Laberintos 3, de Charles Burns

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Portada Laberintos 3 de Charles Burns

Edición original: Dédales 3 (Cornélius, 2023)
Edición nacional/España: Laberintos 3 (Reservoir Books, 2024)
Guion: Charles Burns
Dibujo: Charles Burns
Color: Charles Burns
Traductor:: Carlos Mayor Ortega
Maquetación: María Eloy-García
Formato: Cartoné. 88 páginas. 21,90€

El Burns más autobiográfico y accesible

«No esperaba que acabase así… Pero el final siempre llega, ¿verdad?»

Ahora que Reservoir Books ha publicado esta tercera y última entrega de Laberintos la serie de Charles Burns (Washington, 1955) vamos a aprovechar la ocasión para hacer un análisis de la obra en su totalidad completando la reseña que ya hicimos de la primera entrega coincidiendo con su aparición hace un par de años. En esta última entrega vemos como Brian Milner – el joven dibujante y aficionado al cine que ejerce como alter ego del autor estadounidense-, Laurie Dunn – la coprotagonista de la historia y musa de Brian-, y el resto de sus amigos van de acampada a un lago de montaña para terminar de filmar su película amateur de terror y ciencia-ficción fuertemente inspirada en La invasión de los ladrones de cuerpo, la película dirigida por Don Siegel en 1956. Sin embargo, tras el rodaje la relación entre Laurie y Brian no evoluciona hacia el lugar que este último desea…

Páginas Laberintos 3 de Charles Burns

En Laberintos nos encontramos con muchas de las señas de identidad que han hecho reconocible las obras del autor de Agujero Negro como una historia de amor retorcido e insano, referencias a películas de serie B, el protagonismo de jóvenes desubicados por su inminente paso a la edad adulta o la mezcla desprejuiciada de diferentes géneros. Sin embargo, en esta serie Burns juega como un maestro trilero con nuestras expectativas sobre lo que acostumbramos a encontrar en sus obras para ofrecernos una historia que va evolucionado para concluir con vuelta de tuerca final que dota a la serie de una deliciosa sensación de sorpresa que hace saltar por los aires con lo que esperábamos de la historia. Los dos volúmenes precedentes parecían dirigir la historia hacia un clímax en el que los elementos fantásticos y oníricos se hicieran reales y cobraran mayor importancia. Sin embargo, nada es lo que parece y la trama vuelve a girar hacia el desasosegante drama intimo en el que se han movido siempre, tomando mayor peso el amor silencioso y el sexo reprimido que siente Brian, en contraposición con la libertad para amar a quien quiera que descubre Laurie. En los dos primeros volúmenes flota una sensación de misterio e inquietud que Burns manejaba con mucho tino aprovechando que la obra se ha publicado originalmente en tres álbumes en Francia, una sensación que desaparecerá en la edición estadounidense que agrupará la obra en un único volumen. Pero eso no es óbice para que esta serie posiblemente sea su trabajo más accesible para el gran público hasta la fecha, algo que el autor estadounidense consigue sin renunciar ni a su forma de contar historias, ni a sus temas y obsesiones habituales.

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A lo largo de la serie hemos podido ver cómo Brian encuentra en el cine de terror y ciencia ficción de serie B una válvula de escape a su realidad marcada por un entorno familiar complejo, la soledad y problemas para relacionarse con los demás. Algo que solamente consigue articulando sus relaciones en torno al cine de escapismo y expresando sus sentimientos mediante extraños y perturbadores dibujos que son una ventana abierta a sus problemas. Sin embargo, en el tercer volumen Brian queda fascinado tras ver la cinta de Peter Bogdanovich La última película (1971) que le obliga a ver la vida desde la realidad y a madurar a la fuerza, aunque carezca de las herramientas mentales y emocionales necesarias para hacerlo. Un giro que convierte a lo obra en un ejemplo de realismo sucio, casi de terror cotidiano, tan inquietante como las obras más surrealistas de Burns.

La historia no está contada únicamente a través de los ojos de Brian, ya que también vemos la visión de Laurie mucho más anclando a la realidad, aunque también debe afrontar las dudas y problemas que conllevan hacerse adulta. Su presencia es la que provoca que el retrato generacional de los adolescentes estadounidenses de los años setenta que subyace en la obra sea mucho más cercano a la realidad completo y complejo.

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Como es habitual en todas las obras de Burns, estamos ante un cómic que en su lectura nos provoca sensaciones incomodas y una cierta perturbación por su capacidad para recrear momentos inquietantes gracias a sus personajes, sus formas de expresarse, las situaciones que plantea, unas atmósferas malsanas y un dibujo capaz de dotar de una belleza serena a los pasajes más oníricos y aterradores en los que volvemos a ver su interés por las formas orgánicas y extrañas que son un reflejo de todo lo atormente el subconsciente de Brian.

Gráfica y narrativamente estamos ante trabajo absolutamente extraordinario; mejorando esos aspectos en cada uno de los tres volúmenes que componen la obra. Su trazo se ha depurado completamente y la mezcla entre la línea clara heredera de Hergé y el underground está perfectamente integrada dotando al resultado final de una elegancia que no es impedimento para reflejar el misterio, el terror y la poesía que se oculta en la cotidianeidad. Como en las dos primeras partes, los dibujos de Brian y las escenas extraídas de diferentes películas le posibilitan mostrarnos otros registros gráficos.
Narrativamente en esta obra va un paso más gracias a las escenas en las que vemos la película que Brian tenía en su cabeza no la que consigue filmar, pero también en el manejo de las elipsis y el del ritmo narrativo. Algo que le ayuda a modular en todo momento las emociones que quiere reflejar junto con el uso de una paleta de colores limitada que recuerda a las de los cómics de los años cincuenta, en la línea de trabajo de Clowes en la extraordinaria Monica (Fulgencio Pimentel) con la que comparte esa admiración por esos trabajos algo olvidados hoy en día. La única pega que se le puede poner es que, como es habitual, sus personajes resultan algo hieráticos, lo que funciona muy bien para reflejar la personalidad de Brian, pero no tanto con el resto de personajes.

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La edición de este tercer volumen sigue con los parámetros de los anterior con la principal diferencia que tiene más páginas. Hay que destacar la belleza de las portadas y sobre todo de las guardas junto con el gran tamaño que permite disfrutar del trabajo de Burns.

En esta tercera entrega de Laberintos Charles Burns pone un perfecto broche de oro a una serie en la que vuelve a dejar patente todas las cualidades que le han consagrado como uno de los grandes historietistas de los últimos años. Un trabajo con un componente biográfico que resulta más accesible de lo habitual y donde que vuelve a tratar el difícil paso a la edad adulta y las dificultades para relacionarse, pero siempre con las atmósferas insanas y elementos oníricos que son marca de la casa. Sin olvidarse de la amalgama de géneros y con estilo gráfico deslumbrante que hacen del conjunto una obra mucho más que recomendable.

Lo mejor

• La capacidad de Burns para romper nuestras expectativas para bien y no repetirse.
• Lo bien que Burns sigue reflejando las emociones de sus personajes como nadie por muy incomodas que nos puedan parecer.
• El virtuosismo gráfico que ha alcanzado Burns.

Lo peor

• El ya conocido estatismo de algunos de sus personajes.

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Diego García Rouco
Nacido en Barakaldo en 1977 donde sigo viviendo. Descubrí los cómics en una librería de barrio con Tintin, Asterix, SuperLopez y los personajes de Ibáñez. En 1989 descubrí los superheroes de la mano de Stern y Buscema con el numero 73 de la edición de Forum de Los Vengadores. A estas lecturas se fueron incorporando la novela gráfica y el manga, de los cuales, a diferencia de los superheroes, nunca me cansé. Todavía sueño con ser agente Espacio-Temporal y de Planetary, con visitar mundos de fantasía con el señor T., Philemon, Lord Morfeo, Arale y Thor. Viajar con Reed, Ben, Susan y Johnny al futuro y pasear por el cuartel de la Legión. Recorrer la antigua Roma con Alix y una cantimplora de poción mágica. Buscar Mú, perderme en un viaje al corazón de la tormenta, contemplar el Olmo del Cáucaso mientras paseo por un Barrio Lejano leyendo El almanaque de mi padre. Conseguir beber la sangre del Fénix. Leer, al fin, algún articulo de Tintín y de Fantasio sin que me molesten los absurdos inventos de Gastón. Perderme por las murallas de Samaris, mientras de la pirámide flotante de los inmortales cae John Difool. Enamorado de la chica de los ojos rojos y de Adele. Y cabalgar hacia el amanecer con Buddy Longway, Red Dust y el teniente Blueberry. Con un poco de humo azul en los labios...