Porque la sangre es vida

Imaginad un mundo en el que casi todos son vampiros. La sociedad ha evolucionado, los “chupasangres” han salido del armario y se cuentan por cientos de miles; mientras que los humanos se esconden, son cazados, criados en cautividad y enchufados a máquinas de desangrado. Imaginad que la raza humana está a punto de desaparecer y con ella, también los propios vampiros. Imaginad que la solución sea la creación de una sangre sintética… o encontrar un remedio a la maldición vampírica: una cura.

Bajo esta premisa se mueve Daybreakers un thriller vampírico que supone una nueva vuelta de tuerca al género (que está más de moda que nunca, como podemos observar recordando algunas de las últimas películas, como Déjame Entrar, Crepúsuclo, 30 días de Oscuridad… o series de televisión, Vampire Diaries o True Blood). Quizá sea con esta última con la que más similitudes comparta, ya que en ambos productos se perfila la creación de un sustitutivo sintético de la sangre humana, que es el detonante de la intrahistoria.

Los hermanos Spierig nos trasladan a un futuro distópico, modernista, alejado de los postapocalípticos a los que solemos estar acostumbrados, y nos presentan una sociedad vampírica muy avanzada, pero en decadencia. El progreso no ha conseguido “salvarles” y si pierden la base de su alimentación sólo conseguirán convertirse en lo que más odian y temen: unos seres subvampíricos (similares a los vistos en Blade 2), una involución feral hasta sus más oscuros instintos. Michael y Peter Spierig proponen un thriller de una gran potencia visual, con pinceladas de cine gore, momentos inquietantes y escenarios muy bien preparados.

Toda la ambientación de esta película, así como la ausencia de sangre, que se refleja especialmente en los más desfavorecidos (aquí no mendigan dinero, sino ese líquido vital) son sus mejores bazas, que rivalizan con otra, su reparto. Ethan Hawke es el protagonista indiscutible y está tan solvente como siempre en un papel que parece estar hecho a su medida, el de un hematólogo vampiro que hace buenas migas con los rebeldes humanos; Willem Dafoe se aleja de su rol arquetípico y nos “regala” uno de esos papeles escasos en los que no hace de villano, ni sobreactúa; y el malo de la película no es otro que Sam Neill que, aunque no aparece mucho, aporta un toque de fuerza hierática a un personaje que se mueve en la fina línea del bien y del mal, colocándose en una escala moral de grises.

Con todo Daybreakers no llega a ser una de esas obras maestras del género, no consigue el apelativo de «obra de culto» (quizá con el tiempo…), pero sí que consigue cumplir con su objetivo: contarnos una historia de vampiros alejándose de ciertos clichés, siendo innovadora en su planteamiento y en su trama. Los amantes del cine de vampiros deben apuntar este título, no les decepcionará.

Ya lo escribió Stoker en Drácula: “La sangre es vida”. Esa afirmación es especialmente importante para los vampiros de este filme; sin ella, no mueren, sino que se transforman en otra cosa, algo terrible, al feroz, la versión vampírica de esa otra máxima clásica: “El hombre es lobo para el hombre”.

Nos leemos.