Grima

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Edición original: The Creep (Dark Horse, 2013).
Edición nacional/ España: Grima (Planeta DeAgostini, 2014).
Guión: John Arcudi.
Dibujo y Color: Jonathan Case.
Formato: Tomo cartoné 136 págs.
Precio: 16’95€.

 

La serie negra es mucho más que tipos duros solitarios y bellas mujeres sin escrúpulos, como algunos de sus más egregios exponentes han conseguido popularizar. Aprovecha el crimen para reflexionar sobre nuestra sociedad, sobre las convenciones y las delicadas y abusivas relaciones de poder, sobre la esperanza y la apariencia, la confianza y el secreto, pero, por encima de todo, sobre las fronteras que se está dispuesto a cruzar por los más variados motivos: amor, lealtad, celos, codicia, vanidad, justicia, etc. John Arcudi (Gen 13, AIDP) y Jonathan Case (El asesino de Green River) han reunido sus talentos para ofrecer un nuevo catálogo de pasiones y secretos enterrados en Grima, la presentación en sociedad del detective Oxel Karnhus.

Un joven se mete una pistola en la boca y aprieta el gatillo. A la policía no le importa ni su muerte ni la de su mejor amigo dos meses antes. Una madre torturada busca ayuda en un antiguo amor que ejerce como detective. Lo que no sabe es que sufre de acromegalia, una enfermedad que deforma los rasgos faciales a partir de una edad avanzada. ¿Se interpondrá su extraña apariencia a la hora de resolver el doble suicidio?” [De la contraportada de la obra]

Arcudi y Case trabajaron meticulosamente en el diseño de su protagonista, basado -a sugerencia del escritor- en el aspecto físico del actor de series B Rondo Hatton (The Ox-Bow Incident, 1943; The Brute Man, 1946), sin descuidar la empatía con el lector. “Traté de hacerle feo, pero no tanto que no llegaras a simpatizar con él”, indica el dibujante. Prueba superada. El investigador privado se vuelve inmediatamente único y confiable, suficientemente reconocible en el estereotipo para no generar dudas al tiempo que aporta elementos nuevos de interés. No es raro que los autores de novela negra apuesten por esta técnica. Probablemente Arcudi haya tenido muy presente la novela de Jonathan Lethem Huérfanos de Brooklyn, donde el protagonista sufría el síndrome de Tourette. Menos original resultan las vinculaciones del caso con el pasado del detective, que podríamos citar como uno de los tópicos más manidos del género. La ubicación en un pueblecito perdido de Norteamérica, con sus costumbres de bosques y armas, tiene claros precedentes en Norman Mailer (¿Por qué fuimos a Vietnam?) o los hermanos Cohen (Fargo).

Arcudi dosifica bien la acción pero tropieza con dos obstáculos serios: una trama con elementos predecibles para el lector habitual (prácticamente desde el inicio sabemos que sólo hay dos posibles soluciones para el caso) y la ausencia de observaciones pertinentes sobre el mundo real. La segunda es la más grave. A fin de cuentas, los argumentos -en este y en cualquier género- son bastante limitados y su repetición es incluso agradecida. Sin embargo, si exceptuamos la creación de Oxel Karnhus (sobre la que ya hemos hablado), Arcudi apenas añade nada de su cosecha. Se limita a combinar elementos de probada eficacia como el desinterés policial frente al sentido del deber del detective, o el descubrimiento de secretos que hacen más daño a quien los reclamaba que su ocultación. La introducción de ensoñaciones y reconstrucciones imaginadas de los hechos sirven para el lucimiento de Case, capaz de variar de registro tonal quebrando la línea y sustituyendo los grises por colores cálidos, no así para añadir nervio a la historia.

Case combina imágenes de ensueño romántico con otras de realidad gris
Case combina imágenes de ensueño romántico con otras de realidad gris

El apartado gráfico es uno de los puntos fuertes, sobre todo en la creación de atmósferas y en la representación del personaje principal (otros, en cambio, le quedan algo rígidos, como la madre de Mike, el primer suicida). Case opta por una narración fluida, de viñetas grandes y funcionales, reservando las composiciones más valientes y dinámicas para los sucesos del pasado. La naturaleza caricaturesca de su estilo lo emparenta con el Michael Avon Oeming de Powers, por ejemplo, aunque -cosa rara en el género- el claroscuro esté casi proscrito, a excepción de la portada. Tanto Case como Arcudi eluden los aspectos más sensacionalistas de la investigación policial, tal vez buscando un “realismo” que no acaban de concretar, probablemente porque se decantan por unos hábitos narrativos que recuerdan más a los pilotos de tv que a las novelas autónomas. Así las cosas, y si el éxito acompaña, no sería raro ver en nuestras librerías nuevos casos de Oxel Karnhus en el futuro.

Planeta DeAgostini publicó Grima a principios de este mismo año en un formato (tapa dura, tamaño inferior a comic book) que imita la apariencia de un libro (compárese con El lagarto hipotético, por ejemplo), supongo que por atraer a un tipo de lector no habitual, que la verdad no sé si picaría con un cuerpo de letra tan reducido, en ocasiones difícil de leer. No es la primera vez que se dice pero unas dimensiones más grandes, aunque hubiera que prescindir del cartoné, hubieran beneficiado el disfrute de la obra.

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the drummer
the drummer
Lector
2 junio, 2014 21:17

una de cal y otra de arena, sr. mixmerik; tiene pinta de ser el tipo de historia que suele agradarme, pero le has puesto tantos peros al tebeo que no animas deasiado a hacerse con él; de cualquier manera, le echaré un ojo si tengo ocasión.

alguien más lo ha leido?

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
3 junio, 2014 22:43

Mmmm… Me da que voy a pasar de esto. Hombre, si puedo lo leo pero no me llama lo suficiente como para dejarme los cuartos en este tebeo.

the drummer
the drummer
Lector
4 junio, 2014 23:48

por cierto javier, que el añito en la zn ya lo has superado de largo, ya te va tocando actualizar la bio 🙂