Odisea cósmica

 

Edición original: Cosmic Odyssey núms. 1 a 4 USA, DC Comics, diciembre de 1988 a marzo de 1989.
Edición nacional/ España: ECC Ediciones, Mayo de 2015.
Guión: Jim Starlin.
Dibujo: Mike Mignola.
Tinta: Carlos Garzón.
Color: Steve Oliff.
Formato: Cartoné, 208 págs. A color.
Precio: 20,50€.

 

Vaya por delante que este es uno de los cómics que más veces he releído a lo largo de mi vida. Cuando se publicó los Nuevos Dioses no eran todavía un concepto sobreexplotado y Darkseid no era el enésimo alienígena de dientes apretados a quien derrotar. Por entonces eran algo raro de ver, y siempre que aparecían emocionaban, ya sea con maravilla o temor. Así que el anuncio de esta miniserie en formato prestigio, Odisea cósmica, con guión del más que cósmico Jim Starlin y con dibujos de Mike Mignola, ese extraño dibujante con gusto por lo oscuro, no dejaba indiferente a nadie.

El planteamiento y desarrollo de la historia es perfecto en su sencillez, y me extraña que aún no se hayan decidido a adaptarlo como película animada, la verdad. Metron, por culpa de su insaciable curiosidad, ha desatado la amenaza de la propia Antivida sobre el universo, y para salvarlo Darkseid y los Nuevos Dioses se alían con un selecto grupo de héroes de la Tierra. Juntos tendrán que salvar cuatro planetas clave para la estructura cósmica, si dos de ellos son destruidos toda la galaxia desaparecerá. Así se formarán cuatro equipos para salvar a sendos planetas: Superman y Orión irán a Thanagar, Starfire y Lightray a Rann, Detective Marciano y el Green Lantern John Stewart a Xanshi, y Batman y Forager a la Tierra. Para un encargo muy especial tendremos a un envejecido Jason Blood que ya no está poseído por Etrigan y aún se sumará algún otro invitado a la fiesta.

Por supuesto la gran mayoría de personajes son de carácter alienígena de origen y/o de poderes y/o de cultura, y luego está Batman. Él y Jason Blood aportarán el toque de humanidad a esta mezcla en la que no faltará ciencia, magia, artefactos del juicio final, seres por encima de los dioses, maldiciones ancestrales, razas más antiguas que el hombre… En conjunto no se puede negar que tiene todos los elementos de un cómic (uno cualquiera) del propio Jack Kirby, y es que Starlin no quiere simplemente usar sus personajes y su mitología, quiere expandirla a su manera, tratando de ser fiel a ella (a su manera también). De hecho si los dibujos hubiesen sido de Kirby no hubiera desentonado mucho, tal vez hubieran faltado más frases con signos de exclamación, pero por lo demás se trata de una historia deudora en todos los sentidos de su obra cósmica en DC Comics.

Starlin reformula la Antivida como un ser viviente transdimensional convirtiéndola en una amenaza de carácter pseudodemoníaco, nada que ver con el concepto supresor de libertad de Kirby. Por supuesto, como el Rey no llegó a concretar de qué se trataba muchos guionistas aportaron su propia creatividad, y Starlin es uno de ellos. La diferencia respecto a otros es que él decidió que no fuese una fuerza, una energía, sino una criatura sintiente, atribuyendo voluntad a sus acciones. Lo cierto es que al final no es algo importante para el global de lo que sucede, se podría escribir la misma historia casi sin variaciones omitiendo esta idea. Pero fue su enfoque, y nadie más volvió a hacer algo parecido.

La elección de Mignola ahora nos resultaría chocante, pero por entonces ya se postulaba como dibujante “especial”. Su presencia ya imprime un tono y un estilo, y si armoniza con el guión el resultado puede rozar la perfección. El amor de Mignola por las historias fantásticas de estilo pulp es conocido, y la posibilidad de poder jugar con los personajes y escenarios del mítico Jack Kirby sin duda despertó esa afinidad en él hacia este tipo de historias de ciencia-ficción. ¿El resultado? Una serie de situaciones que con otro artista nos podría haber resultado absurdas por la mezcla de géneros que suponen se convierten en pura magia.

El Darkseid de Starlin y Mignola intimida con su sola presencia, incluso en la luminosa Nueva Génesis. No necesita esas montañas de músculos que otros dibujantes posteriores le dieron, sino que manteniéndose más fiel a la versión original de Kirby mantiene ese espíritu del mal encarnado, el diablo maquinador, con el Efecto Omega siempre amenazante en sus ojos. No necesita más. Y es que Starlin y Mignola juntos crean unas imágenes conceptual y gráficamente muy poderosas, como el moribundo Etrigan, los cadáveres en las cloacas de Gotham, la magnífica Nueva Génesis, la espeluznante narración sobre los orígenes de la Antivida y su Ecuación, la sorpresa del artefacto de Xanshi, el renacimiento de Etrigan envuelto en Kirby dots, la “solución” de Thanagar, la cuenta atrás de la Tierra, la ejecución del plan de Darkseid, la escena final de John Stewart, el puñetazo de Batman…

En este caso Mignola no se entintó a sí mismo, sino que el responsable fue Carlos Garzón, quien hace el conjunto más luminoso de lo que acostumbra a mostrarse el dibujante, pero es adecuadamente oscuro cuando el momento lo precisa. Además, permite apreciar bastante bien el trazo de Mignola y, sumado a los brillantes colores de Steve Oliff antes de la explosión digital, hacen pensar que estamos ante una versión “actualizada” de un cómic del mismísimo Kirby.

No hay arriba ni abajo en el planeta de los dioses, por Mike Mignola

La estructura episódica de las misiones es simple pero efectiva, y hace que el lector esté en vilo constantemente, más cuando descubre con sorpresa que el peligro es real, y que cualquier cosa puede pasar. Lo que sorprende por encima de todo es que no se hiciese un evento de esta historia. Se agradece, por supuesto, se convirtió un pedazo de Historia de DC Comics por méritos propios, sin necesidad de conectarla con ningún otro cómic. Y tuvo repercusiones inmediatas, no de esas que uno tiene que esperar a un guionista valiente para cargar con ellas: el gran fracaso de John Stewart, el regreso de Etrigan, la lección de humildad de Orión e incluso la imagen que de Batman tienen estos dioses cósmicos fueron ideas que de una forma u otra perduraron y algunas desembocaron nuevas historias.

Años después, está vez sí enmarcado en un evento-que-precede-a-un-evento, Starlin retomó las ideas en torno a la Antivida y escribió y dibujó La muerte de los Nuevos Dioses, con la intención de dar un cierre al ciclo iniciado por Kirby, que el Rey dejó inacabado, y en el que muchos guionistas participaron sin llegar a solucionar los temas clave de la mitología del Cuarto Mundo. Pero es, obviamente, una reseña para otro día.

 Introducción de Robert Greenberger incluída en la edición de ECC Ediciones.