¿Qué es lo que nos atrae tanto de los asesinos en serie? ¿Por qué esa fijación por la sordidez y los casos cruentos? ¿De dónde nace ese interés por el monstruo? Tal vez sea porque ellos no se rigen por ninguna norma más que su voluntad arbitraria, caprichosa y volátil. Lo que está claro es que en esta clase de historias se apela a nuestros instintos más profundos y ponen la lupa donde se prefiere no mirar porque, debido a que puede que nos demos cuenta de algo inquietante: es probable pensamos de forma similar, tras muchas capas. Que sean la proyección de nuestras ideas más nihilistas. Y que puede que no solo ellos sean los monstruos. Apela a la testosterona, al poder absoluto: decidir quién merece morir y quién no.
Las historias con personajes psicopáticos son mezclas claras de algunos de los mecanismos del género de terror con el negro. Y por eso, los márgenes con los que juegan son muy estrechos, sí quieren funcionar, ya que deben ser equilibradas si no quieren que predomine un genero sobre el otro y, a su vez, tratar de contener determinados excesos en los que es fácil caer, si no se quiere car en el absurdo.
Esa caracterización se debe, especialmente que sabe pisar el freno y plantar una serie de flashbacks que si bien, no aportan absolutamente nada a las tramas horizontales, sí que logra dar una serie de capas a los personajes más carismáticos de la serie. Y es verdaderamente apreciable, también, el juego metanarrativo que nos plantean las portadas, como si de cómics románticos clásicos de décadas precedentes se tratara.
La serie, si bien no tiene ningún agujero de guion fragante, y siendo bastante sólida utiliza de forma constante ese mecanismo para conseguir la atención del lector, lo cual, una vez sobrexplotado de forma constante, tiene el efecto contrario rozando por momentos lo irrisorio (el constante giro, si la trama no lo exige, provoca el efecto contrario).
El lector siempre está atento y la sorpresa no lo es tanto. Y, por desgracia,
Muerdeuñas tampoco apuesta por narrarnos nada particularmente cohesionado, ya que en este tomo los personajes se comportan de forma impropia respecto a lo que sabemos de ellos, y cae en fallos de raccord emocional inequívocos.
A pesar de ello, la historia tiene unos mimbres que hacen plantearnos la potencialidad de hacer algo interesante con ello. Tal vez debería plantearse qué es lo que quiere contar realmente y atreverse a subvertir y cambiar de planteamiento, y ajustar todos los recursos narrativos para llegar a eso.
Por otro lado, otra de las grandes carencias de la obra es la nula profundización en los aspectos psicopáticos de los personajes, que muchas veces quedan en la mera caricatura y en el homenaje, pero que fallan en aquello en los que los convertirían en memorables: que los puedas entender e, incluso, te puedas identificar con el monstruo.
Aun con todo, en esta tercera recopilación logra mantener un ritmo y hacer un progresivo, constante y coherente avance de la historia. Da lo que promete y, una vez entiendes los truquillos y los hilos que maneja el guionista, no engaña a un lector que a estas alturas está más que inmunizado a esos mecanismos que tiene resultados más efectistas que efectivos.
Pero habiendo dicho todo ello: ¿Cuál es la intención de
El apartado gráfico de Muerdeuñas sigue estando a cargo de
El número doce, está dibujado por
La labor del colorista, sin embargo, sí que es más acertada al lograr hacer un buen manejo de las sombras y de los colores, diferenciando cada ambiente y atmosfera por el que caminan los personajes.
El tercer tomo recopilatorio editado por
Muerdeuñas es imperfecta y le quedan muchos elementos por pulir. Pero creo que en estos números da un paso enfrente respecto a los tomos anteriores. Pero es una serie que tiene mimbres de ir a más, y aun con todo, estos números dan algunos tímidos pasos por el camino adecuado.