Starjammers

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Edición original: Marvel Comics – octubre 1995 – enero 1996
Edición España: Comics Forum – mayo 1996
Guión: Warren Ellis
Dibujo: Carlos Pacheco
Entintado: Cam Smith, Dan Panosian, Mark Pennington, Mike Miller, Mike Christian, Andrew Pepoy, Bob Wiacek
Color: Malibú, Joe Rosas
Portada: Carlos Pacheco, Cam Smith
Precio: 1395 pesetas (tomo de la colección One shot de 104 páginas)

 

El penúltimo tomo de la colección One shot volvió a presentar una miniserie firmada por el gaditano Carlos Pacheco. El ilustrador andaluz volvía a la franquicia mutante para prestar sus lápices a una aventura protagonizada por unos piratas estelares que llevaban veinte años haciendo las suyas en los escenarios espaciales de la casa de las ideas.

Como es bien sabido, los Saqueadores estelares aparecieron de la mano de Chris Claremont y Dave Cockrum en el primer garbeo cósmico de la nueva y diferente Patrulla-X. Durante la aventura del cristal M’kraan, la parroquia tuvo ocasión de comprobar que el guionista tenía un marcado gusto por las situaciones folletinescas y el dibujante cierta pasión por las epopeyas estelares al modelo que luego popularizaría Star Wars. De golpe y porrazo, descubríamos que Chris Summers, Corsario, el líder de esta variopinta banda de forajidos, no era otro que el padre de Cíclope (aunque éste tardaría aún un poco en enterarse). Junto a otros cautivos del Imperio Shi’ar había formado una tripulación dedicada a fustigar la tiranía del soberano D’Ken. Cosas de la vida, en el año 1977 verían la luz La Guerra de las Galaxias y la primera aparición de los Saqueadores estelares.

Durante veinte años, el equipo comandado por Corsario contó prácticamente con la misma composición: el espadachín Raza Cuchillolargo, la gatuna Hepzibah, el reptilesco Ch’od y el insectoide Sikorsky. Cada uno de ellos contaba con un motivo para odiar a los Shi’ar, lo que no impidió que cada cierto tiempo tomaran partido por la emperatriz Lilandra, sucesora de su hermano D’Ken y más partidaria de una política conciliadora con el resto de las culturas e imperios galácticos. Su nave albergaría temporalmente a la fugitiva gobernante de la galaxia aviar, cuando fue derrocada por una facción más belicosa. Sería también el refugio de Charles Xavier, amante de la anterior, cuando causas ajenas a su voluntad le obligaron a abandonar su escuela y su planeta. También militaría en sus filas una Carol Danvers obligada a buscar nuevos lazos afectivos que sustituyeran los que había perdido a manos de Pícara. Durante muchos años, la olvidada Ms. Marvel sería la poderosa Binaria, otra ilustre secundaria que dormía el sueño de los justos de los personajes que esperaban una segunda oportunidad. En estas dos décadas, no se puede decir que los Saqueadores evolucionaran especialmente, más allá de su condición de aliados circunstanciales cuando la Patrulla-X o algún otro equipo mutante viajaba por el espacio.

La serie limitada que se recopila en este tomo se enmarca dentro de las consecuencias de la guerra kree-shi’ar narrada durante Operación: Tormenta Galáctica. Lilandra reina sobre dos imperios y la unión entre ambos parece garantizar la paz, pero la situación dista mucho de ser idílica. La política del Nido de Águilas está fuertemente influida por su mitología, y así como sus patronos principales –Sharra y K’ythri- fueron dioses obligados a casarse que hallaron en sus nupcias fortaleza y amor, los shi’ar consideran que la fusión cultural por la fuerza es una forma de conseguir buenas relaciones entre los pueblos. En el caso de los kree, esto se traduce en una política represiva tendente a explotar los recursos –ya de por sí sobreexplotados- de sus mundos derrotados. Así las cosas, los Saqueadores tensan la cuerda que les une con su antigua aliada y protectora imperial, rescatando del caído imperio a personas que son reubicadas en los mundos del Puño, una alianza de tintes anarquistas donde la información es poder y por tanto producto de conocimiento colectivo. En el marco de sus correrías, los piratas se topan con el rastro de los Descreídos, una raza que avanza en línea recta dejando un sendero de destrucción y transmitiendo un mensaje clásico en este tipo de historias: “renunciad o morid”.

El guionista de esta serie limitada no es otro que el británico Warren Ellis, que aquí introduce algunos de los conceptos que luego le harán célebre en proyectos más personales. En sus trabajos para colecciones de corte comercial, el caballero nunca ha rehuido ese tono, en parte ácido y en parte cínico, que luego desarrollaría ampliamente en trabajos de mayor libertad. Aquí, se explaya tranquilamente a la hora de presentar a los shi’ar como los imperalistas estirados y con complejo de superioridad que nunca han dejado de ser (como ya traslucieran en su momento Claremont y Byrne en aventuras como el juicio de Fénix o el proceso a Galactus). Por otra parte, aborda temas más cercanos a la obra de Starlin como la religión o el concepto de divinidad, pero avanza por senderos bien distintos. Los descreídos se presentan como una suerte de ateos cósmicos que, sintiéndose superiores como los shi’ar, consideran anatema el hecho de ser creaciones de un ser que estuviera, consecuentemente, por encima de ellos. Su reacción ante este hecho acaba derivando en una especie de cruzada atea, que presenta esta opción como una suerte de religión más. Por otra parte, introduce un concepto muy interesante –y alejado de los tópicos de la aventura galáctica- como el de una alianza libertaria de mundos que no quieren tratos con imperio alguno. Una idea más próxima quizá, a la ciencia-ficción.

Por lo que a los protagonistas se refiere, Ellis profundiza principalmente en la relación entre Corsario y Hepzibah, que han sido pareja prácticamente desde la fundación del equipo. La condición vengativa y sanguinaria de ella, ya fue esbozada por Bob Harras en las páginas de Los Vengadores. Aquí se justifica su acción al presentarla como una superviviente que no ha dejado de vivir en su interior la guerra que llevó al exterminio de su pueblo por parte de los aviares. Por su parte, Chris Summers aspira a colgar la espada y poder abandonar su vida errante; ha alcanzado cierto grado de paz y asumido la pérdida de su primera esposa, pero siente que la relación sobre la que quiere cimentar un nuevo capítulo de su vida no está asentada en terreno firme.

La miniserie ha aguantado muy bien el paso del tiempo y hay que destacar, una vez más, el trabajo de Carlos Pacheco. Después de haberse paseado por las calles de Nueva York, los lápices del gaditano pasaban al espacio exterior, presentando al público las razones que habrían de convertirle, no mucho tiempo después, en uno de los artistas mejor considerados del género.

Ellis y Pacheco volverían a encontrarse poco después en las páginas de Excalibur, en una colaboración intermitente que se vio salpicada por la presencia de sustitutos que no llegaban al dibujante ni a la suela de la chola. Allí, don Warren recuperaría a sus Descreídos, en una historia en la que Gata Sombra y Pete Wisdom vivían una aventura más propia de los populares –entonces y ahora- Mulder y Scully. Por su parte, los Saqueadores seguirían y siguen viviendo aventuras a ambos lados de la legalidad shi’ar, asomando el hocico cuando algún personaje o equipo-X se va de excursión por el cosmos.

Epílogo curioso: el tomo se cierra con un artículo firmado por el propio Pacheco, donde daba a conocer a la afición española las singularidades del proceso editorial marveliano. De la decepción que supuso para él no poder dibujar a la Guardia Imperial (más allá de una viñeta) hasta los desastres de reproducción de sus lápices (primorosamente entintados por Cam Smith), pasando por su desesperación al comprobar que Suzanne Gaffney, la editora responsable de la miniserie, desconocía de la existencia de un personaje que él quería incorporar al relato. El conocimiento enciclopédico del Pacheco lector dejaba en mantillas la sapiencia de la profesional estadounidense, que desilusionaba al niño que aquél aún llevaba dentro. El héroe que don Carlos quería recuperar, no era otro que un tal Starlord. Veinte años después, este singular caballero forma parte de un grupo que cuenta con su propia franquicia de películas. Las vueltas que da la vida.

Lápices de Pacheco, tintas de Smith
Página de la miniserie original

  Edición original: Marvel Comics – octubre 1995 – enero 1996 Edición España: Comics Forum – mayo 1996 Guión: Warren Ellis Dibujo: Carlos Pacheco Entintado: Cam Smith, Dan Panosian, Mark Pennington, Mike Miller, Mike Christian, Andrew Pepoy, Bob Wiacek Color: Malibú, Joe Rosas Portada: Carlos Pacheco, Cam Smith Precio: 1395…
Guión - 7.7
Dibujo - 8.4
Interés - 7.9

8

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dhaldon
dhaldon
Lector
19 enero, 2016 10:59

Hoy sí estamos de acuerdo don Luis, una muy buena miniserie, y buena por ambos lados; por un Pacheco que si bien aún no había alcanzado la excelencia que tuvo en Avengers forever se marca unas páginas que te deja con la boca abierta,y por la parte del guión Ellis va mucho más allá del típico enfrentamiento pirata-espacial que se podía esperar, y presenta ideas qué no se podían ver en colecciones de Marvel o DC de la época. Esa raza de ateos, esos mundos anarquistas, esa presentación los Shi’ar que a mí me recordó mucho a la política americana de la época.. en resumen una serie muy por encima de la media y qué cualquiera debería leer y disfrutar.

Jack Knight
Jack Knight
Lector
19 enero, 2016 14:28

Warren Ellis es único a la hora de revitalizar personajes en tan solo unas páginas. Creo que ningún autor actual es capaz de ofrecer tanto en menos páginas.

Alejandro Ugartondo
Autor
20 enero, 2016 0:54

Un gran trabajo alimenticio de Ellis y un excelente trabajo de Pacheco. Sin duda de lo mejorcito que salió en este formato