia de Un Vaso de Agua bastante bien. Pero del resto no me acuerdo tanto. Habrá que hacerse con los dos prestigios; además, estando saldados, pues como para dejar pasar la ocasión, ¿no?

Por cierto, Agrafojo, que me ha sorprendido (gratamente) encontrarte prologando el último álbum de Murena. ¿Casualidad o ha tenido algo que ver el artículo que le dedicaste hace poco a la serie? Sea como fuere, enhorabuena.

Elokoyo
Elokoyo
Lector
22 abril, 2014 15:31

Yo lo tengoooooo…

Esto tiene muchos años y es un rara avis dentro de los prestigios que sacó Ediciones Zinco. ¡Qué recuerdos!

Eso sí, como en todo «recopilatorio» hay historias muy buenas y otras menos. La de Epicurus y la Grant Morrison/McKean son las mejores que hay.

¿Para cuando la reseña del prestigio nº 1? 😉

Jose Maria Vicente
Autor
22 abril, 2014 15:56

Cuando termine mi periodo de exámenes, me voy a poner a rastrear todos y cada uno de los cómics que reseña Javier.

De esta antología me interesa por encima de todo la historia de Purcell, un genio infravalorado.

Tito Puente
Tito Puente
Lector
22 abril, 2014 16:20

Por lejos, la mejor, Lester Fenton. Imborrable la discusi’on de los zombies en el cementerio sobre a quien desebterrar primero…

Ocioso
Ocioso
Lector
22 abril, 2014 16:23

De las tres viñetas de Un vaso de agua la que da mas miedo es la primera.

Spirit
Spirit
Lector
22 abril, 2014 20:30

Vaya con el Agrafojo, otro vendido al capital (emoticon del guiño que no sé poner).

Yo tengo esta antología y sí, es extraño que incluso años después circule a precio de saldo con lo buena que es y los nombres implicados en ella. Como toda antología, es irregular, pero el nivel medio de estas historias es muy alto. De cuando se hacían las cosas bien. Incluso para ser un cómic de «arte y ensayo» es bastante accesible.

Mi favorita…pues casi diría que todas. La de Baker es un puro cachondeo, y la de Morrison tiene ese toque humanista que me sorprende no haberle visto más. Epicurus es una delicia y…bueno, que todas tienen su aquel. Felicidades por rescatar esta obra del olvido.

Mr. X
Mr. X
Lector
22 abril, 2014 21:00

«y la de Morrison tiene ese toque humanista que me sorprende no haberle visto más»

Cierto. A mí me pareció la mejor historia de Neil Gaiman que he leído que no ha escrito Gaiman. Y lo digo como elogio, porque me gustó mucho.

fantomas2099
fantomas2099
Lector
23 abril, 2014 0:05

Y tan de saldo que se encuentran …
Me hice con ellos hace menos de un año por un euro cada uno.Una muy buena adquisición
Tienen algunas historias magnificas, y otras que lejos de ser una maravilla entretienen bastante.

Enrique Doblas
Autor
23 abril, 2014 22:05

Que alegría ver esta crítica, aquí tengo a mi lado los dos tomitos de marras, que compré en su tiempo!
Con la edad que me pilló el relato de un vaso de agua se me quedó dentro para siempre. Y coincido con Mr X que es puro Gaiman… siendo Morrison! McKean como siempre impresionante.
Y ahí descubrí a Kile Baker, y desde entonces he admirado su trabajo. La sencillez que deslumbra.
Lo de Toybox, jajajja, admito que siempre lo consideré una ida d pelota sin sentido pero la última vez que lo leí le pille la moraleja y todo, me encantó!

dhaldon
dhaldon
Lector
22 noviembre, 2014 22:56

Pues por fin la he podido pillar y la verdad… Un vaso de agua me ha gustado mucho, Epicurus sabía que me iba a gustar sea como fuera, pero el resto… Creo que se valora más el riesgo de la publicación en su época y lo rupturista con lo que se publicaba en el resto de la industria que con la calidad de las historias en si.