La astronave pirata

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Edición original: L’astronave pirata (Rizzoli, 1968).
Edición nacional/ España: La astronave pirata (San Román, 1981).
Guión y Dibujo: Guido Crepax.
Formato: Tomo rústica 106 págs.
Precio: 500 ptas.

 

Como saben, el italiano Guido Crepax (1933-2003), inmortal progenitor de la adorable Valentina, es uno de mis autores favoritos. Imperdonable haber demorado tantos meses su regreso a esta página.

Galaxia pop que imbrica filibusteros y científicos de antaño (Drake, Lichtenstein, Larousse, una liga de hombres extraordinarios antes que la Liga de Hombres Extraordinarios), marcianos y demás ficticios moradores de nuestro sistema solar, oscuros tecnócratas del siglo XXVI, inventos desconcertantes, viajes a velocidades increíbles, la fantasía desatada que inspira la space-opera, Flash Gordon en particular, donde cada mundo está poblado de seres improbables con culturas parafraseadas de las nuestras; crítica al colonialismo, la carrera espacial (estamos en 1967, antes de 2001 una odisea del espacio, antes de Star Wars, de Alien), la amenaza atómica, el arrebatador influjo de las tiras de prensa de aventura juvenil y las pelis de piratas pero con el bagaje que da el montaje analítico de la escuela cinematográfica rusa (S. M. Eisenstein a la cabeza) y la libertad de la indagación onírica post-freudiana, montaña rusa de sensaciones pulp. Un poco de todo esto y bastantes cosas más es La astronave pirata.

Crepax es una isla donde confluyen los mares del steampunk, entonces en ciernes, con la psicodelia, entonces en su apogeo, recuperando la idea romántica del fuera de la ley al tiempo que lo confronta con las consecuencias reales del militarismo a la sombra de los bloques. No hay contradicción en una aventura que es, por encima de todo, lúdica, como lo eran las narraciones de E. Rice Burroughs, pero con el aliento de las conciencias sensibles, donde el imperio de la imaginación y una leve voluptuosidad de revista sustituyen a la violencia y el conflicto puede resolverse con moderada astucia, sin necesidad de apelar a la fuerza bruta y el derramamiento de sangre. La astronave pirata es una obra para disfrutar sin prejuicios, para entender que el mecanismo que nos sedujo de chicos puede hacerlo de nuevo añadiendo armónicos a su escueto compás de maravillas.

El argumento, siempre hacia delante, imparable, es lo de menos. Lo hay pero como en su inspiración más poderosa (Flash Gordon y los ignotos fumetti en que fue contestado, plagiado o mutilado) la enumeración de peripecias de serial banalizaría la experiencia, tanto por exceso (cascada de anécdotas sensoriales incomprensibles fuera de su medio de disfrute) como por defecto (la reducción a una excusa de búsqueda-huida-reconciliación). Baste decir que, aunque haya persecución, guerra y muerte, su plasmación es incruenta, enterrada bajo el idealismo posibilista de los años ’60. Siendo un trabajo temprano, las muchas potencialidades expresivas del milanés no han llegado aún al cénit que describí al alabar su poderosísima versión de Drácula, acaso la más original y, sin embargo, fiel al rey de los vampiros transilvano que ha dado el mundo del cómic. Su característico y subyugante feísmo duerme, latente, bajo una línea más redondeada, con un magisterio de la mancha progresivamente ausente en su evolución posterior. Las viñetas son amplias, sin la fragmentación sinecdóquica de sus insuperables obras de madurez. Sorprende que el autor abrace el blanco y negro con pasión, porque en La astronave pirata se percibe casi el delirio de colores primarios, rojos, azules, verdes, amarillos, saltando de criaturas y entornos.

Evocaciones misteriosas prenden en cada página dibujada por Crepax
Evocaciones misteriosas prenden en cada página dibujada por Crepax

Crepax -como el norteamericano Howard Chaykin (American Flagg, The Shadow)- repite sin pudor la fisonomía de su intérprete principal, presente con distintos nombres a lo largo de su obra/filmografía/representación. Tal no se debe a incapacidad (en La astronave pirata reproduce varios tipos humanos, algunos históricos, como los mencionados arriba) sino a la conveniencia, como el director que confía su alter ego al actor fetiche o el dramaturgo que se reserva invariablemente un papel primordial… aunque tal vez sería mejor hablar del soñador que no puede evitar soñar en primera persona. Crepax no es un dibujante académico, en ninguno de los significados del término, sino un ilusionista que nos hace creer que una raya es un labio y una circunferencia una nave espacial tripulada por piratas vestidos como Hernán Cortés. (Ad)mirar sus páginas y sentir como la conciencia se expande más allá de sus límites es todo uno. Por desgracia, la descripción más prolija apenas araña la superficie de su talento. El análisis convencional choca una y otra vez con la imposibilidad de comunicar sus efectos, de igual forma en que las palabras se quedan necesariamente cortas para reproducir una sinfonía. Podemos hablar de su técnica, matrimonio imposible entre la precisión y la improvisación, podemos hablar de su impacto emocional, hondo, conmovedor, subversivo, pero nada de todo ello sustituye el simple y enriquecedor contacto con la obra, nada de todo ello nos preparará ni nos hará comprenderla mejor que dejarnos atrapar por ella. Hay más inventiva en una página al azar de Crepax que en las cientos de series industriales que invaden mes a mes las librerías reclamando nuestros ratos de ocio.

Crepax lleva años inexplicablemente ausente de las tiendas, salvo por el intento (¿abortado?) de Norma Editorial de recuperar cronológicamente las andanzas inimitables de Valentina, tres tomos publicados que deben ser objeto de continua genuflexión en nuestros hogares. Con La astronave pirata, siendo una obra primeriza de su autor (aunque maravillosa), temo que podemos arrojar la toalla de una reedición cercana. Buena caza por las librerías de viejo a todos los espíritus sensibles que no quieran dejar pasar esta joya.

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Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
3 junio, 2014 20:32

Qué buena reseña, Agrafojo (se nota que te gusta Crepax, sí), de las que invitan a conocer la obra reseñada.
Por mi parte, no tenía ni idea de la existencia de esto.

Mathieu
Mathieu
Lector
3 junio, 2014 22:04

Si si. A mi también me ha picado el gusanillo, pero nada, no hay manera, ni en italiano se encuentra.
Otra buena reseña. Que no comentemos no quiere decir que no te leamos. Por cierto, no racanees con las imágenes (jajaja), queremos más!!

Aprovecho para preguntar, alguien ha leído «La guerra interminable» (Marvano/Haldeman) (el cómic me refiero)????