Última parada.
Siempre que he de encarar la reseña de una última entrega pongo de fondo el Réquiem de Mozart, por acompañar tan triste momento, ya que hay series que uno comprende que acaben canceladas, pero de otras, como es el caso, cuesta despedirse. Y cuesta por sus cuatro protagonistas de perfil bajo, que se hacen querer, que destacan en manos de Lemire y han demostrado que en pleno siglo XXI se pueden seguir contando historias en las que tengan cabida las aventuras más locas, divertidas e incluso trágicas, como se hacían hace cincuenta años, donde lo que importaba era divertir al lector que durante un rato se aislaba del mundo real para recorrer nuevos mundos.
Tres entregas son las que se han podido disfrutar de este peculiar grupo, con un más que evidente gusto a los 4 Fantásticos, nacido a la sombra de Metal y que en manos de su guionista ha crecido de manera sencilla, sin artificios, sin florituras, para hacerse querer de una manera que desafía toda explicación.
Los Terrifics no es un buen cómic. A estas alturas es algo que ha quedado patente, pero tiene algo que no tiene otros comics que si gozan de más atención: corazón.
Puede parecer una tontería, pero si hay algo de lo que Lemire se ha preocupado durante su estancia en la serie, es la de darle corazón a un grupo atípico que debe luchar en medio de una dura competencia por mantenerse en el mercado. En España nos dejan, pero en USA continúan su andadura, ya sin Lemire, sin rendirse a caer en el olvido de nuevo.
En esta tercera entrega llega el esperado desenlace de la trama que Lemire comenzó hace ya meses, para enfrentar a un grupo, oficialmente disuelto en el segundo tomo, con el villano de la función, el enigmático Dr. Terror. Un enfrentamiento que recorrerá el multiverso y llevará a nuestros héroes a tener que tomar importantes decisiones sobre su vida.
El guionista de Sweet Tooth arranca permitiéndose un pausado recorrido por las vidas de los miembros del grupo tras su separación, sin profundizar mucho, pues hay cabos sueltos que quedan disponibles para un futuro cercano. La idea no es sino la de dar un contexto básico, superficial, muy de esa Edad de Plata, en la que los conflictos se superan a golpe de voluntad, sin que queden aparentes secuelas emocionales de por medio. Y es que Los Terrifics no es ese tipo de cómic.
Aquí todo continúa reducido a la básico, siendo un cómic de antaño narrado con las técnicas de hoy. Los protagonistas están por encima del sacrificio personal y tienen muy claro cual es su cometido en la vida, dejando de lado todo aquello que los ancla a sus vidas personales. Un enfoque atípico el que decide darle Lemire a la serie, cuando a poco que se conozca a este escritor se sabe de su obsesión por la soledad que de alguna forma todos arrastramos sobre nuestros hombros en algún momento de nuestras vidas. Es un recurrente en sus obras más personales, que se filtra de manera imperceptible en sus trabajos más alimenticios, siendo Los Terrifics la excepción, por nadar contra corriente y destilar ese optimismo tan característico de la citada Edad de Plata.
Quién haya llegado hasta este tomo se va a encontrar con más de lo mismo, con un cierre digno, sin trucajes baratos, directo y sincero, honesto con todo lo que se ha ido contando con anterioridad y una diversión que ya es marca de la casa. Hay espacio para el cambio y el crecimiento, ampliando horizontes, como debe ser toda transición, para dignificar a sus protagonistas por encima de todo.
Ya se ha dicho en varias ocasiones, Los Terrifics, no van a cambiarle la vida a nadie, ni esta destinado a ser el cómic de cabecera de nadie, tan solo quiere estar ahí para ser el alivio tenaz a la desidia repetitiva de otras muchas series con aspiraciones más elevadas. Y así ha de ser juzgada, pues nunca ha pretendido ser más de lo que se podía ver a primera vista. Los Terrifics no esconden nada tras el telón, lo que se ve es lo que hay, sin más complicaciones, y es donde radica su valor.
La serie es mucho más que el propio Lemire. La serie son sus personajes, tan fascinantes como extraños, tan atractivos como imposibles, siendo ellos los que venden de verdad esta serie a los lectores.
La colección se ve premiada en su última entrega con dos dibujantes muy capaces, el primero, Viktor Bogdanovic, se muestra especialmente dotado para sacar un enorme partido a las posibilidades que brinda tener a Plastic man en un grupo, así como al resto del equipo, dotándolos de una gran expresividad. Por otro lado, está Joe Bennet, mucho más formal en su estilo, pero igualmente eficaz en la narración y en la fluidez corporal de los protagonistas. Su estilo, mucho más serio que el de Bogdanovic, también se integra bien con el tono de la serie, siendo el encargado del cierre final de la misma.
Una obra menor, que mira a un pasado sin nostalgia alguna, capaz de trasladarlo a nuestros días y que se ve beneficiada por unos magníficos personajes. Puede que no aparezca Superman en la portada, pero su valor está mucho más escondido, pues se trata de un tomo que cierra una etapa en la que la Edad de Plata, de alguna forma, se ha colado en nuestros días.
Pura Edad de Plata
Guion - 6.5
Dibujo - 7
Interés - 8
7.2
Nos Terrifics acaban su recorrido editorial es España, esperando que puedan volver recuperados en el formato Primera Temporada de ECC. Una serie consciente de sis misma, capaz de devolver la diversión a la lectura de un cómic de superhéroes.