Píldoras azules

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Edición original: Pilules bleues; Atrabile, 2001.
Edición España: Astiberri Ediciones, colección Sillón orejero; enero de 2004 (1ª edición).
Guión y dibujo: Frederik Peeters.
Formato: libro rústica de 192 págs.
Precio: 16,00 €.

“Doloroso no. Obtuve dos cosas de aquella obra; primero, el poder ordenar los pensamientos: cuando uno pone las cosas sobre el papel deja sitio en la cabeza para lo que viene después. Y lo segundo es que, a medida que el ritmo de trabajo se iba instaurando, resultaba muy perturbador ver a aquel personaje de papel vivir mi vida por mí; ver cómo ese grandullón con gafas se apoderaba de ella. Sin embargo, no me resultó problemático explicar detalles o intimidades. Mientras sea verdadero y honesto, mientras no perjudique a nadie, no creo ser impúdico por contar historias de alcoba.”

(Frederik Peeters; entrevista publicada en la edición digital de El diario montañés, julio de 2007)

En el extracto de la entrevista señalada en las líneas inmediatamente anteriores, el autor del tebeo que hoy reseñamos responde a una pregunta que fácilmente puede salir a colación a la hora de enjuiciar una obra autobiográfica repleta de detalles íntimos: “¿Fue doloroso sacar al exterior ese aspecto de tu vida?” Evidentemente, la respuesta variará en función de la honestidad esgrimida durante la realización de la obra en cuestión. Por desgracia, el género autobiográfico es muy propenso a la comisión de excesos difícilmente justificables que encuentran su razón de ser en la vanidad y egolatría de tipos pagados de sí mismos, encantados de compartir con los lectores su “interesante” vida, repleta de curiosas tribulaciones y anécdotas. Peeters se sitúa precisamente en las antípodas de esta tendencia –reiterativa, molesta y cansina–, protagonizando un inspirado ejercicio de honestidad y espontaneidad como medio a través del cual retratar la relación sentimental mantenida con Cati, madre de un niño de tres años que, al igual que su progenitora, es seropositivo. Una historia que, en manos menos hábiles, habría devenido en un drama propio de un telefilme de sobremesa de bajo presupuesto y sutileza más que cuestionable, inexistente.

Afortunadamente, el historietista suizo cuenta con dos poderosas herramientas puestas al servicio de este relato: sensibilidad y talento. Sensibilidad por el modo en que desnuda sus miedos, dudas, inquietudes, preocupaciones y alegrías: de forma desprejuiciada, agradecida –la admiración que Peeters siente por Cati es palpable en cada página de este tebeo– y conmovedora. Y talento, por la destreza y sutileza esgrimidas en cada viñeta, anticipando la maestría que alcanzaría obras como Lupus o RG.

En Píldoras azules, Peeters opta por una narración en primera persona que, en conjunción con flashbacks alusivos a pasajes especialmente significativos de la relación sentimental, conforman un nítido retrato de la historia de amor protagonizada por ambos personajes. Una historia de amor en la que se prescinden de detalles tan morbosos como innecesarios, en la que por no recurrir al tan frecuente exhibicionismo gratuito, se alcanza una ternura y naturalidad muy poco frecuentes.

En el apartado puramente gráfico destaca sobremanera la utilización de viñetas horizontales que, ocupando el ancho de página, facilitan el contacto inicial con el ambiente en el que se desenvuelve el protagonista, además de enfatizar determinadas situaciones de especial relevancia dramática. Pero en la narración de las secuencias cotidianas que verdaderamente nos convierten en espectadores de excepción de la vida de Fred y Cati –clave del poder empático de esta obra, en opinión de quien escribe estas líneas–, Peeters se suele decantar por una planificación de página en la que se presentan seis viñetas –en disposición de dos por tres– que, gracias a la conjunción de dibujo y palabra, retratan conversaciones verosímiles, convincentes, fluidas y amenas en su discurrir, gracias a la riqueza en la selección de planos y alternancia de perspectivas. Todo ello a través de un virtuoso trazo, aparentemente sencillo, que en sus pinceladas esconde una energía y expresividad testimonio de un talento innato. A su vez, lejos de la gratuidad o pretenciosidad, la inserción de determinados pasajes oníricos / metafóricos contribuyen a consolidar la idiosincrasia de un tebeo muy especial.

Comentaba con anterioridad que estamos ante una obra honesta y espontánea, y tal vez convenga aclarar que la utilización del primero de los calificativos es consecuencia directa de las impresiones subjetivas derivadas de la lectura de Píldoras azules. Pero el segundo obedece a detalles objetivos cuanto menos sorprendentes: por una parte, saber que Peeters tan sólo invirtió tres meses de su vida en la realización de este álbum. Por otra, averiguar que, a diferencia de lo que en él suele ser habitual, el autor suizo renunció a realizar bocetos previos a lápiz, empleando directamente la tinta sin permitirse corrección alguna. Asusta. Asusta pensar que cuando realizó Píldoras azules, Peeters apenas contaba con 27 años. Asusta pensar que invirtió tan poco tiempo en este tebeo. Asusta pensar que en la actualidad tiene 34. Y resulta sencillamente intimidatorio –a la par que gratificante– percatarse de con esa edad, en su bibliografía ya destacan títulos tan variados e interesantes como Constelación, Lupus, RG o Koma. Sin lugar a dudas, estamos ante un historietista llamado a marcar una época no sólo en el escenario europeo, sino también en el internacional. Un autor cuyo talento sobrepasa los convencionalismos de los géneros, para instaurarse en un envidiable y gratificante inconformismo creativo que parece impulsarle a un constante examen de sus infinitas posibilidades y aptitudes artísticas y narrativas.

Para finalizar, merece la pena prestar atención a la edición española: a estas alturas bien puede parecer una obviedad resaltar el excelente trabajo realizado por la editorial bilbaína Astiberri. En todos y cada uno de sus tebeos evidencian un mimo y esmero encomiables: papel de calidad, diseño atractivo y precio razonable. El caso que hoy nos ocupa no difiere de la tónica general de la editorial, ofreciendo una cuidada presentación y una relación calidad-precio más que razonable.

En resumidas cuentas, Píldoras azules representa una inmejorable oportunidad para adentrarse en la interesantísima bibliografía de Frederik Peeters a través de un trabajo personal e intransferible, en sus orígenes ejercicio de introspección derivado en insospechado éxito de ventas, que destila ingentes cantidades de talento y sensibilidad.

Un saludo y hasta la semana que viene! (eso espero)

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John Space
John Space
27 diciembre, 2008 13:09

Joder, en esta web sólo habláis de cómics gafapasta. ?Por qué nunca habláis de DC o Marvel?
😀

Slayton
Slayton
27 diciembre, 2008 13:52

Para mí, este cómic deberían hacerlo leer en las escuelas. Imprescindible.
 

daredevil7000
Lector
27 diciembre, 2008 19:47

Os adjunto link (picando en mi nombre) a la web del club de cómics de la Biblioteca Tecla Sala.  En el desplegable encontraréis un amplio dossier en catalán y castellano sobre Píldoras azules, amén de nºs atrasados del boletín CómicTecla y otros dossiers de interés de otras magnas obras del 9º arte.

¡Un saludo!

DGV
DGV
28 diciembre, 2008 22:55

Para mí, Peeters es uno de los mejores narradores actuales, y Lupus o Constellation dan buena muestra de ello. Pero Píldoras Azules es que es una absoluta maravilla. Más que recomendable.