#ZNStarWars – Dünyayı Kurtaran Adam (la Star Wars turca)

1
2004

 

Dirección: Çetin Inanç
Guión: Cüneyt Arkin
Música: S. D. (y mejor así)
Fotografía: Çetin Gürtop
Reparto: Cüneyt Arkin, Aytekin Akkaya, Füsun Uçar, Hüseyin Peyda, Necla Fide, Mehmet Ugur, Aydin Haberdar, Yadigar Ejder, Hikmet Tasdemir
Duración: 91 minutos
Productora: Anit Film
País: Turquía

 

No es la primera vez que el cine turco se asoma a Zona Negativa. Durante la serie de entregas dedicada a Superman, tuve el honor de reseñar Superman Dönüyor, la versión otomana de las aventuras del último hijo de Kripton. Así como entonces ese título demostraba la versatilidad de los cineastas anatolios para dar a su audiencia los productos cinematográficos que –por cuestiones políticas- no podían tener en versión original, ahora y con motivo del próximo estreno de El despertar de la fuerza (que el hacedor nos coja confesados) me toca contar la que es, con total seguridad, la más memorable de las demostraciones de dureza de cara de unos productores sin escrúpulos en lo tocante al concepto de propiedad intelectual. Olvídense ustedes de los cineastas hongkoneses que reciclaron y clonaron a Bruce Lee; dejen a un lado las versiones italianas de cualquier género exitoso en Yanquilandia; disculpen Supersonic Man o El Ete y el oto, porque Turquía se lleva la corona en lo que a explotación oportunista de éxitos cinematográficos se refiere.

La afición otomana por perpetrar versiones espurias de los filmes más populares y exitosos es bien conocida entre la afición al cine cutre. Desde clásicos como El mago de Oz hasta cintas para toda la familia como E. T., pasando por las contundentes aventuras de Rocky Balboa o John Rambo, los avispados productores otomanos se encargaron de nutrir a un público entregado con filmes incalificables que difícilmente podrían alcanzar el sello de la serie Z. ¿A qué se debió esta singular violación, alevosa y premeditada, de los derechos cinematográficos? En honor a la verdad, el cine turco había vivido momentos especialmente interesantes entre el final de la II Guerra Mundial y la década de los setenta –la llamada era Yeşilçam- pero la crisis económica de esos ominosos años, así como ciertas decisiones políticas, motivaron que la filmografía comercial extranjera (que había dominado los circuitos de proyección del país euroasiático) fuera un producto vetado para el consumo interior. La solución, agárrense que vienen curvas, pasó por hacer versiones locales de los filmes de éxito, adoptando sus argumentos y adaptándolos a la idiosincrasia y sabor locales. De esta forma, el primer episodio de Star Trek se transformó en la última película de una serie humorística, protagonizada por una suerte de Cantinflas local que respondía al nombre de Ömer el turista y una parte del metraje de La Guerra de las Galaxias se empleó en una cinta que respondía al nombre (traducido del turco) de El hombre que salvó el mundo.

El argumento de la cinta es el siguiente: dos pilotos estelares turcos, Murat y Ali, aterrizan después de un confuso combate galáctico en un planeta que bien podría ser la Tierra. Allí vivirán múltiples aventuras para defender a la población local de los ataques del ejército de un mago de mil años de edad, que aspira a conquistar ese mundo. La historia culminará con una disparatada batalla de “uno-contra-el-barrio” donde Murat, armado con botas y guanteletes mágicos, dará buena cuenta de las huestes del hechicero, vengando a su amigo Ali y destruyendo de un cate-corta-pan al mentado brujo. La premisa argumental de esta película puede parecer un tanto confusa, y sin embargo, palidece en este apartado cuando se la compara con los clamorosos fallos de continuidad (que arrancan en el interminable prólogo narrado), con los demenciales diálogos que perpetran flemáticamente los actores protagonistas o con el cutrerío perennemente presente en la cinta.

El inicio de la película es una inacabable narración que intenta explicar la historia de la humanidad desde el momento presente -1982- hasta el futuro en el que teóricamente se desenvuelve la historia (o algo así). Sobre la base de imágenes relativas a los lanzamientos de cohetes en el marco de la carrera espacial de finales del siglo veinte (el “fusilamiento” de propiedad audiovisual ajena empieza pronto) se cuenta un “algo” sin pies ni cabeza donde se habla del bien, del mal, de la destrucción de la Tierra y de su posterior ataque por parte de fuerzas extraterrestres (¿?). El relato continúa con la aparición de unos descoloridos fragmentos de La Guerra de las Galaxias (el destructor imperial de inicio, el cuartel secreto de Yavin…) donde se habla de un escudo planetario protector, creado a partir de la fuerza cerebral humana. Al final de la narración, aparecen nuestros héroes: Murat y Alí, siempre en primer plano, con cascos-huevera de motorista y auriculares tamaño familiar simulan combatir en una batalla estelar, representada por fragmentos de La Guerra de las Galaxias repetidos casi en bucle y proyectados de cualquier manera de fondo. Los aguerridos y bizarros pilotos otomanos disparan a todo lo que se mueve: alas-X, naves TIE, el Halcón Milenario… hasta que son derribados y acaban en una zona desértica, mezcla de la socorrida Capadocia (impresionante escenario donde se han rodado títulos de la categoría de la secuela de El Motorista Fantasma) y el latrocinio de imágenes de un documental sobre las pirámides de Egipto.

Después de un poco de exploración, Murat y Alí intercambian diálogos sobre la posibilidad hipotética de ligar con las mozas locales (en unas líneas dignas de cualquier cinta de Álvaro Vitali o de Pajares y Esteso) hasta toparse con una parte del ejército del malo: jinetes vestidos de esqueleto y armados con espadas (ya saben, esas mallas negras con dibujos de osamenta en blanco). A partir de ahí, se suceden una larga sucesión de escenas en las que nuestros héroes (ejem) se enfrentan, son capturados y se liberan de las garras de la variopinta armada del mago: momias hechas de papel higiénico, peluches de colores con garras, un robot azul cobalto con una sirena en la cabeza y voz nasal, gladiadores… todo vale para hacer más colorido el resultado. En un momento determinado, hay una revelación (que aprovecha iconografía y mensaje mahometanos) por la cual los pilotos caídos deben buscar un cerebro dorado y una espada de igual aspecto (ambas hechas en cualquier clase de manualidades de la difunta EGB). De ellas saldrán las “armas” con las que Murat afrontará la batalla final por la libertad de la Tierra… o algo.

La cinta es una monumental diarrea audiovisual donde el metraje de La Guerra de las Galaxias es utilizado sin orden ni concierto, una y otra vez. La escena final donde las tropas rebeldes forman para homenajear a Han y Luke, los disparos de la Estrella de la Muerte, los vuelos de los cazas imperiales y de la alianza, las piruetas del Halcón Milenario… todo se intercala con las escenas rodadas para la ocasión, en las que los actores protagonistas saltan, brincan, giran, ruedan y reparten sopapos en la mejor tradición del dueto Hill / Spencer. Eso sí, no fue sólo el mítico film de don Lucas el único destripado e intelectualmente sodomizado para llevar a cabo este engendro: la banda sonora está compuesta (o descompuesta) por fragmentos de clásicos como En busca del arca perdida, Ben Hur o Galáctica: estrella de combate. La labor de sonorización es tan mala que la música y los efectos se interrumpen constantemente.

Los intérpretes más conocidos de esta cinta son Aytekin Akkaya -que ya había interpretado al Capitán América en Santo y el Capitán América contra Spider-Man- y Cüneyt Arkin, que aquí aportó también el guión . Este último era ( y es) un popular actor que había forjado su carrera en dramas de época y cintas de acción, gracias a su agilidad, sus conocimientos en artes marciales y sus habilidades físicas para las películas de dar y repartir. Aquí se erige en protagonista casi absoluto al desplegar todas sus artes saltando desde camas elásticas, arrancando las cabezas a malvados y temibles peluches o entrenando con rocas de cartón-piedra atadas a las piernas.

Como todos los productos que son tremebundamente malos pero encantadoramente risibles, esta película se convirtió en título de culto y bandera del género conocido como turkexploitation. Veinticinco años después, en el año 2007, salió a la luz lo que venía a ser una secuela, titulada internacionalmente como Turcos en el espacio. Cüneyt Arkin volvió a participar, pero el éxito no fue, ni de lejos, el del original. Una cosa era echar unas carcajadas a costa de la faz de cemento de algunos negociantes avispados; otra bien distinta, encontrarse con algo que no era ni chicha ni limoná. Mejor pues, quedarse con la lapidaria moraleja sobre la humanidad, el mundo y el futuro que brinda el narrador, mientras vemos imágenes del Halcón Milenario huyendo de Tatooine o la hermosa puesta de dos soles en ese mentado planeta del borde exterior.

Aquí les dejo este incunable fílmico. Entren libremente y por su propia voluntad:

  Dirección: Çetin Inanç Guión: Cüneyt Arkin Música: S. D. (y mejor así) Fotografía: Çetin Gürtop Reparto: Cüneyt Arkin, Aytekin Akkaya, Füsun Uçar, Hüseyin Peyda, Necla Fide, Mehmet Ugur, Aydin Haberdar, Yadigar Ejder, Hikmet Tasdemir Duración: 91 minutos Productora: Anit Film País: Turquía   No es la primera vez que…
Dirección - 0.1
Reparto - 5
Música - 0
Apartado visual - 0.2

1.3

Vosotros puntuáis: 8.72 ( 1 votos)
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hammanu
hammanu
Lector
15 diciembre, 2015 12:07

Ya conocía la película y esto me recuerda a mi niñez en los años 80’s en que un servidor en su inocencia alucinaba con Athor y sus secuelas… si esa que se enfrentaba a los hombres invisibles y a la sombra viviente; una buena manera de ahorrar en efectos la verdad. Si a veces en USA vemos producciones fantásticas tan cutres, imaginaos en países como Turquia y similares. De todas maneras la pongo a la altura delos episodios 1 a 3 de la de George Lucas