X-Men: El Club Fuego Infernal

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Edición original: Marvel Comics – enero – abril – 2000
Edición España: Comics Forum – diciembre 2000
Guión: Ben Raab
Dibujo: Charlie Adlard
Entintado: Charlie Adlard
Color: Kevin Sommers, Christie Scheele
Portada: Adam Kubert
Precio: 995 pesetas / 5,98 euros (tomo recopilatorio en tapa blanda de noventa y seis páginas)

 

La miniserie de la que toca hablar hoy es la demostración de que hasta el autor peor considerado puede sorprender alguna vez y que toda regla general tiene la excepción que la pone a prueba. El Club Fuego Infernal es, si no estoy muy equivocado, uno de los últimos trabajos que Ben Raab realizó como guionista para la casa de las ideas, en el ocaso de una década que le había visto competir con colegas de la talla de Terry Kavanagh o Glenn Herdling por el puesto de escritor más denostado y vilipendiado de Marvel. Sus trabajos son más recordados por la participación de otros profesionales (como las miniseries dedicadas a Unión Jack o La Patrulla-X y Alpha Flight, donde la parte lapicera es aportada por John Cassaday) que por méritos literarios propios y hoy por hoy, su nombre engrosa la larga lista de autores que, después de un tiempo, dejaron de firmar en las principales editoriales. Partiendo de la premisa de que el criterio es el empresarial y que las ventas mandan, hay que reconocer que en este caso la infamia era bastante merecida, aunque no más que la de otros colegas de la época que tuvieron y siguen teniendo mejor suerte (léase Scott Lobdell). Creo que a estas alturas ya están muy claras mis preferencias respecto del trabajo de maese Raab, pero tengo que decir igualmente que esta miniserie sirvió para recordarme que no todo el monte es orégano y que las únicas seguridades de esta vida son la muerte y los impuestos (salvo que tengas recursos suficientes para irte a un paraíso fiscal, pero esa es otra historia).

El Club Fuego Infernal es esa selecta organización de poderosos y hedonistas que Claremont y Byrne trajeron a la colección de la Patrulla-X desde un episodio de la serie televisiva Los Vengadores (la de Steed y la señora Peel, para entendernos). La estética decadente y las intenciones de su círculo interno de gobierno sirvieron a un viejo enemigo de la escuadra de Xavier –Jason Wyngarde, Mente Maestra- para vengarse de estos y atraer a su lado a Jean Grey. Los efectos de la corruptora seducción del ilusionista sobre la telépata son bien conocidos, al igual que el hecho de que el Club se convirtiera en una organización competidora y enemiga de la Escuela para Jóvenes Talentos. La directiva estaba compuesta por mutantes dispuestos a controlar el mundo al más puro estilo “illuminati / Bilderberg” y su exclusiva academia formaba a la siguiente generación para tomar esa herencia a su debido tiempo. Una tercera vía a las alternativas propuestas por Xavier y Magneto respecto al futuro de la especie mutante, aunque Sebastian Shaw, Emma Frost y compañía generaran aún menos simpatías que el semi-redimido (a ojos del público) amo del magnetismo. Sin embargo, cuando don Chris volvió sobre sus pasos en Classic X-Men, decidió aportar un toque más cercano y humano a los principales mandamases del selecto chiringuito: el Club Fuego Infernal estaba implicado en el regreso de los centinelas cuando la nueva y diferente Patrulla-X empezaba a cohesionarse. Claremont y John Bolton contaron una historia paralela en la que Sebastian Shaw y sus colegas mutantes se hacían con el poder de la logia (con unas gotas de tragedia en las que don Chris “homenajeaba” una de sus visitas a Barcelona). Eran los días en los que la Patrulla-X de Magneto y el Club mantenían una relación más bien “amorroidal” después de tantos desencuentros. La cosa no acabó bien, pero Shaw se situó en la zona gris que empezaba a poblarse en aquellos días. Pocos años después, los infernales fueron barridos del mapa por obra y gracia del colectivo editorial-autoral que se hizo cargo de la franquicia mutante después de la marcha de su principal artífice. Sebastian cayó a manos de su hijo (o no) Shinobi (un personaje que simboliza como pocos el desastre creativo de esos años); Frost acabó en coma y sus estudiantes acabaron masacrados en nombre de una trama tan inconsistente como estúpida. Quince años de historia se tiraban por el sumidero para acreditar que lo nuevo, por ser nuevo, era necesariamente mejor. Emma volvería poco después, semi-reconvertida para la causa X y con el tiempo se convertiría en esa incómoda presencia que compite con la alargada sombra de Jean Grey. Con el tiempo, las aguas volverían a su cauce y volveríamos a tener el Club Fuego Infernal arquetípico, con sus peluquitas de pelo de caballo y su canesú al más puro estilo Donald Sutherland en Casanova.

La miniserie intenta contar los orígenes del Club, usando para ello la figura de una periodista de investigación que, después de haber concluido un reportaje anterior dedicado a SHIELD, decide segur tocando un poco las narices en otro de los consorcios secretos más poderosos del universo marveliano. Para ello, nada mejor que husmear o golisniar en las raíces del árbol genealógico de Shaw, cabeza visible –en la forma de rey negro- de los infernales. La primera parada de su viaje geográfico e histórico es Salem, la localidad de las brujas (que ya visitara Spider-Man gracias a Bill Mantlo y Sal Buscema en Marvel Team Up); allí se entrevista con un clérigo que le relata una nueva versión de la relación de la localidad con la brujería, para dejar patente que la familia Shaw siempre ha sido “especial”. La segunda estación la lleva a una entrevista con Warren Worthington III, el Ángel –cuya familia había estado integrada en el Club- y en la que aquel le cuenta otro episodio de la historia del clan Shaw que se entrelaza con la suya propia durante los días de la revolución estadounidense. Una posta más y un salto al viejo mundo, al Reino Unido, donde Lady Fansworth (Spitfire) lleva la historia de la familia Shaw a los días de la gran guerra y al duelo de espías entre su padre, el primer Unión Jack y los agentes del Káiser. El destino del viaje de investigación lleva a la periodista a plantarse cara a cara con Sebastián Shaw y su lugarteniente, la misteriosa y eficaz Tessa, para narrar el ascenso de un hombre hecho a sí mismo y la tragedia de la pérdida de la mujer amada. La reportera tiene su historia y sabe las consecuencias que supondría su publicación, así como el premio que le reportaría no hacerlo.

Raab construye una historia más o menos consistente a partir de los datos que, aquí, allá y acullá se han ido desgranando en veinticinco años del Club Fuego Infernal. Aprovecha también la rica historia del universo marveliano, de manera que tenemos ocasión de ver en acción a Dormammu, al Capitán América del S. XVIII (invento de la retrocontinuidad que siempre ha chirriado un poco) o a los héroes británicos (especialmente a Unión Jack, viejo conocido de don Ben). Sin embargo, la estructura básica empieza a resentirse en cuanto comienzan a rellenarse los huecos para construir la miniserie en un edificio con pretensiones de solidez. Para empezar, la socorrida idea del legado familiar (usada a lo largo y ancho de la ficción «comiquera y no comiquera») ya pesa un poco: Sebastian Shaw siempre se ha jactado de ser un hombre que ha forjado su destino para hacerse a sí mismo; si tres de sus parientes / ancestros ya estaban marcados por la pertenencia o relación con el Club, sus logros se convierten más bien en el resultado de una «suerte genética» que se refuerza si tenemos en cuenta que uno de los invitados a esta historia es el cargante Nathaniel Essex, Míster Siniestro. Si a este dato unimos el hecho de que aparezca una antepasada de Jean Grey (clara referencia a la imagen de esta como reina negra) la sensación determinista se fortalece. Por otra parte, da la sensación de que Raab intenta convencer a la afición de que los infernales siempre han sido miembros de una entente malvada: están del lado de Inglaterra frente a los rebeldes de las trece colonias y junto a las potencias centrales frente al Imperio Británico… pero realmente, no se justifica la razón de esas elecciones. Siendo expresión de un club destinado –dicen- a mover los hilos del guiñol del mundo, sería recomendable una justificación de esas tomas de partido o bien una línea argumental en la que se apuesta a varios caballos (después de todo, el Club tiene una historia de intrigas y puñaladas traperas digna de Yo, Claudio) pero mucho me temo que el talento de don Ben y el espacio de la miniserie no dieron para mucho más.

La relectura de este tebeo, quince años después, permite llamar la atención sobre dos detalles interesantes: por un lado, la consideración de que estamos más bien ante el relato de la vida y milagros de la familia Shaw que ante una historia del Club Fuego Infernal. Bien es cierto que para autores y lectores el uno simboliza claramente lo otro, pero quizá se perdió la oportunidad de llegar más lejos (algo así como lo que ha hecho / hace / terminará de hacer un día de estos Jonathan Hickman con SHIELD). Por otro lado, la inconsistencia del personaje de Irene Merryweather, la periodista escogida para llevar a cabo la investigación. Creada por Joe Casey y José Omar Ladrónn durante una de las épocas más interesantes de la colección protagonizada por Cable, tiene viejas cuentas con los infernales, pero aquí ese pasado parece brillar por su ausencia. La carga de su pasado, sus experiencias, su relación con el mundo mutante no se mencionan y eso la convierte en un estereotipo de reminiscencias “chandlerianas”: como Philip Marlowe, es la profesional solitaria que deja de lado la tentación de una jugosa recompensa, pero ese tipo de actitudes quedan mejor en el género negro (e interpretadas por Humphrey Bogart) que de la mano de Raab.

En la parte gráfica hay que indicar que Charlie Adlard hace un buen trabajo, sobre todo si se tiene en cuenta que cada capítulo está ambientado en una época y lugar diferentes.

En conclusión, tenemos una de tantas miniseries de fin de siglo que no suponen pérdida alguna pero que se pueden leer para pasar un rato entretenido en el cuarto de pensar.

Un Club en el salvaje oeste
El Club Fuego Infernal, por Charlie Adlard

  Edición original: Marvel Comics – enero – abril - 2000 Edición España: Comics Forum – diciembre 2000 Guión: Ben Raab Dibujo: Charlie Adlard Entintado: Charlie Adlard Color: Kevin Sommers, Christie Scheele Portada: Adam Kubert Precio: 995 pesetas / 5,98 euros (tomo recopilatorio en tapa blanda de noventa y seis…
Guión - 6.8
Dibujo - 7.6
Interés - 6.1

6.8

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