Blackface Banjo

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Edición nacional / España: Blackface Banjo. Enero 2015, Spaceman Books.
Edición original: Blackface Banjo. Abril 2013, Sabarcane.
Guión, dibujo y tinta: Frantz Duchazeau.
Formato: 144 páginas en B/N editadas en cartoné.
Precio: 22 €.

 

Desde luego, hay algo en el arte de Frantz Duchazeau que salta a la vista. Esto es: todo parece fácil. Hay una agilidad en el trazo, un ritmo en ese lápiz, que hipnotiza al lector. El uso continuado de planchas de nueve viñetas ayuda a esa sensación, al crear una cadencia que se rompe pocas veces, recurriendo a planos similares para hacer avanzar la acción. De hecho, con una somera mirada, las páginas del autor de El Sueño de Meteor Slim, aparecen como una suerte de storyboard de peli de animación, donde cada viñeta, desde una perspectiva calcada de la anterior, añade un gesto, un movimiento a la figura protagonista, dando la sensación de que si viésemos avanzar esa viñetas proyectadas a 24 fotogramas por segundo, disfrutaríamos de un corto animado de la Disney. Y es que algo hay de ese blanco y negro primigenio del genio Walt en este Blackface Banjo. No en vano, su ubicación temporal es la que dio pie al poco a las sesiones de a nickel, donde vieron nacer, desde su cuna del teatro de variedades, tanto el slapstick como los cortos animados, pilares ambos del tipo de espectáculo que describe este álbum.

Al grano. Blackface Banjo cuenta la historia de una vagabundo famélico en el Estados Unidos segregacionista del siglo XIX. Este mendigo, negro y con una pata de palo, aparece de la nada con un agujero en el estómago tan grande como su ingenuidad. Avatares del destino le llevan a coincidir con un cantamañanas de feria, un embaucador vendedor de falsos elixires medicinales que le embarca en una ruta por el país vendiendo sus productos. Blackface se convertirá en uno de sus conejillos de indias al simular una vitalidad pasmosa tras beber sus brebajes, junto a un indio de capacidades ilusionistas y demás troupe. Por causas que no voy a desvelar, Blackface consigue un banjo y descubre su pasmosa capacidad para sacar los mejores sonidos de semejante instrumento. Su benefactor, avida dollars, ve la ocasión perfecta para forrarse, de modo que lo lleva de gira por una América racista y bruta, acostumbrada a espectáculos de variedades donde a los únicos negros que permiten sobre el escenario son a aquellos actores blancos pintados de betún, que ejecutan gags soeces riéndose de la supuesta estupidez de los negros.

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Esta premisa hubiera sido transformada, en manos de otro, en un alegato contra el racismo con un pie en el melodrama ramplón. Duchazeau certifica su buen gusto al ser capaz de exprimir comedia de semejante tema, sacando mejor partido al mismo y demostrando una capacidad intelectual más elegante. Y mientras logra sacarnos unas sonrisas, su alegato antiracista funciona a las mil maravillas. Pero ojo, el francés no sólo se ríe de los blanquitos racistas, sino de los negritos ingenuos, los indios aprovechados y las mujeres inocentes. Una delicia.

Duchazeau ya incidió en estos temas en el memorable El sueño de Meteor Slim, publicada en España por Ponent Mon en 2009, y si allí existían ciertas gotas de humor, su crudo final no dejaba lugar a dudas respecto al tono de la historia. En cambio, en este Blackface Banjo, el francés se suelta la melena y tira por la parodia y la bufonada, haciendo una lectura menos profunda, menos afectada, pero igual de amena. Esto implica que su trazo sea más libre, sus fondos menos definidos y sus tintas menos cargadas, lo que no resta calidad. Como comentaba más arriba, sus figuras son aquí más dinámicas que nunca, vibrando todas con una plasmación del movimiento que les otorga vida palpable y visible. El propio baile del protagonista sobre su pata de palo, sus hazañas con el banjo, las peleas y huidas, las noches de espectáculo con sus hordas de paletos. En fin, una delicia visual, que logra arrancar carcajadas solo con la imagen, en la mejor tradición de Buster Keaton o Harold Lloyd.

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Esta capacidad para narrar sin palabras se convierte en otro de los alicientes de la obra, donde los diálogos se traducen en gran cantidad de ocasiones en iconos y gestos que pueblan los bocadillos que surgen de los personajes cuando estos tratan de hacerse entender. Tanto es así, que el mismo Duchazeau se ríe de este concepto, dando pie a una suerte de metalenguaje burlón, otro de los hallazgos de un álbum que no debería perderse en los estantes rebosantes de novedades de unas librerías que, libreros dixit, no pueden con esta marabunta de títulos. ¡Corre a por él!

  Edición nacional / España: Blackface Banjo. Enero 2015, Spaceman Books. Edición original: Blackface Banjo. Abril 2013, Sabarcane. Guión, dibujo y tinta: Frantz Duchazeau. Formato: 144 páginas en B/N editadas en cartoné. Precio: 22 €.   Desde luego, hay algo en el arte de Frantz Duchazeau que salta a la…

Review Overview

Guión - 7
Apartado Gráfico - 7
Interés - 7

7

Aunque no a la altura de Meteor Slim, Duchazeau vuelve a España con una obra de indudable interés.

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Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
7 enero, 2015 8:29

Si necesitase alguna razón más para querer pillármelo, tu reseña habría acabado por convencerme.

Le tengo unas ganas locas a este tebeo desde que salió anunciado.

Bajavoz
Bajavoz
Lector
7 enero, 2015 13:47

En la última visita a la librería estuve entre éste y La Enciclopedia de la Tierra Temprana. Cayó el segundo, pero sin duda me haré con este en cuanto pueda.

Meteor Slim me gustó y hace poco me acordé de ella mientras veía A Propósito de Llewyn Davis.

Ocioso
Ocioso
Lector
7 enero, 2015 13:52

A mi también me gustó Meteor Slim y este pinta todavía mejor, al menos en el apartado gráfico. Queda en lista de espera.

blumini
blumini
Lector
7 enero, 2015 14:07

Yo me he leído en estas fiestas el Meteor Slim y lo disfruté bastante (a veces con canciones de Robert Johnson de fondo). Así que es posible que este caiga.

Cambiando radicalmente de tema, que tristeza lo de París. Según la prensa, entre las víctimas están el director de la revista y uno de los dibujantes. Mierdamundo

Ocioso
Ocioso
Lector
7 enero, 2015 14:17

Hostia, no sabía nada…

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
8 enero, 2015 9:49

Menuda salvajada lo de París.

Todo extremismo es malo. Pero el extremismo religioso es especialmente deleznable. Radicales azuzados por hijos de puta que pretenden que el mundo se rija por el miedo y la ignorancia.