Edición original: Tales to Offend (Dark Horse, 1997).
Edición nacional/ España: Relatos Ofensivos (Norma, 1998).
Guión y Dibujo: Frank Miller.
Color: Marie Severin, Lynn Varley.
Formato: Comic book 32 págs.
Precio: 500 pts.
Hubo un tiempo en que Frank Miller fue el más grande, o casi. Tras sus primeros pinitos (en Gold Key, en DC, en Marvel), encadenó excelentes trabajos como Daredevil, Ronin, Batman El regreso del Señor de la Noche, Batman Año Uno, Daredevil Born Again, Elektra Asesina, Martha Washington, Hard Boiled y, claro, Sin City, su creación más longeva, que pueden, justamente, colocarse entre lo mejor que ofreció el cómic USA en las décadas de los ’80 y los primeros ’90. Entonces, algo pasó. Su estilo se estancó, sus argumentos se simplificaron hasta la anécdota (y menos), su nombre empezó a acompañar titulares sensacionalistas de ideologías dudosas hasta devolvernos la caricatura del hombre que fue (o que creímos que era). Al principio, parecía un traspiés, fruto de la autocomplacencia o el rencor que algunos achacaron a su separación de Lynn Varley, a la sazón la colorista que mejor ha entendido sus páginas, llenas de mancha y dinamismo. Veinte años después la decadencia es un hecho y, si bien sus propuestas (300, los últimos Sin City, sus nuevos Batman) no son tan malas como suele argüirse, es innegable que no brillan con el fulgor de antaño.
Relatos Ofensivos (Tales to Offend, en el original) es un divertimento de ese Miller que ofrecía ya una de cal y otra de arena, próximo al desbarre definitivo. Publicado en 1997, se trata de tres historias inocuas que homenajean desde el gamberrismo irónico postmodernista aquellos relatos fundamentales de la EC de Bill Gaines que enardecieron su imaginación juvenil. Al contrario que el británico Alan Moore, que en su afán enciclopedista es capaz de parafrasear en diez páginas diez historietas distintas, el Miller de los tardíos ’90 ha hecho del efectismo y la apariencia su marca personal y estas tres aportaciones solo son evocaciones de diseño, asaz traidoras, en esencia, al material que supuestamente veneran.
Dos de las historietas, acaso las más interesantes, están protagonizadas por Lance Blastoff, un trasunto macarra de Buck Rogers, infantilmente amoral (en el estilo que -con mucha más gracia- había popularizado en la época Keith Giffen con el demencial Lobo), sin la sátira que tan acertadamente exudan las publicaciones inglesas herederas de la escuela Gaines, como el 2000AD. En sus ocho páginas la ofensa se reduce a una pose de violencia poco explícita, machismo sonrojante y capitalismo exacerbado que funciona más como chiste de taberna que como provocación inteligente. Ocho páginas tampoco dan para demasiadas sutilezas, pero la técnica de Miller -la misma que en Sin City: grandes paneles, fuertes claroscuros y ausencia de fondos- apenas las aprovecha más que para poses molonas con chascarrillo final. Estéticamente están bien resueltas. La coloración de la veterana Marie Severin, sorprendentemente eficaz, le imprime un toque pop delicioso, en contraposición a las acuarelas de Varley, más pictóricas, que se pueden ver en los pin-up interiores. En su papel de “chico malo” Miller sorprende con un vistoso cameo de Brainiac V y Saturn Girl, de la Legión de Super-héroes.
Intercalado entre las hazañas de Lance, un relato inédito de Sin City: «La hijita de papá». Las historietas cortas ubicadas en la Ciudad del Pecado no se encuentran entre lo más granado de la producción de Miller y esta, encima, es previsible y cansina, en cuanto redunda en el truco del color que había empleado antes -y con más acierto- en La novia iba de rojo o Ese cobarde bastardo. Es un rosa pálido esta vez el objeto de atención. Esta pieza sería luego incluida en el tomo Alcohol, chicas y balas, junto a otras que abundan en el mismo recurso cromático. Quienes lo hayan leído saben que este es uno de los volúmenes más prescindibles de la serie.
Hubo un tiempo -decía más arriba- en que Frank Miller fue el más grande, o casi. Hace años que ya no lo es, pero su nombre aún significa algo. La prueba es que la mayoría de las obras mencionadas aquí tienen reseña en Zona Negativa. Esta, por desgracia, no es una de las más destacadas. Tal vez la mejor evidencia de ello es que aún puede localizarse sin dificultad la edición de Norma en comic book (con cubiertas de cartoncillo) a su precio original de 500 pesetas.
Llevaba un tiempo con el ojo echado sobre este Relatos Ofensivos (además de primera mano, creo), pero el no saber si era bueno o malo (me temía que era lo segundo, pero con Miller nunca se sabe) me hacía dudar de llevármelo. Tu (estupenda, por otro lado) reseña pues me ha ayudado a saber que hacer. Así que pasando y a conseguir los números de su Daredevil que me falta.
Yo me lo pillé en su día. Además, por entonces estaba flipado con Sin City.
Pero sí, no deja de ser un chiste. Y además, malo.
Y si encima se compara esto con los tebeos de la EC… Es que ni de coña, vamos.
Pero hombre, Javier… ¡Mira que dudar del talento de Frankie! ¡Pero si sigue siendo el puto amo! ¿Es que no te has leído el «Terror Sagrado»? ¡Es la caña! ¡Una joya de la narrativa a la altura de Martínez el Facha, los editoriales de La Razón o cualquier entrega de Torrente!… Pues anda que no me reí ni ná… un segundo, que tengo una llamada por la otra línea…
–¿cómo?–¿que no era un tebeo de humor?–ahá–ahá–vale, gracias–
Nada, era mi asistente personal diciendo nosequé de que me estaba equivocando, ni caso.
Lo dicho. Frankie es una máquina. Como Robocop, que al parecer es lo único que hace últimamente. Incluso mi adorado Simonson le ha dibujado algunos guiones del Maderocop.
… Dios mío, Walter… no sabía que estabas tan mal…
¡FRANKIE! ¡GO TO HOLLYWOOD!!
En la reseña se ha olvidado mencionar que este relato ofensivo tuvo una segunda parte publicada por DC: el contraataque del caballero oscuro.