Tsumitsuki

 

Edición original: Tsumitsuki JAP
Edición nacional/ España: ECC Ediciones
Guión: Hiro Kiyohara
Dibujo: Hiro Kiyohara
Formato: Rústica con sobrecubierta, 192 págs B/N
Precio: 7,95 €

 

Hiro Kiyohara nació en Nagoya en 1981. Ha colaborado como dibujante en mangas como Another de Yukito Ayatsuki, editado por Ivrea, Calling You y Missing Holiday de Otsuichi, editados por la desaparecida Glénat/EDT. Ahora llega a nuestras estanterías con Tsumitsuki, un manga autoconclusivo dibujado y guionizado por él.

Los Tsumitsuki o dioses del pecado son demonios capaces de poseer a personas al anidar en sus sentimientos de culpa. Al hacerlo, empujan a su huésped a cometer terribles asesinatos para alimentarle y perpetuar el parasitaje. Estos seres están haciendo estragos en un instituto dónde han encontrado un caldo de cultivo perfecto para poseer pecadores arrepentidos y alimentarse fácilmente.

El tomo está dividido en cinco capítulos. Cada uno de ellos versa sobre los últimos días de la persona poseída por un Tsumitsuki. De esta manera descubrimos qué pecado le hace sentirse culpable, vemos la lucha interna por deshacerse de los sentimientos de culpa y, finalmente, cómo se rinde (o no) ante la fuerza del Tsumitsuki de su interior.

ECC Ediciones ha hecho un trabajo excelente con la edición. Las medidas del volumen, las estándar de la casa, me gustan más que las del formato tankobon habitual, ya que son un pelín más grandes. Además, la sobrecubierta en lugar de ser brillante, es mate. Es una tontería, pero es una decisión que me gusta por dos razones: (1) porque la historia es de misterio y le pegan los tonos oscuros; y (2) me parece más agradable al tacto.

En el primer capítulo, Chinatsu Takada acaba de mudarse al pueblo y está adaptándose al nuevo instituto. Intenta entablar amistad con Mayu Shinohara una joven cabizbaja a la que sus compañeras marginan por alguna razón. Al acercarse a ella, conoce a Kuroe el hijo del sacerdote del templo sintoísta del pueblo. Un personaje que irá apareciendo en todos los capítulos y los conectará cual hilo de coser. Una de las dos chicas está poseída por un Tsumitsuki pero, cuando conozcamos la razón, veremos que no es por un pecado que ella haya cometido. Y es que los más profundos sentimientos de culpa muchas veces no arraigan en el culpable, sino en la víctima. Este es un hecho con el cual Kiyohara juega a lo largo de la historia y que explota profundamente en el segundo capítulo.

Tanto el volumen como los capítulos son autoconclusivos entre ellos y, sorprendentemente, está muy bien desarrollado. Lo habitual en este tipo de situaciones es que queden cabos sueltos, personajes en los cuales profundizar o incoherencias argumentales. Pero Kiyohara consigue hacer un producto de gran calidad en muy poco espacio. La moraleja es una bofetada al lector que empatice con los personajes. Aquellos que, como una servidora, tiendan a sentirse culpables de millones de pequeñas miserias que escapan al control de uno mismo. Hacía tiempo que no sentía que un manga le hablara directamente a mi consciencia, diciéndole: “ves, ¡esto te pasará como sigas así!”. Y, la verdad, no me apetece acabar con un Tsumitsuki en mi interior, así que voy a coger el protector solar y la toalla. Me voy a la playa a que el agua salada se lleve las penas, las culpas y los pecados.

Muestra de Tsumitsuki

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