Crónicas de juventud, de Guy Delisle

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Edición original: Chroniques de Jeunesse FRA (Éditions Delcourt, 2021)
Edición nacional/España: Crónicas de juventud (Astiberri, Mayo 2021)
Guion: Guy Delisle
Dibujo: Guy Delisle
Traducción: María Serna
Realización técnica: Ana González de la Pena y Alba Diethelm
Formato: Cartoné. 144 páginas. 16€

Veranos en la fábrica

”Quince días más tarde me llaman de la fábrica; estoy contratado»

A lo largo de su carrera, Guy Delisle (1966, Quebec) nos ha ido mostrando su vida en sus cómics, gracias a sus obras autobiográficas –Shenzhen (Astiberri, 2006), Pyongyang (Astiberri, 2005), Crónicas birmanas (Astiberri, 2008) y Crónicas de Jerusalén (Astiberri, 2011)- hemos podido conocer sus estancias en países tan exóticos como China, Corea del Norte, Birmania o Israel, también nos ha enseñado su peculiar faceta como padre en los cuatro volúmenes de Guía del mal padre (Astiberri); pero siempre nos relataba aspectos de su vida en la actualidad de cada obra. Sin embargo, en Crónicas de juventud, su último trabajo recién aparecido en nuestro país gracias a Astiberri, nos traslada a sus años de estudiante para relatarnos sus experiencias trabajando durante los veranos en una fábrica de papel de su localidad natal, además de contarnos su relación con su padre y sus sueños de convertirse en animador de dibujos animados.

Delisle tiene una increíble capacidad para hacer de cualquier historia algo entretenido y que despierte el interés de cualquiera que se acerque a su lectura, da igual que sea un tema, a priori, tan poco interesante como el que aborda en esta obra. Algo que borda en esta ocasión consiguiendo que nos interesemos por el funcionamiento interno de una fábrica de papel, en la que no le sucedió nada excepcional mientras trabajó allí – ni hubo accidentes ni ninguna lucha sindical, ni nada particularmente digno de mención- simplemente nos cuenta el trabajo diario en sus tres veranos trabajando y las relaciones que estableció con sus compañeros de trabajo.

El joven Delisle comparte protagonismo con la imponente fabrica y su maquinaria, que están omnipresentes en el relato. Además de explicarnos sus primeras experiencias laborales también nos muestra la historia y el funcionamiento de la fábrica y de cada una de las máquinas en las que trabajó, de manera técnica, pero muy clara y didáctica, además de explicar los riesgos laborales que representan y cómo es una jornada de trabajo, todo ello sin lastrar el ritmo de la obra. También nos explica las relaciones que establece con sus distintos y peculiares compañeros de trabajo, plagadas de divertidas anécdotas en las que se ve el choque cultural que se produce entre ellos, ya que pertenecen a mundos distintos y con interesen totalmente contrapuestos. Pero, a pesar de relatar alguna anécdota bastante soez, en ningún momento cae en la tentación de juzgarlos o ridiculizarlo, ya que se ve que les tiene bastante cariño, pese a todo.

Además de las explicaciones técnicas y las anécdotas con sus compañeros, también vemos al Delisle más personal ya que quizás estamos ante su obra más íntima y sincera. Nos cuenta su relación con su padre que era casi inexistente tras el divorcio, a pesar de vivir en la misma ciudad, y como las pocas veces que se veían no eran capaces de conectar, una situación que refleja muy bien cuando interactúan. Algo por lo que se nota que se siente culpable, pero el joven que era en esos años no sabía cómo gestionarlo. También hay espacio para que nos muestre como descubrió en la biblioteca local a autores de cómic europeo como Pratt o José Muñoz que le sirvieron de inspiración en su carrera.

Como en todas sus obras biográficas, en Crónicas de juventud está muy presente el humor, en particular, la capacidad del canadiense para reírse de sí mismo, algo que unido a que su visión de su pasado está totalmente desprovista de nostalgia tiene como resultado una obra con menos aire de tristeza y amargura, salvo cuando habla de su relación con su padre, de lo que suele ser habitual en este tipo de trabajos.

En el apartado gráfico vemos el estilo que todos los lectores de Delisle ya conocemos, la principal variación es la introducción del color naranja que complementa el bitono con grises habitual en sus trabajos. Un color que usa sobre todo para reflejar tres elementos; el calor que pasa en la fábrica, la luz del amanecer que marca el fin de su jornada laboral puesto que trabaja normalmente de noche y el pestilente humo que sale por las chimeneas de la fábrica y que es una constante que siempre está presente.

Astiberri hace una muy buena edición, muy similar en diseño y formato a las del resto de obras autobiográficas de Delisle.

Guy Delisle nos propone un viaje en el tiempo para mostrarnos sus primeras experiencias laborales y el funcionamiento interno de una fábrica de papel. Como siempre lo hace de manera divertida y didáctica, revelándonos detalles íntimos de juventud como su distante relación con su padre y el comienzo de su pasión por el cómic europeo. Aunque en esta ocasión el resultado global no brilla a la altura de sus anteriores trabajos autobiográficos, Crónicas de juventud sigue siendo una gran lectura como todos los trabajos del canadiense.

Lo mejor

• Delisle sabe ser técnico y didáctico sin ser aburrido
• Mira al pasado, pero sin nostalgia
• La grandiosidad con la que representa la fábrica.

Lo peor

• No está al nivel de sus otras obras autobiográficas.

Edición original: Chroniques de Jeunesse FRA (Éditions Delcourt, 2021) Edición nacional/España: Crónicas de juventud (Astiberri, Mayo 2021) Guion: Guy Delisle Dibujo: Guy Delisle Traducción: María Serna Realización técnica: Ana González de la Pena y Alba Diethelm Formato: Cartoné. 144 páginas. 16€ Veranos en la fábrica ”Quince días más tarde me…
Guión - 7.5
Dibujo - 7.5
Interés - 7.5

7.5

Primeros trabajos.

Guy Delisle firma una historia muy entretenida en la que nos cuenta con mucha gracia sus primeras experiencias laborales y nos nuestra algunos retazos de su complicada relación con su padre.

Vosotros puntuáis: 9.06 ( 2 votos)
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Diego García Rouco
Nacido en Barakaldo en 1977 donde sigo viviendo. Descubrí los cómics en una librería de barrio con Tintin, Asterix, SuperLopez y los personajes de Ibáñez. En 1989 descubrí los superheroes de la mano de Stern y Buscema con el numero 73 de la edición de Forum de Los Vengadores. A estas lecturas se fueron incorporando la novela gráfica y el manga, de los cuales, a diferencia de los superheroes, nunca me cansé. Todavía sueño con ser agente Espacio-Temporal y de Planetary, con visitar mundos de fantasía con el señor T., Philemon, Lord Morfeo, Arale y Thor. Viajar con Reed, Ben, Susan y Johnny al futuro y pasear por el cuartel de la Legión. Recorrer la antigua Roma con Alix y una cantimplora de poción mágica. Buscar Mú, perderme en un viaje al corazón de la tormenta, contemplar el Olmo del Cáucaso mientras paseo por un Barrio Lejano leyendo El almanaque de mi padre. Conseguir beber la sangre del Fénix. Leer, al fin, algún articulo de Tintín y de Fantasio sin que me molesten los absurdos inventos de Gastón. Perderme por las murallas de Samaris, mientras de la pirámide flotante de los inmortales cae John Difool. Enamorado de la chica de los ojos rojos y de Adele. Y cabalgar hacia el amanecer con Buddy Longway, Red Dust y el teniente Blueberry. Con un poco de humo azul en los labios...
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