#ZNDayNealAdams – Deadman a través de los años

Neal Adams dibujó a Deadman en dos etapas separadas por cincuenta años. Las repasamos en homenaje al legendario artista.

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A finales de la década de los sesenta, Neal Adams se encargó de ilustrar unas cuantas historias protagonizadas por Deadman en las páginas de la colección Strange Adventures. Incluso llegó a escribir algunas de ellas, imprimiéndoles su sello personal. El personaje pasó luego por otros títulos como The Brave and the Bold, Aquaman o Challengers of the Unknown, también bajo los lápices del legendario artista. Pronto aquellos cómics adquirieron un cierto aire de obra de culto: estando aún en los inicios de su carrera profesional, Adams les transmitió una fuerza y un estilo inconfundibles. En ellos ya estaban presentes sus célebres escorzos, sus poses dramáticas, su extraordinario detallismo y su minucioso conocimiento de la anatomía humana. Sin duda resultaron definitorios para el carácter del personaje e inspiraron a todos los artistas que trabajaron con Deadman a lo largo de los años posteriores.

Sin embargo, la relación de Adams con el peculiar acróbata de DC Comics no terminó allí. Casi cinco décadas después, ya en 2017, un Neal Adams que ya había hecho todo lo que podía hacerse se reencontró con Deadman en una curiosa miniserie que acabó siendo fagocitada por su colección de historias dedicadas a Batman y Ra’s al Ghul. Dicha miniserie, que aún permanece inédita en el mercado español, nos ofreció una singular oportunidad: la de comparar el Deadman que dibujó Adams en 1967 con el que ilustró cincuenta años más tarde. Hoy queremos contraponer el trabajo de un prometedor artista que arrancaba una carrera brillante con uno de los últimos trabajos de quien muchos consideraban un veterano ya desfasado y fuera de lugar. Esta es, por tanto, una historia de principios y finales: la historia del Deadman de Neal Adams a través de los años.

El nacimiento de un hombre muerto: el Deadman de Arnold Drake y Carmine Infantino

Irónicamente, la historia de la creación de Deadman comenzó con una muerte. En 1963, el editor de DC Comics especializado en cómics románticos Larry Nadel murió de un ataque al corazón. Su sustituto fue Jack Miller y uno de los títulos que heredó de su predecesor fue Strange Adventures, una colección que carecía de personajes protagonistas recurrentes y que tenía problemas para competir con otros cómics que sí contaban con héroes muy reconocibles en sus portadas. Por ello, decidió encargarle al guionista Arnold Drake que crease a un nuevo personaje que pudiese remontar el interés por la cabecera.

El reto no era nuevo para él. En 1963, el editor Murray Baltinoff le había encargado que salvase la cabecera My Greatest Adventure creando a un nuevo equipo de héroes y Drake, con un poco de ayuda de su colega guionista Bob Haney y acompañado por el dibujo del artista italiano Bruno Premiani, creó a la Patrulla Condenada. No obstante, a finales de los sesenta el estilo editorial de DC había adquirido tintes conservadores y muchas de sus series eran un reflejo de lo que se publicaba en las décadas anteriores. Drake tenía en mente algo radical e innovador que además iba a tener en cuenta las inquietudes presentes en la época, como por ejemplo la fascinación por el lejano oriente. El resultado fue Deadman.

Deadman Carmine Infantino portada

Un acróbata de circo llamado Boston Brand desafiaba a la muerte todas las noches sobre la pista, llevando un disfraz que le hacía parecer un cadáver andante. Una noche la muerte le acabó atrapando tras ser tiroteado en el trapecio, pero una misteriosa deidad procedente del misticismo oriental permitiría que su espíritu siguiese vagando por el mundo hasta que encontrase a su asesino. Esta fue la propuesta de Drake para el editor, que compartía oficina con uno de los dibujantes más importantes de la DC de entonces, Carmine Infantino, que asistió a su presentación. La idea debió gustarle, pues Infantino fue el encargado de dibujar la primera historia de Deadman, publicada en Strange Adventures #205, en octubre de 1967.

El artista fue el responsable del diseño de su característico traje rojo, con esa especie de cuello elevado y la letra D en el abdomen. También de la cadavérica máscara blanca que acabaría convirtiéndose en el rostro por el que le identificarían los lectores. A sugerencia de Drake, Infantino le otorgó un aspecto rudo a Boston Brand, con una nariz de boxeador y una mirada acerada, pero el devenir de la historia exigía que su forma humana apareciese sólo unas pocas viñetas antes de convertirse en un espíritu incorpóreo capaz de poseer a otros.

Deadman Carmine Infantino interior

La primera aparición de Deadman es una historia peculiar, ya que tiene mucho más que ver con cómics de intriga sobrenatural como House of Mystery o House of Secrets que con las típicas historias de superhéroes. Incluso apela constantemente al lector desde su primera página, en la que el propio Deadman asiste a su funeral e indica que uno de los presentes podría ser su asesino; un recurso muy habitual en los cómics de terror de la época. A continuación, la historia retrocede un poco en el tiempo para presentarnos a Boston Brand, el acróbata que trata de mantener a flote un circo que no está pasando por sus mejores momentos y que pertenecía al fallecido padre de su amante, una bella mujer llamada Lorna. Mientras se dirige a su espectáculo en el trapecio, Boston se encuentra con algunos de los personajes que componen el reparto principal del circo, como el domador de fieras, el fortachón o el adivino, que menciona estar en contacto con una diosa llamada Rama Kushna. Poco después, el temerario acróbata es tiroteado en pleno salto por un asesino con un garfio metálico en lugar de una de las manos, siendo esta la única pista que tendrán tanto el lector como el protagonista sobre su identidad.

Pero Boston regresa de la muerte, por supuesto, ahora convertido en un ente etéreo e inmaterial capaz de adentrarse en los cuerpos de los vivos y controlar sus acciones. Apoderándose momentáneamente del cuerpo del fortachón del circo, descubre que uno de los trabajadores está introduciendo droga de contrabando y pone fin a sus planes. Sin embargo, el misterio sobre el asesino con el garfio metálico se queda sin resolver. Aunque todos le creen muerto, Deadman promete que no hallará la paz ni el descanso hasta encontrar al responsable del crimen. Y ahí es donde entró Neal Adams, justo a tiempo para narrarnos su dramática búsqueda.

Un espíritu solitario: Deadman según Neal Adams

Poco después de que el primer número de Strange Adventures estuviese terminado, Jack Miller se vio obligado a renunciar al rol de editor a causa de sus problemas de salud. Infantino asumió entonces sus competencias, lo cual le impidió seguir dibujando la colección. Además, Arnold Drake iba a abandonar el proyecto en su segunda entrega y su continuidad peligraba. Ese segundo número contó con el dibujo de un joven Neal Adams, que estuvo entintado por George Roussos, conocido por haberle proporcionado las tintas a Jack Kirby en los primeros tiempos de Marvel en la Edad de Plata. En teoría, la labor del entintador consistiría en pulir las diferencias entre el estilizado arte de Infantino y el descarnado realismo de Adams, aunque el resultado nunca fue del agrado de este último (y, de hecho, recopilaciones posteriores de la etapa que estamos comentando incluyeron una versión de este segundo número entintada por el propio Adams). En las siguientes entregas, Adams pasó a encargarse de entintar él mismo sus lápices. En cuanto al guion, contó con la ayuda de Jack Miller durante cinco números antes de obtener el control completo de la cabecera dedicada a Deadman.

Como hemos visto, aquella fue una época agitada en las oficinas de DC y Strange Adventures era un título menor con un futuro incierto, muy alejado de las preocupaciones de la cúpula editorial. A nadie le hubiese sorprendido que la cabecera pasase de improviso a estar tan muerta como su protagonista, lo cual la convertía en un fértil terreno de cultivo para la experimentación sin temor a sufrir interferencias. De Strange Adventures #206 a Strange Adventures #216, Neal Adams dio forma a su visión del personaje creado por Drake e Infantino, proporcionándonos unos cómics que destacaban por su poderío gráfico, su gran expresividad y su elevado dramatismo. Las secuencias de acción acrobática y las poses declamatorias en las que Boston Brand gritaba a los cielos por su aciago destino pronto se convirtieron en los elementos fundamentales de la propuesta del artista.

Deadman Neal Adams portada

Las bases del argumento partían siempre de una misma premisa: surgía un sospechoso que podía estar tras el asesinato de nuestro protagonista y Deadman lo investigaba gracias a su capacidad para habitar otros cuerpos, desbaratando de paso sus planes para cometer alguna otra fechoría. Sin embargo, al final quedaba claro que el malhechor no había sido el auténtico culpable de su muerte y la sombra del hombre con el garfio metálico volvía a presentarse. Todo ello mientras la historia coqueteaba con ideas propias del misticismo como la proyección astral, la posesión o la reencarnación.

Resulta curioso que un escenario en apariencia tan inocente como el circo acabase estando rodeado de tantos personajes con turbias intenciones, como Jeff, el hermano pequeño de Lorna, la dueña del negocio, que aparece junto a su banda de moteros para llevarse el dinero del seguro de vida del finado acróbata estrella, o El Águila, un trapecista rival que ya tuvo serios roces con Boston Brand en vida y que regresa tras su fallecimiento para usurparle su puesto en el circo. Aprovechándose de su capacidad para saltar de un cuerpo a otro, Deadman se encarga de poner a estos antagonistas en su sitio sin demasiados problemas. Si bien a duras penas se pueden considerar supervillanos, su derrota implica con frecuencia espectaculares secuencias de acción como la de la pelea contra El Águila en el trapecio. En ellas, Adams demostró abundantemente su capacidad para componer páginas que realzan el dinamismo y sirven como perfecto vehículo para el movimiento plasmado en sus viñetas.

Esta primera etapa de Deadman se mueve entre los bajos fondos y los criminales de baja estofa. Algunas de las situaciones que aparecen en sus páginas nos muestran la cara más fea de nuestra propia realidad, como el abuso hacia las mujeres o el tráfico de personas a través de la frontera estadounidense. El espíritu de Boston Brand es un testigo invisible e inaudible de estos actos terribles y su impotencia es palpable en muchas viñetas. Los lectores somos los únicos que podemos ver las reacciones del personaje y, de alguna forma, su indignación se hace nuestra. La historia de Deadman es una historia de venganza contra su asesino, sí, pero por el camino hay otras muchas pequeñas venganzas contra esas injusticias que, por su delicada naturaleza, no suelen abordarse en el cómic de superhéroes.

En determinado momento se presentó al personaje de Cleveland Brand, el hermano gemelo de Boston que trabajaba para un cacique local que utilizaba en su plantación mano de obra introducida ilegalmente desde la frontera. El cómic no sólo utiliza las palabras “espaldas mojadas”, un término con connotaciones despectivas que se refiere a los inmigrantes irregulares que intentan llegar a Estados Unidos, sino que también muestra la absoluta falta de piedad de las personas que hacen negocio a su costa. Por mucho que Deadman intervenga para salvar la situación, sus capacidades sobrenaturales se nos antojan insuficientes para lidiar con un problema de semejante complejidad.

Junto al componente de drama social, la colección también explotaba un drama mucho más íntimo y personal. El argumento se reservaba otro giro inesperado cuando Cleveland Brand vuelve al circo para hacerse pasar por su hermano con la intención de tenderle una trampa a su asesino. Con la sombra del hombre del garfio cada vez más cerca, Boston se ve en la tesitura de habitar el cuerpo de su propio hermano para evitar que la persona que le mató se cobre una nueva víctima… fracasando en el intento. Esas viñetas finales en las que Deadman grita hacia el cielo de pura impotencia, sin que nadie a su alrededor pueda escucharle ni servirle de consuelo, constituyen una muestra de la fuerza que albergaba -y sigue albergando- la propuesta de Adams.

Deadman Neal Adams

Boston Brand era un hombre endurecido por una vida que no le había sonreído demasiado, pero con buen corazón. Lejos de ser una bendición, su nueva vida tras la muerte más parece una maldición: además de habérsele privado del descanso eterno y de haber sido empujado hacia una loca búsqueda de venganza contra su asesino, continuamente se encuentra enfrentado contra la peor cara del ser humano… y lo tiene que hacer en solitario, sin nadie que le ofrezca un hombro sobre el que llorar. El Deadman primigenio era un justiciero torturado y consumido por su misión. Y quizá por eso mismo su encuentro con Batman era inevitable.

Un hombre muerto y un hombre murciélago: apariciones en The Brave and the Bold y cierre de etapa

Los caminos de Deadman y Batman se cruzaron por primera vez en The Brave and the Bold #79, publicado en agosto/septiembre de 1968. Escrito por Bob Haney y dibujado por Neal Adams, se trata de un número que destaca por la peculiar relación que se establece entre ambos héroes. La búsqueda del hombre del garfio lleva a la forma incorpórea de Boston Brand hasta la ciudad de Gotham, en la que un sicario también equipado con un garfio ha cometido un asesinato relacionado con una organización criminal. Como era de esperar, Batman también investiga la escena y Deadman aprovecha la ocasión para que el mejor detective del mundo investigue su muerte. Si bien nunca llegan a comunicarse de forma directa y Batman en ningún momento puede ver al espíritu de Deadman, ambos colaboran juntos en el caso y acaban desvelando la identidad del asesino del garfio. Al final resulta que no es el asesino del garfio que tiroteó a nuestro trapecista, sino alguien relacionado con Joe Hill, un nombre surgido del pasado de Batman (dependiendo de la continuidad en la que te encuentres, claro).

The Brave and the Bold Deadman Batman

Esta historia es memorable porque es la primera en la que uno de los vivos, en este caso Batman, reconoce la existencia de Deadman, aliviando así un poco de su angustia. Es más, el fantasmagórico personaje descubre enseguida la verdadera identidad de Batman y se hace partícipe de su secreto, convirtiéndose en aliado y amigo. Es bonito que estos dos personajes tan conectados al trabajo de Neal Adams compartan de igual forma un vínculo entre sí.

Los siguientes números de Strange Adventures continuaron con la búsqueda del hombre del garfio, aunque de una forma un tanto estrafalaria. Cuando al fin se desvela la identidad del asesino de Boston Brand, lo hace tras una serie de casualidades demasiado forzadas. No obstante, esta esperada revelación abrió la puerta a nuevas e interesantes líneas argumentales y sirvió para presentar una de las localización místicas más sugerentes del Universo DC: la ciudad oculta de Nanda Parbat.

Pero antes tocaba una última dosis de angustia existencial, por supuesto. Desesperado y ansiando volver a vivir una vida normal, Deadman habita el cuerpo de un hombre elegido al azar y, durante unas horas, vuelve a caminar entre los vivos y a sentir el tacto de una mujer. Aún sabiendo que el hombre del garfio sigue libre y que su misión de venganza no se ha completado, Boston Brand siente la tentación de olvidarse de todo y ocupar una vida que no es la suya. Por desgracia, el hombre al que ha poseído no es un civil cualquiera sino un asesino a sueldo que obligará a Deadman a actuar para proteger a los inocentes. Empezaba así esa serie de casualidades conectadas de una forma un tanto inverosímil que llevó a nuestro protagonista hasta la lejana Asia, donde un extraño Sensei entrenaba a una hermandad secreta de asesinos.

Deadman Neal Adams portada

En esta historia, Adams planteó una serie de cuestiones que pusieron la existencia de Boston Brand patas arriba. No sólo se descubrió por fin la identidad del hombre del garfio, sino su motivación para disparar a la estrella del circo: resulta que no fue un crimen motivado por el odio o por intereses económicos, sino que el asesino eligió al acróbata para probar sus dotes como tirador y nada más. En un retorcido giro de los acontecimientos, Deadman incluso se ve obligado a defender a su propio asesino, al que tanto tiempo había estado buscando, cuando el Sensei se vuelve contra él. Esta irónica vuelta de tuerca del guion es uno de los momentos cumbre de la colección y acabaría conectándose con la mitología de Batman, pues la escuela de asesinos del misterioso Sensei se desvelaría más tarde como una escisión de la Liga de Asesinos de Ra’s al Ghul y el propio Sensei como la antigua mano derecha de la Cabeza del Demonio.

Strange Adventures #216 llevó por fin a Deadman hasta Nanda Parbat, ciudad en la que pudo gozar de nuevo, aunque brevemente, de un cuerpo físico y en la que entró en contacto con Rama Kushna. Con el asunto del hombre del garfio concluido y su venganza resuelta de la forma más insatisfactoria posible, Deadman habla con la diosa y clama por justicia. Nuestro héroe esperaba que su búsqueda devolviese algo de equilibrio al mundo, pero pronto llega a la conclusión de que su misión no ha hecho más que empezar: el mundo sigue necesitando a Deadman y por eso Boston Brand decide abandonar la ciudad mística en la que podría haber tenido una existencia pacífica para lanzarse al mundo con energías renovadas. Aunque antes tendría que completar un último encargo, el de proteger la misteriosa Nanda Parbat de la ira del Sensei.

Este es un número excepcional, en el que Adams demostró haber hecho suyo al personaje y su mundo. Es un cómic que incluye las impecables secuencias de acción marca de la casa, pero también asombrosas secuencias psicodélicas repletas de angustia existencial. La débil conexión inicial de Deadman con el misticismo oriental alcanzó aquí su paroxismo, abriendo todo un universo de posibilidades para el personaje. Adams elaboró algunas páginas memorables, con una composición tremendamente original y una carga simbólica muy potente. La colección al fin había despegado y se preparaba para un futuro glorioso.

Y justo entonces fue cancelada.

Aún hoy no está muy claro el motivo por el que Strange Adventures echó la persiana sobre el Deadman de Neal Adams, pero podemos suponer que las ventas no fueron muy buenas en su época. La cabecera pasó a reeditar viejas aventuras de Adam Strange a partir de Strange Adventures #217, intercaladas con unas pocas historias nuevas, antes de su cierre definitivo no mucho tiempo después, en Strange Adventures #244. Aunque seguía teniendo muchas ideas para el personaje, Adams no tuvo más alternativa que dejarlas a un lado. Por suerte, la cancelación del serial de Deadman en Strange Adventures no le separó de Boston Brand durante mucho tiempo.

The Brave and the Bold #86, por Bob Haney y Neal Adams, vino a servir como epílogo de lo narrado en Strange Adventures y a cerrar algunos de sus cabos sueltos. Publicado en octubre/noviembre de 1969, su argumento comenzaba de una forma sorprendente: con Deadman tratando de matar a quien se podía considerar su único amigo, Batman. Por descontado, el Hombre Murciélago no tarda en descubrir que el espíritu de Boston Brand ha sido manipulado de alguna forma, comenzando así una aventura que recupera al hermano gemelo de Deadman y desemboca en la defensa definitiva de Nanda Parbat ante las fuerzas del Sensei. Esta última historia sirvió para demostrar una vez más que Batman y Deadman hacían una pareja estupenda, así como para terminar de solidificar la relación de este último con el misticismo oriental, representado por Nanda Parbat y Rama Kushna. En definitiva, no sólo se trata de un tebeo divertido con un arte que derrocha carisma y dinamismo, sino que también supone el tan necesario clímax para toda la etapa anterior.

The Brave and the Bold Deadman Batman

Adams volvería a dibujar a Deadman en unas pocas historias de complemento publicadas en la colección de Aquaman (Aquaman #50-52) en verano de 1970. Conectada con el soberano de Atlantis de forma tangencial por la aparición de su hermano, el Señor del Océano, la historia pronto deriva en una invasión alienígena y un viaje a través de otra dimensión junto a una bella mujer llamada Tatsinda que tiene la peculiaridad de cambiar de forma al pasar de un plano de la realidad a otro. Esas pocas páginas, en las que Adams asumió tanto la escritura como el dibujo, fueron un pequeño adelanto de lo que podría haber sido la cabecera de Strange Adventures de haber continuado su etapa y que nunca llegamos a ver.

También en 1970, Adams ilustró la segunda parte de Challengers of the Unknown #76, escrito por su colega Dennis O’Neil y con una primera parte dibujada por George Tuska. Su argumento, narrado desde dos puntos de vista distintos, nos mostró un curioso encuentro entre Boston Brand y los Investigadores de lo Desconocido. De ahí en adelante el futuro de Deadman cambió de manos.

Deadman Neal Adams

La década siguiente acabó de encumbrar a Neal Adams como uno de los autores más destacados e influyentes del cómic mainstream americano. Sus trabajos tanto para Marvel como para DC despertaron la admiración del público… y el interés por sus obras “menores”, como la corta etapa de Strange Adventures. Reeditada tiempo después como miniserie, al fin acabó recibiendo el merecido reconocimiento que no tuvo en su día. Para entonces Deadman ya se había incorporado plenamente al Universo DC y otros autores habían empezado a ofrecer a los lectores su propia visión de las aventuras del etéreo acróbata. Fuesen cuales fuesen los planes de Adams para el personaje, lo único que sabemos es que quedaron olvidados en el limbo mientras el artista centraba su atención sobre otros proyectos. Deadman ha cambiado mucho desde aquellos tiempos, convirtiéndose en un personaje menos angustiado, más liviano y simpático, pero sus dramáticas raíces en Strange Adventures siguen siendo una lectura que todo fan del trabajo de Adams debería realizar.

Llama la atención que, pese a la popularidad de su autor, esta brillante etapa nunca acabó de superar la etiqueta de obra de culto, en el sentido de que sigue siendo relativamente oscura y difícil de conseguir: desde que Planeta la editó en formato absolute allá por 2007 no la hemos vuelto a ver en las estanterías de las librerías españolas.

Cincuenta años después: el Deadman que nadie esperaba

Saltamos ahora casi cinco décadas en el tiempo. Neal Adams, ya convertido en todo un veterano, puso en marcha una serie de proyectos que fueron recibidos con sorpresa y consternación por parte de los lectores… cuando no directamente con sorna. Fue la época de Batman: Odyssey (2010) y Superman: The Coming of the Supermen (2016). Nos encontramos entonces con un Neal Adams como artista completo totalmente desfasado, con unos guiones tan enrevesados como confusos y unos diálogos que rozaban lo inapropiado y se saltaban la caracterización de los personajes sin pudor. Aunque su dibujo seguía siendo bastante espectacular, aquellos tebeos sin complejos parecían sacados de otra época. Mucho se habló entonces de la decadencia de Adams y de cómo el tiempo había acrecentado unos problemas como escritor que habían estado presentes en su trabajo desde finales de los sesenta y principios de los setenta.

En esa tesitura se anunció la llegada entre 2017 y 2018 de una miniserie de seis números centrada en Deadman, que ya había aparecido antes en Batman: Odyssey y en su secuela. Adams tenía ganas de volver a utilizar al personaje en un proyecto que serviría para revisitar sus orígenes y añadir algunos cambios sorprendentes. El regreso del artista al personaje cincuenta años después de su mítica etapa en Strange Adventures no pasó desapercibido, pero cualquier entusiasmo que pudiese despertar la colección se esfumó tras la publicación de su primer número. En esta casa no gustó demasiado, como atestigua esta tibia reseña.

Deadman Neal Adams

La miniserie de Deadman es obtusa, por no decir inaccesible. Un lector que no conozca la etapa previa del personaje en Strange Adventures tendrá serias dificultades para seguir su argumento, que para más inri también está conectado con el de Batman: Odyssey. El hecho de que el autor salte constantemente hacia delante y hacia atrás en el tiempo tampoco ayuda mucho a seguir el hilo, pues las secuencias pasadas se mezclan sin orden ni concierto con eventos posteriores. Es más, Adams reescribe a su capricho la historia de Deadman, cambiando el destino de personajes tan relevantes como el hombre del garfio. Incluso llega a alterar el pasado de Boston Brand para sacarse de la manga a un hermano perdido que al final resulta ser nada menos que… ¿Ra’s al Ghul? Aquel fue un movimiento muy osado, incluso para los estándares de la endeble continuidad de DC Comics.

Algunos números de esta miniserie son un completo galimatías, en parte refrito de historias ya conocidas y en parte reboot en toda regla. No sólo vuelve el hombre del garfio, sino también el circo y Cleveland Brand, ahora convertido en el líder de unos Deadmen que desafían a la muerte en el trapecio cada noche. También aparecen Batman y el Comisario Gordon, por supuesto, además del mencionado Ra’s al Ghul. Y el Sensei. Y Nanda Parbat. Y Rama Kushan. Y Tatsinda. Y buena parte de los personajes místicos del Universo DC: el Espectro, el Fantasma Errante, Etrigan, el Doctor Fate y hasta Zatanna. Todo ello aderezado con hordas de zombis, robots y mutantes asesinos. Esta es una miniserie que no sabe cuándo pisar el freno.

Deadman Neal Adams

Es complicado recomendar estos cómics, incluso para los fans acérrimos de Deadman. Son un regreso a los orígenes, a la época en la Boston Brand era un espíritu solitario y torturado, en la que la venganza era su única motivación y la angustia lo único que podía sentir. Pero, al mismo tiempo, también tergiversan el origen de Deadman y lo desbaratan por completo. Es descorazonador el momento en el que alguien le dice al héroe que no posee ningún alma en su forma incorpórea, lo que vendría a significar que nunca ha sido nada más que una sombra de Boston Brand y no el espíritu del fallecido acróbata. Adams llega a plantear que Boston no está muerto del todo y que podría regresar a la vida, ignorando con toda la intención el hecho de que el elemento más definitorio del personaje desde su mismísima concepción es el hecho de estar, efectivamente, muerto.

Leer estos cómics es… un poco triste. Parecen la obra de un gran artista en pleno periodo de declive, sí. Pero uno mira esas páginas, con esos trazos tan libres y despreocupados, con esos rostros tan repletos de emoción y angustia, con esa composición de viñetas tan dinámica y expresiva… y tiene la certeza de que quien tuvo, retuvo. Hay mucho talento y mucho oficio en la miniserie de Deadman, aunque el argumento no acompañe y los diálogos estén fuera de lugar. Sorprende ver a Adams aprovechando la tecnología desarrollada en esas cinco décadas de diferencia para adaptar los elementos con los que trabajó a finales de los años sesenta, como el distintivo brillo verde que rodea a los cuerpos vivos habitados por Deadman. El uso del color es ciertamente insólito, aunque no acabe de casar bien con la frescura de ese trazo que viene directamente desde un pasado glorioso. Hay mucho que disfrutar en estos cómics, desde luego, pero hay que pagar un peaje muy elevado para hacerlo.

A día de hoy, esta historia sigue inédita en nuestro mercado y no es difícil imaginarse por qué: es confusa y contradictoria, además de un tanto esperpéntica. Pero esas páginas… ay, esas páginas… Es una pena que no las hayamos visto por aquí. A día de hoy es difícil plantearse cómo podría encajar una hipotética edición. La propia miniserie en su edición original acabó con un final abierto que prometía una secuela que volvería a reunir a Deadman con Batman; secuela que nunca llegó a existir como tal porque acabó transformándose en lo que conocemos como Batman Vs. Ra’s al Ghul, dejando a un lado la historia de Boston Brand para volver a poner el foco sobre el Hombre Murciélago. ¿Se podría publicar por separado sabiendo que carece de conclusión? ¿Habría que fusionarla de alguna forma con Batman Vs. Ra’s al Ghul? Ninguna de las opciones parece satisfactoria del todo.

Aún así, no está de más reivindicarla como homenaje a su autor. Al fin y al cabo, ¿cuántos casos conocemos de autores de cómic que hayan tenido la ocasión de volver a ilustrar a uno de sus personajes más populares cinco décadas después de haberlo tocado por última vez? Siempre es motivo de celebración que un autor se reencuentre con su obra tras tantos y tantos años, sea cual sea el resultado.

En conclusión

Uno de los aspectos más interesantes de la figura de Neal Adams es que, como artista, era un culo de mal asiento. Alcanzó el éxito con Batman y podría haberse dedicado a dibujar al Hombre Murciélago durante toda su carrera, pero no lo hizo; simplemente dibujó un puñado de historias memorables y luego pasó a otra cosa. Encontró en Deadman a un personaje con el que podía explorar sus inquietudes con total libertad, pero cuando las circunstancias le impidieron continuar con él pasó a otra cosa. Dejó una huella indeleble en la historia de la Patrulla-X y de los Vengadores, pero luego pasó a otra cosa. ¿Green Lantern/Green Arrow? Otro hito inolvidable para el cómic americano, pero después de hacerlo pasó a otra cosa, sin más.

No encontrarás larguísimas etapas de una misma cabecera firmada por Adams. Nunca pasó muchos años vinculado a un único proyecto. En su lugar, picoteó aquí y allá, influenciando a muchos de los autores que vinieron detrás de él. ¿Esos números de la Patrulla-X en la Tierra Salvaje? ¿Ese viaje al interior de un androide durante la Guerra Kree/Skrull? ¿Ese combate contra Ra’s al Ghul sobre las arenas del desierto? ¿Ese espíritu etéreo clamando al cielo por su aciago destino? Esos fueron los momentos que marcaron el camino hacia el futuro.

Y, muchos años después, cuando volvió a reencontrarse con todos esos personajes con los que tantos éxitos había cosechado, no pareció hacerlo para contentar al público. Batman: Odyssey, Superman: The Coming of the Supermen o la miniserie de Deadman no fueron cómics ideados para satisfacer a los lectores. Más bien parecían una despedida por parte del autor, que deseaba pasar un último buen rato con sus viejos colegas mientras tuviese la ocasión. Son cómics sin complejos, en los que hizo lo que le dio la gana sin preocuparse de nada y con los que seguramente se lo pasó en grande. Quizá no sean buenos cómics, pero qué más da. Adams ya no tenía nada que demostrar. Esa es la clave: ya había hecho todo lo que podía hacerse, pero aún le quedaban ganas de probar a hacer algunas cosas más. Podría haberse sentado a vivir de las rentas, pero eso no iba con él. Era un culo de mal asiento.

Y eso es lo que celebramos hoy. Así es como elegimos recordarle. No sólo era una gran persona y un incansable defensor de los derechos de los autores, sino que también era un artista inquieto, un innovador, un pionero. Lo fue durante toda su vida. Gracias por todo, Neal, y hasta siempre.

Neal Adams Boletín Marvel

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Drury Walker
Drury Walker
Lector
20 mayo, 2022 22:25

Yo echo de menos su ultimo Deadman. En la linea de Batman Odissey,connun guion iconoclasta, provocador, lisergico y que mueve al rechazo y la chanza. Pero como dices, que mas da. Se lo habia ganado.

Batman contra Ra’s al Ghul es mucho mas contenido y mas satisfactorio de leer. Que sea su ultima obra con el personaje despues de la caña que le dio parece una despedida tipo recordemonos con cariño.

Saludos!