Arno

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Edición original: Arno: Le Pique Rouge/ L’Oeil de Keops/ Le Puits Nubien (Glénat, 1984/1985/1987).
Edición nacional/ España: Arno (Glénat, 1999).
Guión: Jacques Martin.
Dibujo: André Juillard.
Color: Sin acreditar.
Formato: Tomo cartoné 150 págs.
Precio: 3.200 ptas.

 

La ficción histórica en el cómic, aunque menos presente en lo alto de las listas de venta que en el caso de la literatura, cuenta, sobre todo en Europa y Japón, con una larga y fructífera trayectoria: Murena, Las siete vidas del gavilán, Los pasajeros del viento, El árbol que da sombra, La época de Botchan o Príncipe Valiente son solo algunas muestras deslumbrantes. Jacques Martin, con su popular cabecera Alix (entre otras), se significa como uno de sus cultivadores más entregados. También André Juillard frecuenta el género, sobre todo a las órdenes de Patrick Cothias o Yann. Ambos se encontraron en Arno, serie de seis volúmenes de los cuales a España han llegado los tres primeros (los dibujados por Juillard) en un tomo unitario publicado por Glénat en 1999.

«Julio de 1797: Napoleón Bonaparte, que aún no es más que un fogoso y ambicioso general, entra en Venecia. La ciudad de los Doges teme por su futuro, al tiempo que se prepara para seducir a su conquistador. Sin embargo, tras el fasto desplegado, una sociedad secreta se revela, firmando atentados bajo el seudónimo «La Pica Roja». Su misión: eliminar al jefe del ejército francés. De Venecia a la campaña de Egipto, el destino de Arno Firenze, un joven músico veneciano, se verá ligado al del futuro emperador e intentará protegerlo a toda costa del misterioso complot
[Extracto de la contraportada]

Arno se mueve, como tantas obras de su clase, entre la reconstrucción fidedigna del tiempo pasado (especialmente sus accesorios más vistosos: indumentarias, armas, vehículos, etc.) y la novela de sucesos, esto es, la aventura sin tregua que desplaza al héroe de peligro en peligro y de lugar en lugar, mejor cuanto más inhóspito, salvaje y rocambolesco. Conocemos los ingredientes: la identificación con el héroe, el choque entre culturas, la amistad, el amor, la traición, la venganza… y, claro, el paisaje, pues no hay aventura sin espacios abiertos, sin una toma en que un marino mira absorto el ancho mar, un vaquero otea la línea temblorosa del horizonte, un expedicionario contempla circunspecto el páramo helado, etc. Arno empieza como una conjura de folletín, con malvados enmascarados que dejan naipes en las escenas de sus crímenes (en tales guisas se veía día tras día Roberto Alcázar), y a poco se va desmenuzando en trifulcas coloniales (con la preceptiva “confraternización” con el autóctono) y una ulterior expedición punitiva cuyo desenlace anuncia una vuelta a los orígenes… eso sí, con un Arno más sabio, rico y desencantado, como en la más célebre novela de venganza: El conde de Montecristo. Así cierra el primer ciclo, el recogido en el libro que reseño. Demasiados referentes, demasiadas cartas en juego (perdón por el chascarrillo) para que la obra conserve la unidad de tono. La banda terrible, infiltrada en los estamentos venecianos, que en la primera entrega (titulada -no podía ser de otro modo- La Pica Roja) pone al joven Napoleón contra las cuerdas, se diluye paulatinamente en un deus ex machina en los episodios segundo (El Ojo de Keops) y tercero (El Pozo Nubio). Claro que es arriesgado juzgar sin conocer la obra completa (aunque aquí se nos vendiera como tal). El regreso de Arno a su tierra apunta a la reactivación de este fleco, aparcado durante la cruzada vengadora que preside el tercer capítulo.

Admito con rubor mi asignatura pendiente con Alix, del que solo he catado, hace años, un par de volúmenes (para colmo, discontinuos). No estoy en disposición de valorar, en consecuencia, si el atropello de acciones, los olvidos clamorosos y los bandazos argumentales presentes en Arno son una constante de su autor. Certifico que aquí se dan, y con frecuencia. Tal parece no saber a qué carta quedarse (perdón, de nuevo). Valga de muestra el trato a la familia que rescata de la laguna al protagonista en la primera entrega. Martin planta varias pistas sobre su relevancia, incluso amaga un «running gag», para, a continuación, si te he visto no me acuerdo. Otros secundarios sufren igual destino. Insisto: es arriesgado juzgar sin conocer la obra completa. Algunos de estos personajes reaparecerán -no me cabe duda- en el segundo y último ciclo, cuya conclusión apareció en Francia en 1997. En cualquier caso, atendiendo a lo publicado en España, se detecta un si es no es de improvisación que redunda en una estructura deslavazada de raíz.

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Arno se disfruta con el abandono cómplice del serial, ese que prima la peripecia jugosa sobre la cohesión dramática, diversión sin prejuicios para la que tan bien dotada está la historieta, con el plus de un dibujo que no es de este mundo. Porque a la labor de Juillard no cabe poner ni un pero. El tebeo es una delicia visual. Uno de esos raros ejemplos en que el dibujo es tan extraordinario que no lo paladeas del todo hasta que te sumerges en las viñetas y te dejas embriagar por el rico detalle, ese que transmite vida y no abigarramiento. Tal perfección formal es confundida a veces con frialdad, pero esto solo puede sostenerse sin leer las páginas, pues estas poseen una fluidez interna que lleva al ojo inadvertidamente, con un tempo manso y característico que es casi un estado de ánimo. Juillard es un maestro de la línea y confía en el color para los volúmenes. Sus planchas lucen diáfanas, con las manchas de negro desterradas. Tal vez por ello le pesan las escenas nocturnas. Hay pocas y, cuando tocan, son el equivalente en papel de la «noche americana» del cine. Difícil lo tiene su sustituto (Jacques Denoël) para estar a la altura.

Acorde a la tradición clásica -la que parte del mundo heleno-, Arno cambia con la travesía. No es un convidado de piedra dispuesto a la acción, ni «el mejor en lo que hace», ni sus habilidades le granjean la admiración general, ni siquiera sus motivaciones son toda vez honestas e ideales. Sí se percibe, empero, una visión «moderna» (es decir: actual) de la política, que resulta en el desprecio de los privilegios de clase y la notable ausencia de racismo. Recordemos que a fines del siglo XVIII ni siquiera estaba abolida la esclavitud y las libertades públicas distaban bastante de lo que hoy consideraríamos el mínimo esencial. La incongruencia sirve para que simpaticemos con el pianista italiano reconvertido en aventurero a su pesar, un héroe renuente del gusto europeo, tocado de una vena melancólica y sobrepasado por la violencia del mundo.

Con la apuesta vigente en nuestro mercado por el volumen integral y la afición del público por las andanzas históricas va siendo hora de recuperar y concluir esta entretenida serie ilustrada soberbiamente.

  Edición original: Arno: Le Pique Rouge/ L'Oeil de Keops/ Le Puits Nubien (Glénat, 1984/1985/1987). Edición nacional/ España: Arno (Glénat, 1999). Guión: Jacques Martin. Dibujo: André Juillard. Color: Sin acreditar. Formato: Tomo cartoné 150 págs. Precio: 3.200 ptas.   La ficción histórica en el cómic, aunque menos presente en lo…
Guion - 6
Dibujo - 9
Interés - 7

7.3

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Miki
Miki
Lector
17 marzo, 2016 13:01

Éste es uno de los primeros álbumes europeos que adquirí, sin contar Astérix y similares, movido por el nombre de Jacques Martin más que por el arte de Juillard (aunque ya lo conocía de las Siete vidas del gavilán) y siempre lo he recordado como muy apresurado en la trama (sin contar que no sabía que sólo era la mitad de lo publicado en Francia, quizá Netcon2 o, ahora, Coeditum nos traigan la aventura completa).
A ver si le doy otra lectura y me gusta más, que a lo tonto hace quince años que no lo abro.

Alejandro Ugartondo
Autor
17 marzo, 2016 16:59

No conocía esta obra pero Juilard es siempre un valor seguro y un buen reclamo para acercarse a cualquier propuesta. Gracias Javier.