Lyonel Feininger (1871-1956)

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Para nuestro rubor, no es raro constatar que quienes nos denominamos «aficionados al cómic» ignoremos (o «sepamos con alfileres», por recuperar aquella expresión de los maestros de escuela que nos tomaban la lección) nombres capitales en la evolución del medio. Por causas diversas: desinterés, falta de ediciones de sus obras, escasez de estudios o análisis, ostracismo. La nimia consideración que hasta épocas recientes ha tenido la historieta en los ámbitos académicos ahonda el problema. Pero eso está cambiando. ¿Habríamos siquiera sospechado hace pocos años que podríamos ver en España una exposición dedicada a la obra de Lyonel Feininger? La respuesta es «no», claro. Pero ¿quién es Lyonel Feininger?

Acaso a nuestros lectores les suene el nombre. Feininger es el autor de Los niños Kin-Der, publicado en España por el editor Manuel Caldas con el mimo que le caracteriza. Su otra aproximación al cómic de prensa (El mundo de Willie Winkie) ha tenido menos suerte, sin edición vigente en nuestro país. En total 53 planchas que le bastaron para dejar una huella reconocible en el medio que amamos. Claro que Feininger fue mucho más. Llegó al cómic desde la sátira y la caricatura que acogían diarios y semanarios de finales del siglo XIX y principios del XX, donde empezó a hacerse un nombre en cabeceras como la alemana Ulk. De ahí saltó al Chicago Daily Tribune donde publicó sus dos emblemáticas historietas, ya citadas. Ambas tuvieron corta vida, quizás debido a una sofisticación que sigue sorprendiendo hoy día.

Desencantado con el escaso impacto de sus tiras, Feininger fue perdiendo el interés por la viñeta y acabó abandonándola en aras de la pintura, a la que se consagró a partir de 1910. Al principio, sus lienzos eran deudores de su carrera como caricaturista, pudiéndose ver en ellos reelaboraciones de temas presentes en Ulk o en sus tiras de prensa. Con la influencia del cubismo (que Feininger conoció en París), sus cuadros depuraron formas, el colorido se matizó y variaron los temas, cada vez más volcados en los espacios naturales y arquitectónicos. Con ellos obtuvo el reconocimiento de las más prestigiosas galerías y entró en el conocida escuela Bauhaus, fundada por Walter Gropius.

Su vida dio un vuelco con la llegada de Hitler al poder. Perseguido por los nazis como representante del «arte degenerado», Feininger hubo de abandonar su cátedra en la Bauhaus y exiliarse a EE.UU. Tras unos años en que debió empezar prácticamente de cero, Norteamérica también se rindió a su arte, presidido por el rigor de las formas y la composición. Murió en 1956 consagrado como pintor, aunque semiolvidado como autor de tiras de prensa, faceta que, con la revalorización de los estudiosos de la historieta, ha recuperado el lugar de honor que le corresponde en su producción.

A partir de hoy viernes 17 de febrero, y hasta el 28 de mayo, la Fundación Juan March (c/ Castelló, 77 – 28006 Madrid) ofrece la oportunidad de acercarse a la obra de este artista único, caricaturista excelente, original pintor de vanguardia y pionero de la historieta todo en uno.

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