Tribunal Negativo: Aquaman y la Maldición del Lector Veterano

Pese a que el paso de los años ha acabado dando pie a que mis aficiones comiqueras se tornaran eminentemente marvelitas (más porque el tono de la editorial se suele aproximar más a mis gustos y porque la falta de tiempo me obliga a quedarme con una parcela determinada que por ningún tipo de «fanatismo» que me impida disfrutar de otros cómics) nunca he apartado el ojo de lo que se andaba cociendo en DC, picoteando de tal o cual serie cuando lo que ofrecía me parecía suficientemente atractivo. No en vano, mi pasión por el medio fue fraguándose en mis primeros acercamientos a las andanzas del Hombre Murciélago -el mejor personaje de todos los tiempos, you know-, por lo que disfruto de sus grandes etapas y me mosqueo cuando hacen movidas que no me gustan como cualquier otro aficionado de la editorial.

Y aunque la forma en la que han mandado al garete gran parte de su legado podría entrar dentro de esta categoría, esto no implica que no me lo pueda pasar a lo grande siguiendo mensualmente la Wonder Woman de Azzarello y Brian Chang, el Batman de Grant Morrison, los Ultimates la Tierra 2 de James Robinson y Nicola Scott, el Batman y Robin de Peter J. Tomasi y Patrick Gleason o alguna que otra más. Pero si había alguna serie cuyo seguimiento y disfrute se estaba convirtiendo en un problema para las convicciones y valores que he estado defendiendo durante todos estos años -hasta el punto de convertirse en una suerte de «placer culpable«, de estos que casi le obligan a uno a flagelarse después de cada número- es el Aquaman de Geoff Johns e Ivan Reis.

Y es que aunque por alguna razón parece que el personaje se había convertido en una «broma» privada dentro de ciertos sectores, aquí un servidor ha disfrutado como un enano azul de Oa (antes de que despreciaran el espectro emocional, cuando todavía hacían «cositas» con las Zamoranas Zamaronas) de la mayoría de sus grandes historias. Desde los últimos relatos de los setenta-ochenta de Michelinie, Conway y compañía (con La Muerte del Príncipe a la cabeza) hasta la Espada de Atlantis de Kurt Busiek pasando por su introducción al misticismo en la miniserie de Neal Pozner y Craig Hamilton, la monumental Crónicas de Atlantis de Peter David y su no menos interesante andadura en su nueva serie regular -donde reinventó al personaje con una aguerrida visión en la que convirtió a Arthur en una suerte de viejo lobo de mar tan inquebrantable como el propio océano-, la guerra de Atlantis contra el mundo de la superficie de la mano de un inspirado Dan Jurgens (¿preludio de su segunda etapa al frente de Thor?) y un potente Steve Epting, la espectacular Edad de Obsidiana de Joe Kelly y Dough Mankhe, la conexión de atlantis con los mitos artúricos a cargo de Rick Veitch, la saga de El Hundimiento de San Diego…

Con todas estas grandes historias que hiciendo grande al personaje en la cabeza, cada vez que Johns escribía algo que atentaba salvajemente contra su memoria era como si le estuviesen pegando una patada a mi colección de cómics. Puede que fuera porque, pese a las incongruencias que venían viéndose desde el primer número, tuviera cierta esperanza a que respetase al personaje lo suficiente como para no mandar a parla todo el inmenso legado que Aquaman atesora a sus espaldas de la misma forma que han hecho -más o menos- con otros como Batman o Aquaman. Pero en los últimos números dichas contradicciones han llegado a tal punto que no queda más remedio que asumir que todo lo que se ha escrito sobre el personaje desde la Crisis en Tierras Infinitas de Marv Wolfman al Flashpoint del propio Johns se ha perdido en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Pero si es así, ¿por qué sigo leyendo el Aquaman de Johns mes a mes si ni siquiera es un cómic especialmente trascendental más allá del espectacular dibujo de Ivan Reis y un guión que pese a tener cierto ingenio y un marcado sentido de aventura peca de clásicote y poco innovador? ¿Estoy cometiendo una suerte de traición contra aquellas etapas que tantas buenas horas de lectura me dieron por estar disfrutando esta serie aunque a muchas no les llegue ni a la altura de los pies? ¿Se puede estar en contra de los daños causados por reboot DCero y a la vez disfrutar de una serie que representa la peor cara de este? ¿Cómo puede ser que sea incapaz de volver a disfrutar del Batman de Snyder solo por lo que hizo con Mister Freeze y aun así tenga ganas de seguir leyendo el Aquaman de Johns pese a que cada mes entierra un poco más las etapas anteriores? Aunque la cuestión podría dar para mucho, al final todo parece ser tan simple como que si algo nos convence, estamos dispuestos a pasar por el aro. Y cuando no, no.

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La duda ha venido desencadenada por esta nueva portada de la serie en la que aparece Ocean Master, y solo de pensar todo lo que ha podido liar Johns con el hermano de Arthur ya me entran escalofríos. Y aun así, paradójicamente, me entran ganas de leerlo. Así que quizás haya que asumir que se pueden disfrutar incluso de algunas de las series más dañinas contra la continuidad original de la misma forma que se puede disfrutar de un what if, una adaptación cinematográfica o una serie de televisión a la par que protestamos para que DC recupere su legado histórico y deje de hacer el chorra con franquicias como la de la Justice League o la JLA. Al fin y al cabo tampoco hay mucha diferencia entre lo que están haciendo en Aquaman y series como Ultimate Spider-Man (salvo que para la segunda no se cargaron a la versión tradicional del personaje, claro). Así que mientras lleguen buenas historias bienvenidas sean, pero eso no nos va a hacer olvidar todas las grandes etapas que han tirado por la borda y el daño que han hecho a la editorial con ello.