ZN Cine – Crítica de Bienvenidos al fin del mundo de Edgar Wright

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Bienvenidos al fin del mundo_Poster

Dirección: Edgar Wright
Guión: Edgar Wright y Simon Pegg
Música: Steven Price
Fotografía: Bill Pope
Reparto: Simon Pegg, Nick Frost, Paddy Considine, Martin Freeman y Eddie Marsan.
Duración: 109 minutos
Productora: Working Title y Universal Pictures.
País: Gran Bretaña
Calificación:

 

Sinopsis:
En las afueras de la pequeña ciudad de Inglaterra de Newton Haven, cinco adolescentes deciden celebrar su graduación en el instituto con un épico recorrido de pub en pub. A pesar de su entusiasmo y después de beber un buen número de pintas, no consiguen llegar al último pub de la lista, “The World’s End” (El fin del mundo). Veintitantos años después, “los cinco mosqueteros” se han convertido en maridos, padres y profesionales, con la notable excepción de su locuaz líder Gary King (Simon Pegg), que ya pasa de los cuarenta y continúa atrapado en sus años de adolescencia. El incontrolable Gary, consciente de la creciente distancia que le separa de su antiguo mejor amigo Andy (Nick Frost), está empeñado en intentar hacer el famoso maratón alcohólico de “La milla de oro”. Convence a Andy, Steven (Paddy Considine), Oliver (Martin Freeman) y Peter (Eddie Marsan) de que deben repetir la hazaña que dejaron inacabada, y quedan en verse un viernes por la tarde más bien por hacerle un favor a Gary por las pena que les da que por otra cosa.

A medida que los cinco intentan reconciliar el pasado y el presente, una serie de encuentros cada vez más peligrosos y descabellados con personas y lugares que frecuentaban les hacen darse cuenta de que no solo deberán luchar por su futuro, sino por el de toda la raza humana ya que parece ser que se una entidad alienígena está sustituyendo los habitantes del pueblo por replicas idénticas. Llegar al pub “The World’s End” será la menor de sus preocupaciones.

Gracias al estreno, cinco meses después que en Gran Bretaña, de Bienvenidos al fin del mundo además de nuestra crítica, vamos a repasar la carrera de Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost, los tres amigos y artistas que nos han brindado entre otras cosas la trilogía del Cornetto de tres sabores cuya culminación es la película que da pie a este artículo.

El último Cornetto, la última cerveza por Samuel Secades

El principal problema que tengo con Bienvenidos al Fin del Mundo (de aquí en adelante me quedo con su título original, The World’s End), el esperado final de la mítica Trilogía del Cornetto, es que veo dos películas donde debería haber sólo una. No es un problema que me impida ver a la cinta de Edgar Wright como una buena película, incluso como una gran película. Pero me temo que la aleja del Olimpo a la que debería pertenecer por todo el talento que lleva dentro, empezando por el usual buen hacer de Wright detrás de las cámaras y siguiendo por el colosal reparto comandado como siempre por Simon Pegg y Nick Frost. O quizás no. Definitivamente es una película que cuanto más pienso en ella menos tengo claro si me ha gustado o ha sido una decepción. Por eso me gustaría hacer un pequeño experimento que me ayude a intentar confirmar uno de mis argumentos para amar The World’s End y es tomarme una buena pinta de cerveza mientras escribo esta reseña. No suelo beber al escribir pero haré una excepción en pos de abrir nuevos caminos en el trillado mundo de la crítica cinematográfica.

Y es que hay mucha más historia que contar en The World’s End de la que había en sus predecesoras y son tantos niveles en los que habla al espectador que es difícil abordarla sólo desde un punto de vista. Sobre el papel es la historia de una pandilla de amigos que deciden rememorar la noche más loca de su juventud recorriendo los doce pubs de su pueblo a la vez que salen a la luz viejas rencillas, traumas y en definitiva cuentas que dejaron sin saldar. El reto es completar el recorrido que no pudieron conseguir aquella noche llegando al último pub, The World’s End. Una pinta en cada pub. Y cada pub, una etapa que les acerca más a la redención. Es aquí, sobre el papel, donde The World’s End se muestra más fuerte con una historia a priori en crescendo, pero también donde se encuentra su mayor escollo. Es una idea demasiado grande para tomársela en serio (o en broma). Es una historia tan buena que es imposible de abordar desde la sobriedad. Así que vamos con esa pinta…

Bienvenidos al fin del mundo_Imagen01

The World’s End tiene una primera media hora ejemplar, como es norma en los arranques de Wright. Montaje rápido, presentación de personajes, diálogos rápidos. De hecho es tan ejemplar que la mayoría de temas ya los tenemos puestos sobre la mesa casi desde el primer pub que visita la pandilla. El síndrome de Peter Pan que sufre el personaje de Gary King, detonante de la reunión, alcohólico, drogadicto y al que Pegg insufla de vida y verborrea como nunca le hemos visto hacer en su carrera. King enfrenta al resto de la pandilla con su pasado, reviviendo la mejor noche de sus vidas, la que marcó el fin de su juventud y su paso a la madurez, y de ese modo les hace ponerse frente a un espejo deformante en el que vemos que la vida no volvió a ser la misma tras aquella noche. Y la prueba es que ya ni siquiera les reconocen en su propio pueblo y todo les resulta extraño y fuera de lugar.

Y aquí supongo que comienzan mis problemas con la película. A pesar de saber hacia dónde va la película, conocer el argumento y haber visto los tráilers, cuando se da el primer giro hacia esa otra vertiente de la historia como espectador no quiero que esa otra película dé comienzo. Porque estaba todo tan bien planteado hasta ese momento que salir de ahí y meternos en peleas gore y ciencia ficción no resulta todo lo divertido que debería. Como anécdota se entiende (pocas veces estuvo tan bien traído ese aire de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos como al ver los pubs clónicos, los barman huraños o los transeúntes repetidos durante el día y la noche) pero como eje vertebrador de la segunda parte de la cinta es excesivo. Porque los personajes ya estaban llevando solos el peso de la cinta sin ayuda. Pero eso sería otra película, una que definitivamente Wright no quería hacer. Una que sí, puede que fuera mejor, pero que traicionaría el espíritu de la trilogía. En ese aspecto no temáis, porque Wright será fiel a su estilo y a pesar de las coreografías y las tramas alienígenas no soltará de la mano a sus personajes ni perderá de vista a dónde quiere llegar aunque le sobren etapas.

¿Recordáis aquel capítulo de Los Simpson en el que Homer tiene que amenizar con un número de humor una gala del Sr. Burns y justo antes de empezar su actuación anuncian por megafonía que han atropellado a un perro en el parking?. Pues eso es lo que le pasa a veces a The World’s End. Alcanzar un equilibrio entre el humor y el drama es algo complicadísimo (aunque Woody Allen lleve décadas haciéndolo parecer sencillo). Wright lo sabe y sabe que tendrá que sacrificar el ritmo de relojería que tenían Shaun of the Dead y Hot Fuzz. Sus personajes tendrán que avanzar ya no sólo a ritmo de peleas y gags sino también a fuerza de revelaciones, de confesiones y redenciones. A veces funciona. Otras no. Es un riesgo honesto que se cobra su precio pero también nos recompensa como espectadores desgraciadamente poco acostumbrados a cineastas dispuestos a correrlos.

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En ese aspecto hay un poso triste en la película que nos deja claro el paso a la madurez como cineasta de Wright. Visto así, el cierre de la Trilogía del Cornetto puede entenderse como el mejor ensayo posible sobre lo que significan las terceras partes. Ya no hay factor sorpresa. Lo mejor de la fiesta ya ha pasado. Sólo queda un avanzar implacable hacia el desenlace que marcará el fin definitivo de la historia. Historias que viven de las glorias de sus predecesoras, como los protagonistas de la película viven del recuerdo de aquella noche y de sus contrapartidas del pasado. Un pasado al que nunca podrán volver por mucho que intenten reconstruirlo. Es El Padrino III tras El Padrino II. Es El Retorno del Jedi tras El Imperio Contraataca. Las terceras partes siempre son más tristes.
Por eso quizás The World’s End es la película menos indicada para ver sobrio. Porque todos nos hemos envalentonado con un par de copas en el cuerpo y aquí, finalmente, está la mayor virtud de The World’s End, ese momento que enciende la chispa y te mete en el bolsillo sin remedio.

Tras la tercera pinta y unos cuantos chupitos los dramas, las adicciones, los rencores y reproches, los desamores y las invasiones alienígenas les importan un pimiento. Sólo importa llegar al siguiente pub, beber la siguiente pinta, tachar el pub de la lista y avanzar hacia el siguiente, ponerles nombre a los extraterrestres (lo mejor de la película), enrollarse con las macizas del instituto, ir al baño a mear y volver a la mesa. Porque si tras ver Cuenta Conmigo, de la que The World’s End no deja de ser una revisión bastarda y cínica, te apetecía llamar a tus amigos de la infancia e irte de excursión, cuando termina The World’s End en lo único que piensas es en quedar con tus colegas a tomar unas cervezas y arreglar el mundo (nunca mejor dicho). Porque sabes cómo suelen acabar esas veladas. En la épica de las mejores noches de tu vida.

Ah, sí, que qué me ha parecido entonces The World’s End. Pues a decir verdad mejor que cuando comencé a escribir esta reseña. Esperad que le pegue el último trago a la pinta. ¿Por dónde iba?. Ah, sí, la nota. Qué coño, obra maestra.

Hay un amigo en mí (o tres) por Enrique López

Otra cosa no, pero la procedencia de estos tres figuras que toca analizar es innegable viendo sus trabajos, obviamente Inglaterra. Nacidos en los 70, Wright, Pegg y Frost siempre han tenido una gran afición por todo aquello que huela a ciencia-ficción y cultura pop, sobre todo los dos primeros.

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Por si no les conocían: Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost.

Edgar Wright (Poole, 1974) pronto mostró una afición más que anecdótica por lo audiovisual; gracias a una cámara Super 8 regalada empezó a rodar sus cortometrajes caseros que venían a ser un reflejo de toda esa gran cantidad de películas, cómics y videojuegos de los que es un consumidor voraz. En el apartado fílmico sus referentes son por citar algunos: En busca del Arca perdida, Star Wars, Arizona baby, Un hombre lobo americano en Londres, La noche de los muertos vivientes, Harry el sucio, Regreso al futuro, Le llaman Bodhi, Posesión infernal, El bueno el feo y el malo, etc. El mundo de los superhéroes lo refleja en su corto Carbolic Soap y su devoción por el cine de acción con su mediometraje de 1993 Dead Right, amalgama de todos los tópicos del thriller policíaco que se puede encontrar en el DVD de Arma fatal.

Ese aire distendido tanto argumental como visualmente sigue en su primer largometraje de 1995 A fistful of fingers (Por un puñado de dedos). Esta menos pero aún casera producción, como no, remite a Sergio Leone y el spaghetti western. Abordada como una comedia absurda, casi se convierte en una spoof movie, una parodia de los engranajes y personajes de las películas del oeste en una constante concatenación de gags surrealistas cuyo acierto va a ratos. El uso de efectos de claro y obvio bajo presupuesto no se esconden y casi se enfatizan para generar más comicidad y así permitir casi un juego visual que no se pone límites. Difícilmente localizable, por la red se pueden encontrar los títulos de crédito de la película, realizados por Oscar, el hermano de Edgar, que es dibujante de cómic y que ha colaborado estrechamente con él en sus trabajos ya sea con los storyboards o diferentes aspectos artísticos.

A fistful of fingers a pesar de su estreno en un cine, consiguió ser estrenada por el canal Sky Movies. Dado el bajo presupuesto y alocado resultado de su ópera prima, Edgar Wright no esperaba sacar mucho rédito de ella, sin embargo su humor y estilo llamó la atención de David Walliams, humorista británico que se haría mundialmente famoso por ser junto a su amigo Matt Lucas el creador de Little Britain. Esta pareja le contrató en 1996 para su serie Mash and Peas de 9 episodios que no dejaba de ser una sucesión de gags y personajes para su lucimiento. Wright empezó así en televisión dirigiendo únicamente, aunque ese mismo año tendría la oportunidad de ser también guionista junto al ya mencionado, y ya amigo, Walliams en los seis episodios que duraría Asylum, otra serie construida a base de situaciones cómicas pero más serializado y que estaba ambientada en un psiquiátrico, lo cual permitía al realizador británico jugar con la atmósfera y emular sus adorados films de terror. Podía impregnarle un poco de su incipiente estilo a un tipo de serie que no deja mucho margen de maniobra en cuanto a su realización.

Esta serie a pesar de su nulo éxito, hizo que Wright se juntara con dos figuras que serían importantes como Jessica Hynes (o Stevenson artísticamente) y definitorias como lo sería Simon Pegg (Brockworth, 1970). Este actor graduado en teatro por la Universidad de Bristol es un gran amante de la ciencia-ficción, concretamente Star Wars y Doctor Who, además del terror, George A. Romero es uno de sus ídolos. Su carrera como intérprete empezó a principios de los noventa en Londres; gracias a su facilidad para hacer reír consigue muchos trabajos de monologuista en clubs y en algún que otro programa de televisión del estilo. En la ficción televisiva empieza en 1995 con Six pair of pants, programa cómico de 25 minutos para Channel 4 en el que seis actores escriben e interpretan a un variado elenco de personajes en diferentes sketches.

No fue nada rompedor dentro del panorama muy común, y trillado por aquel entonces, de la fórmula de gags breves, aún así Pegg y Hynes formarían una pareja con inventiva que se mantuvo a lo largo de diferentes trabajos interpretativos y sobre todo creativos como lo demostrarían en 1999 creando Spaced. Antes de esto, el encuentro entre Hynes, Pegg y Wright en Asylum sería muy prolífico para la propia serie, ya que los actores pudieron aportar elementos en los guiones, como para el devenir de los tres. Wright encontró en Pegg un igual a nivel generacional pero sobre todo cultural, ya que los dos compartían unos gustos y devoción por ellos muy similares y complementarios.

Tras pasar por varios productos televisivos similares a los que ya había hecho con humoristas, como Alexei Sayle’s Merry-Go-Round, Is It Bill Bailey? o Sir Bernard’s Stately Homes (otra vez con Matt Lucas y David Walliams), Edgar Wright se embarca entre 1999 y 2001 en Spaced donde su colaboración con Jessica Hynes y Simon Pegg le aportaría un enfoque más cotidiano y menos surrealista a sus historias y gags pero sin renunciar para nada a las fantasías y ensoñaciones de tinte freak.

Recordando mucho a Kevin Smith, Spaced retrata a un grupo de casi treintañeros perdidos en la vida, insatisfechos profesional y sentimentalmente. A su vez la inmadurez se vuelve un tema clave que luego Pegg y Wright desarrollarían casi constantemente en sus películas; esa inmadurez les lleva a afrontar la monotonía diaria tirando de su imaginería audiovisual: películas, cómics y videojuegos. Un aspecto importante dentro de esta serie, es que a medida que avanza el director británico se suelta el pelo por llamarlo de alguna manera a la hora de manejar la cámara y empieza a cimentar esos recursos visuales tan rápidos, llamativos y dinámicos que son casi una marca de la casa. Por otro lado tenemos la aparición de otra figura clave como es Nick Frost (Londres, 1972), que debutaba como actor en Spaced gracias a que era el mejor amigo de Simon Pegg. Su fogueo aquí le permitió crecer interpretativamente y a la vez conectar con Wright por las mismas vías referenciales que lo había hecho Pegg.

Antes de realizar su segunda película en 2004, Wright se encarga de varios anuncios y videoclips, como algunos del grupo The Bluetones que le permiten subsistir, como sus dos compadres por su parte en diferentes ficciones televisivas, mientras prepara con Simon Pegg el guión de Zombies Party (Shaun of the dead). Casi como una extensión de Spaced, la historia de Shaun, un dependiente de una tienda de electrodomésticos cuya novia le ha dejado y que de la noche a la mañana se enfrenta a una ola zombi reincide en la cotidianidad con su humor y miserias a la vez que la rompe y la pone de bruces contra un elemento extraordinario.

Los grandes valores que hicieron de este film un auténtico éxito parten de una pareja protagonista con gran química que recae en el tema de la inmadurez, como queda sobre todo reflejado en el personaje de Ed interpretado por Nick Frost. Su dilatada experiencia en videojuegos y películas de género parece que les ayudan a afrontar sin demasiado estupor ese apocalipsis zombi y salir por fin del día a día de sus grises vidas en trabajos que no les gustan como Shaun o del paro como Ed, aunque este último no cambie casi de actitud ante todo haya o no zombis. Wright y Pegg conocen de sobra el género y saben hacer una película que a pesar de su humor es una película de zombis con todas sus tópicas situaciones, incluidas las dramáticas que rompen esa cadencia humorística que tiene el espectador y que le recuerda que está en una cinta de muertos vivientes y que aquí la gente muere y de manera “muy” sangrienta. El gore es un aspecto que se repetirá a lo largo de la trilogía del Cornetto así como la acción, elemento que en esta primera entrega resulta más paródica y humorística, por lo penoso de su ejecución por parte de los protagonistas.

El mencionado Cornetto tiene su primera aparición en una de las secuencias más brillantes de la película que llevan a Shaun a comprar en la tienda del paquistaní de al lado de su casa el susodicho helado. El control del tempo del gag en plano secuencia está perfectamente medido para que repitiendo el mismo trayecto hecho en una secuencia anterior, veamos la llegada de la epidemia al barrio del protagonista. Esto a su vez retrata otra crítica constante en las películas de este trío como es el proceso de alienación de la comunidad donde vive el protagonista y en el que él mismo puede caer. Esa monotonía en la ejecución de todo lo que se hace, ese rutinario desplazamiento de casa al trabajo o al pub da que pensar si ya la gente era algo zombi antes de la infección, al igual que en Bienvenidos al fin del mundo cuestiona soterradamente si la sociedad no se había vuelto un poco autómata.

Zombies party cimenta un estilo que se consigue dar a conocer a todo el mundo y que gusta además. Marcará el referente a partir del cual se compararán los demás trabajos de este trío y creará una especie de familia creativa que parte de la productora Nira Park, que se encargará de todos los proyectos cinematográficos de Wright y Pegg, a los que ya conocía de Spaced, y que prosigue con una lista de actores que aparte de los dos protagonista formarán una familia en subsiguiente productos como son Martin Freeman, Rafe Spall, Bill Nighy o Michael Smiley y Julia Deakin que ya venían de la citada Spaced. De ese pasado laboral de Wright y Pegg podemos encontrarnos en la cinta con Jessica Hynes como exnovia de Shaun o Matt Lucas como doppelgänger de Ed en ese grupo tan similar al del protagonista que lidera la misma Hynes.

Tras el éxito de esta primera colaboración cinematográfica, habría que esperar tres años para que volviera a juntarse nuestro particular trío calavera. Wright dirigiría algún que otro videoclip más, como los de su novia por aquel entonces Charlotte Hatherley en los que volvería a meter a sus amigos y ayudaría en diferentes apartados sin acreditar a antiguos colaboradores y amistades como en la serie The Mighty Boosh. A Pegg y Frost la popularidad les permitió ascender en los papeles que les ofrecían, sobre todo en televisión, destacando el primero que participa en más películas y se cruza en el camino de J.J. Abrams en Mission Impossible 3, una relación que a posteriori se desarrollaría más.

En 2007 se estrena Arma Fatal (Hot Fuzz), éxito de taquilla en Gran Bretaña y EE.UU. que aprovechó el todavía latente tirón de la primera entrega del Cornetto. Dejando a un lado el apartado fantástico, la película cuenta la historia del excesivamente aplicado sargento Angel que es traslado por su abrumadora eficiencia de Londres al pueblo inglés con el menor índice de criminalidad. Allí tendrá de compañero al incompetente e infatiloide Danny Butterman, con el cual tendrá que lidiar con el aburrimiento que se ve roto por una extraña serie de “accidentes” que apuntan a una conspiración.

La cinta es un claro homenaje al cine policiaco y de acción de las buddy movies tanto en su desarrollo mezclado con comedia como en los referentes claros que introduce a través del personaje de Nick Frost, que vive atrapado por sus películas de cabecera que son Le llaman Bodhi y Dos policías rebeldes II. A su vez el film evoca al western al hacer del pequeño pueblo de Sandford una localización del género como podría ser la de Sólo ante el peligro o cualquier spaghetti western y convertir al sargento Angel en un Clint Eastwood particular. Arma Fatal también entronca con el cine de terror más británico, asemejándose en cierta manera a títulos como The Wicker Man o de la productora Hammer. El concepto de un grupo pequeño contra la comunidad vuelve a repetirse y se lleva al terreno del costumbrismo elevado aún más por una galería de personajes y una localización tan idílicamente inglesa, que en Bienvenidos al fin del mundo vuelve a aparecer.

Quizá se trate de la entrega de la trilogía del Cornetto menos redonda pero aún así resulta altamente entretenida. La química entre los protagonistas sigue intacta pero vemos a un Simon Pegg que se sale de su personaje de perdedor, volviéndose un policía perfecto que poco a poco se va humanizando y que disfruta siendo un auténtico badass. A la troupe de Wright que hace, como no, acto de presencia, se une en este caso Paddy Considine, más acostumbrado a papeles dramáticos, y como curiosidad recupera a un comediante para el que Wright había hecho una serie y que había aparecido en Asylum, Bill Bailey, e incorpora en el reparto a Paul Freeman, el mítico Belloq de En busca de el Arca perdida del que tan seguidores son el trío Wright, Pegg y Frost, así como a Timothy Dalton, James Bond o el príncipe Barin de Flash Gordon.

Arma Fatal supone un punto de inflexión porque separa en pantalla por unos años a los tres amigos que toman caminos separados aunque siempre en contacto. En el mismo 2007, Wirght es el encargado de hacer uno de los tráilers falsos que acompañarán en Estados Unidos la sesión doble de Grindhouse de Tarantino y Rodríguez. El tráiler se llama Don’t y claramente bebe del giallo italiano, de autores como Dario Argento, Lucio Fulci o Mario Bava y en definitiva del terror europeo de los setenta.

Aunque brevemente por razones obvias, aparecen Nick Frost como hombre-bebé mongólico, Rafe Spall como el ahorcado o Simon Pegg irreconocible por el maquillaje como melenudo caníbal con cuchillo. Este divertido homenaje al género marca como hemos dicho la última colaboración de nuestro protagonistas en seis años.

Edgar Wright se embarca en la realización de Scott Pilgrim contra el mundo que se estrenaría en 2010. Esta adaptación del cómic del mismo nombre se erige como la obra perfecta para el realizador británico por su alto contenido ultrareferencial. Pudiendo asimismo participar en el guión, Wright produce una obra en el que a nivel de dirección lo da todo, recurre a todo su frenéico arsenal visual para mostrarnos la lucha de Scott Pilgrim por el amor de Ramona y la lucha contra sus siete exnovios malvados.

La película fue un fracaso a nivel de cifras por sus 60 millones de dólares de presupuesto y los 47 recaudados, pero aún así el trabajo de Wright es encomiable por su derroche para la vista, alucinógeno por momentos, en los que la música, el manga y sobre todo los videojuegos cobran vida en unas coreografías perfectamente orquestadas y grabadas que se llevan con mucha menos espectacularidad estética y fantasía a Bienvenidos al fin del mundo. La poca conexión con el público pudo venir por una Universal que no supo vender un producto tan particular como es la obra de Bryan Lee O’Malley, llevado a la pantalla de la única manera posible y por el director que mejor se ajustaba a las fuentes de las que bebe el cómic.

Simon Pegg por su parte encadena más personajes de cierta importancia en películas hasta que vuelve con J.J. Abrams para su reboot de Star Trek donde el inglés interpreta a Scotty. Nick Frost también realiza películas pero sigue más ligado a la televisión, donde protagoniza una serie de ciencia-ficción de bajo presupuesto llamada Hyperdrive. Así llegamos a 2011, año en el que Pegg y Frost escriben y protagonizan Paul, una simpátiza cinta en la que un par de colgados se encuentran con un irreverente alienígena (al que pone voz Seth Rogen) fugado del área 51.

La película fue un moderado éxito, destilaba buenas dosis de ironía y humor de brocha gorda y permitió a estos dos freaks poder trabajar con una de su heroínas, la mítica Ripley, es decir, Sigourney Weaver. Ese mismo año, Edgar Wright participa en el guión de Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio junto a Steven Moffat y su amigo Joe Cornish (que había salido en alguna de sus películas) que le da acceso a conocer a dos de sus directores fetiche, Steven Spielberg y Peter Jackson. En este film también estuvieron Frost y Pegg haciendo los papeles de Hernández y Fernández.

También en 2011 llega a los cines, con éxito por su paso por festivales, Attack the Block del ya mencionado Joe Cornish que cuenta con su amigo Edgar Wright en la producción y Nick Frost en un pequeño papel de traficante de marihuana, planta con la que el actor parece tener una relación muy estrecha. La historia de la película guarda muchas similitudes con las historias de Wright y Pegg, un grupo de chicos de una barriada se enfrenta a una invasión alienígena con sangriento resultado. Poco a poco ya llegamos a 2013 cuando llega Bienvenidos al fin del mundo, tras unos años en los que Simon Pegg sigue apareciendo en grandes producciones como Misión Imposible: Protocolo fantasma o la segunda parte de Star Trek, y Nick Frost más casero también hace acto de presencia en películas como Blancanieves y la leyenda del cazador o con su voz en Ice Age 4 junto a su amigo Pegg.

En un futuro próximo parece que no van a volver a juntarse los tres amigos. Edgar Wright, con ayuda de Joe Cornish, se va a encargar de abrir fuego en la Fase 3 de Marvel con su Ant-Man, Simon Pegg además de la proyectada Misión Imposible 5 y posible inclusión, muy deseada por él, en las nuevas entregas de Star Wars, parece que quiere hacer otros papeles más dramáticos como el que hará en la serie de Frank Darabont Mob City y Nick Frost se moverá más por un ambiente británico en diferentes películas y series. La trilogía del Cornetto de tres sabores (o del salto de vallas) conforma un reflejo de la brillantez y frescura de un grupo de amigos con talento que supieron plasmar un retrato de su cotidianidad fusionado con gran parte de sus inquietudes y fantasías influenciadas por un amplio abanico de películas míticas y en general por muchísimos elementos de la cultura popular de finales del siglo veinte. El gran mérito reside no tanto en haber cogido estos referentes, sino en haber podido construir un discurso propio con estos, un estilo visual y de humor marca de la casa que siendo muy generacional es accesible y entretenido como ninguno.

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Reverend Dust
Lector
30 noviembre, 2013 20:55

Muy buena reseña (acertada en todo) y muy buen resumen de la carrera del trío. La película es una delicia y un cierre perfecto para la trilogía…

…si no fuera porque ese final debería tener secuela sí o sí xD Qué grande, por dios, ese Simon Pegg y sus muchachos robots… Ah, no, que eso significa esclavo 😛

Gracias, Enrique y Samuel 😉

JauriJauriJauri
JauriJauriJauri
Lector
1 diciembre, 2013 4:02

¿era necesario spoilear el final?

Gran película, si señor. Aunqu pierde fuelle en el climax

Pachinko
Pachinko
Lector
1 diciembre, 2013 14:25

En Logroño, aun no la han estrenado. Curiosamente, paso lo mismo con Scott Pilgrim Vs the world…

Tha ki_kua
Tha ki_kua
Lector
2 diciembre, 2013 10:51

Me toca esperar, ya que en el cine de mi ciudad no la han estrenado. De Shaun of the dead y hot fuzz, me quedo con la última. Tiene un guión en la que todo está por algo y con un clímax que ya quisieran muchas pelis de acción «serias».
No me parece bién ese destripe del final de World´s end.

Jordi T. Pardo
Autor
2 diciembre, 2013 12:47

El otro día cuando leí lo del destripe del final estuve buscando en la entrada y no encontré nada raro. Hoy he caido que seguramente hacéis referencia a la sinopsis en la que se habla de alienígenas. Por eso no me había fijado, no he visto la película, pero yo no lo considero destripe porque sólo tenéis que ver el tráiler para comprobar que salen aliens, se habla de robots, personas suplantadas, etc; y queda bastante claro que es una parodia de La invasión de los ultracuerpos. Vamos, para mí es algo evidente porque es la sinopsis de la historia.

R.Axel
R.Axel
Lector
2 diciembre, 2013 15:21

Excelente artículo, yo hasta ahora soy fan del trabajo de este trío, aún no veo The world´s end.
Quiza el único coraje que le tengo a Wright es que Frost y Pegg no fueron la Vegan Police de Scott Pilgrin.
De Wright y Jackson creo que ya se conocían antes, tengo entendido que Jackson hace un cameo en Hot Fuzz (como otros tantos)

Reverend Dust
Lector
2 diciembre, 2013 15:29

Jordi, creo que soy de los pocos que hizo bien en no mirarse ningún tráiler y confiar en el buen hacer de estos chicos. La sorpresa que me llevé a casi la mitad de la película no me la quita nadie xD

Khonshu
Khonshu
Lector
4 diciembre, 2013 2:49

La peli está simpatiquilla. No te descojonas como Arma Fatal, pero tiene muy buen ritmo.

Y tras verla me convenzo de que Ed Wright no solo sería un buen director para Ant-Man, sino para otras pelis de supes. Sentido del humor aparte, este tío filma escenas de acción muy dinámicas. La lucha del baño es la polla.