ZN Cine – Crítica de El Gran Hotel Budapest de Wes Anderson

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1934

 

Dirección: Wes Anderson
Guión: Wes Anderson (Historia: Wes Anderson & Hugo Guinness)
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Robert D. Yeoman
Reparto: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Jeff Goldblum, Adrien Brody, F. Murray Abraham, Owen Wilson
Duración: 100 minutos
Productora: FoxSearchlight / Scott Rudin Productions / American Paintbrush
País: Estados Unidos
Valoración:

 

Sinopsis: El Gran Hotel Budapest narra la historia de un legendario recepcionista, M. Gustave (Ralph Fiennes), de un famoso hotel europeo en el periodo de entreguerras, y de su amistad con un joven empleado, Zero (Tony Revolori) que llega a ser su protegido de confianza. El argumento incluye el robo y la recuperación de un cuadro renacentista de inestimable valor, la lucha por una enorme fortuna familiar, y las lentas –y luego repentinas– agitaciones que transformaron la totalidad de Europa durante la primera mitad del siglo XX.

Es innegable la etiqueta que tiene el director Wes Anderson de «autor», con todo lo que trae consigo para lo bueno y para lo malo. Sus elementos marca de la casa son ya casi un clásico: su milimetrada composición y movimientos de plano, momentos ralentizados con un tema musical, temas (la familia, la temprana madurez, la soledad) y espacios recurrentes (el tren, grandes casas familiares, etc.) además de, claro está, personajes tremendamente peculiares. Esto lleva a que si te gusta ese estilo constantemente usado con sus obvias variaciones la cosa va bien, sino el acceso de primeras sin conocer este mundo tan cerrado en el que se mueve el realizador se vuelve un obstáculo muy grande. Por ejemplo si alguien se adentra al universo Anderson con su anterior trabajo, Moonrise Kingdom, no es de extrañar que no se embarque en el seguimiento de la carrera de este autor, dado el lirismo de la cinta, con el entusiasmo del que quizá lo hizo con Academia Rushmore o Los Tenenbaums. Una familia de genios. El caso de El Gran Hotel Budapest sería parecido y mejor que el de Fantástico Sr. Fox de 2009, en el sentido de que se vuelve una gran y accesible puerta de entrada al estilo visual y narrativo del director tejano. Principalmente esto se debe al ser un trabajo muy centrado que sabe a lo que va desde el principio y poco tiempo se permite para despistarse o recrearse en momentos vacíos que no aporten nada al compendio general.


El Gran Hotel Budapest cuenta la lucha por la herencia de una acaudalada figura de la república de Zubrowka (sí, como el vodka polaco) y cómo el recepcionista del hotel que esta anciana frecuentaba, M. Gustave, trata de obtener el valioso cuadro que esta le lega. Todo esto está contado en varios flashbacks y con una narrativa y ritmo muy claros, y frenéticos incluso. La sucesión de acontecimientos que adquiere la cinta una vez pasado el primer punto de giro se vuelve una locura que no aburre en ningún momento y da pena que se acabe. Los constantes saltos de escenarios son una gozada, por la belleza de estos, y la aparición de nuevos personajes no deja de agradar ese universo concebido por Anderson, tanto por el actor conocido de turno que lo interpreta como por el matiz único que aporta su personalidad en el devenir de los acontecimientos.

El propio Anderson recalca el aire europeo de sus obras pero en el caso de El Gran Hotel Budapest se vuelve más patente por el sentido de homenaje al cine, literatura y arte de la Europa Central y del Este del período de entreguerras. El sentido lúdico y desenfadado de aquellos directores que abandonaron Austria o Alemania con la llegada del nazismo se entreve y queda reflejado en la propia historia y diálogos del film. Asimismo, obras como El gran Dictador de Chaplin han influenciado mucho en Anderson en el fondo, en el mensaje escondido tras las carreras y las risas del film. Por otro lado, el contexto también podría entroncar con Tintín por esa república inventada, a lo Syldavia, que se encuentra en guerra sin saber muy bien con quién y por qué, además del pequeño componente de misterio que alberga el argumento y su joven protagonista que sigue a otro adulto.

Gran hotel Budapest_01

El motor de todo lo forman Ralph Fiennes y el debutante en cine Tony Revolori. La química entre los dos es muy buena y consigue aunar el componente maestro y aprendiz con el de padre e hijo. Fiennes como el recepcionista y líder del hotel luce más que nunca su flema británica con unas salidas de pata de banco en algunos diálogoso que resultan desternillantes. La rapidez de acción e imperturbabilidad del personaje de Gustave se trasladan aún con más fuerza en el botones Zero, que encarna una vez más ese estereotipo de “joven-viejo” que tanto le gusta a Wes Anderson y que emula en la gratificante presencia de Saoirse Ronan. La galería de personajes que rodean a estos dos no puede ser de lo más alocada y acertada a la hora de terminar de dar ese aire de comedia frenética y absurda, casi de dibujo animado. Aquí la caracterización es vital y ha sido muy cuidada en cada uno de los actores, que ni falta hace detallar la lista de nombres importantísimos que se han sumado, alguno ya habitual del director. El toque estrambótico de unos y la rectitud de otros está marcada con solo un vistazo y el diálogo sólo confirma la primera imagen acertada que el espectador se hace, lo cual es fundamental en un largometraje con tantas apariciones y tan breves.

Por otra parte, las localizaciones son casi tan importantes como los personajes, llegando a veces a empequeñecer a los mismos. La ya mencionada impronta del período entreguerras queda muy marcada por la ambientación centroeuropea (se rodó en Alemania) con ese recuerdo a Belle Époque, a antiguo régimen que se está perdiendo por la llegada del fascismo, y posteriormente el comunismo como la misma película traslada a la república de Zubrowka. El hall del mismo Hotel Budapest, la mansión de Madame D., el observatorio o la cárcel quedan plasmados con una plasticidad que les da carácter propio.

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El toque casi almodovariano de los fuertes contrastes cromáticos de los interiores se vuelve una constante, y sirven para marcar más la importancia de ciertos elementos como sucede con las cajas de los dulces Mendel’s. Los escenarios con esos grandes planos generales parecen ilustraciones de un libro de cuentos, con su sección móvil que nosotros mismos accionamos tirando de un extremo. Esta buscada apariencia pictórica se ve reforzada por unos efectos especiales que buscan agrandar esa irrealidad y engrandecer la belleza del conjunto como con el efecto del teleférico que se asemeja al de un cartón recortado.

En el apartado visual poco se puede reprochar a un perfeccionista como es Anderson. La claridad con la que rueda y muestra todo, podría volver a remitirnos a Tintín y al trazo limpio de Hergé. El aspecto cómic se puede también encontrar en la manera en que presenta en plano general ciertos lugares con letras grandes impresas o grabadas con el nombre de la localización en algún lado del edificio en cuestión. Las ralentizaciones de otros trabajos, aquí se vuelven pequeñas aceleraciones que hacen pensar en el cine mudo (como el cambio del formato panorámico al 4:3 en las partes del pasado), muy bien ambientadas por la música de raíces tradicionales rusas que compone Alexandre Desplat. Lo frenético y falsamente anárquico que se puede volver en ciertos momentos la narración siempre está muy medido y controlado para que la composición del plano se mantenga tan milimétrica como al director siempre le gusta. Algunos planos siguen la línea de estatismo cual encuadre fotográfico que mira al espectador y que ya se vieron en otros trabajos, junto a las rápidas panorámicas de corrección de plano, zooms inesperados y travellings de acercamiento.

Es destacable a pesar de ser un detalle algo insignificante, cómo Anderson nos mete en la historia con una niña que llega a un cementerio y abre un libro, ese libro nos lleva a un viejo escritor(Tom Wilkinson) que narra a cámara (otra marca de la casa) lo que le sucedió hace años, así nos trsladamos al pasado con la versión joven del escritor (Jude Law) y su encuentro con el dueño del Gran Hotel Budapest (F. Murray Abraham) y cómo este nos introduce en la historia. Esta preocupación por plantear este juego de muñecas rusas que se desmonta y vuelve a montarse al final, aporta un sutil pero reseñable elemento de metalenguaje con sus diferentes narradores, que ya sólo en la forma de comunicar la historia da más valor a un conjunto de por sí muy bien construido.

Gran hotel Budapest_03

El Gran Hotel Budapest es un excelente primer contacto con la obra de Wes Anderson; esa accesibilidad no quita que para sus seguidores sea igualmente disfrutable ya que no traiciona sus principios esenciales, aunque se desprende de ciertos recursos en parte lógicos por el tipo y ambientación de la historia. La rapidez con que lleva Anderson al espectador entretiene muchísimo y no sirve para tapar una falta de trasfondo, ya que lo tiene y mucho en un grupo de personajes que acrecientan el humor absurdo, y por momentos de dibujos animados, poblado de diálogos rápidos liderado por sus dos protagonistas, especialmente Ralph Fiennes que se encuentra con un personaje hecho a su medida y capacidades, y que llega a sorprender por la idea que muchos podían tener de que con el actor británico nunca nos podríamos reír, y al final lo hacemos y mucho. No obstante también existe un componente melancólico de fondo, no tanto por la época que narra y lo fastuoso que era antes todo, sino porque detrás de la comicidad y peculiaridad de sus extraños habitantes, queda un poso de melancolía, de tristeza, de vida no llegada a vivir que no quita la sonrisa de la cara pero que humaniza unos personajes de carácter único e irrepetible.

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Lector
20 marzo, 2014 8:43

Ga-na-zas le tengo a esta peli.

Mr. X
Mr. X
Lector
20 marzo, 2014 8:46

¡Y yo, y yo!
Aquí un enamorado de Moonrise Kingdom, Academia Rushmore y Fantástico Mr. Fox.

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Lector
20 marzo, 2014 8:54

¡Y los Tenenbaums! ¡Y Viaje a Darjeeling! Si es que no tiene desperdicio.

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Lector
20 marzo, 2014 8:57

joder,y LIFE AQUATIC,con ese emulo de cousteau que interpretaba un divertido bill murray¡.

José Torralba
20 marzo, 2014 9:07

Y el cortometraje precuela (conste que lo enlazo porque se distribuyó por internet) de Viaje a Darjeeling: Hotel Chevalier. ¡Ganazas le tengo a esta película!

Antoine
Antoine
Lector
20 marzo, 2014 9:39

Servidor también es fan de Anderson. De todas sus pelis, pero sobre todo de Live Aquatic y Moonrise Kingdom.

En sus pelis se ha visto al mejor Bill Murray, y eso es decir mucho. 🙂

Mr. X
Mr. X
Lector
20 marzo, 2014 9:42
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Lector
20 marzo, 2014 10:07

¡coño,que bien traido ese enlace,torralba¡.

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Lector
20 marzo, 2014 10:21

mucho mas interesante esta natalie portman(despelote incluido)que la de thor.donde vas a parar.

Mr. X
Mr. X
Lector
20 marzo, 2014 12:37

Los mismo el éxito brutal de 8 apellidos… pone de moda “el crossover regional” en clave de comedia chorra y nos encontramos en las pantallas “Las tribulaciones de un gallego en Murcia” o “Tensión sexual no resuelta entre una pizpireta madrileña y un gafapasta catalán” o “Qué puede hacer un maño en Guadalajara”. Quién sabe.

JH
JH
Lector
20 marzo, 2014 12:48

Moonrise Kingdom es la única película de Wes Anderson que no me ha gustado. Para mí la mejor comedia que se ha hecho es Rushmore, y Wes Anderson es leyenda viva del cine. Además, tiene un gusto musical que más quisieran muchos y en sus bandas sonoras se puede demostrar esto.

Igverni
Lector
20 marzo, 2014 14:08

Gracias Enrique por tu crítica…
que no leí, ya que quiero llegar a verla sabiendo lo menos posible.
Muchas ganas de ver esta peli, si algo tiene Wes Anderson es que es totalmente diferente al típico Hollywood, y su personalísimo estilo, guión, puesta en escena, etc… nunca dejan indiferentes.
A ver si la semana que viene me escapo a verla.
saludos!!