De Evento en Evento.

¿Son los eventos ya una formula editorial caduca y sin sentido? Primer artículo de dos donde intentamos lanzar la cuestión, ante la inminente llegado del nuevo evento de DC Comics: Metal.

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A raíz del nuevo evento de DC Comics, Metal, que empezara en agosto, hemos considerado interesante hacer una pequeña reflexión, a traves de dos artículos, sobre este tipo de acontecimientos editoriales. El primero de ellos, siendo una breve introducción con la que energizar las neuronas y recordar de un vistazo algunos de los primeros eventos editoriales de DC y Marvel. El jueves 27 tendremos la continuación con la que os invitamos a dar vuestra visión personal de este tipo de acontecimientos. Citando al propio artifice de Metal, Scott Snyder: ¿Estamos hartos de eventos o estamos hartos de malos eventos?

Hubo un tiempo en esto de los comics de superhéroes en los que no había evento alguno. Fueron muchas décadas las que vieron como los comics llegaban a las tiendas sin estar relacionados más allá de compartir un universo común, y ni siquiera eso al principio, pero sin relacionarse de manera que una enorme amenaza tuviera que unir a todos los héroes de manera que al vencerla las cosas acabaran igual, con pequeños cambios o incluso con movimientos drásticos que llegaran a modificar todo el universo de ficción creado hasta entonces.

Eran tiempo diferentes. Tiempos del pasado. Tiempos de lectores entre los que no puedo incluirme por no haber siquiera nacido.

¿Pero cuando empezó todo esto?

Antes debemos reflexionar y ver la realidad que actualmente nos rodea en la tienda especializada. Las series están todas o casi todas, enzarzadas en sus propios eventos, mientras un gran evento las aglutina a todas. Y cuando ese evento termina, se anuncia el siguiente, nuevos especiales, nuevos cruces, más colecciones, más gasto para el aficionado que ve como le obligan a tener que comprar series que en un principio no le interesan. Muchos dicen que eso no es cierto, que tienes la serie central, la que cuenta los hechos importantes, mientras que las otras series se limitan a ampliar la experiencia y que no son relevantes para la trama central, más allá de las consecuencias que puedan derivarse de la misma en las demás colecciones. Y es cierto, puedes tomar la serie central de un evento y disfrutarla sin necesidad de comprar nada más. El problema es que tras ese evento llega otro y luego otro, sin descanso, sin tregua, sin casi poder respirar el lector se ve siempre inmerso en un huracán de sagas que vienen a cambiarlo todo y cuya calidad nunca termina de ser todo lo que debería en un evento por definición.

Todo tiene un comienzo y como en todos los comienzos los eventos nacieron con vocación de ser las superproducciones de los comics. Aquellas sagas en las que un nuevo lector podría subirse a la lectura de los comics de este género.

Marvel y DC son las máximas representantes de este tipo de trabajos, pero no hay editorial que se libre de ellos en mayor o menor medida, Image los tuvo, Valiant, Dark Horse, Eclipse… el número de ellas es enorme.

¿Es, por tanto, un evento algo malo por definición?

Obviamente no. Un evento responde a una necesidad y cuanto más importante sea dicha necesidad, mejor será el evento. Esa es la teoría. Pero cuando nos referimos a evento importante, nos referimos a evento con repercusiones drásticas, cambios que justifiquen que se nos haya vendido esta superproducción como la definitiva,
¿Y cuáles son esas necesidades a las que responde un evento?

Dos. Editorial o artística.

La primera es evidente que se trata de poder hacer caja mediante el uso de un evento que atraiga a más lectores a comprar comics. La segunda es ser capaces de dar forma a un proyecto que adquiera categoría de evento con el fin de cambiar aspectos internos del universo de ficción de la editorial y que además permita la captación de posibles nuevos lectores.

Para poner dos ejemplos de ellos, debemos irnos a mediados de los años 80 y centrar la atención en Crisis en Tierras Infinitas y Secret Wars. Ambos son el pistoletazo de salida de los eventos. Son los primeros, los padres de todos los demás que vinieron más tarde y sobre los que los aficionados más hablan y comentan en cualquier tertulia sobre comics que se precie.

No es cuestión de entrar a valorar la calidad de estos eventos, ya que no es el principal objetivo del artículo, porque ya mucho se ha hablado y escrito sobre ellos.

Crisis respondía a una necesidad dual. Por una parte respondía a una necesidad editorial ya que servía para conmemorar el 50 aniversario de DC y por otro permitía dar salida a un callejón oscuro y cerrado en el que se habían estancado sus colecciones debido al uso indiscriminado del Multiverso. DC estaba doblemente atrapada. Editorialmente sus comics no brillaban como los de Marvel, salvo los Nuevos Titanes, y necesitaba devolverse la gloria de antaño y no lo podía conseguir si no era capaz de limpiar todo el bagaje caótico acumulado por años y años de uso indiscriminado del Multiverso.

Secret Wars arrancó en sus inicios como un producto editorial para apoyar una línea de juguetes, aunque Jim Shooter buscó la manera de llegar más lejos y lograr cierta repercusión artística que permitió redefinir a los Cuatro Fantásticos y cambió de traje a Spiderman, entre otras historias.

Dos acercamientos muy distintos, con calidades muy distintas, pero que sirven para poder poner fecha a lo que hoy parece normalizado en la industria del cómic de superhéroes.

¿Qué hay detrás de estos dos eventos?

Las cifras de ventas de las dos maxi series de DC y Marvel demuestran que a los lectores les gustó lo que habían leído y que por tanto, desde un punto de vista editorial, la formula podía y debía ser explotada de nuevo. Esto es un negocio que consiste en vender comics y cuantos más se vendan mejor, por tanto si algo funciona bien repítelo de nuevo y a poder ser más grande, lo que no significa que sea mejor.

La pregunta que hay que hacerse de verdad y que exige cierta reflexión es muy simple: ¿a quién van destinados este tipo de eventos? Si nos detenemos en los dos anteriores está claro que, en un primer momento, cada uno buscaba lo mismo, atraer nuevos lectores. Un negocio no es sostenible en el tiempo si no es capaz de regenerar a sus clientes. Por tanto la industria del cómic precisa el tener herramientas que le permitan realizar el cambio generacional e intentar captar a los ya mencionados nuevos lectores. En el nacimiento de esta industria, allá por los años treinta, los personajes de los comics tenían suficiente fuerza y magnetismo para bastarse por sí mismos a la hora de atraer lectores. Las ventas de Superman, Capitán Marvel o Batman denotan que el público disfrutaba de este tipo de obras y lo demostraban haciendo que las tiradas de estas colecciones se pudieran contar por millones. El mercado cambió y tras la Edad de Oro, época en la que la principal herramienta fue el juntar a los personajes más importantes de la editorial bajo una misma cabecera, llego la Edad de Plata con nuevos héroes y nuevas formas de llamar la atención de los lectores. Aparecen nuevos conceptos tales como la continuidad y coexistencia de los héroes en un mismo universo común a todos ellos, una mayor caracterización de los personajes en grupos formados por héroes de menos relevancia que los que se habían visto en La Liga de la Justica o Los Vengadores, llegando al kiosco series tan revolucionarias como La Patrulla Condenada o los X-Men. Fue un momento de renovación, considerándose su inicio a finales de los años 50 y su término poco antes del inicio de la década de los 70.

Marvel empezó una interesante ofensiva durante la década de los 70 y principios de los 80, con series como Spiderman, Hulk, Daredevil, los Cuatro Fantásticos o X-Men, creadas todas ellas en los años 60, pero que eclosionan con todo su potencial durante la siguiente década en manos de autores tan relevantes como Frank Miller, John Byrne, Chris Claremont, por citar alguno de ellos. Su caracterización de los héroes, haciéndolos mucho más cercanos a los problemas reales de los lectores, hace que triunfen en un mercado que volvía a mostrar signos de agotamiento.

Lo que nos lleva a los años 80, momento en el que salen a la venta las dos grandes sagas ya comentadas. Ese primer paso da la entrada a que se repita con intensidad a lo largo de los años, de manera más o menos periódica y con mayor o menor acierto.

Los años noventa son unos años especialmente movidos en cuanto al diseño de nuevas herramientas que permitan a las editoriales seguir manteniendo las ventas. Aparecen nuevas fórmulas que nada tienen que ver con la calidad del cómic, como las de las portadas múltiples, holográficas, especiales, metalizadas, etc. Pocas series se libran de tener entre sus portadas alguna donde se juega con estos efectos que no son sino luces tristes de farolas que brillan por atraer nuevas polillas a su alrededor. Pero no es oro todo lo que reluce. En muchos casos estos comics escondían en su interior obras menores que poco aportaban ni a la industria ni al lector, por lo que la tendencia fue minimizándose al tiempo que aparecía un nuevo reclamo: los dibujantes.

Los autores de comics siempre han sido grandes profesionales que, por pura pasión, habían dejado prueba escrita de su talento a través de las series en las que trabajaban. Su trabajo estaba por detrás del personaje. Los lectores compraban su colección favorita por el protagonista, sin importar mucho quien estuviera detrás de la historia. Con el tiempo los lectores empezaron a darse cuenta de quién estaba detrás de esas historias y las editoriales empezaron, no sin el esfuerzo continuado de esos artistas, a mostrar los créditos de quien había hecho posible ese cómic. Por lo tanto, una serie ascendía en popularidad si en ella trabajaban gente como Jack Kirby o Neal Adams, además de estar protagonizada por Batman o Wonder Woman. Pero aunque es un fenómeno que se asienta con fuerza durante los años 70 y 80, es en los años 90 cuando se descontrola de forma cancerígena.

Una serie de dibujantes, todos en series de importantes ventas como Spiderman o X-Men, deciden, con todo el criterio del mundo, viendo las ventas de sus comics, que pueden y deben revindicar más derechos laborales a las editoriales, lo que desencadena la fuga de dibujantes como Jim Lee, Erik Larsen, Rob Liefeld o Todd Mc Farlane, por citar a algunos, a fundar una nueva editorial llamada Image.

Lo que no sabían era que las ventas de sus cómics no eran reales debido a un fenómeno, también aparecido en este medio durante los años 90, denominado especulación. Los lectores empiezan a pensar en adquirir no uno, sino varios ejemplares de estos cómics con el fin de luego poder revenderlos por mucho más que el valor de su portada. El problema es que cuando hay mucho de algo, su valor tiende a caer y no a subir, por lo que al final de nada sirve disponer de varios ejemplares si nadie quiere comprarlos.

Y la tercera herramienta que aparece durante los años noventa es el asentamiento de los ya mencionados eventos. Las dos grandes editoriales no paran de lanzar eventos, bien independientes donde una gran amenaza obliga a una alianza de muchos de los héroes de la editorial, o a cruces internos dentro de las diferentes franquicias. A lo que hay que añadir golpes de efecto como el de la Muerte de Superman o la saga en la que Hal Jordan enloquece y elimina al grueso de Green Lanterns.

Ejemplo de lo primero sería El Guantelete del Infinito, mientras que de los segundos podríamos nombrar La Era de Apocalipsis u Onslaught.

Por tanto queda patente que los eventos, bien de manera independiente o dentro de alguna de las franquicias, se han convertido ya en una práctica habitual de las editoriales a la hora de conseguir arañar cuota de mercado a la competencia, mientras evoluciona más la tendencia ya instaurada en Crisis y en Secret Wars, de introducir cruces con las series mensuales dedicadas a los héroes en solitario en los que contar acontecimientos relevantes para el correcto seguimiento y entendimiento de la saga al completo. Lo que, como no podía ser de otro modo, crea cierta desidia en el lector. Editorialmente hablando se persigue que dichos lectores compren otras series que hasta ahora no compraban, con el fin de aumentar la ventas y porque no, ganar de paso, un nuevo lector regular. Dicho así parece lógico y razonable, pero siempre y cuando lo veamos desde el punto de vista editorial. Si nos posicionamos como lectores vemos que nos obligan a comprar series que no nos interesan y si habláramos desde el punto de vista de los autores sentiríamos que nos están haciendo pasar por el aro de un evento que nos trastoca el desarrollo de las historias en las que podríamos estar trabajando.

Saltamos al nuevo siglo para continuar arrastrando algunas de las malas costumbres generadas en los años noventa. Los eventos adquieren cada vez más y más relevancia y casi parecen de obligada realización. Como lectores lo que antes podía ser bien recibido o despertaba nuestro interés, empieza a generar desafección, si bien es cierto que el número de eventos disminuye, el mal ya está hecho.

Esta sensación de paz no es sino un preludio a la tormenta que se avecina y que no tardaría en llegar en forma de oleadas consecutivas de sagas, cruces y eventos que ya no se preocupan en disimular y se concatenan uno tras otro. Los hay de todos tipo: dentro de una franquicia, como ocurre en Green Lantern; independientes con una serie troncal de la que penden infinidad de colecciones que se ven afectadas (Pecado Original); o independientes del todo en los que se explota una y otra vez los mismos conceptos (Crisis Infinita).

Las editoriales deben entender que se trata tan solo de hacer buenas historias. No se trata de hacer bonitas cajas de regalo, cuyo interior está vacío de todo contenido. De nada sirve crear golpes de efecto si luego todo sigue igual. De nada sirve añadir maquillaje a una serie si no se desarrollan a los personajes. Pero debemos asumir nuestra parte de responsabilidad en todo esto, ya no tanto como lectores, sino como clientes de un producto que se nos muestra muchas veces defectuoso, al que apoyamos con repuntes en las ventas, cuando merecerían ser ignorados por completo. Tal vez podamos escudarnos en que la esperanza de encontrar un buen cómic nos mueve a volver a intentarlo, porque tal vez ese pueda ser el evento que lo cambie todo y nos haga volver a sentir un escalofrío en la espalda al terminar de leerlo.

Todo se reduce a las emociones. Si algo es capaz de emocionarnos, lo recordaremos para siempre. Si reímos, lloramos, nos angustiamos o sufrimos con el protagonista recordaremos ese momento para el resto de nuestras vidas. ¿No son acaso nuestros mejores recuerdos aquellos en los que hay implícitos sentimientos y emociones? Necesitamos volver a creer, a sentir con los comics como cuando empezamos, pero todo cambia, incluidos nosotros mismos, y lo que a los catorce años sirve, a los cuarenta no vale para nada. Tal vez quien ha cambiado no sea sean los comics sino nosotros, los lectores veteranos. El cine parece estas fagocitando a los comics, atrayendo espectadores mientras las cifras de ventas siguen bajando, lo que obliga a un medio de por si menos mediático como es el cómic, a esforzarse más para acabar simulando a un herrero en una fragua mientras moldea el acero al rojo. Cada golpe de martillo resuena con fuerza un instante de la gloria del comic, levanta y baja el martillo de nuevo, golpea, saltan chispas y energía que dura un segundo. Un efímero instante de gloria de consumo rápido que obliga a duras travesías por el desierto creativo de cientos de colecciones de superhéroes.

Podríamos estar ante el final de los eventos o el principio de una nueva era, pero sea como fuere solo queda esperar que las editoriales den con alguna nueva fórmula que sirva para que el negocio prospere y puedan seguir produciendo buenos comics que es lo que a los lectores nos debe importar. Tal vez esa sea la herramienta, la única herramienta, que todos esperamos sea la que se use en el negocio de hacer y vender comics. Mientras llega ese momento, tan solo podemos esperar lo mejor de un medio que ha sobrevivido a todo y de unos autores que en algún perdido rincón de su mente esconden la historia definitiva que solo espera poder salir para cambiarlo todo.

Artículo publicado originalmente en la revista digital ROCK I+D.

Te puedes descargar la Revista en ROCK I+D Num. 3

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hammanu
hammanu
Lector
25 julio, 2017 17:17

Muy buen articulo ya que define verdades como puños. Por desgracia el medio esta en crisis y no solo por el abuso de malas historias si no también por el modelo de mercado. O sea el comic como lo veo yo es algo que como los vinilos es material de coleccionista: entre los precios nada baratos, cada vez guionistas o dibujantes peores en las dos grandes y poca seriedad en que equipos de lujo permanezcan en una serie un tiempo, férreo control editorial supeditado al merchandaising o el cine y televisión. Estos son unos ejemplos de que el comic de supers pierde su identidad y riqueza para arrastrar a unos pocos lectores los cuales puede que si o no sigan con la afición amen de la moda del momento.

También se compite con otros productos que por menos dinero dan mas entretenimiento: series, libros, videojuegos y ect… con lo cual no se si se leerán muchos comics de manera no legal, pero comprar cada vez menos por desgracia.
Otra lacra que conlleva nuestro mundillo es el coleccionismo de portadas u otras chorradas dando a la especulación absurda de los comics, por culpa de esto también hace que ciertos dibujantes prefieran dedicarse a esto que dibujar un comic entero si van a sacarse igual o mas dinero por menos trabajo.
Lo de los eventos es ya una tomadura de pelo ya que a mitad o en la recta final al anunciar los futuros proyectos o tener unos minutos de espacio en las noticias destripan lo que pasa y eso si no sirve para anunciar el siguiente evento el cual al informarte ya sabes como finalizara el anterior. Imaginaos que en las series de televisión te anunciaran con un buen tráiler lo que pasa en la siguiente temporada
sin acabar la anterior. Eso no se hace ni en libros, películas o series es un total despropósito que solo se genera en el comic. Martin Goodman dueño de Marvel y jefe de Stan Lee definio a los fans del comic como niños o adultos retrasados y me temo que aun sigue asi viendo a veces el cachondeo que se traen con el lector.

Yo hace años que desde que me prometían un dibujante en una serie y después me ponían uno peor o me casquetaban un evento o saga patética compro con mucho ojo, a mi como supongo que la gran mayoría no me regalan el dinero y prefiero gastarlo en algo de calidad y no dar de comer a medianías. Otra cosa por supuesto es que haya gente que le guste un tipo de comic diferente a mis gustos, pero hay cosas como los eventos que muchos son muy malos.

Pedro Pascual Paredes
En respuesta a  hammanu
25 julio, 2017 18:02

Muy buen artículo Gustavo y un tema interesante el planteado por hummanu. Como ya se ha comentado en otras entradas, parace que DC va por otro camino. Por un lado tenemos los equipos creativos y tras 25 números, en la mayoría de las series podemos hablar de un guionista y dos dibujantes titulares. Respecto a los eventos, se están realizando cruces muy chulos de apenas cuatro número y algo central como Doomsday Clock no va a presentar tie in. Y en relación a Dark Matter, que es un intento the back to the basic, ya se ha anunciado que no habrá portadas alternativas y que el precio será de 2.99. Respecto a Metal, no diré nada, porque se que en un par de días tendrá su propio artículo.
Lo dicho, lo que no mola es un evento sobreexplotado con cientos de tie in, pero por ahora, creo que DC lo está entendiendo bien. Una trama central a contar en 2 años que no choca con unas series regulares estables, y con un evento que se explícita como una diversión loca pero que generará una nueva línea editorial.
Un saludo.

hammanu
hammanu
Lector
25 julio, 2017 18:28

Al menos DC se ha puesto las pilas desde el Rebirth e intenta muy inteligentemente aplicar una solución a estos problemas, ya que como la industria no espabile lo veo muy mal, sinceramente. Obviamente Dark Metal y Doomsday Clock se les ve que han puesto cuidado con estos eventos y supongo que serán un éxito para la compañía de Burbank y espero que por respeto a los lectores no vayan a lo «Marvel» y destripen los finales hasta que salga el ultimo numero: una cosa es una filtración de alguna «fuente» y otra que la misma compañía te chafe la sorpresa ¿Me parece a mi o es que la competencia poco a revelado en la pasada
comi-con sobre su futuro? Como no espabilen posiblemente lo que queda de año y el siguiente se anote un tanto DC con su certera estrategia. De hecho tras años voy a comprar esos dos suculentos eventos y eso sin contar los interesantes proyectos que se vienen. Llevan una muy buena estrategia sin vender humo si no lo que toca calidad en su arte e historias

sparkyal
sparkyal
Lector
25 julio, 2017 21:32

Harto ya de eventos sin sentido en Marvel y números 1 cada 6 o 12 grapas he ido dejando casi todas las colecciones Marvel. 2 grapas (Capitán América y Masacre) y 3 tomos (Ms Marvel, Spiderwoman y Caballero Luna) es lo que sigo hasta que cambien de equipos creativos o cierren y las deje definitivamente.
El 90% de lo que compro es Manga y DC, el resto es independiente.
Para Valiant ya no me llega el dinero, lástima.
Espero que la política actual de DC siga así, como empiecen con eventos mil, temporadas con nuevos números 1 y cambio de equipo creativo también lo dejaré sin pensármelo dos veces.

thanos616
thanos616
Lector
26 julio, 2017 3:24

Yo creo que no hay que ser fatalista, no hay crisis en el medio, sino que esta cambiando la forma de consumir. Ahora se consume por mayoria onda Spotify, Netflix y ese tipo de cosas, todo esta pasando por lo digital.

Respecto al genero de superheroe el problema principal es que sigue explotando a casi los mismos superheroes y es obvio que ninguna cosa en producción puede aguantar la calidad en tanto tiempo. Me da gracia que critiquemos los eventos y después no decimos nada de las 3 series de Spiderman o Batman y de todas las series individuales de los grandes grupos (un X-Men o un Guardians).

Entonces mientras sigamos con las mismas reglas de juego todo terminara igual.

Gusgus
Gusgus
Lector
26 julio, 2017 4:12

Excelente artículo, siendo de la generación 80/90 vivi los primeros eventos con toda la ilusión ya que, sobre todo los de DC, eran sumamente interesantes y atractivos. Pero también es cierto, que con el correr de los eventos, perdieron significado y calidad.
Desde hace unos años veo con horror lo acontecido en Marvel con sus eventos concatenados, sin sorpresas finales, ya que toda ha sido adelantado de antemano. Con esto no puedo defender a DC, ya que desde N52 hasta Rebirth, era catastrófico también en cuanto a eventos propiamente dicho. Tal vez la respuesta a la pregunta que plantea el articulo es que en realidad como lectores estamos tanto hartos de eventos sin sentido, como de eventos sin calidad real. Un evento contenido, con una calidad media alta, que signifique en realidad un avance no sólo para el universo ficticio del que se trate, sino también para la industria en cuanto a calidad, es, creo en definitiva, bien aceptado.

Igverni
Lector
26 julio, 2017 16:59

Excelente primera parte, Arturo. Mañana fijo que paso a ver la 2a parte.

El problema como comentais no es el concepto en sí de «Evento», es la sobreexplotación que Marvel ha hecho de este concepto en los últimos años. Porque la actual filosofía de temporadas (concepto que tampoco tiene nada negativo a priori), al final se ha sustanciado en colecciones sin identidad que están limitadas a satélites del EVENTO, con prólogos que construyen el argumento, tie-ins y de postre, tebeos con el «Aftermath» que sirven de prólogo para el siguiente X-over…

Esto al final hace que la gente abandone series que lleva comprando años. Unido por supuesto a otros factores como la propia calidad de los tebeos, el precio, el cambio de equipos y conceptos de una temporada a otra, o en general el cambio de los patrones de ocio, de forma que ahora todo lo consumimos en “binge-watching” y cada vez menos periódicamente.

Veo muy positivo que DC plantee su Doomsday Clock como evento e historia autocontenida en sus propias páginas. Y me gustaría que esta práctica se extendiera a Marvel, aunque lo veo imposible. Sobre todo recordando la famosa entrevista a David Gabriel (V.P. De Ventas de Marvel), en la que vino a decir que dado que lo que más se venden son los números 1, la mejor manera de ofrecer productos vendibles a los libreros era solapar eventos (y números 1) uno tras otro. Menudo genio este Gabriel y que forma de cargarse un mercado mediante una mentalidad cortoplacista y centrada en el coleccionista de arte y no en el lector…

Muy interesante este tema!

Igverni
Lector
En respuesta a  Gustavo Higuero
26 julio, 2017 18:07

Menudo crack estoy hecho…
Gracias, GUSTAVO !!!!

😀 😀 😀

Igverni
Lector
26 julio, 2017 17:15

Pensando en la ejecución de los eventos, en general creo que prefiero un evento desarrollado solo en la serie “principal”, o si es un crossover tipo “Masacre Mutante”, que esté limitado solo a esas 3 ó 4 series concretas.

Sin embargo, para mi uno de los mejores EVENTOS (así, con mayúsculas) fueron las Secret Wars de Hickman + Ribic. Y una gran parte de su éxito fue la sensación de inmersión con todas las series ambientadas en el Mundo de Batalla. De hecho, durante estos meses fue de largo cuando más tebeos Marvel he comprado de todo el Siglo XXI. De igual forma que me pasó con la primera Age of Apocalypse.

Ahora bien, esto solo funciona si realmente es un recurso utilizado muy pocas veces, porque en general un tie-in de “Original Sin” se nota que es un sacacuartos sin demasiado interés. Y cuantos más tie-ins publican, menos ganas de comprar ninguno…

sparkyal
sparkyal
Lector
En respuesta a  Igverni
26 julio, 2017 23:34

De Secret Wars a mí me parecieron muy buenas bastantes de las series limitadas pero el evento troncal de Hickman + Ribic me pareció malo y aburrido