El Viaje del Superhéroe: La Historia Secreta de Marvel en el Cine

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El Viaje del Superhéroe: La Historia Secreta de Marvel en el Cine.
Primera Parte: Fotogramas y superpoderes


«Cómic y cine, dos hijos del siglo XX que se han aliado
para abrirse paso juntos a través de un siglo XXI
que amanecía augurando la muerte de ambos»


 

Autores: Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez
Edición España: Dolmen Editorial
Formato: Libro cartoné de 320 páginas
Precio: 22,95€

 

En los últimos años, como ya ocurrió en la década de los sesenta en el mundo de la viñeta, Marvel Comics ha revolucionado los planteamientos de las películas de superhéroes modernas, trasladando a sus producciones en la gran pantalla los conceptos de continuidad y universo interconectado desarrollados por la editorial marvelita a lo largo de su historia. Esto puede no parecernos especialmente relevante a los aficionados, al verlo un paso natural, pero realmente resulta una idea novedosa y original a nivel cinematográfico. En este medio, hasta la fecha, lo más cercano a este principio de continuidad compartida era la noción de spin-off aplicado al mundo del celuloide y también a las series de televisión. No obstante, siempre hay excepciones, curiosamente Joss Whedon, director de Los Vengadores y uno de los artífices de la nueva continuidad cinematográfica de Marvel Studios, ya hizo sus prácticas a finales de los noventa en sus series televisivas Buffy Cazavampiros y Angel. Por otro lado, el camino hasta este punto ha sido largo y no ha estado carente de dificultades, una fascinante historia de éxitos pero también de sonados fracasos, un relato apasionante que el madrileño Iñigo de Prada y la ovetense Sara G. Rodríguez, colaboradores de la web Universo Marvel, han querido contarnos con todo lujo de detalles en El Viaje del Superhéroe: La Historia Secreta de Marvel en el Cine.


Texto de contraportada de El Viaje del Superhéroe

«Del serial de B del Capitán América de los años cuarenta hasta el gigantesco blockbuster de Los Vengadores, Marvel Comics y el cine han mantenido una relación llena de altibajos, cambios revolucionarios, grandes victorias y aplastantes derrotas. Antes de que convertirse ella misma en un estudio cinematográfico, La Casa de las Ideas vendía sus personajes al mejor postor, y antes de eso estuvo próxima a desaparecer, llegando a declararse en bancarrota. La misma editorial cuyas películas llenan hoy la lista de producciones más taquilleras de la historia tuvo también sonados fracasos capaces de hundir imperios. Y los hundieron. Una apasionante historia tras la que se ocultan héroes y villanos, tanto delante como detrás de las cámaras, plagada de insospechados giros argumentales y que discurre en paralelo a la propia evolución de las viñetas.

A partir de una profunda afición y conocimiento por ambos medios, Iñigo de Prada desde el cómic y Sara G. Rodríguez desde el cine establecen un apasionado diálogo sobre la epopeya de una pequeña editorial casi familiar que ha llegado a convertirse en un gigante absoluto del entretenimiento. El viaje del superhéroe es un ensayo pormenorizado que se lee como una apasionante novela, en el que se recorren los más de setenta años de historia de La Casa de las Ideas desde el punto de vista de la relación entre el Séptimo y el Noveno Arte»

Más información: Dolmen Editorial

El Viaje del Superhéroe: El relato de la odisea cinematográfica Marvel

«Desde luego, pocos hubiéramos apostado entonces
que el género iba a ser capaz de mantener
su actual auge durante tanto tiempo»

En El Viaje del Superhéroe: La historia oculta de Marvel en el cine Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez nos proponen un relato cuyos focos se sitúan sobre el «último género cinematográfico en alcanzar la madurez» aunque desde el punto de vista de las adaptaciones de los personajes e historias de Marvel Cómics a la gran pantalla. Los primeros pasos, los desencuentros, los pequeños tropiezos y los grandes éxitos. En esta ambiciosa y completa obra, publicada por Dolmen Editorial, encontraremos un interesante recorrido por toda la complicada y apasionada historia de amor y odio entre Marvel Comics y Hollywood. Todo en un trabajo realmente exhaustivo, bien documentado y con espíritu crítico, resultando también una lectura adictiva, entretenida y amena, unas virtudes todas ellas en conjunto que la convierten en una de las mejores publicaciones de este tipo que se han atrevido a tratar el tema hasta la fecha. Por otro lado, es muy de agradecer que en El Viaje del Superhéroe Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez no se limiten a recopilar datos y exponer hechos, realizando, por descontado, una encomiable labor de investigación, sino también, he aquí lo importante, a interpretarlos para ofrecernos una punto de vista y un análisis crítico del tema, una obra que «piensa y reflexiona» como bien comenta el editor de Panini Cómics Julián Clemente en su introducción al libro titulada Ciudadanos del Universo Marvel.

El relato de El Viaje del Superhéroe comienza antes de los tiempos históricos de Marvel, en los lejanos años cuarenta, con los seriales cinematográficos en los cuales triunfaban personajes como Flash Gordon, El Llanero Solitario o La Sombra. Entre ellos se llegaría a filmar una adaptación del Capitán América (1944) por parte de Jon English y Elmer Clifton aunque de nula fidelidad al personaje que en 1941 habían concebido la fantástica pareja formada por Joe Simon y Jack Kirby. De esta manera, Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez nos ponen en antecedentes, para pasar rápidamente a relatarnos la caída de popularidad de los cómics de superhéroes y el alternativo auge de las publicaciones de EC Comics dominadas por el terror, el suspense y la ciencia ficción. Nos adentran en el milagro que resultaría ser la Edad de Plata cuando los cómics Marvel revolucionaron el medio con el incansable e inspirado talento de Stan Lee, Jack Kirby y Steve Dikto. El difícil idilio entre los personajes Marvel y el cine aún estaba lejos de explotar en su más terrible virulencia, las primeras incursiones serían a nivel televisivo entre mediados de la década de los sesenta y hasta finales de los setenta, con un éxito esquivo pero dejando a su paso severas y crueles secuelas nostálgicas. De esta manera, los espectadores disfrutarían de series animadas como la de Spider-man (1967) de Grantray-Lawrence Animation o Los Cuatro Fantásticos (1967) de Hanna-Barbera Productions así como de series de imagen real como El asombroso Spider-man (1977) de Nicholas Hammond o el El Increíble Hulk (1977) protagonizado por los míticos Bill Bixby y Lou Ferrigno.

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Escena de The Amazing Spider-man (1977-1979) de Nicholas Hammond

Pero la verdadera y más sugestiva historia de El Viaje del Superhéroe comienza, primero con las pioneras producciones externas, entre 1986 y 1996, en las que destacan películas como Howard el Pato (1986), producida por George Lucas y dirigida por Willard Huyck, o El Vengador (1989), la primera adaptación de El Castigador a la gran pantalla con Dolph Lundgren en el papel principal, en las que el potencial de los personajes Marvel sería reiteradamente subestimado y desaprovechado. Posteriormente, llegarían las coproducciones, iniciadas con un título tan inesperado como el Blade (1998) de Stephen Norrington y, finalmente, con la etapa de las autoproducciones con Marvel Studios tomando el mando y comenzando su andadura con el Ironman (2008) de Jon Favreau. Este sentaría las bases de lo que habría de ser el nuevo Universo Marvel cinematográfico, una idea ambiciosa y llena de posibilidades, algo de lo que pronto se percató un gigante empresarial como Disney que acabaría absorbiendo a Marvel Studios. Entre medias, Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez no se olvidan de contarnos todos los entresijos, las tensiones internas, los problemas económicos, los proyectos frustados y curiosidades que nos han llevado hasta este momento poniendo de relieve todas las conexiones entre la que un día había sido una pequeña editorial de cómics y el apasionante pero caprichoso mundo del celuloide. Todos los protagonistas y figuras relevantes asociadas a la historia cinematográfica de Marvel Comics tienen su espacio en El Viaje del Superhéroe, desde históricos del apartado editorial como Martin Goodman y Stan Lee, hasta los personajes más ligados al entorno empresarial y audiovisual de la empresa como Avi Arad, Isaac Perlmutter, Ronald Perelman o Peter Cuneo.

No obstante, el primer interés de El Viaje del Superhéroe se centra en la crítica y análisis de las producciones protagonizadas por los personajes Marvel, mostrándonos un recorrido cronológico de las mismas, aportando todos los datos disponibles y autoimponiéndose sus autores la premisa inicial de valorarlas como películas «y no sólo como adaptaciones» aunque siempre, como apostillan ellos mismos en su introducción de la obra Viñetas y Fotogramas, «desde nuestra condición previa de lectores». Este es un trabajo que ya venían realizando Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez en Cineclub Marvel para la web Universo Marvel, el primero también ha estado trabajando en un proyecto heredero de este en TBO en el cine para Panini Cómics, pero el salto al papel les ha permitido adherir un discurso y una intención a sus impresiones ofreciéndonos finalmente una completa «historia audiovisual de La Casa de las Ideas». Todas las películas abordadas por los autores tienen sus correspondientes fichas, con su apartado técnico, sus directores, productores y actores asociados, y sus presupuestos y resultados en taquilla. Desde este punto, Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez se adentran en todos los recovecos de cadauna de las producciones Marvel vistas en el cine, desde los primeros pasos del proyecto y sus antecedentes hasta su estreno, su acogida por el público y aficionados, pasando por las decisiones artísticas elegidas o su relación con los cómics originales, y realizando un objetivo balance de virtudes y defectos para, finalmente, valorar su repercusión en la gran odisea cinematográfica Marvel.

Para los aficionados al cine y los cómics, los que hemos disfrutado y también padecido las adaptaciones de algunos de nuestros personajes preferidos, los que hemos vivido años de escasez con ilusión y la bonanza actual con algo de escepticismo e incluso miedo, El Viaje del Superhéroe de Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez se convierte en un peaje inevitable, un periplo fascinante, no carente de su potente factor nostálgico, y en una lectura interesante, fresca y necesaria. Estamos ante una obra que logra ofrecernos una visión completa de nuestras películas favoritas pero, al mismo tiempo, más encomiable es su propósito de brindarnos una perspectiva diferente de esas producciones superheroicas Marvel más denostadas y vilipendiadas, haciendo con ellas un balance de aciertos y errores, y consiguiendo, en cualquier caso, enfundarnos en su optimismo e ilusión respecto al futuro del género superheroico en la gran pantalla. En la línea del recientemente publicado por Panini Cómics, Marvel Comics. La Historia Jamás Contada de Sean Howe, para todos los incondicionales marvelitas que se precien de serlo, El Viaje del Superhéroe: La Historia Secreta de Marvel en el Cine de Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez es una aventura a descubrir sobre un gran imperio cuyo corazón, «siete décadas después de aquel lejano Marvel Comics #1», como comentan los propios autores al final de su obra, siguen siendo unos cómics que «nunca han dejado de latir».

// El próximo sábado 13 de Abril a la 13:30, en la Sala de Conferencias del 31º Salón Internacional del Cómic de Barcelona, Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez presentarán el El Viaje del Superhéroe a todos los asistentes. //


Contacto autores

E-mail – viajesuperheroe@gmail.com
Facebook – Marvel: El viaje del superhéroe
Twitter – @MarvelCineComic

Zona Negativa entrevista a Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez

ZN.- El Viaje del Superhéroe: La historia secreta de Marvel en el cine supone un trabajo de análisis y documentación verdaderamente notables. ¿Cómo fue este proceso y de qué manera habéis conseguido repartiros entre ambos el trabajo? ¿Habéis tenido que revisar demasiadas veces las mismas películas?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Nos fuimos encontrando con El viaje del superhéroe poco a poco a través de nuestra colaboración en la web de Universo Marvel. En esa primera fase nos documentábamos fundamentalmente a partir de internet, pero cuando nos planteamos darle forma de libro fuimos contrastando los artículos ya escritos con todas las revistas y libros especializados que pudimos encontrar.

Sara se ocupó fundamentalmente de la crítica cinematográfica y el análisis de producción, e Iñigo de la evolución de Marvel y las influencias cruzadas entre cine y cómic. Evidentemente no son compartimentos estancos y tratamos de darle una única voz a todo el conjunto. Los debates para ponernos de acuerdo sobre algunas películas darían para otro libro, aunque al final parece que ganó ella porque en la mayoría de las librerías ha acabado en la sección de cine.

Por lo general sólo vimos una vez cada película, especialmente los estrenos que fueron coincidiendo con los tres años de desarrollo del libro. El viaje del superhéroe pretende ser el equivalente a las cañas a la salida del cine, sólo que documentándonos a conciencia antes de ver la peli.

ZN.- En el libro realizáis un recorrido por la historia de Marvel Comics en el cine desde los primeros seriales cinematográficos de los años cuarenta del pasado siglo hasta el reciente éxito de Los Vengadores de Joss Whedon, pero no habéis tenido la oportunidad comentar el más reciente reinicio de las películas de Spider-man. ¿Qué opinión tenéis de The Amazing Spider-man de Marc Webb?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- En realidad sí llegamos a escribir su análisis, pero concluimos que Los Vengadores era el final lógico para el libro y el reinicio arácnido un punto ideal para arrancar una hipotética futura segunda parte. Y como tal, The amazing Spider-Man es aún una obra inacabada, siendo concebida más que ningún caso anterior como el planteamiento de una saga que habrá que juzgar según se vaya desarrollando, «el comienzo del comienzo». Tras la exitosa pero insatisfactoria Spider-Man 3, al trepamuros le ha venido bien un cambio de rumbo, tan prometedor como arriesgado, aunque los puntos de conexión con su anterior encarnación sean mayores de lo que parece, desde el mismo guionista y productores hasta un similar esquema argumental.

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Fotograma de The Amazing Spider-man (2012) de Marc Webb

ZN.- En El Viaje del Superhéroe habláis bastante de los clichés y tópicos del género superheroico. ¿Es posible hacer una buena película de superhéroes sin recurrir a narrar sus orígenes y sin relacionar estos con los de su némesis como pasa en Spider-man, Los Cuatro Fantásticos, Daredevil y tantas otras producciones? ¿Por qué esta necesidad de simplificar en las películas de superhéroes?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Es una limitación autoimpuesta por el mandato comercial que representa el coste de una superproducción. Pero hay algunos ejemplos en los que el género ha tratado de ir algo más allá, en el caso de Marvel muy destacadamente el Hulk de Ang Lee, aunque no acabara de funcionar comercialmente. Contando con el aval de Los Vengadores y el colchón financiero de Disney, tiene una oportunidad única para volver a intentarlo.

ZN.- Hemos de reconocer que las películas de superhéroes se han convertido en un auténtico género cinematográfico de nuestros días, empezando a generar incluso sus primeros proyectos propios y derivados para la gran pantalla como el Hancock de Peter Berg, Mi superexnovia de Ivan Reitman Chronicle de Josh Trank, Sky High de Mike Mitchell o Push de Paul McGuigan. Pero, ¿creéis que el género tiene visos de perdurar en el tiempo o, por el contrario, habría que pensar que como pasó en su día con el western tiene los días contados?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- El elemento icónico es un parte integral del género, por eso se nutre fundamentalmente de adaptaciones y hay tan pocas películas originales. Éstas últimas tienden muy significativamente a descartar los uniformes y el colorido del concepto superheroico, y en ese sentido puede decirse que Los Vengadores son la primera verdadera película de superhéroes, y definitivamente su acta de madurez, por cuanto ha asumido con genuino orgullo la esencia, la estética y la épica de los cómics sin apoyarse en otros géneros. La irrupción del Universo Cinemático Marvel ha marcado además un precedente al que se han apresurado a apuntarse las próximas adaptaciones marvelitas de Fox, mientras que Sony coquetea con expandir la franquicia arácnida así como los proyectos de la Distinguida Competencia y la mismísima Star Wars. A partir de ahí, la supervivencia del género dependerá de lo mismo que la de cualquier otro: del favor del público.

Pero en realidad los géneros no desaparecen sino que se reinventan, valgan como muestra las periódicas resurrecciones del mismo western, el musical o el péplum. Los propios superhéroes casi desparecieron de los cómics tras la Segunda Guerra Mundial y se han enfrentado a terribles crisis comerciales en los setenta y los noventa, pero han sobrevivido al paso del tiempo hasta formar parte de nuestro imaginario colectivo.

ZN.- Para que Marvel Studios pudiese financiar su división audiovisual antes tuvo que renunciar a la televisión vendiendo sus licencias a la FOX. Esta fue una decisión de Ronald Perelman y propiciaría que Avi Arad se convirtiese en el presidente de Marvel Studios durante casi una década. En perspectiva, ¿creéis que fue una buena decisión renunciar a la televisión? ¿Hasta qué punto han sido decisivas figuras como las de los mencionados Ronald Perelman, Avi Arad o David Maisel en la actual bonanza cinematográfica de los personajes Marvel en el cine?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Avi Arad e Isaac Perlmutter se asociaron con Perelman para explotar el merchadinsing de Marvel, y cuando tomaron el control de la empresa tras la bancarrota de 1997 ni siquiera sabían nada de los cómics. Perlmutter tenía al menos una mayor trayectoria empresarial, pero Arad era un diseñador de juguetes. Aunque habiendo sido él mismo el principal promotor de las series animadas de los noventa (que ya ensayaban el concepto de universo compartido), tuvo muy claro que la reconstrucción financiera de la compañía pasaba por la gran pantalla. El verdadero hombre en la sombra de dicha reconversión fue Peter Cuneo, que liquidó los restos del imperio hundido de Perelman para centrarse en su salto al cine, planteándose incluso vender la mismísima división de cómics a DC (como la propia Warner se planteó hacer en sentido contrario durante la crisis de los años setenta). El gran mérito de Arad y Perlmutter fue mantener los cómics como el corazón creativo de Marvel aunque los dólares vinieran de Hollywood.

ZN.- En el libro cuando habláis del Spider-man de Sam Raimi comentáis como en la caracterización de un personaje como Harry Osborn se evita, en pleno siglo XXI, hacer cualquier relación con la llamada «trilogía de las drogas» con la cual en los años setenta Marvel Comics se saltaba las reglas del Comics Code Authority. ¿No pensáis que el tema de la calificación por edades es una auténtica lacra para la mayoría de producciones superheroicas? ¿Son realmente más inocentes, castos y puros los superhéroes Marvel de la gran pantalla que los que encontramos en los cómics que toman como referencia?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Hollywood se emancipó en 1967 del Código Hays, que había servido de inspiración para el «Comics Code», del que Marvel no se independizaría hasta más de tres décadas después, y DC cuatro. En los tres casos la solución han sido los la actuales sistemas de calificación por edades, un equilibrio asumible para esquivar el fantasma de la censura pero que inevitablemente condena a las superproducciones a mantener una calificación lo más abierta posible para poder ser rentables. En tal caso, deberían elegir historias que no hiciera falta rebajar para su traslación al cine. Lo más criticable es cuando una producción menor, como por ejemplo El Castigador de 2004, tampoco se atreve a saltar sin red.

ZN.- Normalmente, un lastre de las películas de superhéroes es su propio y abultado presupuesto, lo cual condiciona que sus películas se conviertan automáticamente en superproducciones y eso conlleva que los productores asumen los menos riesgos posibles y sus directores se han de convertir en artesanos antes que en autores. ¿Qué directores han sabido sortear mejor este obstáculo para imprimir su propia marca a las películas del género en las que han participado?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Marvel se refugió en la seguridad de la fórmula clásica después del pinchazo comercial del Hulk de Ang Lee. Tampoco acabó de cuajar el Watchmen de Zack Snyder, y ni siquiera la hoy consagrada Batman Begins de Christopher Nolan superó en taquilla a la desprestigiada Los 4 Fantásticos, por no recordar Catwoman. Ese retroceso explica claros pasos atrás como Elektra o Ghost Rider y finalmente el desgaste de las terceras partes de X-Men y Spiderman. Por eso hay que concederle tanto crédito a los minúsculos Chronicle y Kick-Ass de Josh Trank y Mattew Vaughn, que después revitalizaría también la franquicia mutante con X-Men: Primera Generación, y que no por casualidad serán el director y el productor respectivamente del próximo reinicio de La Primera Familia. Igualmente, el monumental triunfo de El Caballero Oscuro tiene todo que ver con que Nolan haya estado detrás de la revancha de Snyder en la próxima El Hombre de Acero.

En comparación, la construcción del Universo Cinemático Marvel ha estado muy por encima de los nombres propios, sin menospreciar la importancia de Jon Favreau en Iron Man pero más como artesano que en el plano artístico. Sin mayores pretensiones, hay que reconocerle a Joss Whedon el atrevimiento de mantener el foco en sus personajes antes que en el espectáculo en Los Vengadores, o más bien a través del espectáculo. También redujo Marc Webb la escala del primer tramo de The Amazing Spider-Man. Incluso podemos destacar el más discutible gamberrismo de Mark Neveldine y Bryan Taylor en Ghost Rider: Espíritu de Venganza. Tal vez ninguna de estas películas sea una obra de autor, pero reflejan una clara apuesta por darle un mayor empaque a las sagas superheroicas.

Más allá de la herencia de Richard Donner y Tim Burton, el precursor moderno de todos ellos es Bryan Singer, que no era ningún aficionado a los superhéroes cuando afrontó X-Men pero fue el primero que se atrevió a tomárselos en serio. No obstante, cuesta no especular qué podrían haber aportado al género los proyectos fallidos de Steven Spielberg, Quentin Tarantino, David Fincher o James Cameron en los años noventa.

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Fotografía de Bryan Singer director de X-men

ZN.- Por otro lado, el género de superhéroes ha sido casi siempre un campo abonado para jóvenes directores o para cineastas con verdadero amor por el mundo del cómic como Sam Raimi, Joss Whedon o Mark Steven Johnson pero también nos hemos podido sorprender con perfiles en principio más alejados del mundo del cómic como el de Ang Lee o Kenneth Branagh. ¿Podríamos decir, a pesar de todo, que fracasos como el Hulk de Ang Lee han supuesto un paso adelante en el reconocimiento de las posibilidades del género?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Muchos nos acordamos en efecto de Ang Lee cuando se anunció a Branagh para dirigir Thor, pero lo que verdaderamente distingue su adaptación no es la dirección sino su apartado artístico, que abrió definitivamente el género a un grado de fantasía vedado desde X-Men. Tendríamos que remontarnos hasta la inaudita independencia creativa de Tim Burton en Batman Vuelve para encontrar una verdadera impronta autoral. Para comprender la importancia de su mandato comercial, basta considerar que su inferior taquilla respecto a la primera parte propició sin embargo los Batman de Joel Schumacher, cuyo éxito cifra él mismo en cuantos juguetes de la peli lograron venderse.

ZN.- ¿Cómo explicáis que el Hulk de Bill Bixby y Lou Ferrigno, después de tanto tiempo, siga ejerciendo una influencia tan grande en las versiones más recientes que hemos podido ver en los últimos años del coloso esmeralda? ¿Es sólo una cuestión de nostalgia? ¿El hecho de que la versión más alabada hasta la fecha del personaje sea la vista en Los Vengadores puede indicarnos que este funciona mejor como parte de un grupo que como protagonista de la historia?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Porque el icono de Hulk pertenece más a los espectadores que a los lectores, y en ese sentido es tanto una construcción de Stan Lee y Jack Kirby como de su adaptador televisivo Kenneth Johnson, no en vano creador también de la mítica «V» (aunque luego perpetrara también el Steel de Shaquille O’Neal). Lo mejor del Hulk de Los Vengadores es que por fin ha conseguido llevarlo más allá de que sonara «The lonely man» en los créditos finales de la serie y devolverlo a su verdadero ser comiquero. El mismo Stan Lee reconocía después de El Increíble Hulk los dos pinchazos del Coloso Esmeralda en la gran pantalla como la gran asignatura pendiente de sus personajes en el cine. Ya no.

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El actor Mark Ruffalo en una escena de Los Vengadores (2012) como Bruce Banner

ZN.- Hablando del Daredevil de Mark Steven Johnson suele ser habitual comentar entre los aficionados, una opinión que en parte parecéis compartir en El Viaje del Superhéroe, como el montaje del director mejora sustancialmente lo visto en los cines. Más allá de otros errores y defectos, ¿pensáis, cómo insinuáis en algún momento del libro, que en el caso de esta película el problema fue intentar abarcar demasiado en muy poco espacio?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Y la falta de una visión más centrada, mejores actores y más presupuesto… fue un quiero y no puedo especialmente doloroso cuando en sus primeros minutos todo parecía apuntar que sí iban a conseguirlo. Aun así tiene algunos elementos rescatables como la visualización del sentido del radar, y la versión del director enmienda algunas de las notas más disonantes del montaje original. Con todo, lo mejor de Daredevil es que supusiera la primera toma de contacto de Jon Favreau con el equipo de producción de Marvel, una feliz coincidencia que cambiaría el destino del género a partir de Iron Man. Pero el cine sigue teniendo una deuda con el Diablo Guardián.

ZN.- En términos generales, una gran deuda pendiente de las películas de superhéroes son sus personajes femeninos, muchas veces incapaces de escapar del cliché y el tópico, no habiendo conseguido tampoco triunfar en solitario debido a productos de muy baja calidad como Elektra o Catwoman en la competencia. ¿Por qué creéis que las heroínas no consiguen triunfar en la gran pantalla? ¿Podría tener algo que ver su condición de spin-offs, como personajes secundarios asociados a otros personajes, o por sus perfiles de antiheroinas el espectador no se siente identificadas con ellas?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Debería sumarse a Supergirl a la lista, que no tiene nada de antiheroína pero sí de spin-off y producto derivado. Las superheroínas deben encontrar una voz propia independiente de sus referentes masculinos. Tal vez la pequeña pantalla, en la que ya triunfara Wonder Woman en los años setenta, sea un lugar menos ambicioso donde comenzar. Ojalá se recupere el proyecto televisivo de AKA: Jessica Jones si la SHIELD de Joss Whedon funciona como se espera.

Igualmente, Bryan Singer tiene una gran oportunidad en X-Men: Días del futuro pasado para darle por fin el peso que merece a Tormenta, aunque dados sus tensos precedentes con Halle Berry y la historia de que se trata, tal vez debamos apostar antes por la Kitty Pride de Ellen Page. Mística ya dio un paso adelante en Primera Generación (a diferencia de su inocua Reina Blanca), y los mutantes han sido siempre la gran franquicia para los personajes femeninos verdaderamente autónomos de los masculinos. Con el permiso de Susan Storm, que también merece una nueva dimensión en los futuros Cuatro Fantásticos de Josh Trank.

ZN.- El Castigador es uno de los personajes de Marvel Comics que más veces ha sido reinterpretado en la gran pantalla, dando lugar a lo que vosotros llamáis una «anti-trilogía», y con resultados casi siempre muy modestos. ¿Por qué creéis que las productoras siguen apostando por este personaje? ¿Cual es vuestra versión preferida de todas las estrenadas hasta la fecha?¿Cual consideráis mejor película y cual más cercana a la esencia del personaje?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- El problema es que las productoras apostaban por El Castigador porque era barato de adaptar y no porque creyeran en el personaje. Ojalá se corrija ahora que sus derechos han vuelto a Marvel Studios. Tras la cancelación del proyecto de llevarlo a una serie de televisión en imagen real, habrá que estar atentos a su participación en la inminente cinta animada Iron Man: La rebelión del Technívoro. Sin ser ninguna maravilla, cabe reivindicar la versión de 1989 como la única que al menos sabía qué quería ofrecer y que fue capaz de hacerlo. Su gran «pecado» fue que coincidió con la quiebra de su productora New World, que además era la dueña de Marvel, siendo la primera víctima de la irrupción de Ronald Perelman. Creemos que se la recordaría de otra manera –o simplemente se la recordaría- si dichos factores externos no hubieran impedido que se estrenara en cines, o si no hubiera coincidido con la decadencia de su estrella Dolph Lundgren.

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Dolph-Lundgren en El Vengador (1989) la primera adaptación de Punisher

ZN.- En cierto momento de El Viaje del Superhéroe habláis de que los antihéroes o héroes oscuros como el mismo El Vengador o Blade comentando que estos, cinematográficamente hablando, «no tienen origen». En sus producciones suele ser habitual que se pase de puntillas por este tema que es todo un cliché del género. Podríamos encontrar excepciones a la regla pero ciertamente sí parece una tendencia. ¿Creéis que esto sólo es, como comentáis en el libro, una manera de que el espectador no de identifique totalmente con el personaje?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Evidentemente no hay ninguna conexión entre las génesis de dichos proyectos, pero sí es un elemento en común que las separa de la corriente mayoritaria del género. En el fondo se trata simplemente de que no son películas de superhéroes. El Castigador de 2004 intentó serlo (peor: sólo a ratos) y sólo consiguió forzar al personaje, reivindicando no obstante el más reciente cortometraje Dirty laundry del mismo Thomas Jane como la mejor, aunque apócrifa, adaptación de Frank Castle.

ZN.- Después del éxito de las primeras adaptaciones de Marvel Studios se ha hablado mucho de lo interesante que sería que La Casa de las Ideas pudiese recuperar los derechos de franquicias como X-Men, Spider-man o Los Cuatro Fantásticos. ¿Creéis que las películas de estos personajes hubiesen sido muy diferentes en manos de Marvel Studios más allá de verlas integradas en su universo fílmico compartido?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- No necesariamente, ni debemos mitificar la marca Marvel Studios como tampoco todos los cómics Marvel son buenos. X-Men 2 por ejemplo representa una de las cumbres del género por mucho que se denoste a la Fox. Marvel ha logrado abrirse cinematográficamente en la última década más allá de sus grandes iconos, mientras que a DC le sigue costando mucho salirse de Batman y Superman, y tal vez sea porque éstos dependen sólo de la Warner. Por rentables que sean las películas Marvel y por fuerte que sea el paraguas de Disney, el de la Distinguida Competencia no lo es menos. Pero del mismo modo que Pixar no hace más de una película al año, puede que sin productoras externas el catálogo marvelita no hubiera salido nunca de X-Men y Spiderman, ni que Marvel Studios pudiera plantearse ahora proyectos como El Hombre Hormiga, Los Guardianes de la Galaxia o Doctor Extraño. Considérese simplemente que Paramount anunció el año pasado sus planes para adaptar ¡La Mosca Humana!

ZN.- ¿Es a largo plazo este planteamiento de universo compartido de las películas de Marvel Studios, a imagen y semejanza del que podemos ver en los cómics de la editorial, una propuesta que tiene posibilidades de mantenerse y prosperar? ¿No acaba restando entidad propia a las diferentes películas de los personajes al condicionar sus tramas a futuras películas de Los Vengadores?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- La continuidad y la interconexión son consustanciales al Universo Marvel, con todas sus ventajas e inconvenientes. Lo único que estamos haciendo es exportar el mismo debate a la pantalla, y aún no tenemos una verdadera conclusión para el mismo en los propios cómics, recuérdese que no hace tanto tiempo las colecciones marvelitas resultaban prácticamente autocontenidas o que DC ha apostado por el modelo contrario refundándose de Crisis en Crisis. La verdadera pregunta es cómo impactará de vuelta a los cómics el éxito de un entorno compartido en el que podría no bastar cambiar a un actor por otro como se cambia de dibujantes o guionistas, ni puede dilatarse el paso del tiempo.

ZN.- En las películas de superhéroes un elemento clave es la némesis o supervillano que ofrece la réplica al héroe. En este aspecto las adaptaciones Marvel han tenido bastante suerte y sus villanos han marcado la diferencia e incluso muchas veces han sido lo mejor de sus respectivas películas. ¿Esto es realmente así o simplemente los villanos siempre son más atractivos y agradecidos de interpretar? ¿Cuál sería vuestro pódium de mejores villanos Marvel en la gran pantalla?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- El mejor villano es el que podría haber sido el héroe en otras circunstancias, porque obliga a posicionarse al espectador. Los Magnetos de Ian McKellen y Michael Fassbender son dos grandísimos ejemplos de ello, así como el Loki de Tom Hiddleston. Un paso por detrás iría el Norman Osborn de Willem Dafoe, al menos antes de ponerse su horrible traje de Duende Verde (también esperamos mucho del nuevo Norman de Chris Copper en The Amazing Spider-Man 2 y con toda probabilidad 3). Cerraría el pódium el Otto Octavius de Alfred Molina, tal vez sin el carisma de los anteriores pero con una enorme humanidad para compensarlo, y con una de las mejores escenas de la historia del género, generalmente infravalorada, como es la toma de conciencia de sus tentáculos en el quirófano de Spider-Man 2. Todo ello a la espera de la eclosión de Thanos, que si pudiéramos medirla por la expectación levantada por su cameo en Los Vengadores necesitará un podio para él solo. Hasta entonces, el primer puesto seguirá siendo para el abismal Joker de Heath Ledger.

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Michael Fassbender en una escena de X-Men: First Class (2011) de Matthew Vaughn

ZN.- En El Viaje del Superhéroe comentáis también la influencia de las películas de superhéroes en los cómics Marvel. Hasta cierto punto hay una retroalimentación normal pero, ¿por qué Marvel Comics insiste en copiar las ideas, elementos e incluso personajes de las películas, aunque para ello tenga que forzar la continuidad y coherencia de sus historias, cuando está demostrado que los cómics y las películas no van dirigidas exactamente al mismo público?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- El espectador debe reconocer al personaje de las películas en los cómics si se quiere aprovechar el puente del cine para atraer nuevos lectores. El peligro es que eso implique una imitación contra natura o bien congele a sus personajes en sus visiones más icónicas sin permitirles evolucionar. La solución es que ambos medios compartan una misma sinergia, y el salto a la auto-producción de Marvel Studios podría ser la respuesta: por eso participan los autores y particularmente los «arquitectos» de los cómics en los Comités Asesores de las adaptaciones de Marvel Studios, a la vez que los propios diseñadores y guionistas de las películas empiezan a dar el salto inverso al cómic y Marvel ha designado al anterior Director Editorial Joe Quesada como Jefe Creativo de la corporativa. Lo mejor es que su éxito ha marcado una pauta, y ahí tenemos el fichaje como consultor de Mark Millar para las adaptaciones de la Fox.

En cualquier caso, los lectores tenemos que asumir el diferente peso relativo dentro de la actual Marvel de la división de publicaciones frente a la audiovisual. Empresarialmente, los cómics se conciben como el departamento de I+D de las películas, pero eso tampoco es nuevo en una Marvel que dejó de ser una editorial independiente en 1968. A diferencia de algunos de sus anteriores gestores, Disney ha demostrado que su interés es proteger en primer lugar la identidad de La casa de las ideas, y Los Vengadores son la mejor prueba de ello.

ZN.- Leyendo El Viaje del Superhéroe comprobamos que el nombre de algunos actores Chris Evans y Ryan Reynolds, directores como Joss Whedon o Jon Favreau y, sobre todo, guionistas como David S. Goyer, Mark Steven Johnson o Zak Penn, parecen eternamente ligados a las producciones de corte superheroico independientemente de los resultados obtenidos en las producciones en las que han trabajado. Esto deja la sensación de que el mundillo cinematográfico no es tan grande como podría parecer en torno al género superheroico. ¿No creéis que esto podría ser un problema que no deja avanzar al género cinematográficamente al estar este siempre en las mismas manos?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- ¡Te olvidas del verdadero protagonista del libro: Nicolas Cage! Ya en serio, la reiteración no es tan rara compartiendo todos los proyectos la producción o co-producción de Marvel Studios. Su actual presidente, Kevin Feige, lleva ejerciendo ininterrumpidamente de productor ejecutivo de los proyectos marvelitas desde la primera X-Men. Y la tendencia va a más concibiéndose el Universo Cinemático Marvel como una serie en sí mismo, amortizando los departamentos técnicos y creativos de una producción a otra. Tal vez suponga una limitación, pero para eso se creó Marvel Studios y ya sabemos cómo les iban antes las cosas cuando dependían enteramente de las productoras.

ZN.- ¿Cuál es de todas las películas de los personajes de Marvel Comics la que consideráis vuestro placer culpable? ¿Alguna película denostada por la crítica y el público que reivindicaríais?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Howard, un nuevo héroe. Tal vez vaya de más a menos y se mereciera la abominación de Steve Gerber, pero el fragmento inicial de Duckworld está para nosotros en el mismo altar que la presentación de Rondador Nocturno en X-Men 2 como los mejores arranques de una adaptación Marvel. Ese top-less patuno marcó muchas infancias. Con todo lo que ha pasado después, ¿una película que enfrentó a Marvel con Disney, expulsó a La Casa de las Ideas de los cines durante 12 años, propició la independencia de Pixar y casi arruinó a George Lucas? Seguro que Kevin Feige tiene el póster en su casa.

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Fotograma de Howard, Un Nuevo Héroe (1986) de Willard Huyck

ZN.- Después del reinicio de Spider-man de Marc Webb, el regreso de Brian Singer a las producciones de los X-Men, Los Cuatro Fantásticos de Josh Trank asesorados por Mark Millar y la segunda fase de Los Vengadores de nuevo con Joss Whedon al mando ¿cómo veis el futuro y la salud del género y las producciones Marvel? ¿Ha alcanzado su madurez el género o aún creéis que puede ofrecernos otra vuelta de tuerca?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Desde luego, cuando llegaron X-Men o Spider-Man ni podíamos soñar con el presente que vivimos, y en ese sentido su viaje es también el nuestro de lectores a espectadores. Otra cosa es hasta dónde pueda llegar la actual alianza entre Hollywood y la industria del cómic, con la incertidumbre digital en el horizonte de ambos medios. Lo que está claro con DC en manos de Warner y Marvel en las de Disney, es que son dos hijos del siglo XX a los que les ha costado muchas décadas entenderse pero que han decidido afrontar juntos el siglo XXI.

ZN.- ¿Podemos soñar con qué haréis una segunda parte de El Viaje del Superhéroe o versión extendida del mismo cuando haya más material y películas para analizar en un futuro?

Inigo de Prada y Sara G. Rodríguez.- Esa es una excelente pregunta para cuando le hagáis una entrevista al editor de Dolmen. Hoy por hoy, sólo podemos decir que los superhéroes seguirán viajando… y nosotros con ellos.


El Viaje del Superhéroe: La Historia Secreta de Marvel en el Cine.
Segunda Parte: De Howard el Pato a Los Vengadores


«Porque todo comenzó con un cómic»

El mundo del cine y los cómics comparten un lenguaje parecido en sus planteamientos básicos, el llamado arte secuencial es un paso previo a toda producción cinematográfica; la historieta, por otro lado, se ha visto beneficiada e influenciada a lo largo de su historia por la narrativa empleada por los más reputados guionistas y directores de la gran pantalla. También hay que recordar como el género superheroico ha sido, hasta el momento, el único propiamente gestado al amparo de la viñeta, lo cual, por supuesto, tenía que hacer que en algún momento este fuese trasladado al lenguaje cinematográfico. No obstante, pese a la larga historia de la relación entre cómic y cine, resulta inevitable reconocer al Superman de Richard Donner, filmado en 1978 y protagonizado por el hoy inmortal Christopher Reeve, y como bien apuntan Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez en El Viaje del Superhéroe, como «el kilometro 0 del género superheroico». Esta resultó ser una obra adelantada a su tiempo, lo demuestra el hecho de que tuviésemos que esperar más de diez años, hasta 1989, para poder disfrutar de una producción de similar envergadura y trascendencia con el estreno de la que habría de ser la primera parte de la duología del Batman de Tim Burton.

Eran otros tiempos, los personajes de DC Comics, con el apoyo del conglomerado Warner Bros., dominaba la pantalla, derivando esto en una pequeña y escalonada época dorada en la cual se sucedieron adaptaciones tan inesperadas como Las Tortugas Ninja (1990) de Steve Barron, The Crow (1994) de Alex Proyas, Tank Girl (1995) de Rachel Talalay, Men in Black (1997) de Barry Sonnenfeld o el Spawn (1997) de Mark A.Z. Dippé. En algunos casos, destacables éxitos, nunca comparables al Superman de Richard Donner o las películas de Batman, pero sí lo suficiente para en algunos casos mantener una fructífera saga mientras otras apuestas, por suerte o desgracia, pasaban totalmente desapercibidas y condenadas al olvido. En el campo de las adaptaciones de cómics a la gran pantalla no hay término medio, y eso mejor que nadie lo saben en Marvel Comics cuyos primeros devaneos en este sentido se habían estrellado en la gran pantalla: Howard. Un Nuevo Héroe (1986) Willard Huyck, Capitán América (1990) Albert Pyun o El Vengador (1989) Mark Goldblatt

En el caso de Howard. Un Nuevo Héroe, tenemos curiosamente la primera adaptación de un personaje Marvel a imagen real, y el elegido sería el irreverente plumífero creado por el escritor Steve Gerber y el dibujante Val Mayerik en Adventure into Fear #19 (1973). El compañero, Diego Matos, escritor y articulista, con motivo del 50 Aniversario de Marvel Comics comentaba esta producción en El cine de La Casa de las Ideas: «George Lucas produjo en el ochenta y seis una película dirigida por Willard Huyck en la que el protagonista era un pato. Se trataba de Howard. Un nuevo héroe, filme donde aparecían unos jovencísimos Lea Thompson, Jeffrey Jones y Tim Robbins, entre otros. La voz del pato extraterrestre que llega a la Tierra la puso Chip Zien. Solamente en el traje de Howard, Lucas invirtió dos millones de dólares. El proyecto, de entrada, era arriesgado porque Howard el pato no era un personaje demasiado reconocido ni uno de los más icónicos del mundo del cómic y tampoco resultaba fácil, en aquella época, solucionar las dificultades técnicas realizar una película de imagen real de un pato antropomórfico. Los efectos visuales de la compañía Industrial Light & Magic de Lucas aún eran incipientes y la película no atrajo al público ni encandiló a la crítica.» Este sería el batacazo más sonado de George Lucas en los años ochenta, para Marvel supondría casi un década de proyectos cancelados y cintas de mediocres resultados cuyo punto y aparte habríamos de situar a finales de los noventa con el Blade (1998) de Stephen Norrington aunque, casualmente, el mismo año de su estreno también pudimos «disfrutar» de la televisiva Nick Fury: Agent of SHIELD (1998) dirigida por Rod Hardy y protagonizada por David Hasselhoff.


Nick Fury: Agent of SHIELD revisionada por Luis Javier Capote Pérez


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Poster de Nick Fury: Agent of SHIELD (1998) de Rod Hardy

El año 1998 es el que en mi opinión marca el inicio de la invasión marveliana de la gran pantalla con la salida de Blade. La cinta fue la primera de una larga lista de películas que no daban vergüenza ajena (o al menos no tanta como las intentonas de los años ochenta). Sin embargo, unos meses antes todavía hubo ocasión de que los saltos a la pantalla (todavía pequeña, muy pequeña) provenientes de la casa de las ideas nos brindaran una nueva decepción… bueno, decepción no, porque para ello habría que haber albergado alguna ilusión y eso es algo que los anuncios del reparto de este nuevo proyecto se encargaron de matar. En ese mismo año 1998 vio la luz el telefilme Nick Fury: Agent of SHIELD o, como se estrenó por aquí, Objetivo Manhattan. La cinta, de noventa minutos de duración, se presentó como el episodio piloto de una serie centrada en las aventuras del Coronel Furia y de la división de espionaje que comandaba. El guión de la misma venía firmado por un tal David S. Goyer, que más tarde se haría célebre trabajando en otras adaptaciones como las dedicadas a Blade, Batman o el Motorista Fantasma y que previamente se había fogueado en cintas de la talla de Dark City o Kickboxer II.

La tele siempre había dado mejores resultados a Marvel que el cine, y no estaban tan lejanos los días en los que Bill Bixby interpretaba a “David” Banner. Con todo, y después de tantas decepciones, la afición (que se asomaba tímidamente a eso de la intesné) se mostró suspicaz. Más aún cuando se supo quién sería el encargado de interpretar (¿?) a Nick Furia: David Hasselhoff. Hablar del actor (¡!) es recordar sobremesas veraniegas en las que un belillo desfacía entuertos en un automóvil futurista, echaba carreras playeras metiendo tripa o investigaba fenómenos para-anormales cuando en la bahía se ponía el sol. Eso sin contar su trayectoria musical. Su presencia en el proyecto era un indicio de que la cosa no pintaba bien y, efectivamente, así fue. O casi.

El piloto presenta una aceptable adaptación de lo que era SHIELD. Teníamos a Clay Quartermain, Dum Dum Dugan, Valentina Allegra della Fontaine, Gail Runciter… y en el bando de los malos a Andrea von Strucker “Víbora” (una curiosa mezcla que tendría su justificación al final de la cinta, anunciando nuevas aventuras que nunca llegaron). Al principio de la historia Furia es un viejo caballo de guerra apartado del mando por diferencias con “los políticos” (conflicto representado por un par de escenas sacadas de Cobra) y mata el tiempo picando piedra cual Antonio Molina en Soy minero. Una crisis en la que cae uno de sus antiguos camaradas es el preludio de un ataque mayor cuyo objetivo es el barrio neoyorquino de Manhattan. Nuestro héroe, que luce su apolínea figura en camisilla, barbudo y sudoroso se enfunda nuevamente la casaca de jefe de SHIELD y se dispone a luchar contra la hija de su viejo enemigo.

La película, que ha envejecido bastante mal, es un buen ejemplo de lo que la mayor parte de los aficionados esperaban –esperábamos- de una adaptación marveliana. Presupuesto moderado, modificaciones de todo tipo, intérpretes vagamente reconocibles, efectos especiales que cantaban un poco bastante y villanos de opereta pop. Mal tenía que estar la cosa cuando Stan Lee dijo que Hasselhoff era el Nick Furia definitivo, lo que ha servido para que, coincidiendo con el estreno de Los Vengadores el primero lamentara que no lo hubieran pillado a él para interpretar nuevamente ese papel. La vida, concluía el amigo David, es injusta.


Pero antes de avanzar al futuro, para poder pasar del Nick Furia de David Hasselhoff a la versión Ultimate de Samuel L. Jackson, cadauno hijo de su tiempo, resulta importante echar vistazo al pasado y las raíces de la relación entre Marvel Comics y el mundo audiovisual. En los años cuarenta, cuando las editoriales Fawcett Comics y National Comics mantenían una encarnizada lucha por las ventas de sus títulos, los seriales eran la plataforma en la que se exhibían ante el gran público y el Capitán América creado en 1941 por Joe Simon y Jack Kirby tampoco se abstendría de probar suerte. La encargada de esta retroactiva adaptación marvelita, Timely Publications aún estaba lejos de cambiar el destino del cómic de superhéroes como lo haría bajo el nombre de Marvel Comics en 1961, sería la productora Republic Pictures encargando la dirección a Jon English y Elmer Clifton mientras el papel principal recaería en el actor Dick Purcell. La adaptación presentó una nula fidelidad al personaje, el cual ni siquiera asumía el nombre de Steve Rogers, pero curiosamente, como cuentan Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez en El Viaje del Superhéroe, Marvel Comics acabaría incorporándola a su continuidad e incluso en la actualidad algunos autores como Mark Millar y Ed Brubaker han realizado homenajes o juegos meta-literarios en relación a esta producción en sus historias con el personaje.

Recordemos ahora como el éxito de Los Cuatro Fantásticos le llegaría a Stan Lee cuando ya llevaba un par de décadas intentando triunfar en el medio, cuando estaba a punto de tirar la toalla, ese último esfuerzo, al que tanto aportarían nombres como Jack Kirby y Steve Dikto, provocaría el nacimiento de Marvel Comics y daría lugar a la llamada Edad de Plata del género superheroico estadounidense. Pero, los fascinantes y estimulantes personajes de Marvel Comics, Spider-man, Hulk, Thor, Daredevil, el recuperado Capitán América o los citados Los Cuatro Fantásticos, no tendrían una relación fácil con el medio cinematográfico en sus primeras cuatro décadas de vida. Las ya comentadas adaptaciones animadas de los años sesenta, Los superhéroes Marvel (1966) y Spider-man (1967) de la productora Grantray-Lawrence Animation o Los Cuatro Fantásticos (1967) de Hanna-Barbera Productions, tendrían un breve y rápido paso por la pequeña pantalla. Lo mismo podría decirse de las incursiones en imagen real como El asombroso Spider-man (1977) protagonizado por Nicholas Hammond siendo El Increíble Hulk (1977) de Bill Bixby y Lou Ferrigno una excepción a esta regla que permanecería eternamente ligada al imaginario colectivo y a la misma historia del personaje.

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La serie de animación de Spider-man de los años sesenta de Grantray-Lawrence Animation

Esto a pesar de como los personajes Marvel se habían convertido en iconos populares a nivel mundial, lo demostraban indirectamente casos como el de la adaptación apócrifa Tres hombres poderosos (1973) de Fikret Uçak, con unos irreconocibles Capitán América y Spider-man, o Supaidaman (1978), la versión japonesa de Toei Company del arácnido personaje creado por Stan Lee y Steve Dikto. Más adelante, en los años ochenta, mientras el cine y la televisión daban la espalda a Marvel, en los cómics llegaban obras tan destacables como el Daredevil de Frank Miller, el Thor de Walter Simonson o Los Cuatro Fantásticos de John Byrne. Por contra, en las salas de cine, sólo Conan el Bárbaro (1982) de John Milius había conseguido llamar la atención del gran público, un personaje muy alejado de los cánones superheroicos por los cuales la editorial marvelita se caracterizaba y era verdaderamente reconocida. En esta década, en lo económico y en relación a su sección audiovisual, Marvel Comics padecería cierta inestabilidad, cambiando de manos repetidamente, pasando de Cadence Industries Corporation a New World Pictures, suponiendo esto su fin como editorial independiente, para posteriormente recalar en el consorcio empresarial Mc Andrews & Forbes Holding Group de Ronald Perelman.

Este lo tendría muy claro desde un principio, el futuro de la marca Marvel pasaba por su relación con la industria cinematográfica, y curiosamente, como se recoge en El Viaje del Superhéroe, Ronald Perelman pretendía ya entonces «crear una mini-Disney en términos de propiedad intelectual sobre la base de los personajes Marvel». La compañía viviría una época de confianza en los años noventa con el boom de ventas de cómics pero cuando estas se desplomaron, coincidiendo con una huelga de jugadores en la liga de beisbol profesional, los cromos deportivos eran un gran negocio asociado al imperio de Ronald Perelman, provocarían en 1996 la bancarrota y el colapso de Marvel Comics la cual estuvo a punto de desaparecer. La solución sería la venta de las licencias de televisión de Marvel a la FOX con las que Ronald Perelman financió la nueva división audiovisual Marvel Studios dirigida por Avi Arad. El futuro de Marvel Comics era más que nunca cinematográfico, ya no se podían limitar a vender las licencias cinematográficas de las que hasta entonces se habían intentado aprovechar otras productoras, el rumbo a tomar era claro aunque nadie hubiese esperado que la primera apuesta de Marvel Comics en el campo de las coproducciones sería un producto como el Blade (1998) de Stephen Norrington.


Blade revisionada por Enrique López


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Poster de Blade (1998) dirigida por Stephen Norrington

Año 1998, se acerca el siglo XXI y algo tiene que cambiar. La estética se vuelve más cruda, gélida, dura y en apariencia carente de alma. En un año vendría Matrix y algo sí cambiaría, más que unas cuantas cosas. Blade en cierta manera aparece como preludio a ese giro en lo visual y conceptual. Estamos en unos Ángeles donde la cálida luz del sol de California no llega, el ambiente se deja llevar por la inerte mecánica de la gran urbe, la ciudad es poco amistosa y de noche se vuelve realmente tenebrosa e interesante. Son unos tiempos muy marcados por la música electrónica, ritmo machacón, hipnotizante, donde una juventud sin futuro busca estímulos, busca la seductora decadencia de los vampiros. Ahí el guionista David S. Goyer consigue hacer que Blade engarce tan bien con el período en el que se estrenó. Los vampiros están perfectamente adecuados a ese tiempo, cierto es que se trata de unos seres que son muy adaptativos a cualquier contexto, pero en el de la cinta de Stephen Norrington se desenvuelven con especial comodidad y naturalidad. El apetecible cóctel de Blade no acaba en un armazón atrayente y bien rodado, sino que consigue juntar varios géneros de la mejor manera posible, es decir, sin que se noten y en su justa medida.

El elemento número uno son los vampiros, no inventa nada sobre ellos y tampoco hace falta; su figura no deja de atraer sea cual sea su ubicación; excluidos quedan de la ecuación los chupasangres moñas que de vampiros no tienen nada de lo realmente atrayente de su mitología. En segundo lugar se encuentra el componente mafia, Blade nos muestra ese mundo debajo del nuestro, ese «underworld» como se dice en inglés, que no sólo se refiere a un mundo fantástico sino que se usa mucho para ese submundo del crimen que vive oculto y que actúa influyendo de manera decisiva en la realidad que todos conocemos. La cosa nostra vampírica que crea Goyer es perfectamente extrapolable a su referente gansteril: territorios, garitos, matones que esperan ascender (volviéndose vampiros), redadas, sobornos, fiestas y ajustes de cuentas (arrancando los colmillos). Deacon Frost no deja de crear su propio «Precio del poder», ascendiendo por encima de las grandes familias que ve oxidadas para lograr su sangrienta recompensa.

El otro aspecto muy del cine de familias criminales es el del ejército de un solo hombre, la lucha que emprende un solo tipo ante la imposibilidad de recurrir a los poderes oficiales. Ahí Blade no deja de ser junto a Whistler un animal que vive debajo del mundo supuestamente normal, perseguido por los malos y los supuestamente buenos, que libra su guerra siendo consciente de la ley del ojo por ojo. La lucha constante de este Eliot Ness tan particular se ve salpicada por los interminables tiras y afloja, pérdidas, victorias pírricas y la inefable conciencia de depender de uno mismo para seguir en la batalla contra los vampiros. El último elemento clave para entender Blade lo forman las artes marciales. Si Matrix mezclaba acertadamente robots y kung-fu, Blade no deja de hacerlo a su manera con los vampiros, quizá no tan memorablemente, aunque Wesley Snipes se encontraba en uno de sus mejores momentos de forma. Además a esto hay que añadir un plus como es la katana. Todo queda mejor con katanas, sobre todo si llevas en una discoteca ilegal gafas de sol y abrigo de cuero. En esta acción de pulsos rápidos que muestra el film queda perfecta la música electrónica, elevando aún más el concepto estético de las coreografías y ensartamientos varios.

Blade llevó a buen término el adaptar a los tiempos modernos un personaje de Marvel, cosa que la compañía muchas veces no ha sabido entender o que las productoras que tenían las licencias han asimilado como reformular los personajes y espíritu de las historias creando un simple reclamo que en nada ayuda al referente original. Por otro lado, su aportación al Marvel cinematográfico, a pesar de su éxito, no fue excesiva de cara al público general, ya que este no tiene aún hoy integrado en su cabeza al cazavampiros dentro del universo marvelita, simplemente no conocen a este personaje menor de la Casa de las ideas y creen ver una película más de vampiros. No obstante a nivel de industria empezó a despertar ese interés por las adaptaciones comiqueras que acabaría pegando el pelotazo con los X-Men de Bryan Singer.

En definitiva, los devenires de este cazavampiros no dejan en el fondo de responder a los clásicos patrones de justiciero-elegido que afronta una empresa titánica (Goyer no deja recurrir a eso una y otra vez en sus diferentes trabajos), pero el gran acierto de Blade fue hacerlo con las dosis adecuadas de otros géneros y revestirlo con una estética que apuntaba el gran giro que vendría después con Matrix. Saber responder a las necesidades visuales, de ambientación en un momento determinado, sabiendo aparecer como algo diferente, tomándoselo con la seriedad necesaria y dando una buena dosis de tortas que si además son con el Confusion de New Order, ya no hay más que hablar, conforman la perfecta cinta que te abre muchas puertas, y así fue para Marvel.


El éxito del Blade (1998) de Stephen Norrington iría más allá de la nueva oportunidad que suponía para Marvel Comics, un filme con un personaje desconocido para el gran público pero cuya concepción hibrida, a medio camino del cine de terror y el de acción, se convertiría en un verdadero referente cinéfilo, no lo suficientemente valorado muchas veces de cara a hablar del devenir del cine moderno. En la pequeña incursión del cazavampiros en las salas de cine, como apuntan Iñigo de Padra y Sara G. Rodríguez, se produce el advenimiento de un subgénero al que con el tiempo se han sumado sagas como el Resident Evil (2002) de Paul W. S. Anderson o el Underworld (2003) de Len Wiseman, pero también suponía el debut superheroico de un guionista como David S. Goyer tan habitual desde entonces de este tipo de producciones. Por otro lado, Blade se adelantó en casi un año a la revolucionaría Matrix (1999) de Andy Wachowski y Lana Wachowski, siendo una reconocida influencia para esta, tanto a nivel estético y visual como argumental y filosófico. El guionista David S. Goyer también sería el firmante de Dark City (1998) de Alex Proyas, el mismo año del estreno de Blade, y en ambas películas se habla de mundos ocultos a nuestra vista, dominados respectivamente por extraterrestres y vampiros, ideas y conceptos trasplantados y replicados por los Hermanos Wachowski a su trilogía Matrix.

El relación a Marvel, Blade marcaría la pauta seguir en esta época con la «explotación de las licencias basadas en sus personajes, diversificando todo lo posible los distintos canales de comercialización pero tomando como base su exposición cinematográfica» y, respecto a esto, la siguiente prueba de fuego sería la coproducción junto a FOX de los X-Men (2000) de Bryan Singer. Esta película es calificada en El Viaje del Superhéroe como «un referente sólo comparable al de Superman veintidós años antes», casualmente Richard Donner sería uno de los productores de la película, lo que la convertiría en «una cinta visionaria y precursora directa de toda una nueva era del cine de superhéroes». En términos parecidos se expresaba Diego Matos en su ya citado artículo El cine de La Casa de las Ideas donde hablaba de una producción que «supuso un antes y un después en este tipo de cine» con una puesta en escena «excepcional» mientras, de fondo, «se atisbaba el componente social que rodea a los productos mutantes” en los cómics. Posteriormente, en el año 2002, podemos situar el asalto definitivo de Marvel a las salas de cine, primero con su primera secuela, el Blade 2 (2002) dirigido por Guillermo del Toro, logrando un meritorio y modesto éxito, y segundo, más importante, con el Spider-man (2002) de Sam Raimi, un auténtico blockbuster que llegaba para reventar las taquillas de todo el mundo.


Spider-man revisionada por Jordi T. Pardo


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Poster de Spider-man (2002) la primera entrega de la trilogía de Sam Raimi

Está claro que el Blade de Stephen Norrington y el X-Men de Bryan Singer abrieron el camino a principios de este siglo pero Marvel necesitaba un éxito que pudiese compararse en magnitud y trascendencia al que suponían, o habían supuesto, pesos pesados del género, siempre adscritos a la competencia, como el Superman de Richard Donner y el Batman de Tim Burton. Esto sólo estaba en las manos de un personaje, Spider-man era el superhéroe marvelita más conocido por el gran público, el icono de Marvel Comics durante décadas, y ningún otro de sus compañeros estaba en comparación preparado para hacerle frente. Parecía que nunca iba a llegar a convertirse en una realidad, tantos años de rumores, proyectos abortados, nombres como James Cameron o David Fincher que nunca llegaban para quedarse, y finalmente, Sam Raimi consiguió hacer realidad el sueño de muchos aficionados. Era el momento de dar el salto, teníamos a un director incondicional declarado del trepamuros, los efectos especiales por fin estaban a la altura de lo requerido por el personaje y, pese a algún pequeño cambio que se había tenido que hacer sobre la marcha debido a los atentados del 11 de Septiembre en Nueva York, parecía el momento idóneo para enganchar al gran público a la red.

Y vaya si lo consiguió, Spider-man fue el mayor éxito hasta ese momento de la irregular historia del género superheroico en el cine, con una película cuyo lenguaje visual era puro cómic en movimiento y su espíritu heredero de la etapa clásica del personaje al que habían estado asociados nombres como Stan Lee, John Romita Sr. o Gerry Conway. El simple hecho de ver a Spider-man balanceándose en su red por las calles de Nueva York había hecho que la esperaba valiese la pena, el espectáculo estaba a la altura y Spider-man se convertiría, para bien y para mal, en el modelo a seguir de muchas adaptaciones futuras del género superheroico. La propuesta de Sam Raimi no era redonda, era excesivamente referencial al Superman de Christopher Reeve, limitándose como se podría comprobar a lo largo de la saga a copiar su estructura, incluso los elementos que ya habían defenestrado las mismas películas del Hombre de Acero de cara al público en el pasado. Por otro lado, el relato de orígenes planteando en Spider-man sería copiado por las producciones posteriores ligadas al género superheroico, con la génesis del personaje, con sus primeros lances y descubrimiento de sus poderes e incluso con la habitual relación personal del villano de la función y el héroe como veríamos en Daredevil (2003) de Mark Steven Johnson, Los Cuatro Fantásticos (2005) de Tim Story o Iron Man (2008) de Jon Favreau.

Los cambios respecto a los cómics eran evidentes para los aficionados, una Mary Jane interpretada por Kirsten Dunst que parecía por momentos asumir el papel de Gwen Stacy, en otros el de Liz Allen, mientras, interpretando al villano Willem Dafoe aportaba todo ese digno carisma que desaparecía cuando se enfundaba su metálico traje del Duende Verde y Tobey Maguire se hacía con el personaje de Peter Parker cuyo uno punto débil era un guión en el que el humor siempre llegaba a su costa y no provocado por él mismo. Pero esos defectos no importaban, el sueño se había hecho realidad, y Sam Raimi lo llevaría un paso más allá en Spider-man 2 (2004) en la cual, pese a la repetición de esquemas, demostraría que el género superheroico podía hablar de otras cuestiones y no convertirse sólo en una sucesión interminable de épicas batallas. Por desgracia, eso no cuajo en Spider-man 3, la fórmula estaba agotada, resultaba repetitiva y los mismos aciertos de anteriores entregas ahora parecían sus errores y puntos más débiles. No obstante, Spider-man abrió definitivamente el camino, ha posibilitado que el género superheroico se haya convertido en un habitual de nuestras pantallas y también ayudó a Marvel a crecer, liquidando la deuda de Ronald Perelman para permitirle afrontar sus futuros proyectos.


Después de los aciertos de la saga Blade y el X-Men de la FOX, así como el «rompetaquillas» del Spider-man de Sam Raimi, se produciría el asalto definitivo y constante de los superhéroes al celuloide. Todas las productoras hollywoodenses querían su parte del pastel y muchas sólo entonces tomaron mínimamente conciencia de lo importantes que podían ser las licencias de personajes Marvel que en algunos casos aún conservaban y retenían. Este era el caso de la FOX, para la cual la propiedad de los derechos cinematográficos de X-Men se habían revalorizado, sobre todo al comprobar el éxito del Spider-man de Sam Raimi, haciendo que se decidiesen a apostar por un personaje como Daredevil (2003) y dándole también una oportunidad al director Mark Steven Johnson que se había declarado un fiel seguidor del mismo. «Los responsables de su adaptación querían un icono», comentan Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez, «pero compraron un personaje de culto». La película, lejos de las cifras de producciones anteriores, funcionaría razonablemente bien, pero el film protagonizado Ben Affleck no dejaría contento a nadie debido a sus licencias y estética y pese a aciertos destacados como su visión del sentido del radar de Daredevil incorporado posteriormente a los cómics del personaje.

De nuevo, el infatigable Diego Matos, nos recuerda de ella «su casting poco afortunado, con Ben Affleck como Matt Murdock y Daredevil, Jennifer Garner como Elektra, Colin Farrell como Bullseye, y Michael Clarke Duncan como Kingpin (personaje que en las historietas era blanco, interpretado en el cine por un actor de color). Al final, la película tuvo poca profundidad, preponderando las escenas de acción que las de dualidad del justiciero ciego. El desenlace amenazaba con un continuará, pero nunca llegaron a realizar una segunda parte (y ya llevan un tiempo hablando de un reboot).» Por otro lado, en el mismo año del estreno de esta cinta también llegaría la más interesante X-Men 2 (2003), la primera secuela de la saga, con los mismos responsables, idéntico reparto con jugosas novedades y Bryan Singer atado a la silla de dirección. Esta entrega estaría basada principalmente en dos historias, la obra Dios ama, el hombre mata (1984) de Chris Claremont y Brent Anderson y más tangencialmente en el Arma X de Barry Windsor-Smith, ofreciendo más de los mismo pero mejor y dejándonos un final que pilló desprevenidos a casi todos los aficionados. En esta sucesión en cadena de adaptaciones, más peculiar sería el estreno del Hulk (2003) de Ang Lee, la que podríamos considerar la primera película de autor superheroica resultaría ser «un intento valiente pero fallido de renovar el género».


Hulk revisionada por Daniel Gavilán


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Poster de Hulk (2003) de Ang Lee

Siempre me fascinaron los cómics por los relatos asombrosos que vivían sus personajes, más que por la espectacularidad de los dibujos. Desgraciadamente, en el cine no tardamos en pasar de una breve “Edad de Bronce” en la que autores como Bryan Singer o Christopher Nolan reinventaron a los superhéroes, a una etapa a la “Image” como videojuegos intercambiables que se limitaban a hacer “danzar” las figuras de acción.

El Hulk de Ang Lee fue una rara avis que tuvo la desgracia de ser una adelantada a su tiempo, incomprendida por la crítica que la consideró una mera “película de superhéroes”, como por el público que la acusó de ser demasiado “intimista”. Convertida en una obra de culto incapaz de dejar indiferente a nadie (a las críticas en IMDB o Filmaffinity me reitero) Hulk es para un servidor la adaptación más redonda rodada hasta la fecha.

Valorando sus virtudes en comparación con el cómic original, la película de Ang Lee es de las pocas que están a la altura de las mejores etapas del personaje al que traslada. No en vano, hay mucho de los Hulks de Stan Lee y Peter David en la obra del director de “La Tormenta de Hielo”, desde ese aire de terror científico serie B (donde también quedaba patente la influencia de las aventuras televisivas de Bixby y Ferringo), hasta el aspecto de tragedia clásica que otorga el pecado original que da génesis del monstruo.

Lee bebió de las influencias que llevaron al otro Lee a concebir a Hulk hace 50 años (con El Doctor Jekyll & Myster Hyde, Frankenstein y King Kong a la cabeza), para retratarlo en toda su plenitud. El marco de la industria bélica, la lucha entre la pérdida del control y la catarsis liberadora, el recuerdo reprimido como puerta que se niega a abrir, la búsqueda de paz en la soledad del desierto, el contraste entre la faceta destructiva del monstruo y el intimismo de una película repleta de primeros planos… El Hulk de Ang Lee es un film sumamente cuidado, desde un milimétrico guión en el que cada personaje y frase cumple una función hasta su portentosa espectacularidad visual, pasando por la BSO de Danny Elfman o un montaje que la convierte en el “J.H. Williams III” del cine de superhéroes (cojeando por culpa de una fotografía que cumple de día, pero falla de noche).

Respecto a los actores, no hay más General Ross y Betty que Sam Elliot y Jennifer Connelly. Pero si la segunda brilla por la deriva emocional que transmite su personaje, el Bruce Banner de Eric Bana es un dechado de sutileza a la hora de desarrollar su paulatina evolución desde la fría apatía del comienzo, hasta su histrionismo final. Caso aparte Nick Nolte, quien a veces funciona como “científico loco”, y otras peca de caricaturesco.

La imaginería visual de Ang Lee y su simbolismo elevan la historia al grado de epopeya cuasi- bíblica, con detalles como David Banner intentando emular a Abraham con el sacrificio de su hijo, Hulk sosteniendo el reactor gamma cual Atlas, a un Nick Nolte que pretende consumir a su hijo para lograr su inmortalidad como un Cronos que acaba convirtiéndose en Zeus eléctrico. La imagen de Hulk arrastrado a los cielos cual fresco de Miguel Ángel es otro alarde más en una película con una riqueza fílmica impresionante, apropiándose de las virtudes del personaje adaptado para elevarlas a una magnitud pocas veces vista. Desgraciadamente le dimos la espalda, viéndonos recompensados con la catastrófica secuela de Louis Leterrier y la tendencia hacia la frívola superficialidad inocua actual. Nada que no merezcamos, pero se echa de menos aquella época en la que el género de superhéroes no estaba reñido con la creatividad.


El Hulk (2003) de Ang Lee no convenció al público, aún con el inquebrantable referente de Bill Bixby y Lou Ferrigno en mente, pero visto en perspectiva lo que demostró el film protagonizado por Eric Bana y Jennifer Connelly fue la capacidad, ya contrastada sobradamente en el mundo de la viñeta, de un género como el superheroico para aceptar diferentes capas, matices e interpretaciones aún con personajes con tantos años de historia a sus espaldas. No obstante, Universal Pictures no lo vería de la misma manera, pese a la recaudación meritoria de la cinta y sus aciertos, como esa Betty Ross, un personaje femenino «de una complejidad inacostumbrada en un género basado en los arquetipos», como se comenta en El Viaje del Superhéroe, la productora acabaría renunciando a la licencia del coloso esmeralda que recalaría de nuevo en las manos de Marvel Studios. No sería este un tema baladí puesto que eso permitiría en un futuro cercano a Marvel abordar su proyecto personal de llevar Los Vengadores a la gran pantalla siendo Hulk una pieza muy importante de ese rompecabezas que todos esperabamos ver machachar a golpes en el cine al coloso esmeralda.

Por su parte, un personaje de perfil más bajo como el anti-héroe Frank Castle, volvería a tener su oportunidad en El Castigador (2004) de la mano de Artisan, con Jonathan Hensleigh asumiendo tareas de dirección y Thomas Jane encarnando un papel directamente heredado de Dough Lundgren que había interpretado al justiciero en la ochentera El Vengador (1989) de Mark Goldblatt. La historia de esta película estaría muy ligada al trabajo realizado por el guionista Garth Ennis en la línea Marvel Knights a principios del siglo XXI, antes de dar el salto a su aplaudida etapa con el personaje en el sello MAX, aunque con un tono menos cínico y ofreciendo una película entretenida aunque alejada de la contundencia que se podría haber esperado de ella. La respuesta del público sería discreta, al menos en las salas de cine, pero Artisan valoró la posibilidad de realizar una secuela a raíz de las interesantes ventas en DVD generadas. No obstante, el regreso de Frank Castle a la gran pantalla no se acabaría produciendo de la manera esperada, habría que esperar cuatro años para el estreno de El Castigador 2: Zona de Guerra (2008) de Lexi Alexander y suponiendo esta un cambio substancial en la saga que empezaba con un Ray Stevenson tomando en herencia la calavera de Thomas Jane.


El Castigador revisionada por Enrique Ríos


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Poster de The Punisher (2004) de Jonathan Hensleigh con Thomas Jane

Yo siempre he sido de la opinión que las películas hay que valorarlas por lo que te ofrecen. Si algún director me dice que voy a encontrar el secreto del universo en su último film, cuando me defraude saldré de la sala echando pestes, aunque el largometraje tenga algunas partes buenas o haya ganado 25 Oscars… No me gusta que me engañen. Si por el contrario lo que se me promete es carne y sangre, valoraré el film según la calidad de los desnudos y la originalidad de las muertes. ¿A qué viene esto a cuento? A que si valoramos El Castigador de Thomas Jane según lo que ofrece (cine de acción sin pretensiones, con chistes y guiños para los lectores de cómics y un Thomas Jane que no para de quitarse la camiseta para su público femenino…), estamos ante una película redonda.

Olvidémonos de la profundidad y las tonterías. Cuando un antihéroe salta a la gran pantalla, lo que queremos es que le vuele los sesos a alguien o, mejor aún, que vuele a alguien. ¿Hay de eso en la peli? Sí, y mucho, así que reconozco que me lo pasé bien viendo El Castigador. Y como era exactamente lo que esperaba de ese film, lo valoro con una nota muy alta.

Lo gracioso es que yo no tengo ningún reparo en reconocer que me gustó esa película pero hay muchísima gente que opina lo mismo que yo pero prefiere decir que es fan de Woody Allen y de los documentales de La 2 (y lo digo sin ánimo de desmerecer a ninguno de estos). Seamos serios. El Castigador de Thomas Jane tuvo una recaudación mala en las salas de cine. No sé si recuperaron los costes de filmación, pero si lo hicieron fue por muy poco. Luego salió el DVD a la venta y lo petó. Vendió tanto que se plantearon hacer una secuela. ¿Es que da menos vergüenza comprar un DVD que una entrada de cine? Seguramente sí. Cuando pasas por caja con el DVD puedes decir que es para un amigo… (como si alguien se lo fuese a creer…).

Sea como sea, el hecho es que la película pasó de ser un fiasco a convertirse en un “placer prohibido”, en el éxito de ventas que nadie quiere reconocer. Por lo tanto, no os fieis de quién critique a esta adaptación. Es posible que la vea cada fin de semana… No voy a elaborar más mi defensa hacia El Castigador, porque Frank no lo necesita. Él solo se defiende a la perfección… En todo caso aprovecho este espacio para constatar dos cosas muy curiosas de esta franquicia. La primera es que la famosa secuela llegó tan tarde que en realidad no fue una secuela, sino un reboot que fracasó estrepitosamente. Mejor olvidemos ese subproducto. La segunda es que la primera adaptación de El Castigador, la de los ochenta, fue una película que se grabó expresamente para ser distribuida en formato VHS y Laser Disc. No es una obra maestra, pero es entretenida y funciona bien. Lo cual nos lleva a la siguiente cuestión: ¿Por qué El Castigador se visiona mejor en la tranquilidad del hogar? Yo prefiero que la sangre no me salpique en el sofá…


Pronto llegaría la segunda parte del lanzarredes de Sam Raimi en Spider-man 2 (2008), en su día la película con el mayor presupuesto de la historia del cine por obra y gracia de Columbia Pictures y Sony, un indicativo de cómo había cambiado la opinión y las intenciones de Hollywood respecto al género. Esta secuela recuperaba al reparto original de la primera parte encabezado por Tobey Maguire y Kirsten Dunst, al que se uniría Alfred Molina encarnando uno de esos habituales «villanos a su pesar», con corazón y relato trágico, tan propios de Sam Raimi. La historia jugaría con los mismos elementos que la propuesta original adaptando a su manera el relato clásico del personaje Spider-Man No More! (1967) recopilado en The Amazing Spider-Man #50 y firmado por Stan Lee y John Romita Sr. El foco de atención se seguía centrando más en Peter Parker que en su dicharachero alter ego, Spider-man, pero desligado aquí el film de la necesidad de contar la génesis del personaje su propuesta acabaría recibiendo el sello de aprobación e incluso el entusiasmo de la mayoría del fandom. La taquilla volvería a responder favorablemente demostrando que el arácnido podía competir en igualdad de condiciones con los pesos pesados de la competencia. En términos generales, según Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez, la película de Sam Raimi resulta «tan irregular como entretenida, y amplifica tanto los defectos como las virtudes de su predecesora».

Por estas mismas fechas, arácnidos a parte, también resulta destacable el cierre de la primera trilogía de un personaje Marvel en la gran pantalla con el Blade: Trinity (2004) de David S. Goyer, el guionista metido en esta entrega a director en ausencia de Stephen Norrington, ocupado en su vapuleada visión de The League of Extraordinary Gentlemen de Alan Moore y Kevin O´Neill, y de un Guillermo del Toro que finalmente había abandonado el proyecto para realizar su adaptación del Hellboy de Mike Mignola. Pero volviendo a Blade, la franquicia demostró en su conclusión estar completamente agotada, y las decisiones creativas de David S. Goyer, con escasa experiencia como director, no serían las más acertadas. Esto acabaría provocando también cierta tensión en el rodaje entre el mismo David S. Goyer y Wesley Snipes que acabarían por lastrar el capítulo final de la saga. Mucho más prometedora era la idea inicial que habían barajado Guillermo del Toro y el mismo David S. Goyer con una historia distópica situada en un futuro en el cual los vampiros definitivamente habían ganado la guerra y sometido a los humanos como veríamos con posterioridad en el film Daybreakers (2009) protagonizado por Ethan Hawke y dirigido por los australianos Michael Spierig y Peter Spierig. En cambio, Blade, acababa saliendo por la puerta trasera.

Los derechos de este chupasangre, aunque originalmente en los cómics sólo era un cazador de vampiros humano sin poderes, han revertido finalmente a Marvel Studios y, aunque seguramente Blade pasará una buena temporada en el banquillo, no hay que olvidar que sería él quién había abierto un nuevo e inesperado camino de posibilidades. De esto no sólo se ha beneficiado la editorial marvelita sino las adaptaciones de cómic, en general, y el género superheroico, en particular, y pese a ser el cazavampiros un personaje que no pertenece propiamente a este último grupo. También resulta relevante comentar como el Blade (1998) de los estadounidenses Stephen Norrington y David S. Goyer demostró que la proyección cinematográfica de Marvel no tenía porque limitarse a las grandes franquicias y como sirvió de acicate para renovar el cine de acción moderno. En resumen, la trayectoria del personaje en el cine ha sido muy positiva, y su influencia e importancia ha sido mucho mayor que la de otras películas o franquicias de mayor presupuesto que posteriormente han inundado las pantallas con promesas de revolucionar el medio y que se han quedado en meras y volátiles aportaciones técnicas, renovaciones digitales y cambios de formato. Todo esto no quiere decir que en el género superheroico estuviese ya maduro, ni siquiera que lo esté aún a día de hoy, y eso quedaría claro después de un principio de 2005 funesto para Marvel con el estreno de auténticos productos fallidos como el spin-off de Elektra (2005) de Rob Bowman y la anacrónica producción australiana Man-Thing: La Naturaleza del Miedo (2005) de Bret Leonard.

No obstante, en este año veríamos muchas adaptaciones relacionadas con el mundo del cómic, Sin City (2005) de Robert Rodríguez y Constantine (2005) de Francis Lawrence, pero también productos propios como Sky High: Escuela de Altos Vuelos (2005) de Mike Mitchell, algo que no se veía desde El Protegido (200) de M. Night Shyamalan y, anterior a esta, tendríamos que remontarnos al Darkman (1990) de Sam Raimi o El Superpoderoso (1980) de Sergio Corbucci protagonizada por Terence Hill aunque sin su inseparable compañero Bud Spencer. En años sucesivos esta tendencia se mantendría, encontrándose en las salas de cine todo tipo de adaptaciones de cómic, más allá de los superhéroes, como 300 (2006) de Zack Snyder, V de Vendetta (2006) de James McTeigue, Los Perdedores (2010) de Sylvain White o Scott Pilgrim Vs. The World (2010) de Edgar Wright, con producciones propia de corte más independiente como Mi superexnovia (2006) de Ivan Reitman, Hancock (2008) de Peter Berg, Push (2009) de Paul McGuigan o Chronicle (2012) de Josh Trank. El género superheroico y el cómic parecían haber cuajado en la mentalidad empresarial de las productoras y también había sido aceptado por el público pero con productos muchos de ellos de escasa calidad y originalidad se podía correr el riesgo de que esto acabase siendo un pequeño oasis que terminase completamente seco a las primeras de cambio.

Pero volviendo sobre la incursión de Elektra en los cines, esta respondía al intento de la FOX por desmarcarse del Daredevil de Mark Steven Johnson, aunque acabaría cosechando peores resultados que esta con una película plana, aséptica y plenamente decepcionante en la que se volvía a poner de relieve el error de casting de Jennifer Garner para hacerse cargo del personaje. En el apartado estético, el film de Rob Bowman intentaría recoger la influencia de la corriente del cine tradicional chino revivido a nivel internacional con películas como la oscarizada Tigre & Dragón (2000) de Ang Lee o Hero (2002) y La Casa de las Dagas Voladoras (2004) de Zhang Yimou, pero esto no podría suplir todas sus carencias y debilidades argumentales. Este fracaso también sería uno más en lo que refiere a las películas de género protagonizadas por personajes femeninos, la Catwoman (2004) de Pitof era otro ejemplo de ello, y el problema de fondo puede estar relacionado con status de las actrices de Hollywood y su capacidad para moverse en las pelíulas de gran presupuesto dónde sus papeles suelen estar anclados a cierto tópicos machistas. En relación a esto, y ligado a la película de Elektra, Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez comentan como curiosamente «los trastornos de conducta de Elektra se manifiestan en tareas compulsivas en las que nunca imaginarías a un superhéroe masculino como fregar el suelo y ordenar el cuarto de baño».

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Jennifer Garner en Elektra (2005) de Rob Bowman

Por su lado, Man-Thing: La Naturaleza del Miedo (2005) de Bret Leonard pasaría totalmente desapercibida, normal teniendo en cuenta su estreno como telefilme de serie B por parte de Artisan y siendo este uno de los personajes más desconocidos e inclasificables de La Casa de las Ideas. Esta suponía la segunda adaptación de una creación de Steve Gerber después de Howard. Un Nuevo Héroe (1986) de Willard Huyck y repitiendo o recordando los mismos malos resultados de esta. Y entonces la FOX volvería a contraatacar con el estreno de Los Cuatro Fantásticos (2005) de Tim Story, coincidiendo en las carteleras con Batman Begins (2005), la primera parte de la trilogía de Christopher Nolan, y sorprendentemente el lance acabaría saldándose con un empate técnico en taquilla. No obstante, el hecho de que el guionista de Batman Begins fuese un viejo conocido marvelita como David S. Goyer o que Bryan Singer acabase rodando Superman Returns (2006) en detrimento de la tercera parte de los mutantes, era un claro indicio de como de Warner y DC Comics intentaban replicar los éxitos de las recientes coproducciones de Marvel Studios. En todo caso, Los Cuatro Fantásticos de Tim Story, con los que FOX intentaba abrir una nueva franquicia más allá de los mutantes, supondría una nueva desencanto con una película de encargo y marcado corte familiar que sacrificaba «épica por palomitas».

La mala prensa que la productora FOX había empezado a ganarse con sus últimas y desafortunadas adaptaciones no haría más que acrecentarse cuando finalmente se estrenó X-Men: La Decisión Final (2006) de Brett Ratner a la que habían renunciado antes nombres como Bryan Singer, Joss Whedon o Matthew Vaughn. La pretendida última aventura mutante supondría un mayor uso de la acción, arriesgando realmente por un final de ciclo, mientras intentaba mantener la estética y el tono de las entregas anteriores de Bryan Singer pero no sería totalmente del agrado de los aficionados. «Cuando Bryan Singer eligió encargarse de Superman Returns en detrimento de X-Men: La decisión final, los augurios no fueron buenos», recuerda el asombroso Diego Matos a raíz de esto, «cuando se conoció el nombre de quien le sustituiría frente a la franquicia de los mutantes marvelitas las expectativas disminuyen aún más. En 2006 se estrenó la tercera entrega de los hombres-X, con Brett Ratner como director de orquesta. Con la cura a la mutación y demasiados personajes nuevos en los dos principales bandos en conflicto (X-Men y Hermandad de Mutantes), el resultado fue el esperado, convirtiéndose en la más floja de la trilogía».

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Escena de X-Men 3: La Decisión Final (2006) de Brett Ratner

El género parecía haber entrado en declive, las productoras se habían lanzado a inundar las pantallas con productos prefabricados, primando los efectos especiales por encima del corazón de la historia, siempre prototípica, carente de trasfondo y muchas veces diluyendo la esencia de los personajes originales de los cómics en un simple espectáculo vacío y sin fondo. Estas producciones solían responder en taquilla pero eran continuamente vapuleadas por la crítica, gran parte del público y, sobre todo, por el siempre belicoso y alterado fandom. Este sería el caso, como otros muchos, del Ghost Rider (2006) de Mark Steven Johnson, protagonizado por un entregado Nicolas Cage, el Spider-man 3 (2007) de Sam Raimi que significaría el reinicio de la franquicia arácnida o una secuela como Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer (2007) de Tim Story. En esta última Estela Plateada acapararía toda la atención, siendo lo mejor de la película, hasta el punto de que la FOX especuló con un posible spin-off aunque condicionado este al éxito de X-Men Orígenes: Lobezno (2009) de Gavin Hodd finalmente nunca se llegaría a realizar. Pero, pese a las malas perspectivas del género superheroico, Marvel consciente de ello se decidiría, por fin, a tomar el mando y lanzarse al campo de la autoproducción.

Hemos de tener en cuenta que la marca Marvel había conseguido recaudar gracias a las adaptaciones de sus personajes más de 5.000 millones de dólares. Pero, en este momento, estando las grandes sagas y franquicias como Spider-man o X-Men finiquitadas o agotadas era necesario y vital un cambio urgente de rumbo. La explotación de las licencias ya no era el camino, David Maisel, como nuevo presidente de Marvel Studios conseguiría un crédito de 525 millones de dólares para poner en marcha el gran proyecto que habría de definir el nuevo concepto de «continuidad marvelita cinematográfica» y cuya primera fase culminaría con el por entonces lejano estreno de Los Vengadores (2012) de Joss Whedon en las salas de cine. El personaje elegido para iniciar esta aventura sería Iron Man, el cual nunca antes había sido adaptado a la gran pantalla, y el encargado de llevarlo a buen puerto el director Jon Favreau, «un eficiente artesano sin pretensiones autorales», que había interpretado a Foggy Nelson en el Daredevil de Mark Steven Johnson. Esta sería una producción de bajo presupuesto, en comparación a las cifras que manejaban otras productoras, con un reparto en el que destacan Robert Downey Jr., el corazón del Hombre de Hierro, Terrence Howard, Jeff Bridges y Gwyneth Paltrow, mientras, el dibujante Adi Granov que había trabajado poco antes junto al guionista Warren Ellis en la historia titulada Extremis (2005), sería reclutado como «asesor de armaduras» de la película.


Iron Man revisionada por Juan Sangrós


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Poster de Iron Man (2008) de Jon Favreau

«-¿Qué eres sin tu armadura? – Genio, millonario, playboy, filántropo…». ¡Et voilá! Qué fácil es resumir la saga cinematográfica Iron Man en un puñado de palabras. Cuando allá por el 2006 Jon Favreau recoge de entre la basura de otras productoras la licencia del Hombre de Hierro, apuesto a que no era ni medio consciente de lo alto que la iba a hacer volar. Reconozcámoslo, Tony Stark es un rollo. El Tony de los tebeos, claro. Cualquier parecido con el personaje de Robert Downey Jr. Roza la coincidencia. Podríamos definir –malamente- a Iron Man como un superhéroe que, enfundado en un exoesqueleto más caro que Bélgica, derriba dragones milenarios, robots asesinos y alienígenas, volando, lanzando rayos y haciendo gala de los más extraordinarios cachivaches. Y podríamos definir a Tony Stark como un ingeniero extremadamente inteligente, adicto al trabajo y un sentido de la responsabilidad por las nubes (que un titán llamado Alcohol consiguió nublar), creyéndose el hombre-de-su-tiempo y en cuyos hombros él mismo se coloca el peso del mundo. ¿Entonces cuando nace el Iron Man del cine, ese jeta de ingenio afilado y lengua viperina, rey del chascarrillo?

Pues el mismo instante en que el director de la saga, Jon Favreau, vio en una de las ovejas negras de Hollywood, Robert Downey Jr., su Tony Stark particular, y dejó a este sinvergüenza redomado crear a su propio personaje, pues recordemos que los diálogos fueron escritos en gran parte por los propios actores en pos de una interpretación más auténtica. Y no, que nadie salga con el Universo Ultimate, que si bien presentó a un Tony vacilón y sarcástico, el del cine no es otra vuelta de tuerca, es meter el clavo entero y romper la madera. El carisma se hizo hombre, el actor devoró al personaje para regurgitar al que para muchos es el superhéroe más carismático de la historia del cine, hasta el punto de que lo que era imposible hace años, imaginar que todo el universo fílmico marvelita se iba a sustentar sobre el Vengador Dorado, se ha vuelto realidad, y con creces. Soy un gran fan de Iron Man desde que era niño, de los que se lo leen todo. Mi pila de cómics suyos sólo es más pequeña que la de Spider-man, así que sé de lo que hablo, y sólo de pensar cómo hubiera sido todo sin Robert Downey Jr. se me cae el alma al suelo, y quizás no sea demencial pensar que sin él Marvel Studios y su fantástico trabajo coral en la gran pantalla no hubiera sido posible.

No me malinterpretéis, lo último que quiero es que el Iron Man del cine engulla al Iron Man del cómic, aunque sepa que es algo irremediable. Me gusta mi grapa mensual del señor serio y preocupado, sin chistes, y si ya me han importado una ridícula pose al volar, la personalidad, y más una como esa, es cuestión de tiempo (te estoy espiando, Kieron Gillen, que lo sepas). ¿Y cómo me puede gustar a mí, talibán de la fidelidad en el cine, una adaptación tan libre en esencia como la persona debajo de la armadura? Pues porque al césar lo que es del césar, y cuando consigues hacerme ver con diez-y-algo años un Iron Man (el superhéroe) clavadito al que leo mes a mes y a un Tony Stark (la persona) que no es Tony Stark pero podría aguantar él sólo tres horas de metraje en monólogo directo a la cámara, yo sólo puedo aplaudir y rendirme ante la mejor revisión -que no adaptación- de un superhéroe que he tenido el placer de ver. Hay un Iron Man fuera del papel, se llama Robert Downey Jr. y es lo mejor que le ha pasado al cine de superhéroes jamás.


La primera piedra de nuevo universo cinematográfico de Marvel Studios había conseguido encajar, el Iron Man (2008) de Jon Favreau se podía considerar todo un logro, una película de superhéroes modélica en su forma, un entretenimiento que respetaba la esencia del personaje aún estando escrito para el lucimiento de Robert Downey Jr. y lo descubría a una generación de espectadores para los que era un gran desconocido. Pero, el siguiente paso sería más difícil, había que rehabilitar a Hulk, aún con el peso de la adaptación de Ang Lee a sus espaldas, y hacerlo de manera que el público pudiese aceptar la interpretación supuestamente canónica que sobre él ofrecería Marvel Studios. La película se estrenaría siguiendo la estela de los repulsores Iron Man, bajo el título de El Increíble Hulk (2008), con Edward Norton encarnando a Bruce Banner y secundado en los roles principales por Liv Tyler, William Hurt y Tim Roth, mientras el francés Louis Leterrier se encargaba de la dirección del espectáculo. La experiencia se traduciría en una tibia respuesta en la taquilla en correspondencia con una cinta «tan correcta como olvidable», más recordada por las tensiones y desavenencias entre Edward Norton, Louis Leterrier y Marvel Studios con motivo de la decisión sobre el montaje final de la película.

Los problemas de la autoproducción aún eran cosa nueva para Marvel Studios aunque, la apuesta por su propio universo de ficción superheroico en la gran pantalla, no implicaba que no fuese a seguir colaborando con otras productoras y estudios interesados en seguir llevando sus personajes al cine. Este sería el caso de Lionsgate, heredera de Artisan, interesada en probar suerte con El Castigador después de la experiencia que había supuesto la entrega dirigida por Jonathan Hensleigh. En este caso, como suele ser habitual en estas sagas, se realizaría una secuela cronológica en relación a la anterior película pero desvinculada totalmente de la misma, un encubierto reboot cinematográfico titulado El Castigador 2: Zona de Guerra (2008), con un reparto renovado liderado por Ray Stevenson y con la directora Lexi Alexander detrás de las cámaras. La nota histórica la encontramos en el hecho de que esta sea la primera película Marvel con el sello de Marvel Knights, aunque curiosamente su influencia este más ligada a la línea MAX, lo que se traduce en una versión más violenta y cínica respecto a la encarnada por Thomas Jane aunque acabasen siendo también sus resultados más mediocres.

Todo esto pese a ser un producto destinado más claramente a los aficionados con referencias a los cómics del personaje desperdigadas a lo largo de la película, la presencia meramente testimonial de Microchip o Carlos Cruz y un villano sacado directamente de las viñetas como Puzzle. Este sería interpretado histriónicamente por el actor Dominic West resultando excesivamente paródico y deudor del Joker de Heath Ledger en El Caballero Oscuro (2008) de Christopher Nolan que había barrido las salas de cine ese mismo año convirtiéndose en una de las películas más taquilleras de la historia. El futuro de El Castigador parece ahora incierto, una nueva versión en cines podría ser contraproducente, por ello en su momento se planteó una adaptación como serie de televisión en la cual Ed Bernero había estado trabajando en un guión para el episodio piloto pero finalmente la propuesta fue cancelada y olvidada. Pero el pasado 2012, por sorpresa, veríamos regresar al papel a Thomas Jane en un corto no oficial de RAW Studios, con guión de Chad St. John y dirección de Phil Josanou, una «carta de amor» más brutal y cercana al Frank Castle de los cómics.

En 2009, en su continuo empeño por dilapidar el buen hacer de las primeras películas de la saga mutante de Bryan Singer, la FOX estrenaba X-Men Orígenes: Lobezno con Hugh Jackman repitiendo caracterización como Lobezno y con el sudafricano Gavin Hood, ganador del Oscar en 2006 a la Mejor Película Extranjera por Tsotsi, sentado en la que sería su incómoda silla de director. Este intento de expandir la franquicia hacía nuevos horizontes tendría su mejor momento en su prólogo visto en los créditos de inicio para posteriormente naufragar en una propuesta que tomaba referencias de cómics míticos del personaje, como el ya mencionado Arma X (1991) de Barry Windsor-Smith y Lobezno: Origen (2001) Paul Jenkins y Andy Kubert, concebido este último a raíz del éxito del X-Men de Bryan Singer, para desaprovecharlos en una historia descafeinada, repetitiva y contradictoria. La aventura en solitario de Lobezno había sido planteada como una vulgar y simple plataforma para «vender al público» algunos de los personajes bajo propiedad de la FOX, totalmente desvirtuados en la mayoría de casos, como el Masacre de Ryan Reynolds o el Gambito de Taylor Kitsch, y así poder relanzarlos en sus propias películas en un futuro. En la línea de las producciones de la FOX el rodaje sería un hervidero de discusiones entre el director y el presidente de los estudios, Thomas Rothman, con dos visiones muy diferentes de lo que debía ser la película del mutante de las garras de adamantium.

No obstante, aunque el experimento de X-Men Orígenes: Lobezno funcionó bien en taquilla, pronto pasaría a ser una anécdota de mal recuerdo cuando saltase la noticia de la década con la compra de Marvel Entertainment por 4.000 millones de dólares por parte de Disney que pasaba así a hacerse con todo el amplio e interesante catalogo de personajes de La Casa de las Ideas. Esto supuso a corto plazo el cese de David Maisel como presidente Marvel Studios en favor del productor Kevin Feige, mientras Isaac Perlmutter mantenía su cargo como director ejecutivo de Marvel Entertainment, y se producía al mismo tiempo la salida de Peter Cuneo que había sido el verdadero artífice de la recuperación financiera de Marvel. Las dudas de los aficionados no tardaron en hacerse notar, muchos temían que para Marvel esto supusiese la pérdida de su identidad e independencia, mientras que desde las mismas oficinas de Marvel Comics Joe Quesada aseguraba que esto suponía una gran oportunidad que ampliaba exponencialmente sus perspectivas de éxito de Marvel.

La prueba de fuego para muchos sería el estreno de Iron Man 2, la esperada secuela del Hombre de Hierro, con Jon Favreau repitiendo detrás de las cámaras y con un reparto al que se unían Don Cheadle, sustituyendo a Terrence Howard, Scarlett Johansson como La Viuda Negra y los villanos de la función que serían interpretados por un efectivo Mickey Rourke y un excesivo Sam Rockwell. La película debía de servir de puente para las próximas películas de Marvel Studios, el Thor de (2011) Kenneth Branagh y el Capitán América: El Primer Vengador (2012) de Joe Johnston, aunque eso supusiese lastrar parte de la autonomía de la historia en la que de manera impuesta SHIELD y el Nick Furia de Samuel L. Jackson tendrían su pequeño papel. No sabemos si este sería el motivo de los encontronazos varios que se producirían entre el director Jon Favreau y el estudio, a los que se unió un decepcionado Mickey Rourke lamentando los matices que había intentado dar a su personaje y que según él se habían quedado en la sala de montaje. En El Viaje del Superhéroe, Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez comentan como esta secuela subsanó ciertos defectos de la primera entrega como su «esquematismo argumental, el insuficiente desarrollo de los personajes secundarios y la falta de acción». Este es un punto en el que coincide Diego Matos el cual define Iron Man 2 como un espectáculo «más grande, más explosivo, más ruidoso y más freak que en la primera parte». Y, como apunta el intrépido Juan Peña en su crítica de esta película publicada en Zona Negativa titulada Iron Man 2, demasido friki para ser cierto, «el film se disfruta como buen entretenimiento de superhéroes y hace evolucionar -cinematográficamente- a un personaje que tantas veces ha quedado atrapado en el estereotipo a lo largo de las décadas, hasta la llegada de uno u otro golpe de timón», aunque puntualiza, «es un viaje que empieza y acaba casi en el mismo sitio; hay una experiencia de aprendizaje, pero el status quo continúa siendo similar».

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Robert Downey Jr. y Don Cheadle en Iron man 2 (2010) de Jon Favreau

No obstante, lo que muchos continuaron echando en falta en Iron Man 2 fue un villano a la altura, la némesis del Hombre de Hierro en los cómics, El Mandarín, seguía estando ausente, no se sabía bien si por motivos políticos o por el espinoso tema de introducir la magia en un entorno tecnológico como el que se había construido en la realidad cinematográfica de este personaje. Probablemente, en el universo cinematográfico interconectado de Marvel Studios, tenía más sentido introducir un elemento tan ambiguo como la magia en la propia película de Thor (2011) en la que se había involucrado sorprendentemente un director del perfil de Kenneth Branagh. Esto traería a muchos el recuerdo de Ang Lee pero, finalmente, el Thor de Kenneth Branagh, inspirado en los lápices de Oliver Coipel, sería más un trabajo por encargo en el que sería difícil reconocer el sello autoral de este director. En las andanzas cinéfilas del Dios del Trueno se implicaría en el guión el polémico J. M. Straczynski mientras su reparto estaría conformado por varias generaciones de actores entre los que encontramos a Antohny Hopkins, el mismo Odín, Rene Russo, Chris Hemsworth, un debutante encargado de dar vida al mismo Thor, Tom Hiddleston, un impresionante Loki alma de la película, y Natalie Portman, asumiendo el papel de Jane Foster.

Los elementos de los cómics están casi todos representados, prescindiendo de la doble identidad del personaje, con una historia situada a medio caballo entre Asgard, cuya reinvención bebe mucho de las novelas de ciencia ficción de Arthur C. Clarke, y una Tierra siempre limitada al territorio de Nuevo México. No faltan personajes como Los Tres Guerreros, Heimdall o la guerrera Sif ayudando a aportar las dosis justas y necesarias de épica y tragedia shakesperiana. En apariencia todo encaja pero el problema del Thor de Kenneth Branagh, como se indica en El Viaje del Superhéroe, es una propuesta que «tiene más miedo de disgustar que ganas de enamorarnos». Por su lado, nuevamente Juan Peña resalta en su crítica del film Loki, el verdadero rey de un Asgard de cine como esta película, en realidad, resultan ser dos, «una de ellas –la disputa por el favor del padre en un reino de leyenda- aplica su escuela y convence, aun con el lastre de no tener suficiente metraje para crear una trama de hilos y personajes suficientemente compleja», mientras, por el contrario, Kenneth Branagh, «se ve desconocido y desorientado cuando lleva la historia a la Tierra, donde más cojea la química entre personajes y los diálogos, así como la estética anti vikinga de Kirby».

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Chris Hemsworth y Natalie Portman en Thor (2011) de Kenneth Branagh

Por fortuna, el público siguió respondiendo a la expansión del Universo Marvel, Marvel Studios continuaba su inexorable camino para culminar su llamada primera fase con el gran fin de fiesta que debería ser el estreno de la película de El Capitán América: El Primer Vengador (2012) de Joe Johnston y, posteriormente, Los Vengadores (2012) de Joss Whedon. Pero antes, en la taquilla nos encontraríamos con un proyecto que no había generado pocas dudas, X-Men: Primera Generación (2011) de Matthew Vaughn, el relanzamiento de la franquicia mutante de la FOX después del descalabro de X-Men 3: La Decisión Final de Brett Ratner y X-Men Orígenes: Lobezno de Gavin Hood. Pero, para sorpresa de propios y extraños, en este caso la jugada le salió bien a la FOX, gracias al buen hacer de Matthew Vaughn que después de rodar Kick-Ass (2010) había demostrado tenerle tomado el pulso al género. La película se ambientaría en el pasado de la saga, en los años sesenta, en plena Guerra Fría y con la Crisis de los misiles en Cuba como telón de fondo, dejando esto evidentes ecos del Watchmen (1986) de Alan Moore y Dave Gibbons que había sido adaptado dos años antes por el estadounidense Zack Snyder. En el reparto encontraríamos nombres convertidos hoy en estrellas como James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult o January Jones.


X-Men: Primera Generación revisionada por Iván Rivas


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Poster de X-men: Primera Generación (2011) de Matthew Vaughn

Estos últimos años, desde que Marvel Studios partiera hacia las estrellas a la velocidad de la luz gracias a Iron Man, nuestros ojos ya se han adecuado a ver mes sí mes también trailers de películas de nuestros personajes favoritos. Pero quizá algún día tengamos que hablarles a nuestros hijos del pasado y empecemos con aquello de “Yo he visto cosas que no creerías…”. Les contaríamos como eran esas décadas en las que los superhéroes de la gran pantalla o bien eran poco más que ridículos o bien, cuando no lo eran, aparecían cada demasiados años. Mis compañeros ya os han hablado de Blade y del subidón de adrenalina que supuso, pero no sería hasta dos años después, en el señalado año 2000, cuando unas garras y un snikt lo cambiaron todo. El resto es historia conocida. La correcta adaptación de X-Men, el salto cualitativo de X-Men 2 y la pérdida de toda cordura en X-Men: La decisión final. Pero todas éstas seguían compartiendo y potenciando aquellas garras que vimos por primera vez. Las figuras de Lobezno y Hugh Jackman crecieron tanto de forma paralela que la Fox acabaría dándole película propia. Parecía que aquella decisión podría revitalizar una franquicia que tras su última entrega parecía más muerta que la de Superman tras “En busca de la paz”.

X-Men Orígenes habría de ser un escaparate para los grandes personajes que ofrece el entorno de la Patrulla-X. Se habló mucho de aquel que habría de protagonizar Magneto, por ejemplo. Pero finalmente, tras el fiasco (no de recaudación, sino de calidad) de X-Men Orígenes: Lobezno, se replantearon la idea y volvieron al pasado pero con la Patrulla-X entera. Una solución muy distinta y más valiente que la vía del reboot tomada por Columbia Pictures con su Amazing Spider-Man.

Y para construir estos nuevos X-Men la productora tiró de aquello que hizo despegar la franquicia en un primer momento: un buen director y un cuidado casting. Pesos pesados para los roles del Profesor Xavier y Magneto y estrellas emergentes cómo los alumnos de la escuela Y para dejar claros los paralelismos y el universo compartido, Matthew Vaughn calcó plano a plano la excelente primera escena de X-Men. ¿Recordáis? Polonia, 1944. Un plano cenital. Un niño llamando a su madre arrastrando a 5 soldados. Una verja metálica retorcida. Así pues, James McAvoy y Michael Fassbender sustituyeron a Patrick Stewart e Ian MacKellen. Y ambos son los que sostienen la película sobre sus hombros, a falta de un mutante que se coma la pantalla como lo hiciera Jackman. Son los momentos entre ambos colosos de la interpretación los que emocionan y los que hacen pensar de inmediato en aquellos pocos momentos buenos (en la tercera hubo muchos pero malos) que compartieron Stewart y McKellen en la anterior saga. Dos destacan sobre el resto. Primero, aquella emotiva escena en la que Xavier enseñaba a usar todo su potencial a Erik… “entre la ira y la serenidad”. Y segundo, aquel en el que Erik termina una conversación su amigo de forma tajante: “La paz nunca fue una opción”. Una frase que define a un personaje casi tan bien como “Un fuego en la noche”, la historia de 11 páginas Chris Claremont y John Bolton incluida en Classic X-Men #12.

Como suele pasar en películas con tantos protagonistas y secundarios, éstos tienen poco tiempo para que puedan ganar la profundidad necesaria. Podría destacarse a Raven/Mística, interpretada por Jennifer Lawrence, reciente ganadora del Oscar a la Mejor Actriz. Con ella y su relación con Erik, los guionistas (entre los que se encontraba Vaughn) tejieron el origen perfecto de la relación que vimos en la trilogía original. Por otro lado, la figura femenina del bando contrario, Emma Frost, resultaba completamente desaprovechada. Además, los efectos especiales de su transformación eran sin duda los peores de la cinta. Y ya que hablaba de guionistas, otro de los grandes aciertos de la película fue meter la trama ficticia en medio de hechos reales como fue la crisis de los misiles de Cuba. De esta manera el nivel de la amenaza es grande pero no irreal. Lógico resulta también el miedo a los mutantes en un época y un país que hasta pocos años antes temía incluso a una mujer de color sentándose en la zona del autobús que no le correspondía (Rosa Parks, 1955).

El gran acierto de haber apostado por esta precuela puede que lo veamos en X-Men: Días del futuro pasado, el film que estrenará en 2014 Bryan Singer, que vuelve a la franquicia por la puerta grande. Dicha película juntará a los X-Men de Primera Generación con aquellos que Singer dirigiera en sus dos primeras entregas….más Kitty Pride / Ellen Page. Un impresionante casting lleno de nominados y ganadores de Oscars que puede traernos el año que viene una historia épica de la Patrulla-X.


Por su parte, el Capitán América sería el último héroe en ser integrado en el nuevo universo cinematográfico de Marvel Studios en el Capitán América: El Primer Vengador (2012) de Joe Johnston. El personaje más longevo de la editorial, un auténtico superviviente de la Edad de Oro, era la última y más importante pieza del rompecabezas que podríamos ver completado en Los Vengadores de Joss Whedon. Estando al frente del proyecto el director de The Rockeeter (1991), Jumanji (1995), Cielo de Octubre (1999) o Parque Jurásico III (2001) lo que se podía esperar de la película era una historia entretenida y ligera ligada al género de aventuras. El personaje del Capitán América partía con desventaja respecto a sus compañeros puesto que debía superar los propios prejuicios del espectador, algo sobre lo que se habla en la misma película al hablar con mucha ironía y sentido del humor de la faceta de Steve Rogers como «herramienta propagandística» del ejército estadounidense. El papel principal recaería en Chris Evans, la Antorcha Humana en Los Cuatro Fantásticos (2005) de Tim Story, y le acompañaría un sólido reparto formado por Tommy Lee Jones, Hayley Atwell, Hugo Weaming o Sebastian Stan. Estamos ante una «adaptación sentida y respetuosa», según es calificada en el libro El Viaje del Superhéroe, «un sincero homenaje a la Edad de Oro de los superhéroes y al cine clásico de aventuras que sabe actualizar sus viejos códigos a la sensibilidad del espectador moderno».


El Capitán América: El Primer Vengador revisionada por Raúl Silvestre


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Poster de Capitán América: El Primer Vengador (2012) de Joe Johnston

Capitán América: El primer vengador, del a veces difuso Joe Johnston, supone un inesperado soplo de aire fresco dentro del trillado panorama del blockbuster veraniego.

Frente a colosos impersonales preñados de cgi chusco o adaptaciones de medio pelo, la cinta se alza triunfante -contra todo pronóstico-, no sólo por su evidente atractivo estético, sino gracias a una inspirada recuperación del sentido de la aventura clásica.

Además, la película da en certera diana cuanto más redunda en la autoreferencia y el autohomenaje, sin caer en el ridículo o en el empalago de los guiños-sólo-para-los-iniciados. Sirva como ejemplo el delicioso montaje del capi propagandístico vestido fielmente como en el cómic, zurrando a Adolf Hitler una y otra vez al ritmo de la jocosa melodía de un lúcido Menken, mientras los chavales devoran los recién estrenados tebeos del ídolo de las barras y estrellas. El film acierta de lleno con un soberbio casting, al tiempo que la extrapolación de las características estéticas y personales de cada personaje ralla la perfección.

Aún incluso tomando licencias tan salvajes y criticables como las realizadas con Cráneo Rojo o Bucky Barnes, actores como Chris Evans, Hugo Weaving, Toby Jones y compañía, auspiciados por un guión preocupado en definir sus motivaciones, aunque sea a base de pinceladas sencillas, brillan en sus roles y vehiculan el disfrute del espectador a través de un tono digno de las mejores películas de aventuras.

Sin necesidad de apabullar con moralinas dudosas ni con intrincados razonamientos argumentales. Recordando por tanto la naturaleza inequívocamente pulp de su fuente, con un pie férreo sobre la necesidad de sense of wonder y el otro pendiente de contar una historia coherente dentro del propio universo marvelita al que pertenece, logrando diferenciarse del resto de films de su productora. Y podría certificarse que la razón del acierto en el gusto demostrado al trasladar la vida y logros de Steve Rogers a la gran pantalla, se fundamenta en la elección de un Joe Johnston inspirado y diáfano. Así, el tono, el ritmo y la estética del la historia se demuestran vestidas con el mejor traje añejo, conducidos por un director veterano, hijo de narrativas más comedidas y menos espasmódicas que las actuales. Idóneo, por tanto para adaptar las hazañas bélicas de un personaje superheróico en medio de la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, una gozada para los sentidos, que permite al espectador disfrutar como si fuera un chaval de doce años descubriendo por primera vez el cine de aventuras, sin insultar, desde luego, sus bagaje de fan adulto.


Y llegamos a 2012, un año clave para el género superheroico en el cine con el estreno de Los Vengadores de Joss Whedon, el reinicio de la franquicia de Spider-man y la conclusión de la trilogía de murciélago en El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace de Christopher Nolan. No obstante, antes de todo ello, Nicolas Cage volvería a quemar rueda en la carretera con Ghost Rider: Espíritu de Venganza (2012) rodada por unos entregados y aventureros Mark Neveldine y Brian Taylor. La primera parte de esta película no había dejado contentos ni a crítica ni a público, cinco años después los directores de Crank (2006) y Gamer (2009) y guionistas del Jonah Hex (2009) de Jimmy Hayward, realizarían una auto-paródica reconversión sin desligarse demasiado de la estética y el tono de la anterior entrega del Motorista Fantasma. Este subproducto, tan gamberro como intrascendente, realizado sólo para disfrute de Nicolas Cage, tenía su única virtud en su total falta de pretensiones. «La historia de David S. Goyer es desaprovechada», comenta Juan Sangrós en el especial de cine con Lo Mejor de 2012, «y el reparto, a priori de calidad (Idris Elba, Christopher Lambert), ídem».

Por su parte, el reciente reinicio de nuestro arácnido favorito en The Amazing Spider-man (2012) de Marc Webb, no mejoró los números realizados por la etapa de Sam Raimi, aunque, no obstante, su propuesta de corte más adolescente con Andrew Garfield y Emma Stone como principales cabezas de cártel, sí suscitó el suficiente interés como para dar luz verde a una segunda parte. Nuestro chispeante y para nada «anti-deceíta» redactor de actualidad Pedro Monje comentaba en la entrada The Amazing Spider-man. La Película como «la visión de Marc Webb intenta ser más realista que la de Sam Raimi (o que, por ejemplo, Los Vengadores), la cual claramente presentaba un mundo de ficción, y plantea un acercamiento mucho más serio al etilo de las películas de Batman de Christopher Nolan. El ritmo, las conspiraciones empresariales, la presencia policial o el tono oscuro en general de la serie, donde más de la mitad de las escenas de la película suceden de noche, contrastan con la visión más colorida de Sam Raimi, donde todo ocurría a la claridad de la luz del día y entre enormes edificios brillantes y reflectantes, presididos todos ellos por una enorme bandera norteamericana.»

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Nicolas Cage en Ghost Rider: Espíritu de Venganza (2012) de Neveldine / Taylor

En el caso de Juan Sangrós, redactor de cine y co-creador de la Mark III de su compañero Tony Stark, al hablar de The Amazing Spider-man en Lo Mejor de 2012 describe esta como «una película palomitera, con sus dosis de acción y romance reglamentarias, con un ritmo trepidante que no defrauda si se busca una buena tarde de aventuras». Y finalmente, recurriendo una vez más a Juan Peña, en su crítica titulada El Casi-Asombroso-Spider-man cabalga de nuevo comenta como a este «trepamuros le cuesta un rato ponerse espectacular o asombroso, o desplegar su red, ocupada como está la cámara en encontrar al (nuevo) Peter Parker del siglo XXI. Los tiempos cambian e, igual que la pantalla pasó de adorar a rebeldes doloridos y autodestructivos en los 60 y 70, a idolatrar a vengadores hipermusculados en los 80, los ratones de laboratorio también mudan de piel. Ahora son consumados skaters, usan lentillas, tienen un aire desaliñado y no desentonan con las canciones de Coldplay. A pesar de que no es tan inadaptado como nació siéndolo –tampoco lo era su versión Ultimate, parida en 2000 por Marvel como universo alternativo-, el renovado Parker resulta creíble porque –casi por contra al resto de personajes- se puede adjudicar más de dos adjetivos a su personalidad».

«Y entonces llegó un día, un día como ningún otro, en el que los más poderosos héroes de la Tierra se encontraron unidos contra una amenaza común. Ese día, nacieron Los Vengadores». La «franquicia de franquicias», dirigida por Joss Whedon, por fin se estrenó, todas las costuras estaban ya enhebradas y sólo se esperaba que el público y los aficionados se sentasen a admirarlas y disfrutarlas. Porque Los Vengadores (2012) de Joss Whedon, para bien y para mal, es un auténtico cómic de superhéroes hecho carne, «una verdadera película de superhéroes», como la califican Iñigo de Prada y Sara G. Rodríguez, «todo un género cinematográfico se reivindica por primera vez sin apoyarse en otros géneros». La cinta no puede esconder su faceta dependiente del blockbuster y su sencillez argumental pero, por primera vez, eso tiene su sentido al ser esta una película interpretada como el capítulo final de una larga y emocionante «historia río» contada por entregas en la que los personajes ya habían sido suficientemente presentados e introducidos en sus propias películas.

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Los Vengadores (2012) de Joss Whedon

Hemos de valorar la dificultad de reunir a un grupo de personajes como este, con idiosincrasias tan opuestas y diferentes, e incluso con estéticas tan irreconciliables presentadas en sus respectivas películas. El asunto podría haber derivado en un imposible pero Joss Whedon consigue hacer funcionar el mecanismo manteniendo siempre el foco sobre sus estrellas y apostando por un humor inteligente utilizado, más que como válvula de escape, como medio para definir las personalidades de los personajes. El compañero Juan Peña, entusiasmado como un niño, explicaba a propósito del estreno de la película en su crítica Vengadores, Los Héroes Más Espectaculares Jamás Llevados al Cine lo siguiente: «El plan maestro estuvo claro desde el principio: aprovechar lo mejor de Los Vengadores y elevarlo a la enésima potencia. Mostrar a los fans lo que siempre han soñado: ver cómo sus ídolos se unen por una causa común –después de algún que otro malentendido- y fundirse todo lo que hay en el banco en efectos especiales. Librémonos de desvíos inútiles, de saltos de acá para allá y tramas subterráneas (más allá de unas pinceladas). Aquí hay un tipo que viene desde el primer minuto armando bronca y se trata de pararlo. Nada de ir viajando de un lugar a otro del mundo, como hubiera hecho Tom Cruise en Misión Imposible, sino a base de romperle la cara a él y sus colegas en un par de sitios. Concentrar los recursos, la acción. Y vaya que si funciona: Los Vengadores rivalizará con pocos por el título de la película más espectacular jamás filmada».

En su turno, el invencible Juan Sangrós, también quedaría rendido ante Los Vengadores de Joss Whedon como nos narraba en Lo Mejor de 2012: «La película de superhéroes. No de este año, sino en mucho, mucho tiempo, y no diré la palabra “historia” porque suena muy fuerte. Joss Whedon no sólo nos brinda una trama tan típica como sólida, unos personajes más que carismáticos y consistes, un ritmo trepidante y unas escenas de acción sublimes. Lo que realmente aporta este señor es la transmutación definitiva de cómic a cine, un entendimiento perfecto de la quintaesencia Marvel. Colorines, frases lapidarias, peleas hipnóticas, escalas de poder y enemigos más allá del entendimiento humano. Es como abrir una grapa de capas, consigue transmitir lo-mis-mo en un medio narrativo distinto, y eso es loable. Hilvana con mimo el universo que Marvel Studios venía construyendo años atrás y nos regala (gracias de corazón) semejante éxito de taquilla y crítica. Los Vengadores es el espectáculo fílmico del año, sin lugar a dudas». Poco más se puede añadir a lo dicho por mis compañeros, por lo tanto ahora toca mirar hacia delante, el género superheroico aún tiene mucho que ofrecernos, y parece que Los Vengadores de Joss Whedon ha sido sólo un nuevo punto de inflexión para este y lo que aún puede estar por llegar. ¿Y para vosotros cual es vuestra película Marvel preferida?

Agradecimientos especiales – A Luis Javier Capote Pérez, Enrique López, Daniel Gavilán, Enrique Ríos, Juan Sangrós, Iván Rivas y Raúl Silvestre por colaborar con sus estupendos artículos en esta publicación. ¡Muchas gracias!

Enlaces de Interés

 Artículo El Cine de La Casa de las Ideas por Diego Matos
 Artículo Lo Mejor de 2012 por Juan Sangrós
 Crítica de Iron Man 2 de Jon Favreau por Juan Peña
 Crítica de Thor de Kenneth Branagh por Juan Peña
 Crítica de Capitán América: El Primer Vengador de Joe Johnston por Juan Peña
 Crítica de Los Vengadores de Joss Whedon por Juan Peña
 Crítica de The Amazing Spider-man de Marc Webb por Juan Peña

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Cassidy
Cassidy
Lector
5 abril, 2013 11:14

ARTICULAZO, así con mayúsculas. Si no hay muchos comentarios seguro que es porque aún estan leyendo 😛 De hecho no me lo he leído entero, ya lo pillaré con calma.

Ese Spidey cutre setentero aiss que nostalgia. Desde luego me quedo con la versión de Raimi (la tres incluida a pesar de sus fallos), en comparación con la reciente Amazing que me pareció un fail como una casa, no había por donde cogerla. Sobre todo por Peter Parkulen como diría el amigo Loulogio… O el momento grua, triste, triste.

Con X-Men First Class, me llevé una pequeña decepción. Pero a pesar de fallos e incongruencias varias, por lo nenos era entretenida y divertida.

Estás dos me parecen las más sobrevaloradas con diferencia. En el resto más o menos coincido, hasta con Punisher, que a mi también me parece infravalorada. Igual que la primera de Hulk.

Ocioso
Ocioso
Lector
5 abril, 2013 11:43

Jolines, os ha salido una reseña mas larga que el libro.

ultron_ilimitado
ultron_ilimitado
Lector
5 abril, 2013 11:54

No he tenido tiempo de leerme todo el extensísimo artículo, pero como siempre felicidades por la gran labor. Aún tengo pendiente leerme las críticas de las diferentes pelis.

Solo un pequeño pero, parece mentira que a estas alturas todavía sigamos confundiendo apellidos de los actores que han dado vida a Superman, es George Reeves y Christopher Reeve, sin s.

Deke Rivers
Deke Rivers
Lector
5 abril, 2013 13:23

Sigo pensando que a día de hoy el mejor Peter Parker es Nicholas Hammond. Y no lo digo por nostálgia. Creo que, dentro de las limitaciones argumentales, es el actor que mejor ha interpretado al personaje.

 

Por lo demás Amazing Spiderman es correcta, pero sigue teniendo tics de la serie de Raimi.Con suerte espero que desaparezcan en la segunda parte.

jojojajo
jojojajo
Lector
5 abril, 2013 14:50

 Menudo articulazo, me lo leeré con mas calma cuando tenga mas tiempo, pero por lo menos la entrevista está de lujo.

Jose Alvaro
Lector
5 abril, 2013 15:14

 Antes de nada, me gustaría unirme a las felicitaciones por el artículo y a los autores del libro por la realización y publicación del mismo.

Tras las alabanzas tocan las críticas, pero éstas se refieren a pequeños errores en el artículo y pies de foto. Una cosa rapidita y sin ánimo de ofender sino de enmendar:

1.- La imagen del Spider-Man setentero no pertenece a «The Amazing Spider-Man» sino a su pseudo-secuela, «Spider-Man 2: El Hombre Araña en acción» del 78. Forma parte de la pelea en el decorado de western contra uno de los sicarios del malo.

2.- La película del «Capitán América» del 90 no es de Matt Salinger, sino de Albert Pyun. Salinger es el actor -por llamarle algo- que interpretó al Capi.

3.- «…su espíritu heredero de la etapa clásica del personaje al que habían estado asociados nombres como Stan Lee, John Romita Sr. o Gene Colan.» Estooo… ¿qué tiene que ver Gene Colan con Spider-Man? ¿Hemos mezclado en la cabeza a Spidey y DD? Bueeenooo, te perdooonooo… ;D

Y nada más que criticar. Sólo exponer algún que otro punto de vista:

1.- Confieso que Howard también es un placer culpable para el que esto escribe. Es una película muy divertida y entretenida que siempre que la veo hace que pase un buen rato. Y la banda sonora de John Barry era genial.

2.- Siempre he defendido el «Hulk» de Ang Lee, aunque no la considero redonda. Pero no estoy para nada de acuerdo en que «El Increíble Hulk» de Letterrier sea catastrófica. Sí es verdad que en edición se pasaron tres pueblos recortando escenas que TENÍAN que haber estado, pero aún así consigue entretener y mostrarnos al que tendría que haber sido único y verdadero Bruce Banner, Edward Norton. Me parece el mejor de los tres actores que lo han encarnado en la gran pantalla. Aunque Ruffallo no está mal, no es Norton.

Y poco más que añadir… Me reitero en las felicitaciones a todos. Arácnidos saludos.


ultron_ilimitado
ultron_ilimitado
Lector
5 abril, 2013 15:16

Leidas todas las críticas reitero todos mis elogios al impresionante trabajo que habéis hecho.

Me llevaría una eternidad ir desglosando punto por punto cada detalle, solo diré que con lo que estoy más en desacuerdo de todo es con la crítica del Hulk de Ang Lee, que a mí me parece un bluff en toda regla (aunque es cierto que en modo alguno tan basura como los productos de medio pelo que le siguieron después).

Comparto también mi entusiasmo sobre Capitán América: el primer vengador. Coincido con la crítica punto por punto, pero al mismo tiempo lamento que Thor no causara la misma impresión ya que a mí ambas películas me transmitieron unas sensaciones similares y salí más que satisfecho.

Por cierto, nada de placer culpable con el Castigador, no la he vuelto a ver desde que la vi en el cine. Y no es que sea especialmente atroz, el principal problema es que de comic Marvel no tenía nada y el prota se llamaba Frank Castle como se podía haber llamado Morgan Smith. Su «secuela» que si que es mala mala sin embargo sí que recordaba más al personaje.

Y mis pelis Marvel favoritas: las segundas partes de X-Men y Spiderman y, claro está, Los Vengadores.

Elokoyo
Elokoyo
Lector
5 abril, 2013 15:46

Felicidades por el artículo. He leído la 1ª mitad hasta la entrevista a los autores del libro y me ha parecido interesantísimo. La 2ª parte en la que comentáis las películas lo he visto por encima, pero cuando llegue a casa lo leeré con más calma.

Reitero mis felicitaciones porque me parece un artículo de altísima calidad.

Yo soy de los que ha disfrutado mucho con algunas de las películas que comentáis arriba, como las 2 primeras de X-Men y Spiderman, Iron Man, Hulk de Ang Lee -que me parece una adaptación inmejorable de una calidad técnica insuperable- y otras tantas que me han hecho disfrutar como a un niño pequeño.

Me parece que en Marvel lo están haciendo muy bien en líneas generales a la hora de adaptar sus comics y personajes al cine. Ojalá DC hiciera lo mismo y ampliara más su universo cinematográfico más allá de Batman y Superman. Es cierto que lo han intentado con «Green Lantern» -la cual no he visto aún porque me da pereza verla después de leer tanta crítica negativa- con «Watchmen» -que a mí sí que me gusta y la disfruto mucho en casa y con «V de Vendetta» que me parece magnífica y muy bien adaptada. 

Ya no entro otra vez en el eterno debate del Batman de Nolan -que a mi parecer son magníficas las 3 en líneas generales, pero «El Caballero Oscuro» me parece la mejor con diferencia con un villano como el Joker insuperable hasta el momento que no lo supera ninguna otra daptación ni de Marvel ni DC hasta la fecha- pero si DC siguiera la estela del Batman de Nolan, me parecería una buena forma de poder ver el cine de super-héores desde otra perspectiva a la de Marvel. Vamos, que yo firmaba ya.
Imagíno que con el Superman de Snyder veremos si la cosa funciona… o vuelve a fracasar como en Green Lantern.

Ojalá DC amplíe su universo cinematográfico tan bien como Marvel. Yo por el momnento, me lo paso bien si la película está bien adaptada ya sea de Marvel o DC.

Khonshu
Khonshu
Lector
5 abril, 2013 17:00

 Menudo articulazo.

Aunque sólo he leído de momento una tercera parte por lo denso de lo expuesto, quiero felicitar a todos los implicados por el currazo que se han metido.

the drummer
the drummer
Lector
5 abril, 2013 19:05

tremendísimo artículo; últimamente estáis que os salís, y todo ello de gratis, igual habría que ir pensando en organizar una colecta entre los lectores de la zn para enviar una pieza de joselito a cada uno de los redactores las próximas navidades.

Jose Alvaro
Lector
6 abril, 2013 2:01

 «Pero en lo de The Amazing Spider-Man de Nicholas Hammond me refiero a la
serie de televisión, por estos lares este material se estrenó como
películas, pero yo lo cito por el nombre de la serie original
estadounidense.»

Jose Alvaro
Lector
6 abril, 2013 2:04

 Perdón, le he dado a publicar sin terminar el comentario… Sorry.

Quería decir que entendía la puntualización del amigo Jordi. Yo lo tomé como el título de la película que aquí se estrenó en cines en lugar que como nombre de la serie que en realidad es. Culpa mía.

Arácnidos saludos.

AlexCruz
Lector
6 abril, 2013 21:53

 Jesus, cuanta paja. si fuera cabra o oveja tendria indigestion. Senti un cuchupo en el cerebro. 

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
7 abril, 2013 16:28

 Me ha costado. Pero por fin me lo he leído entero y de un tirón. La madre del cordero, menudo articulazo. Enhorabuena. Aunque tal vez los que estamos de enhorabuena seamos los comentaristas y lectores, por poder disfrutar de semejantes textos como los que nos venís regalando últimamente. Pero puede que para la próxima vez sea mejor que lo dividáis por entregas; no vaya a ser que AlexCruz se nos infarte de un cuchupazo.

 

A mí las que más me han gustado de Marvel (de las que he visto) son las dos primeras de X-Men. También First Class, que se hace incluso mejor comparándolas con sus antecesoras X-3 y Orígenes: Lobezno. El primer Iron Man y la de el Capitán América son las otras que me gustaron. Y Los Vengadores.

Una mención aparte para el Hulk de Ang Lee. Cuando la ví por primera vez, no acabó de gustarme. Tenía la impresión de que el director se había pasado tratando de hacer una peli demasiado transcendental y «seria». Esto ya se me ha pasado, y tras nuevos visionados, la peli me gusta más. Pero hay dos puntos que me siguen mosqueando:

-La simulación de viñetas en la pantalla. Dividir la imagen en varios planos imitando una página de cómic (aparte de que en ocasiones no funcionó como elemento narrativo, incluso distraía) me tocó las narices. No entiendo a que viene esa forma de subrayar que se está adaptando un cómic. ¿A qué cuando adaptan una novela no ponen entre escena y escena una cortinilla simulando que se pasa una página? ¿Y a que no hay un telón que se abre y se cierra cuando se adapta una obra de teatro? Pues eso…

-La escena final entre Bruce Banner y su padre. Me gustaba cómo presentaron la relación entre estos personajes.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
7 abril, 2013 16:33

 Perdón. He metido el dedo dónde no debía. Sigo.

 

Decía que me gustaba como plantearon la relación entre Banner y su padre, y me gustó como la desarrollaron durante la peli. Pero llega el final… ¿y el padre se convierte en el Hombre Absorbente y todo se resuelve a hostias? ¡Venga, no me jodas! Para eso crea otro personaje que consiga los poderes y sirva de sparring físico para Hulk. Pero mantén el duelo entre Banner y su padre en un plano emocional.

Ocioso
Ocioso
Lector
7 abril, 2013 16:45

AlexCruz ha comentado: Jesus, cuanta paja. si fuera cabra o oveja tendria indigestion.

Pero como eres un preadolescente funcional solo te salen granos. Un consejo: intenta tener las manos ocupadas en otra cosa.

Senti un cuchupo en el cerebro. 

Naaa, eso son gases.

Daniel Gavilán
7 abril, 2013 19:34

  Interesante postura, Retranqueiro. 

A mi personalmente el montaje con recursos como la pantalla partida (que aparte de emular a las viñetas del cómic me recordó mucho a ‘El Estrangulador de Boston’ de Richard Fleischer) me pareció endiabladamente creativo. Es cierto que en algunas escenas se abusa de él, como puede ser a la hora de mostrar el helicóptero aterrizando desde cuatro planos distintos. Pero en la mayoría de estas, no solo sirve para brindar transiciones entre secuencias creativas, sino que además permitía captar diferentes detalles de una misma escena. Siempre pongo como ejemplo la escena en la que Talbot habla con Bruce en el despacho del laboratorio mientras Betty trabajaba fuera, y como este método le sirve a Ang Lee para plasma simultáneamente la mirada de los tres personajes implicados, transmitiendo con ello las reacciones de cada uno de ellos frente aquel encuentro en una escena de apenas dos segundos. 

Respecto al enfrentamiento entre padre e hijo, también me pareció bien traído. David buscaba su propia inmortalidad, pero lo que consiguió fue alterar el ADN de su hijo convirtiéndolo en un «nuevo hombre» que este se negaba a abrazar. Su confrontación no es sino la del padre tratando de perdurar a través de su hijo, devorándolo (o absorbiéndolo) cual Cronos mitológico. Esto cobra mucha relevancia en la charla final entre ambos, cuando el padre le habla de que vivirá eternamente como parte de él. La paternidad posesiva definitiva. Personalmente, no solo me pareció bien traído, sino que casi lo convirtieron en un villano mucho más memorable que la mayoría de a los que se ha enfrentado Hulk en los cómics

Erik Lensherr
Erik Lensherr
Lector
7 abril, 2013 20:02

 Pues a mi este libro me ha encantado es muy bueno, ameno y muy detallado…felicidades a los autores de tan extraordinario libro…

En cuanto a mis pelis Marvel favoritas, hasta la llegada de los Vengadores siempre habían sido las deos primeras de X-men y las dos primeras de Spidey….`pero es que los Vengadores han roto moldes, las emociones que me trasmitio la peli nolas habia sentido desde la llegada de la primera peli de la Guerra de las Galaxias..emocionante, épica e impresionante….la del Capitán América tb me gustó muchísimo y es que me encanta el personaje….

El Hulk de Ang Lee me pareció pretenciosa y el Punisher una pm, al igual que el Ghost Rider….

Thor y las dos de Iron Man son notables, y se nota que Marvel Studios se lo curra mucho…

Bortibort
Lector
7 abril, 2013 20:46

 Acabé de leerlo anoche y acabé tan exhausto que no me quedaron fuerzas para decir que me había encantado. Enhorabuena.

Dicho esto, creo que se es muy injusto con Ultimate The Amazing Spiderman. Molesta que nos vuelvan a explicar lo mismo que en la de Raimi y fastidia que las escenas y frases más icónicas ya estén pilladas -me llevaré una decepción enorme si en la segunda no aprovechan el face it, tiger para presentar a Mary Jane- pero por lo demás está muy bien. El chaval es mil veces mejor Parker que Maguire y su relación con Gwen es deliciosa. Ya puestos, se agradece que se profundice más en la figura del tío Ben y me encanta el Flash Thompson de la película. También me parece que la historia con el lagarto es cojonuda sin pretender ser bigger than life y joder, vale que lo de las grúas da vergüenza ajena pero compensa por ver a Spidey moverse así y soltar sus chascarrillos mientras pelea. Creo que la segunda va a estar guapísima.

De la fase 1 de Marvel me encanta Capitán América, que me parece una peli de aventuras estupenda. Por momentos hasta le vi reflejos de Indiana Jones. Contra todo pornóstico, Thor me gustó aun sabiendo que tiene poca chicha. Ese Loki y sus puntazos cómicos me ganaron para la causa. Del Hulk hay poco que rescatar aunque me encantó que se ventilaran el origen conocido por todos en los títulos de crédito. Esperaba que hicieran lo mismo con la nueva de Spiderman pero no fue así. Iron Man es la leche pero admitamos que sus villanos son una jena. Esperemos que el Mandarín esté a la altura.

Los Vengadores es DIOS, así como los Spiderman de Raimi y los X-Men de Singer son ya clásicos del género. Las revisé este verano pensando que habrían envejecido fatal y nada más lejos de la realidad. La nostalgia les sienta la mar de bien. Como releer cómics antiguos. First Class también me parece valiente y cojonuda. Para Days of The Future Past me fiaba más de Vaughn que del Singer actual, pero bueno.

Bortibort
Lector
7 abril, 2013 20:48

 Ah, que Los 4 Fantásticos me pareció un mojón pero la de Silver Surfer me pareció más que disfrutable si obviamos que esa masa devoradora de materia pretendía ser Galactus.

Ocioso
Ocioso
Lector
7 abril, 2013 21:24

A ver si me bajo me pongo a ver la de Spiderman de una vez. Lo de las gruas me tiene intrigadísimo.

Por cierto, a mí no me gustaron las tres pelis «clásicas» de X-men. Muy aburridas y sobre todo, muy pero que muy frias. Solo salvo alguna escena aislada y a ese golpe de suerte, que coño, esa lotería que les tocó con Hugh Jackman. Lo malo es que el efecto sorpresa de Jackman se diluye y pierden en cada revisionado.

En cambio con el Hulk de Ang Lee me pasa lo contrario. La primera vez me gustó poquito, sobre todo porque me cabreaba que se saltara a la torera montones de características del personaje de los tebeos (¿cuanto mas se enfada mas fuerte gigante se hace?), pero cada vez que la vuelvo a ver le encuentro puntitos disfrutables. Será que a estas alturas me he relajado porque doy por perdido que las contrapartidas cinematográficas se ciñan a las comiqueras.

En realidad solo salvo partes de estas películas. La parte del prueba/error del primer Spiderman de Raimi es divertida, el resto flojito. La segunda es la mejor, no solo de las de Spidey, sino de todas las pelis no producidas por Marvel, aunque la mayor parte del mérito es de Octopus.
La primera de los 4F es insalvable, pero la segunda tiene un Silver Surfer visualmente acojonante.
Los Iron man están de puta madre y mejoran al personaje original, pero tienen tramos finales chuguísimos.
Incluso Los Vengadores es una peli imperfecta y con algunos fallos gordos de ritmo, pero creo que es la que marca el camino a seguir. No tanto por la producción como por ser capaz de proponer la mezcla justa de diversión y drama que necesitan estas pelis. Por ejemplo, el momento en que Ruffalo, un actor que nunca me había gustado hasta entonces, se convierte en Hulk mientras se gira y clava en el suelo de una hostia a la ciberbabosa gigante es historia del cine. Creo que lo que la mancha que dejé en la butaca no era de pis sino de adrenalina. Y mucho mejor en cada revisionado.

the drummer
the drummer
Lector
7 abril, 2013 21:38

a ver, si somos rigurosos, dejamos de lado el cariño que les tenemos a los personajes y consideramos únicamente los valores cinematográficos de las cintas, de todas las pelis de personajes marvel sólo aprueban la de iron-man, la del capi y la de los vengadores, el resto se mueven entre el insuficiente y el muy deficiente.

pd1: bueeeeno, estirándose un poco podría haber algún suficiente más (pero habría que estirarse)

pd2: es una opinión basada en mi propio gusto (que es personal e intransferible), así que no os tiréis a degüello

Ocioso
Ocioso
Lector
8 abril, 2013 14:45

Jordi T. Pardo :ha comentado: Luego hay algunas, pese a ser deficientes o no ser una maravilla, tienen alguna cosa rescatable como (…) o, sí, Howard el Pato.

¡El culito de Lea Thompson!

billyboy
billyboy
Lector
9 abril, 2013 13:23

 Yo lo unico que le resto puntos a las adpataciones de Marvel al cine es la obsesion con que al actor se le vea la cara mientras esta con el traje de superheroe,como si no hubiera ya suficientes escenas ya con su identidad civil como para estar perdiendo la mascara cada dos por tres o desenmascarandose ante alguien,en la Spiderman de Marc Webb esto llega a limites de verguenza ajena.