Edición nacional / España: Enero 2014, Astiberri Ediciones.
Guión, dibujo, tinta y color: Jason.
Formato: 160 páginas en bitono editadas en rústica con solapas.
Precio: 16 € .
Jason no tiene que demostrar nada a estas alturas. Ha llegado a un punto de su carrera donde sus seguidores arrastran los códigos que ha cimentado a lo largo de su obra, de modo que abrir un título nuevo es una puerta a algo conocido. Pero algo conocido que está expectante por ofrecer algo distinto y no cabe duda que cada vez mejor. El Gato Perdido, la última obra del autor noruego, es el ejemplo perfecto de obra de madurez, de cenit artístico de un creador que ha desarrollado un estilo único en el que entras o no, pero que no para de mejorar con cada título. Tanto es así que esta que nos ocupa se convierte con facilidad en una de sus mejores creaciones y por consiguiente en uno de los mejores título del año. Con la valentía de desarrollar la trama a través de mayor cantidad de páginas, Jason ofrece una premisa que de conocida, resulta cómoda y acogedora: usando conceptos arquetípicos de la novela negra, el autor presenta no su particular vuelta de tuerca al género, sino su manera de plegar los clichés del género a su universo personal.
¿Cómo es eso? A vuela pluma, el universo jasoniano, y permitidme adjetivar por fin sus formas, se sustenta en una emoción: la melancolía. Sus personajes deambulan por sus páginas con cierta desazón intrínseca, con una sensación palpable de que su destino siempre debería haber sido mejor del que nos están mostrando. Sobre esto influirán las formas de la narrativa y el diseño del autor noruego. Esas páginas de cuatro constantes viñetas, esa línea que más que clara resulta lánguida, ese uso del color siempre mate, sin estridencias, con especial ahínco en tonos débiles y fríos. Esas cuatro viñetas, repito, no aparecen abarrotadas de personajes, ni aun en las escenas en la gran ciudad. Apenas hay muchedumbres, cada cosa ocupa su espacio, formando parte de un todo, pero sin agruparse, sin molestarse, sin empujar, vaya. Y en ese entorno, los animales antropomorfos, marca de la casa, cuyo gesto se balancea entre la seriedad de una mirada triste y la indiferencia ante una vida apática. Es en ese cosmos aparentemente frío, aparentemente moribundo, donde Jason, por contraste, logra arrancar emociones al lector, tanto al desprevenido como al que espera ese twist final que suele amenizar sus tramas. Es así, con ese recato, con esa elegancia, como el noruego manipula nuestras emociones. De modo que el mazazo es doble. Y si no, esperad a las últimas páginas de esta joyita que nos ocupa.
El Gato Perdido, bajo la premisa conocida del detective de rasgos bogartianos y espíritu á la Raymond Chandler, tanto es así que los personajes se permiten hacer parodia al respecto, utiliza semejante continente para vehicular los contenidos habituales del autor. Aquí, la melancolía hace aparición bajo la soledad eterna del usual detective de igualmente eterna gabardina. Malos tiempos para su profesión, esa en la que los lugares comunes de las damiselas en peligro y las persecuciones han sido sepultadas bajo el sopor de las esperas ante las casas de los vigilados y la repugnancia ante las labores de investigación de fraudes y divorcios. Y la edad, esa edad que llega sin avisar y desde la que se percibe la tragedia del tiempo perdido, de ese que no vuelve más. Esa edad implacable donde la ilusión es un recuerdo adolescente y el futuro no es más que una casa solitaria antes de la caja de madera. Esta situación crepuscular sirve a Jason como marco para presentar el tema estrella: la idealización del ser amado. Nuestro detective, tras un breve encuentro, se enamora. Se enamora tras años de fracasos, tras una vida de desaires, y lo hace como lo hizo antaño y como parece que no le va a quedar otra: desde el peldaño previo antes del conocimiento real. Ese momento arrebatado y arrebatador donde la persona deseada es un lienzo en blanco, un boceto que antecede al más hermoso cuadro, ante lo cual no podemos sino dejarnos llevar por la ilusión más desatada. Y por tanto, la menos madura. Pues bien, el detective se enamora, y como no, el lector con él. Y le asistimos en su búsqueda de ese amor que de pronto, y si no, no habría trama, desaparece, del todo. De la ilusión de lo nuevo, a la tragedia de la pérdida, en dos páginas. De la felicidad de la tómbola del amor, a la crueldad de una habitación vacía que debería haber estado llena, en tan solo dos viñetas. Y con semejante premisa, a priori sobada y resobada, Jason sale victorioso como narrador. No solo triunfa, sino que se permite, en su resolución, una reflexión final, tremenda, cruel de tan triste, que arrancaría aplausos de haber sido proyectada ante una platea llena. No la desvelo para el lector que quiera llegar fresco.
Pero el aplauso no acaba ahí. El noruego, tirando de otra de sus marcas de fábrica, el pastiche de géneros, logra otro de sus maravillosos tours de force con la aparición de elementos ajenos al género con el que arranca, subvirtiéndolo para llevarlo a un lugar único, casi como no podía ser de otra forma en manos del autor de El Último Mosquetero. Y ahí lo dejo para el buen entendedor.
En definitiva, ¡bravo!
«Tanto es así que esta que nos ocupa se convierte con facilidad en una de sus mejores creaciones y por consiguiente en uno de los mejores título del año.»
A partir de esta frase de la reseña del Sr Silvestre, para mí, al menos, ya está vendido, vendidísimo.
No me gusta especialmente el estilo de dibujo de Jason, no me gustan los cómics de animales atropomorfos, no me gustar los tebeos con muchas viñetas o páginas «mudas»… y a pesar de todo lo anterior, Yo maté a Adolf Hitler y No me dejes nunca y Los hombres lobo de Montpellier son tres de mis cómics favoritos de cualquier época. De lo que se extrae la conclusión de que Jason es uno de mis autores de cómics favoritos de cualquier época. Y no digo que me parece un genio, porque no soy nadie para afirmarlo, pero pensarlo, lo pienso.
Yo no se si es un genio (que también lo pienso), pero para mi es compra obligada cada vez que sale algo de él. De mis autores favoritos y uno de los mejores ejemplos de lo grande que pueden llegar a ser los comics como medio.
Y respecto al final,
yo prefiero verlo desde un punto de vista optimista. El protagonista se pasa toda su vida angustiado y amargado sin saber ni entender por que ha desaparecido ella, por que le ha abandonado, pero finalmente ella aparece, entonces llega la respuesta (y que respuesta, «te abandoné porque soy una extraterrestre que tenía una misión secreta que cumplir», que grande es Jason), llega el alivio, ella ha vuelto a él y todo está claro, todo está bien.
Una reseña de las que incitan a salir corriendo hacia la librería para hacerse con el tebeo cuanto antes.
Yo de Jason aún no he leído nada. No me gustan demasiado (salvo excepciones) los tebeos de animales antropomorfos. Pero algo tendrá el agua cuando la bendicen, asi que a ver si le echo un ojo a esto.
“No me gustan demasiado (salvo excepciones) los tebeos de animales antropomorfos. “
Pues, como decía más arriba, es un recurso que odio. Es que ni siquiera aguanto las películas en las que los animales hablan. Y sin embargo, Jason me encanta.
Oído cocina, Samano.
Retranqueiro, si te gusta Yo maté a Adolf Hitler (que también es mi favorita), sigue con las que ha comentado Mr.X, No me dejes nunca y Los hombres lobo de Montpellier…y ya estarás enganchado a su obra
El único pero que tiene este gran autor es que te lees sus obras en un abrir y cerrar de ojos y baratas no son. No me dejes nunca es fantástico pero apenas hay letra
A mí empieza a cansarme… ¿Por qué haces esto? me pareció rompedora, tremendamente original. m encantó el de Hemigway y compañía en París convertidos en asaltadores de bancos (no me acuerdo del título) y tenía gracia «Yo maté a Hitler». Pero luego empieza a repetirse más que la morcilla de Burgos. Encuentro amoroso tristón + personalidade smisteriosas + irrupción fantástica-sobrenatural = zzzzz…
Hombre, mal, mal no está, pero lo dicho.