Argo, el cine metido en política (crítica)

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Durante la revolución chiita de Irán en 1979 encabezada por el imán y ayatolá Jomeini y las manifestaciones y disturbios que la acompañarían se produciría el asalto a la embajada estadounidense de Teherán debido a la decisión de Estados Unidos y su presidente electo Jimmy Carter de ofrecer asilo político al anterior líder del país, el sah Mohammad Reza Pahlevi, y una de las consecuencias directas de ello sería ver como seis compatriotas y diplomáticos suyos quedarían atrapados y aislados en territorio iraní. Las potencias occidentales habían considerado desde un principio un peligro el nuevo gobierno de Jomeini, opuesto a la occidentalización y laicismo de Irán, y Estados Unidos, la eterna policía del mundo, intentaba presionar para controlar el devenir del país mientras, por el contrario, un gran sector de la población iraní demandaba justicia y la entrega inmediata del antiguo sah para ser juzgado según sus leyes nacionales.

En este clima de enfrentamiento y presión internacional el agente de la CIA Antonio Joseph Mendez, especialista en secuestros, contraterrorismo y operaciones clandestinas en el Sudeste Asiático y Oriente Próximo, idearía una estrategia totalmente hollywoodense, nunca mejor dicho, para conseguir liberar y devolver a Estados Unidos a los rehenes que habían conseguido refugiarse en la embajada canadiense. El plan era entrar en el país como productor de una película de ciencia ficción de Hollywood basada en la novela Lord of Light de Roger Zelazny y en la que el mítico Jack Kirby había colaborado en los storyboards, y fingir una búsqueda de exteriores para rodar en Irán para posteriormente salir con todos los rehenes camuflados como miembros y asistentes del equipo de la misma. Pero aquí, para aquellos que puedan considerar los hechos históricos como un spoiler, haberlos haylos, no diremos si la empresa llegó finalmente a buen puerto o no.

Lo que nos importa ahora mismo es que esta historia real atrajo la atención de actor y director Ben Affleck para adaptarla y convertirla en su tercer largometraje, Argo, habiendo ya conseguido el reconocimiento por su labor detrás de las cámaras con sus trabajos en Adiós pequeña, adiós y The Town, y siendo producida por George Clooney, Grant Heslov y él mismo. En el reparto el mismo Ben Affleck se reservaría un papel protagonista interpretando a Tony Mendez y rodeándose sabiamente de veteranos como Bryan Cranston, Alan Arkin y John Goodman. La crítica ha sido casi unánime, alabando la película y la dirección de Ben Affleck, como nunca ha conseguido antes en su faceta de actor, recibiendo una buena acogida en festivales como el de Toronto o San Sebastián, e incluso algunos ya apuntan a la posibilidad de alzarse con alguna estatuilla de cara a los próximos premios de la Academia.

El tiempo dirá si la cinta de Ben Affleck merece ser reconocida con uno de estos premios cada año más devaluados pero para nosotros es innegable que Argo es una estupenda película, un interesante film de suspense o thriller político y una historia contada con oficio desde sus primeros minutos, con esa pequeña introducción animada y con voz en off que parece evocar el Persépolis de Marjane Satrapi, y en la que encontremos excelentes interpretaciones y un humor poco habitual en una película de estas características; y esto lejos de desconcertar y desvirtuar el resto del metraje se utiliza de forma inteligente, en los momentos apropiados, para definir a los personajes y sus circunstancias y aligerar algo de la tensión y del posible dramatismo inherente a la historia.

Pero para empezar por el principio, en Argo hemos de aceptar de entrada la perspectiva estadounidense sobre el tema tratado, en este caso no es tanto una visión maniqueísta o reduccionista del conflicto político de turno del cual el director intenta mantenerse neutral, sin apostar por la habitual apología estadounidense, sino más bien una reinvención o incluso una excusa argumental ya que el tema subyacente, protagonista en gran parte del metraje, es el mismo cine y sus entresijos, sus ficciones y mentiras, tan similares a los utilizados por los dirigentes y gobiernos de todo el mundo y no menos importantes en los años setenta recreados en la película. No obstante, también debemos tener en cuenta que la base del guión, firmado por Chris Terrio, tiene su correspondencia con las memorias del propio Tony Mendez narradas en su libro Argo: How the CIA and Hollywood Pulled Off the Most Audacious Rescue in History. Sea como sea en Argo el cine acaba convertido es un actor más y esto queda muy pronto claro cuando el personaje de Ben Affleck llega a la «iluminación personal» viendo una película como La Conquista del Planeta de los Simios dirigida en 1973 por J. Lee Thompson y decide elaborar su absurdo y arriesgado plan para solucionar la crisis de los rehenes.

En estas maquinaciones tendrán mucho que decir dos personajes, el histórico John Chambers (John Goodman), especialista en maquillaje reconocido por su trabajo en El Planeta de los Simios, y el productor Siegel Lester (Alan Arkin), inventado para la ocasión pero que viene a suplir en la historia real a Robert Sidell, un hombre «con una historia menos interesante» según Ben Affleck, y cuyo papel será vital en la trama siendo la puerta de entrada a las interioridades y secretos del mundo del cine que deben ayudar a engañar a las autoridades iranís. En estos momentos más distendidos de la película, como en los de mayor tensión, Ben Affleck se desenvuelve con maestría, manejando el ritmo a su antojo sin que haya lagunas en el mismo y sin liar excesivamente la madeja ni abusar de las vueltas de tuercas de cara a la galería sino manteniendo el pulso siempre con los personajes y en linealidad del relato que nos está contando con una puesta en escena muy artesanal.

En el reparto destacan un inconmensurable y versátil Bryan Cranston que consigue desprenderse, y eso parece realmente difícil, de su interpretación en los últimos años de Walter White de la serie Breaking Bad, para encarnar aquí de forma austera y realmente medida y logrando darle dimensionalidad a su papel de Jack O’Donnell, supervisor de la CIA, que resulta una amalgama de diferentes personajes reales y ficticios. En el otro lado, John Goodman, el inolvidable y desagradable Walter Sobchak de El Gran Lebowski, demuestra sus tablas en esto de la interpretación y tiene para ello a un buen cómplice y compañero de penurias en la piel de este monstruo del celuloide que resulta ser Alan Arkin y que aquí parece limitarse a hacer lo que le viene en gana. Y sí, Michael Parks interpreta al mismísimo Jack Kirby al que todos idolatramos pero su aparición apenas cuaja en un cameo, seguramente de no ser el director de la película quién es y su demostrada afición por el cómic nos aventuramos a pensar que ni siquiera aparecería en la trama aunque los dibujos supuestamente realizados de su propia mano tienen algo más de recorrido en la película.

En su asignatura pendiente, Ben Affleck sale bien librado, solventemente podríamos añadir, en un papel más interesante y más agradecido que otros en los que habitualmente ha trabajado y se le ha confiado a lo largo de su carrera aunque aún así preferimos seguir viéndole detrás de las cámaras donde hay pocos inconvenientes y excusas que poner a su realización. Y, finalmente, dejando a un lado otras caras conocidas como Kyle Chandler o Titus Welliver que roban la atención de las cámaras, tenemos a los seis actores encargados de jugar el rol de rehenes, Christopher Denham, Clea DuVall, Scoot McNairy, Kerry Bishe, Tate Donovan y Rory Cochrane que, como se demuestra en los créditos finales, guardan un perseguido parecido con sus homólogos reales y cuyas interpretaciones forman un fuerte y a la vez frágil conglomerado en el que todos consiguen en muy poco tiempo y espacio definir a sus personajes con mucha solvencia y credibilidad.

En otros aspectos, llama la atención como Ben Affleck consigue de una manera muy sutil y natural, siempre como parte de la historia, mostrarnos un pedazo de la cultura popular de los años retratados y cuya única «estridencia freak» queda relegada a los susodichos créditos finales con ese paseo nostálgico a través de la ciencia ficción y el cine de los años sesenta y ochenta muy a lo Steven Spielberg el cual por cierto, también estuvo relacionado muy indirectamente en la trama real de Argo pues en su día envió un guión para la adaptación de la que iba a ser esta gran superproducción en la estela de La Guerra de las Galaxias de George Lucas. Pero volviendo al Argo de Ben Affleck, su propuesta parece jugar con cierto mensaje o coqueteo metatextual, o metafílmico para ser más exactos, y su relación con la política de la época, pero en ningún momento parece ser un juego que se tome muy en serio y su director se limita a contarnos una historia que habla por sí misma y en la que conseguimos mantenernos implicados hasta su resolución.

Por supuesto, como ya hemos insinuado antes, la labor de la CIA y del propio Tony Mendez no deja de ser algo edulcorada como sólo en Hollywood puede ocurrir, la acción está narrada desde su perspectiva pero sin entrar en otras cuestiones más controvertidas ni emitir claros juicios de valor y eso hace que pese a que el interés político debería ser el centro de la trama lo que nos interese de verdad sean las personas sobre las que nos habla y con las que de verdad nos podemos sentir identificados. Esto último es algo que ya parece una apuesta personal de las películas de Ben Affleck. En definitiva, los amantes del cine de suspense e intriga tienen en Argo una buena propuesta pero los cinéfilos tienen además una muy buena película a la que hincarle el diente y, sin lugar a dudas, un film que acabará por situar a Ben Affleck en el lugar que como director se merece y se ha ganado justamente.

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Jordi T. Pardo
Barcelona (Septiembre, 1980). Licenciado en Historia. Empecé mi relación con el mundo de la viñeta leyendo las adaptaciones de clásicos ilustrados. Más tarde, conocí a personajes icónicos de la historieta nacional como Mortadelo y Filemón, Superlópez y Pafman, entre otros muchos. Las publicaciones de Forum me introdujeron al mundo de los superhéroes, Dragon Ball me brindó una puerta de entrada al manga y con V de Vendetta descubrí las posibilidades reales del cómic. En la actualidad, el cómic independiente y el manga son mis principales intereses como lector. Colaboro en Zona Negativa hablando de cómic y otras galaxias cercanas. También participo en otras publicaciones del medio como Comicmanía y Otaku Bunka
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Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
7 noviembre, 2012 10:55

Pues aún no la he visto, pero le tengo ganas. Adios, pequeña, adios y The Town me gustaron (aunque la segunda menos).
Supongo que a partir de ahora podremos decir sin temor a equivocarnos que Ben Affleck, pese a que como actor adolece de una total falta de carisma, como director tiene «argo».

Agh; lo sé, es malísimo, pero no pude evitarlo. (Qué quereis, estoy mayor y empiezo a sufrir de incontinencia…)

TigreHobbes
TigreHobbes
Lector
7 noviembre, 2012 11:01

Peliculón. Intensa y emocionante. Te engancha en el minuto uno y ya no te suelta. Por ponerle un pero, la interpretación de Affleck con su languidez habitual. También es una buena peli para apreciar lo que es un buen montaje: pasan un monton de cosas, muy rapido, en distintos lugares y en todo momento se entiende. La historia en la q se basa es hasta friki.
Buena reseña de una de las mejores pelis del año.

NobTetsujin
NobTetsujin
Lector
7 noviembre, 2012 11:23

 Me gustó mucho esta peli, aunque quizá no estan peliculón como comentaban. Si le tuviera que dar una nota numérica sería un 7,5.

Eso si,  muy bien llevada, no tiene un momento de aburrimiento y la tensión en algunos momentos es casi digna de Hitchcock 😛

Luis Javier Capote Pérez
Autor
7 noviembre, 2012 11:56

 Me ha gustado mucho su artículo, don Jordi, tanto como me ha gustado la película. Me encantó el nivel de detalle en la ambientación: vestuario, vehículos, accesorios, cacharrajes y el fumeteo. Parece que fue hace un millón de años que se podía fumar en prácticamente cualquier sitio y en ocasiones el filme parece una película de Garci. También me llamó la atención el nivel de parecido entre actores y protagonistas de la historia original, con las dos curiosas excepciones de Jack Kirby y del propio Méndez, que se parece a Affleck como un huevo a una castaña. Supongo que este último se reservó el papel y la verdad, no se le puede echar en cara.

Sierra
Sierra
Lector
8 noviembre, 2012 4:00

Me encató y me pareció muy buena película. Aunque lo que más me gustó y me sorprendió fue la maestría demostrada por Affleck como director, capaz de mantener la tensión durante las casi 2 horas de peli, con un desarrollo y un montaje muy buenos.

Juan Luis Daza
Autor
9 noviembre, 2012 0:13

 Muy buena reseña de una muy buena película que no colmó del todo mis expectativas, que también es cierto que no eran pocas tras haber disfrutado tanto las otras dos cintas de Affleck como director.

Aquí mi opinión.

Duende
Duende
Lector
11 noviembre, 2012 13:01

 La vi ayer y me encantó, recupera mucho el espíritu de eso thrillers políticos de los años 70 de Sidney Pollack que tanto me gustan. Tiene la virtud de que, pese a que sabemos cómo termina, te mantiene en tensión todo el rato. Cierto que aveces recurriendo a estratagemas algo tópicas, pero no menos eficaces. Dignísima película. y ya sabéis: «Argo-derse»

P.D. el detalle friki de la mañana: en la secuencia final con los muñequitos de Star Wars del niño (babeando me encontraba yo), hay un fallo: Bobba Fett no existía para el público en enero de 1980. El Imperio Contraataca se estrenó meses después 😉