El cielo en la cabeza, de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral. Entrevista a Antonio Altarriba

La flamante ganadora del premio de la crítica (ACDB) en Francia es una odisea terrible, pero necesaria; una obra cruda y de un nivel artístico insuperable.

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Edición original: Le ciel dans la tête (Denoël Graphic. Septiembre, 2023)
Edición nacional: El cielo en la cabeza. Norma Editorial. Octubre, 2023
Guion: Antonio Altarriba
Dibujo: Sergio García Sánchez
Color: Lola Moral
Formato: Cartoné. 144 páginas
Precio: 16,5€

La odisea de un nadie

El cielo en la cabeza, de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral, es una de esas obras de arte que la humanidad se debe a sí misma y que solo los mejores de una generación pueden acometer. Porque si el arte es, por definición, libre; entonces es también responsable. Y, como humanidad, no tenemos mayor responsabilidad que ante aquellos a los que, a menudo pasivamente, negamos de facto su condición de humanos, de iguales, de sujetos autónomos. Con nuestro mismo derecho a atesorar sueños, anhelos y deseos. Con nuestro mismo derecho a que sus heridas y las infamias sufridas les sean reconocidas, atendidas y aliviadas.

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El cielo en la cabeza es la historia de un nadie llamado Nivek, uno de esos tantos centenares de miles de nadies que se juegan la vida de necrofrontera en necrofrontera, en pos del espejismo de una tierra prometida que queda al noroeste. O quizás ni eso. Quizás simplemente alejándose de la desolación, del desierto y de la hambruna. Alejándose de los despojos que dejan tras de sí las fauces insaciables de nuestra contemporánea sociedad tecnológica, paliativa, cansada y cautiva de una avaricia liberal que impregna de maneras diversas sistemas políticos de todo tipo. El cielo en la cabeza es la historia de un nadie llamado Nivek, un chaval congoleño que, cuál moderno Ulises, dejará tras de sí el inframundo de las minas de coltán de su país para acabar -y, lamentablemente, esto tiene poco de spoiler- en otro submundo, el de un centro penitenciario español; el penúltimo de nuestros submundos, puesto que el último submundo lo son nuestros siete (y pico) Centros de Internamiento de Extranjeros, “extensiones de un calabozo policial” donde uno va a parar sin que medien ni delito ni juicio, a mayor gloria de las necropolíticas noroccidentales.

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Pero resulta tan fácil perderse, tocando tanta tragedia, que por eso mismo solo los mejores de una generación pueden ponerle voz a tanto dolor y que ese grito, de puro desgarrado, sea también arte y no solo denuncia o, en el peor de los casos, oportunismo y panfleto. Por suerte, y a estas alturas, qué duda cabe, resulta evidente que Antonio, Sergio y Lola son gigantes de la historieta mundial que, con El cielo en la cabeza, firman una obra excepcional, apabullante, sublime; Noveno Arte elevado a la enésima potencia. Abiertamente descarnada y disimuladamente sutil. Puro derroche narrativo y, a la vez, plena contención. La historia es más de lo que parece y más de lo que uno espera, desde el principio y sin que en ningún momento nos dé tregua.
A estas alturas, quien se haya acostumbrado a las ordenadas y precisas reseñas de la actual redacción de Zona Negativa, ya se habrá dado cuenta de que aquí no encontrará nada de eso. Ni lo pretendo. No tengo esa habilidad para la observación pormenorizada que tanto admiro en la presente generación-zone. Pero es que, además, diseccionar El cielo en la cabeza es una tarea imposible, al menos para una reseña. Y lo es, en especial, porque en esta obra cada detalle cuenta y, además, lo cuenta como solo puede hacerse en cómic. Nunca van por separado argumento, textos, grafismo (línea y color), diseño de página y hasta la extensión de cada capítulo. TODO cuenta. Todo CUENTA. Todo se entrelaza. Cada parte dialoga y completa a las demás, convirtiendo El cielo en la cabeza en un fascinante mecanismo de relojería que no podría explicarse plenamente si aisláramos sus componentes los unos de los otros. Y si, para quien todavía no haya tenido la oportunidad de leer esta obra, estas palabras y la perspectiva de tener a Altarriba, García y Moral en un mismo tebeo les puede resultar prometedora, se estaría quedando corto en sus expectativas, porque lo cierto es que este trío autoral realizan un trabajo que va mucho más allá de todo lo ya indiscutiblemente excepcional que yo había podido ver anteriormente de ellos.

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Antonio Altarriba, muy dado a las verdades servidas en crudo, al retrato de dramas personales despojados de cualquier atisbo de romanticismo o a la crítica caricatura del egocentrismo capitalista burgués, sin tampoco abandonar su habitual y paradójico nihilismo comprometido, hace que todo ello dialogue con la belleza de África. Al lado de la crueldad, la amistad fraterna. Junto a las torturas, el amor. Escombros y vergeles. Y, en especial, frente al logos del lucro económico y la explotación deshumanizante, la mítica nativa de un mundo que se sustenta sobre la fecundidad y la nobleza. En esta novela gráfica, como en ninguna otra, se percibe el amplio conocimiento de Altarriba de la literatura universal; cuando, a partir de las narrativas del continente olvidado, consigue evocar el espíritu de cosmovisiones todavía activas en el territorio que alberga los que son los barros matriciales de nuestra especie.

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Y nada de lo dicho es ajeno al trabajo de Sergio García y Lola Moral. Ni la crudeza de la crueldad ni la fuerza de la amistad, ni la oscuridad de la violencia ni la luminosidad del amor, ni la aridez de los escombros ni la exuberancia de la selva, ni la repugnancia que inspiran los explotadores ni la amabilidad de aquellos pocos que desde todo tipo de medicinas invocan las fibras profundas de lo humano. Pero, de nuevo, García y Moral nos brindan todavía mucho más. Quien guste del trazo afable y suave de Sergio García se sorprenderá ante tanta línea cortante, ante tanta intersección de rectas verticales y horizontales que a veces tienen mucho de prisión y siempre convierten a este cómic en otro más de esos insuperables manuales de Sergio sobre la narrativa en viñetas. Lo curvo queda tan solo al servicio de lo genuinamente vivo. De la fuerza, del arte, del sexo y del afecto, de las promesas de vida y de las amenazas de muerte. En este punto, merece ser destacado como en esta obra Sergio García y Lola Moral consiguen equilibrar una estética compleja que aúna el arte sacro de vitrales y mosaicos de finales del siglo pasado, el muralismo indígena, la maleabilidad de la animación, los motivos étnicos, la expresividad de la caricatura y la rotundidad de los maestros del claroscuro del cómic contemporáneo. Aunque serían muchos los detalles a comentar, para mí destacan de manera especial las combinaciones de imágenes superpuestas al servicio de la fiereza del combate cuerpo a cuerpo y de la sensualidad del goce también cuerpo a cuerpo. Y, más aún, ese juego de miembros, pies, manos, brazos, que de viñeta a viñeta, o incluso dentro de una misma viñeta, se agrandan y se robustecen, se deforman y se retuercen, en anatomías imposibles y composiciones extremas que solo un genio como Sergio García, en lo cromático sutilmente secundado y fecundado por Lola Moral, podría conseguir que se sintiesen expresivamente orgánicas.

Desde nuestra humanidad compartida, debemos agradecerles a Lola Moral, Sergio García y Antonio Altarriba que hayan alumbrado este testimonio artístico. Es esta una historia que no podía silenciarse y que debe leerse. Porque, si a medida que el relato avanza, cada paso hacia el noroeste acorta más y más las esperanzas de futuro de Nivek, tal cual se acorta la extensión de los capítulos; llegados al final, nuestro Ulises africano ve desaparecer el último retazo de aquello que le permitía perseverar ante toda adversidad: su dignidad. Y ya, sin ella, ante nosotros emergiendo su carnalidad desnuda y torturada… de nosotros depende no apartar la mirada, no cerrar nuestros ojos, no sellar la mirilla de esas celdas, dejar de obviar la inhumanidad que comporta nuestra banalización del mal.

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Antes de dar por concluida esta reseña, desearía hacer una mención especial con respecto al papel de las mujeres en El cielo en la cabeza. A pesar del trágico final de Nivek, su protagonista, son realmente ellas las que experimentan los destinos más atroces. Expuestos a veces con fría objetividad, otras veces a través de respetuosas elipsis y, hacia el final de la historia, con una imagen bella y desoladora a la vez; la protagonizada por Aisha y su hijo recién nacido, con la que Sergio García y Lola Moral consiguen conjurar aquello de inefable que entraña el morir humano, cuando presencia y ausencia se funden en un mismo instante, recuerdo de lo que fuimos… y porvenir cercenado.

Entrevista a Antonio Altarriba

(En nombre del equipo autoral formado por Sergio García, Lola Moral y él mismo)

TONI BOIX (TB): ¿Cómo os encontró esta historia a cada un@ de l@s tres y por qué decidisteis hacérosla vuestra?

ANTONIO ALTARRIBA (AA): No nos encontró, tuvimos que ir a buscarla. Y se resistió un poco. Partimos de una estrecha vinculación entre Sergio y yo en la consideración que ambos tenemos del cómic como una forma de expresión original, muy diferenciada tanto del cine como de la literatura (a pesar de lo que a menudo se dice). Queríamos hacer una historia en la que plasmar nuestro peculiar concepto de viñeta y página. Después de explorar otras tramas, dimos con esta, que a mí me interesa especialmente por razones familiares (mi padre fue un exiliado). Considero que la gran odisea de nuestro tiempo la protagonizan los emigrantes. Se destierran de un origen que les maltrata en busca de un destino incierto, pero que solo puede ser mejor que el presente infernal en el que viven. Es la aventura con mayúsculas, etimológicamente la incertidumbre de “lo que está por venir”.

Portada de la edición francesa

TB: Contando la historia de Nivek, tan extrema como veraz en su anecdotario, dejasteis atrás muchas otras historias de otros tantos Nivek que desde otros lugares y por otras sendas, aunque con semejante peligrosidad, intentan arribar al Norte prometido. ¿Cómo os manejasteis a la hora de lidiar interiormente con todo aquello que no cabía contar, pero que dolía callarse?

AA: Fue una tarea complicada. El horror está tan extendido en el mundo, alcanza tales cotas de crueldad y nos esforzamos tanto en no verlo que, en cuanto corres la cortina del escenario en el que vive una buena parte de la Humanidad, el espectáculo se antoja dantesco. Pequeñas y grandes miserias constituyen la vida de millones de personas. Imposible representar tanto sufrimiento. Tuvimos que escoger una parte representativa. Filtramos prácticas que se nos hacían insoportables. El libro, como dice la crítica, es duro. La realidad aún lo es más. Nos hemos conformado con dar una muestra suficientemente esencial para que, al menos los lectores, contemplen cara a cara el otro lado, el rostro oculto y despiadado sobre el que reposa nuestra prosperidad.

ZN: ¿Qué elecciones estilísticas e, incluso, qué transformaciones en vuestros respectivos estilos artísticos, sentisteis que os demandaba la necesidad de contar esta trágica odisea contemporánea?

AA: En lo que respecta al guion, hubo una primera criba de situaciones purgando los detalles que se antojaban insoportables, pero manteniendo lo esencial. Se ambientaron en un paisaje exótico, casi siempre de gran belleza que permitía envolver el horror humano con la fascinación de la naturaleza. Sergio se encargó de dar una forma estilizada, un tanto geométrica, a las figuras y preparó una original composición de página y una organización de las secuencias que juega con el espacio tanto o más que con el tiempo. A ello hay que añadir los colores de Lola, seleccionando una gama luminosa que gradúa en los diversos capítulos. El mal no está reñido con la belleza y aquí se comprueba que las flores más hermosas crecen en los más pútridos estercoleros. Esa mezcla de lo terrible y lo bello hace que la tragedia resuene con honda reverberación y que la lectura se convierta en una experiencia profundamente ética y estética. Al menos, eso pretendemos.

TB: ¿Cómo valoráis la recepción que está teniendo la obra?

AA: Por ahora la reacción está siendo muy favorable tanto en Francia como en España, los dos países en los que ya se ha publicado. De todas formas, aún es pronto para hacer balance definitivo. Creo que este es un libro de larga trayectoria y que necesita tiempo y sedimentación, tanto en el mercado como en el espíritu del lector. Seguimos a la expectativa y esperamos que remueva las conciencias.

Enlace de interés: Vida en la necrofrontera


Nota: Tanto la entrevista como la reseña se realizaron unos días antes de la proclamación de El cielo en la cabeza como Premio de la Crítica (ACBD) en Francia. Este hecho no las desvirtúan; les dan más interés, si cabe.

Nota final: Agradecemos a Antonio Altarriba, Sergio García, Lola Moral y Jose Blaya todas las facilidades brindadas para la realización de esta reseña y de la entrevista y deseamos que las circunstancias que impidieron que Sergio García y Lola Moral pudiesen responder en primera persona se hayan resuelto favorablemente.

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Enrique Doblas
Autor
25 enero, 2024 22:19

Preciosa reseña y grande Altarriba, como siempre