ZN Cine – Crítica de Snowpiercer (Rompenieves) de Bong Joon-ho

 

Dirección: Bong Joon-ho
Guión: Bong Joon-ho y Kelly Masterson (Cómic: Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb)
Música: Marco Beltrami
Fotografía: Kyung-Pyo Hong
Reparto: Chris Evans, Song Kang-ho, Tilda Swinton, Jamie Bell, Octavia Spencer, Ewen Bremmer, Ah-sung Ko, John Hurt, Ed Harris
Duración: 126 minutos
Productora: Moho Films / Opus Pictures
País: Corea del Sur

 

Esta semana llega a nuestras pantallas la esperadísima Snowpiercer, primera película en inglés del cineasta coreano Bong Joon-ho, conocido sobre todo por ser el artífice en 2006 de The Host (Gwoemul), el mayor éxito del cine coreano y una cinta que rompió fronteras y se convirtió en película de culto. Cuentan que durante el rodaje de la misma llegó a manos del director el cómic Le Transperceneige, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, la historia de un tren que recorre el mundo sin detenerse después de que una catástrofe ecológica haya congelado el mundo. Publicado en 1982, el cómic se convirtió en uno de los referentes de la BD francesa y llegó a nuestro país a mediados de los ochenta por medio de la revista TOTEM bajo el título de El Transglacial (reeditada posteriormente por la editorial Bang! como El Rompenieves). La historia tenía todos los tintes de la ciencia ficción distópica pero en un escenario perfectamente escogido, ya que los últimos supervivientes de la Humanidad refugiados en el tren están compartimentados por clases sociales: desde los vagones de cola donde se hacinan los desposeídos hasta los lujos y comodidades de los vagones delanteros donde además de los alimentos y el agua se encuentra la máquina que da movimiento eterno al tren, manejada por su creador y líder de ese peculiar microuniverso, el temible Wilford; no falta un estado policial que controla ferozmente a las clases bajas y una revolución que llevará a un intento de asaltar la parte delantera del tren.

Tras leerlo, Bong Joon-ho decidió llevarlo a la gran pantalla con un reparto en el que recupera a su actor fetiche, Kang-ho Song (al que dirigió en The Host y Crónica de un asesino en serie –Salinui chueok, 2003-) y al que acompaña un reparto internacional con estrellas como Chris Evans, John Hurt o Tilda Swinton. De todos modos, la película ha tenido que superar un gran escollo antes de verse estrenada, y es que la polémica saltó cuando el todopoderoso Harvey Weinstein, cuya compañía es responsable de la distribución de la cinta, decidió cortar veinte minutos de la misma para su estreno en Estados Unidos alegando una duración excesiva. Bong Joon-ho montó en cólera y se inició una campaña para evitar el tijeretazo en la sala de montaje. La solución al conflicto fue un tanto agridulce, ya que a pesar de que Weinstein dio marcha atrás y decidió respetar el montaje del director, se acordó que la cinta no tendría un estreno a nivel nacional sino limitado y acompañado por su estreno en las plataformas de vídeo bajo demanda. Desgraciadamente el estreno en nuestro país se ha realizado de manera similar, así que sólo unos pocos afortunados podrán verla en pantalla grande ya que se proyecta en un número limitado de pantallas Aun así, desde Zona Negativa no íbamos a pasar por alto el estreno de la cinta así que os traemos la opinión de nuestros redactores. ¿Merece la pena subirse a este tren?. La respuesta, a continuación.

-No, debo ponerme en contacto con la época –me dijo con calma-. Y lo puedo hacer por tu intermedio… No aprender cosas de ti que puedo ver en un momento en cualquier galería de arte o leer en una hora en el libro más extenso… Tú eres el espíritu, el corazón –insistió.
-No, no. –Me llevé las manos a la cabeza; estaba al borde de lanzar una carcajada amarga e histérica-. ¿No te das cuenta? Yo no soy el espíritu de mi época. Tengo problemas con todo y siempre los he tenido. ¡Nunca me he sentido a gusto en ninguna parte ni con nadie!
-Pero, Louis –me dijo en voz baja-. Ése es el mismísimo espíritu de tu época. ¿No lo ves? Todos se sienten como tú. Tu caída de la gracia y de la fe ha sido la caída de este siglo.

Anne Rice, Entrevista con el Vampiro

Os adelanto para comenzar, avezados lectores, que no vais a descubrir en Snowpiercer nada que no supierais ya sobre la ciencia ficción, los futuros distópicos y la lucha de clases. Al fin y al cabo muchos de nosotros crecimos en los 90 junto a Matrix y Dark City, clubes de la lucha y shows de Truman donde el individuo se revindicaba dentro de sociedades artificiales, prediseñadas, aburridas. Luego venía la mecha que lo encendía todo, la pastilla roja que iniciaba la revolución. Pero reconozcámoslo, no era nada nuevo. Cuando el Arquitecto le revelaba a Neo en el clímax de Matrix Reloaded que el tema del Elegido era un asunto que se repetía en ciclos, en realidad era la ciencia ficción burlándose del espectador diciéndole a la cara que esta película ya la había visto. Esa fue mi sensación durante la primera media hora de Snowpiercer: lugares comunes, mundo post-apocalíptico, control, penurias, revolución. Pero lo bueno, lo mejor quizá de Snowpiercer, es que el tren no viaja siempre en línea recta y a partir de la primera curva (¿habéis visto qué metáfora tan bien traída?) la película me atrapó sin remedio. Porque la ciencia ficción no sería un género tan prolífico y apasionante si viviera sólo de las rentas.

Snowpiercer avanza a golpe de hacha y utiliza como pocas la narrativa del cómic, donde no hacen falta dos páginas para retratar a un personaje sino dos viñetas. En ese aspecto Snowpiercer nunca pierde el rumbo ni se entretiene en devaneos sino que se centra en el avanzar hacia el vagón delantero, y en el camino aprovechará las diferencias entre sus habitantes para regalarnos soluciones visuales que irán desde el mejor Jeunet hasta un sorprendente Kubrick (en un homenaje visual y musical que me tocó la fibra, lo reconozco). Lo dicho, nada nuevo bajo el Sol pero a la vez algo nunca visto. “El tren es el mundo”, dicen en un momento dado en una frase que podría resultar una obvia declaración de intenciones pero que nos da a entender que esto (Snowpiercer, la ciencia ficción, el cine) va de lo que tú quieras que vaya. El tren es el mundo o el capitalismo, rápido, sin rumbo, rompiendo a golpes la nieve en el camino, mirando indiferente por la ventana un mundo destruido; y el vagón de cola son Los Miserables o los que se matan intentando saltar la valla en Melilla y nosotros somos el Primer Mundo que conducimos alocadamente y para los que la cola del tren es un sitio desconocido y sin importancia; al igual que las vainas de los ladrones de cuerpos eran comunistas disfrazados o malvados extraterrestres y la boca del Alien era un pene que intentaba violar a Ripley o sólo una película con monstruo. Pero divagaciones aparte Snowpiercer funciona también perfectamente como el espíritu de nuestra época: es lo mejor que tiene la ciencia ficción, que un cómic de 1982 sigue teniendo una rabiosa validez en un 2014 en el que de repente los que nos creíamos clase turista hemos sido empujados al fondo del tren. Sin saberlo, como el vampiro Louis, Lob y Rochette reflejaron el espíritu de un siglo que no era el suyo.

¿Que si merece la pena Snowpiercer?. Mucho. Muchísimo. Posiblemente sea de lo mejor a lo que os podáis acercar este año cinematográficamente hablando. Un ejercicio visual y narrativo excelente y una película de las que tardas en quitarte de la retina y la cabeza. Un triple salto mortal en el que todas sus piezas caen de pie. Qué reconfortante resulta enfrentarse a milagros así, aunque sean escasos.

La gran cantidad de metáforas que podemos hallar en Snowpiercer son en su mayoría obvias o al menos fácilmente extrapolables al mundo actual: la sociedad con sus desigualdades condensada en un tren, las causas que avivan el fuego de una revolución, el lavado de cerebro, la hipocresía de la supuesta amable clase dominante, su hábiles engaños… Como bien ha dicho Samuel, nada nuevo para el espectador pero hay que reconocer que esta forma que tiene Bong Joon-ho de plasmarla en imágenes engancha más que por sus invenciones en términos de ambientación, por su fuerza tanto en los personajes como en ciertos momentos.

Bien vista, la película no deja de ser una versión de El Mago de Oz o Willy Wonka y la fábrica de chocolate (de esta última hasta toma el aspecto de la tableta y lo pervierte), se junta un grupo variopinto de personajes que deben alcanzar un punto donde se verán con una figura clave. Los mejores momentos de la película se encuentran en una primera mitad que a pesar del típico planteamiento de situación social deprimente post-apocalíptica, va a toda mecha y sin tapujos dando a luz una revolución y presentando a unos personajes que quedan perfectamente identificados. La estereotipación de Chris Evans y compañía no juega tanto en su contra como en su favor ya que van a ir demostrando fracturas en esa imagen preconcevida, así como en su propio alzamiento, además de estar perfectamente reflejados en un solo vistazo sus motivaciones y, sobre todo, su carisma.

Aquí hay que destacar ante todo Tilda Swinton que crea una Margaret Thatcher inmediatamente odiosa pero a la cual se quiere ver más. Las dosis de humor negro y sus discursos de adoctrinamiento social aportan ese extra que desahoga perfectamente la constante tensión e incertidumbre que envuelve a la película. La amenazante figura de Vlad Ivanov como máquina de matar imparable es destacable aunque gana más una figura muy mimada por el director, como es la de su colaborador habitual Kang-ho Song, que monta su propio Clint Eastwood con una gran personalidad desde su primera secuencia.

El ritmo es uno de los puntos más flojos del film, ya que a pesar de su fuerza inicial, pasado cierto punto el tránsito por los mundos reflejados en cada vagón se ven mermados en significado y son más contemplativos, una transición rápida hacia lo que todos queremos ver en la locomotora, hacia la identidad del maldito Mago de Oz. A parte de que el concepto de «corre que te pillo» del tramo final es menos interesante, un aspecto que permanece tras el visionado de Snowpiercer es esa combatividad y sacrificio de los personajes principales, esa determinación en pos del cambio por la fuerza de su realidad, aunque esta tenga escondida más trampas de las que pensamos. Los momentos crudos y violentos son impactantes más que en su desarrollo en sus momentos previos; la secuencia de los antidisturbios con pasamontañas y hachas mantiene un desarrollo previo que deja al espectador en un punto de nerviosismo que acaba metiéndole de lleno en una acción estéticamente lograda y que le hace gritar con el momento «llama olímpica».

Sangre, sudor y sacrificio salpicado de lugares comunes del género, pero bien utilizados con la originalidad justa, es lo que podemos encontrar en este título que se debe intentar ver dada la brevedad de su paso por nuestros cines.