Wonder Woman: Tierra Muerta – La importancia de los brazaletes

En este artículo analizamos el personaje de Diana realizado por Daniel Warren Johnson en su obra Wonder Woman: Tierra Muerta.

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Aviso de Spoilers: El artículo que sigue a continuación es un análisis detallado de Wonder Woman: Tierra Muerta. Contiene información detallada de la trama y los personajes. Si lo que quieres es leer una reseña puedes consultar los textos de Paulo Hernando: tomo 1 y tomo 2

Entre la producción superheroica vemos algunos arquetipos que se van repitiendo entre editoriales y sellos, así como a lo largo del tiempo. Cada uno con sus matices y sus particularidades que convierten a cada personaje en único pese a formar parte de un lenguaje literario común. En este artículo vamos a ver en qué arquetipo encaja el personaje de Wonder Woman diseñado por Daniel Warren Johnson en Wonder Woman: Tierra Muerta

Para empezar, deberíamos definir el concepto de arquetipo. La acepción sobre la cual estamos trabajando es: “imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo” (RAE). En otras palabras, un arquetipo es un molde genérico que establece los elementos básicos que constituyen un personaje en el campo de la literatura, pero también puede constituir, por ejemplo, una personalidad en el campo de la psicología. Sobre la idea de la existencia de un puñado de arquetipos literarios reposa la sentencia de que todas las historias ya han sido contadas. Si hay un número limitado de tipos de personajes, de tipos de contextos y de tipos de historias sólamente nos queda modificar los accesorios que acompañan a su esencia. Solo de esta manera, el lector puede tener la sensación de novedad.

Daniel Warren Johnson en Wonder Woman: Tierra Muerta hace un gran ejercicio de combinación de ideas, de mezcla de conceptos y de encajar accesorios. Ahora bien, entre todos los arquetipos con los que trabaja me gustaría profundizar en el que representa la propia protagonista, Diana.

En la propuesta de Daniel Warren Johnson publicada en el sello Black Label de ECC Ediciones nos encontramos con una Wonder Woman que acaba de despertar en un mundo postapocalíptico lleno de extrañas y violentas criaturas. No será hasta el segundo tomo cuando descubriremos exactamente qué ha pasado en la Tierra. A efectos analíticos vamos a explicar de forma ordenada qué pasa en Wonder Woman: Tierra Muerta.

La historia arranca con Hipólita explicándole a Diana cómo la creó. En esta primera viñeta no solamente es importante lo que la madre le cuenta a la hija, si no el mural o fresco que está a sus espaldas. En ella vemos como las amazonas están resistiendo el ataque de los hombres. De forma indirecta el autor está empezando a introducir la cuestión de la lucha entre las amazonas y los hombres. Cuestión que Daniel Warren Johnson intenta convertir en la lucha entre mujeres y hombres.

Sin ir muy lejos, en la siguiente escena, Hipólita continúa explicándole a Diana su origen. De nuevo, será el contexto el que nos dé más información. En esta ocasión vemos como los hombres roban el cinturón de la reina de las amazonas. Con estas dos imágenes el autor nos resume de forma brillante una gesta mitológica que nos dará algunas pistas sobre el argumento del propio cómic.

Uno de los 12 trabajos de Heracles (Hércules en la versión griega) consistía en robar el cinturón de la reina Hipólita. Para esa misión Heracles pidió ayuda a su amigo Teseo quien durante el asalto a las amazonas raptó a Antílope. Del matrimonio entre Teseo y Antílope nacería Hipólito. Quien ya de adulto moriría por culpa de Freda. Aunque en castellano hablamos de Freda, una traducción más literal podría ser Phaedra. Sabiendo que la p inicial es muda, tenemos: haedra. Del mismo modo que en el mito (f)haedra es la causante de la muerte del hijo del humano que raptó a una amazona; en el cómic las haedras asesinan a los hijos de los humanos que Diana quería proteger. Sin duda, algunas cosas Daniel Warren Johnson las tenía bien pensadas.

Pero sigamos hablando de Diana. Un par de viñetas más adelante, Hipólita le dice a Diana: “Themyscira está a salvo de hombres y dioses. El mundo más allá de este paraíso, el de las ciudades de los hombres, es un reflejo de los dioses que abusaron de nosotras. La humanidad es como Zeus y deidades semejantes. Traicioneros. Egoístas. No son de fiar. No te marches nunca Diana, este lugar es un refugio para aquellas que no pueden confiar en el mundo de los hombres.”

En este diálogo queda claro que la dicotomía amazonas-dioses, es una metáfora, prácticamente un eufemismo, de la dicotomía mujeres-hombres. Con todo esto, podríamos pensar que Daniel Warren Johnson tiene intención de crear una historia que aborde cuestiones de género o de feminismo, pero no. En realidad, el autor, lo que está haciendo con todas estas ideas es, simplemente, un homenaje a Wonder Woman: La Mujer Maravilla de George Pérez.

Era 1987, habían pasado un par de años de Crisis en Tierras Infinitas y el encargado de darle un nuevo origen a Wonder Woman fue George Pérez. Para ello decidió apostar por una historia repleta de elementos mitológicos, desde personajes hasta tramas y objetos. De hecho, el robo del cinturón de Hipólita es clave en la obra de Pérez. Heracles engaña a las amazonas, hace que bajen la guardia y aprovecha para someterlas. Las ata con cadenas y, en un diálogo con Hipólita, insinúa que quiere violarlas y torturarlas. Cuando consiguen revelarse contra sus captores, las amazonas acaban con todos ellos y se encuentran con las diosas del Olimpo que las crearon. Ellas les dan una nueva misión: proteger el mal que reside en Themyscira pero tendrán que llevar con ellas los brazaletes que muestran que una vez fallaron. Que una vez fueron sometidas porque no confiaron en ellas mismas. Los brazaletes son un recordatorio de una derrota.

A diferencia de la reinterpretación de Daniel Warren Johnson, el origen ideado por George Pérez sí que tenía un importante poso feminista. Desde la primera página donde deconstruye la masculinidad tradicional, pasando por el hecho de que las almas de las amazonas sean las de aquellas mujeres asesinadas por sus maridos, hasta la creación de Diana sin interferencia de la mano de Zeus. De hecho, el problema de Wonder Woman: Tierra Muerta es su confusión de conceptos. Da la sensación que Daniel Warren Johnson no ha encontrado la manera de hacer encajar todos los elementos con los cuales quería trabajar. Por tanto, la obra adolece de cierta incoherencia. Por ejemplo, las amazonas son las víctimas de un ataque nuclear, pero en todo momento son las villanas de la historia y los humanos (que lanzaron un ataque nuclear contra ellas y contra el resto de la tierra) son las víctimas sin discusión, sin arrepentimiento, sin pedir perdón.

Por momentos da la sensación de que Daniel Warren Johnson lo que quiere es hacer una historia visualmente sugerente y se olvida de construir una historia sólida. Desde la imagen de Wonder Woman lanzándose con un todoterreno a la boca de una Haedra hasta hasta Diana luchando con el cráneo y la espina dorsal de Superman.

De hecho, uno de los elementos donde falla estrepitosamente Daniel Warren Johnson es en la concepción de los brazaletes. La cuestión de los brazaletes aparece muy pronto en la historia. Para ser exactos, cuatro páginas después de la aparición de Wonder Woman, Diana se pregunta dónde los habrá puesto. Un inciso. En Wonder Woman: Tierra Muerta en todo momento se habla de guanteletes (tanto en el original como en la traducción española), pero son brazaletes. Un guantelete es una «pieza de la armadura que cubría y protegía la mano» (RAE) mientras que un brazalete es un «aro de metal o de otra materia que rodea el brazo por encima de la muñeca y se usa como adorno» (RAE) y Daniel Warren Johnson en todo momento dibuja un brazalete, así que en este artículo hablaremos de brazaletes.

No tardaremos mucho en saber la historia de cómo consiguió los brazaletes. En la versión de Daniel Warren Johnson, durante un entrenamiento con Nubia, Diana da un golpe contra el suelo y derriba un trozo de montaña, creando un barranco que pone su propia vida en peligro. Tras este hecho, Nubia habla con Hipólita y le dice: “Ella apenas controla su fuerza, sobre todo si la aprieto emocionalmente”. Esta idea girará en torno a la pequeña Diana durante varias escenas, haciendo hincapié en la conclusión que es malo que Diana sea tan poderosa. Pero, en realidad, no tiene mucho sentido ¿Qué tiene de malo que la amazona más fuerte, la elegida entre todas ellas, tenga un gran poder? Es más, ¿no es lógico? De hecho, ¿lo más obvio no hubiera sido ayudarle a gestionar, controlar y canalizar ese inmenso poder?

Después de la conversación con Hipólita, Nubia le entrega a Diana los brazaletes que servirán para limitar su poder. Al dárselos le dice: “Encargué que te los hicieran para ayudarte a controlar tu inmenso poder y para mantener a raya tu fuerza, pero solo funcionan si te sometes a llevarlos. Te harán más débil, pero también más segura. Tú eliges.”

Esta concepción de los brazaletes como algo que limita el poder de Diana no tiene nada que ver con el canon establecido por la historia de George Pérez ni con prácticamente ninguna de las interpretaciones del personaje de Wonder Woman. Además, si Daniel Warren Johnson tenía la más mínima intención de hablar de lo femenino, de las reivindicaciones de las mujeres o, simplemente, darle un aire feminista al cómic, aquí falla de forma importante. Y es lícito pensar que tuviera esa intención precisamente por la importancia que le ha dado a la historia del cinturón de Hipólita. Precisamente, este personaje es un nuevo ejemplo de la confusión argumental del autor. En la conversación con Nubia, dice: “¡No existe eso de ser demasiado fuerte! ¿No lo recuerdas? ¿qué me hicieron los dioses? Ojalá hubiera tenido yo entonces la fuerza de mi hija”. Pero apenas unas páginas más tarde, cuando ve que Diana ha aceptado los brazaletes y, por ende, la sumisión, acepta sin mediar palabra, con un “oh mi dulce niña”.

De hecho, el concepto de la sumisión en Wonder Woman: Tierra Muerta está totalmente pervertido. Mientras que en Wonder Woman: La Mujer Maravilla de George Pérez los brazaletes eran un recuerdo de aquella vez que las amazonas fueron sometidas, la vez que perdieron frente a Heracles. Una muestra de que tienen que confiar en ellas mismas como individuos y como grupo para que una humillación de este calibre no vuelva a suceder. Es decir, la sumisión se entiende como algo negativo consecuencia de la derrota. En cambio, Daniel Warren Johnson entiende el concepto de sumisión como algo positivo. Diana se somete libremente, porque cree que eso es lo mejor para sus hermanas y para ella. Así, los brazaletes se convierten en símbolo de opresión, cuando en realidad eran símbolo de superación y esperanza. Como consecuencia de esta decisión creativa, el personaje de Wonder Woman se convierte en una mujer reprimida. Esclava de su propia decisión. Un mensaje diametralmente opuesto al empoderamiento de las mujeres que radica en la propia esencia de la figura de la amazona. Es sorprendente como un cómic que estaba homenajeando páginas atrás la obra de George Pérez cae en un (micro)machismo de tal magnitud.

Y es aquí donde nace el arquetipo del cual quería hablar en este artículo. De vez en cuando, en el cómic de superhéroes, aparece la figura de la “superheroína histérica”. Es una mujer con unos poderes desmesurados pero que, a causa de su sentimentalismo, no es capaz de controlar. Esto hace que haga daño a sus seres queridos sin querer. Por eso, alguno de sus “seres queridos” decide limitar, esconder o censurar su inmenso poder. En el caso que nos ocupa con unos brazaletes. Pero podríamos poner más ejemplos como Charles Xavier bloqueando los poderes de Fénix. Ahora bien, en algún momento, esa limitación desaparece y el poder reprimido se desata sin control, causando un gran caos y destrucción.

En estos relatos, la lógica de la historia tiende a culpar a la superheroína de la destrucción causada. Cuando, en realidad, lo lógico sería plantear si esa censura fue, o no, contraproducente. Por debajo de esta incapacidad de controlarse subyace la idea de la histeria. Esa supuesta enfermedad que solamente padecían las mujeres en el siglo XIX y que consistía en desmayos, insomnio, incluso irritabilidad entre una variada (y sin sentido) lista de síntomas. En el siglo XIX, algunos médicos creían que las mujeres se desmayaban porque no eran capaces de controlar sus emociones y en el siglo XXI algunos artistas creen que sus propias superheroínas deben ser reprimidas porque no saben controlar su poder.

Pero, ¿qué pasa en Wonder Woman: Tierra Muerta? Pues que hay una guerra entre los hombre y las amazonas por culpa de la emergencia climática. En un paralelismo con el final de la II Guerra Mundial, los hombres lanzan un arsenal de bombas nucleares contra Themyscira. Hipólita y Nubia deciden que Diana se quite los brazaletes como último recurso para evitar la extinción de su especie. Pero no lo consigue. Themyscira es totalmente destruida y Diana se enfurece con un bobalicón Superman que llega tarde y excusando a los humanos. Superman, quien en todo momento ha luchado en el bando humano, muere a manos de Diana mientras la narrativa del cómic da a entender que la malvada es Diana por estar enfadada, por perder el control. Da igual quien ha lanzado la bomba, quien ha perdido a toda su familia, ella es la mala porque es la “superheroína histérica”.

Daniel Warren Johnson lleva hasta el límite este arquetipo haciendo que sea la propia Diana la que, en el presente, cuando recuerda que fue ella quien mató a Superman, vomite a los pies de su cadáver. Arrepentida de su locura y sin ningún tipo de crítica hacia los humanos que provocaron el ataque nuclear. Porque no lo hizo por dolor y rabia, lo hizo porque estaba histérica. Y es el propio autor quien nos deja claro que su concepción del personaje va por aquí cuando el robot de la fortaleza de la soledad llama “arrebato” a lo que pasó. Este mismo personaje nos explica que “Hace mucho tiempo, un viejo amigo [Batman] depositó a Diana en una cámara especial. Estaba diseñada específicamente para curarle y devolverle todas sus fuerzas”. Seguimos redundando en la idea de que Diana tenía algún tipo de enfermedad que condicionaba su buen juicio, seguimos en el arquetipo de la “superheroína histérica”. Y, como siempre que este personaje pierde el control contra un ser querido (en este caso Superman), alguien de su entorno (Batman) hace algo para limitar, esconder o censurar su poder. En este caso, “esas fuerzas están dormidas, hay que activarlas”.

Será Dee, una humana que acompaña a Diana a lo largo de la aventura, la encargada de devolverle sus poderes. Pero no por sororidad ni por amistad, ni siquiera por empatía. Dee le devuelve los poderes porque es la única manera de acabar con todas las Haedras. La lucha final entre los humanos y las amazonas convertidas en horribles monstruos acaba en la muerte de todas ellas excepto Hipólita, que se hunde en las aguas del océano dejando un final parcialmente abierto a una secuela. Un final que se aleja de la idea de paz y conciliación que, se supone, forman parte de la esencia de Wonder Woman. Una superheroína cuya misión principal es acabar con Ares, el Dios de la guerra, y que por eso intenta hacer de mediadora entre los dioses y los humanos. Por esta razón, ella no participó en la guerra por la emergencia climática, si no que trabajaba como diplomática. Pero, en un ejercicio de falta de claridad de conceptos Daniel Warren Johnson permite que la guerra sea el desenlace de esta historia. Permite que Ares venza y tanto las amazonas como la humanidad, pierdan.

En definitiva, Wonder Woman: Tierra Muerta es un proyecto visualmente sugerente y narrativamente adictivo, pero con un argumento que flaquea en cuestiones básicas de creación de personajes. Aún así, es una lectura recomendable y disfrutable. De hecho, si queréis leer una reseña al uso sobre esta historia os recomiendo que os paséis por las realizadas por mi compañero Paulo Hernando: tomo 1 y tomo 2