Va D BD 9: Especial Destinos

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ESTÁN LOCOS ESTOS DE GLÉNAT


Están locos estos de Glénat: eso es lo que pensé cuando anunciaron la publicación en nuestro país de Destinos, historia(s) en 14 entregas que plantea diversos discurrires argumentales a partir de un mismo origen y dirigiéndose hacia una misma resolución.

Por un lado, la serie se emparenta con esa moda que en las Francias pretende brindarnos relato en abundancia en breve espacio de tiempo, gracias al hecho de adaptar el estilo de producción estadounidense a su propia industria. De un tiempo a esta parte, en el corazón de la BD han empezado a confeccionarse cabeceras en las que un guionista, el padre de la idea, ejerce también las funciones de coordinador de un nutrido plantel de autores que, trabajando más o menos en paralelo, consiguen sacar adelante una extensa producción en pocos años. A Frank Giroud, el padre de este Destinos, no le son ajenas este tipo de producciones, como ya pudimos ver con El Decálogo y Secrets. Ahora, riza el rizo y presenta una historia en la que no sólo trabaja con diversos dibujantes, sino también con varios guionistas, para levantar una historia de aquellas de «elija usted su propia aventura». Partiendo de un suceso traumático que coloca a su protagonista ante un dilema de peso, Giroud y su troupe nos embarcan en diversos viajes, algunos muy distantes unos de otros, pero todos navegando hacia una misma desembocadura.

Como sea que me van las causas perdidas (porque aventurarse a sacar en alrededor de un año una historia en 14 álbumes franceses, tiene bastante de quimérico)… y dado que la aventura venía apadrinada por nombres tan ilustres como Ruben Pellejero (secrets: En carne viva), Pierre Christin (Partida de caza), Michel Durand (Cuervos), Denis Lapière (Un poco de humo azul) y Éric Corbeyran (Weëna), me hice el propósito de interesarme por el proyecto y ver qué se ofrecía.

LIBRO A LIBRO

Destinos 1: El atraco, Frank Giroud y Michel Durand; Ediciones Glénat; 56 págs., color, 13’95 €.

Ellen Baker es una joven de la Norteamérica de finales de los 80 que se ha encaprichado de Greg Murray, un antiguo activista de Witness for Peace que acabó cambiando las cámaras por el rifle en la Nicaragua sandinista. Sin embargo Greg, quien ahora trabaja en una gasolinera en Estados Unidos tras haber sido forzado a abandonar sus estudios de Sociología, no tiene ojos más que para su amada Jane La Roja Tyler, otra estudiante de discurso extremista que no le es excesivamente fiel. De todas formas, las cosas parecen cambiar cuando Greg se harta de la política liberalista de su país y decide recuperar las armas para atracar un banco y así financiar las actividades del futuro Ejercito Popular por una Auténtica Democracia. Jane, al contrario de lo que él esperaba, no desea secundarle… así que, parece un momento inmejorable para que Ellen entre en acción… por desgracia para todos.

En este primer volumen Frank Giroud hace un notable ejercicio de estilo, sin duda aupado por el soberbio trabajo gráfico de Michel Durand. En virtud del guionista debe decirse que en 56 páginas se ventila casi 20 años en los que presenta concienzudamente a los principales protagonistas, explicita con maestría lo contradictorio de sus motivaciones, retrata con credibilidad la movida estudiantil estadounidense de los 80, teje una trama adictiva y, cuando las cosas parecían calmarse, golpea al lector y a su «heroina» con una duda que se instalará de forma permanente en el corazón de la historia… en los números por venir. Impagable su capacidad para capturar lo que esconden las motivaciones políticas de la joven Ellen… y para insinuar que el personaje seguirá un verdadero proceso de maduración a lo largo de 17 años.

Pero si podemos decir que esta propuesta nos es servida de forma interesante por Giroud, es en grado sumo porque Durand está al volante de la narrativa gráfica, consiguiendo dotar de dramatismo a algunas escenas que en otras manos podrían resultar incluso cómicas. Pocos ilustradores del mercado francés me han sorprendido tanto estos últimos años como este dibujante que debutara en Fluide Glacial a finales de los 80. Vigoroso, sensual, sintético, dinámico, personal, arriesgado… adjetivos todos aplicables al grafismo de este autor que a mí me embelesara con su Cuervos y que, sin duda, multiplican la fuerza del guión de Giroud (guionista al que considero más correcto que brillante) hasta conseguir que este primer volumen de Destinos sea una obra que merece ser destacada.

Pero la historia continua…

Tensión, dinamismo, ambientación y gestualidad: Durand en estado puro
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

Destinos 2: El hijo, Virginié Greiner y Daphné Collignon; Ediciones Glénat; 48 págs., color, 13’95 €.

En este segundo número, siguiendo la tonalidad azul, empieza aquella trama en la que Ellen decide -viviendo en Inglaterra, ejerciendo de Coordinadora de eventos y relaciones exteriores de una ONG que trabaja en territorio africano, estando ya casada con un prometedor abogado y habiendo tenido dos hijos con él- asumir la responsabilidad de sus acciones pasadas… aún a riesgo de perder su vida presente.

Dos autoras serán las encargadas de relatarnos el tránsito que va desde que Ellen toma su decisión hasta que se persona ante la embajada de los Estados Unidos en Inglaterra; un tránsito marcado por las despedidas de alguien que intenta decir adiós con disimulo y preparar a los suyos para cuando su marcha se produzca, un tanto a la manera de Mi vida sin mí. Daphné Collignon, una excelente ilustradora discretamente cercana a las líneas de Teddy Kristiansen o Muriel y a los colores de Enrique Fernández o Frazer Irving, captura con acierto la tonalidad otoñal que la historia precisaba y se convierte en el primero de los agradables descubrimientos que esta serie ha supuesto para el que esto escribe.

En el apartado argumental, Virginié Greiner construye con esmero un retrato doméstico, muy femenino, familiar, que da justa medida de aquello a lo que Ellen está a punto de renunciar. Todo ello, aderazado con los tejemanejes políticos en los que empieza a verse voluntariamente inmerso su marido, un abogado famoso por defender a algunos de los peores dictadores del Tercer Mundo y que desatiende sistemáticamente a su familia, siendo su hijo Dylan quien peor lleva esa ausencia.

Sorprende en esta entrega que Richard Cluster, el marido de Ellen recién fichado por el partido laborista, parece no guardar ningún sentimiento auténtico por su esposa, al tiempo que confabula con Matthew, el socio de ella en WAFA (Water for Africa), para no salpicarse con el pasado de su mujer cuando Matthew le pone al corriente de todo.

Así pues, las dos féminas responsables de este segundo episodio no ahorran esfuerzos en retratar de forma transparente la hipocresía de cierta sociedad burguesa que supuestamente se afana por servir a la sociedad (políticamente o desde la solidaridad institucionalizada) cuando en realidad sólo alimentan su propio ego y se muestran incapaces de mantener relaciones minimamente auténticas con aquellos que tienen más cerca. Si alguien se salva de la quema en este número es, precisamente, Ellen, que manifiesta un interés sincero por sus retoños.

Será concretamente ese interés, cuando está a punto de entregarse en la embajada de los Estados Unidos, el que impedirá que lo haga al recibir la llamada de que su hijo Dylan ha provocado un incendio en su escuela.

Destinos 3: La trampa africana, Pierre Christin, Yves Lécossois y Luc Brahy; Ediciones Glénat; 48 págs., color, 13’95 €.

El tercer número pasa a la tonalidad roja, es decir, el discurrir argumental en el que Ellen decide darle la espalda a su pasado y continuar con su vida actual: casada con Richard Cluster, madre de Dylan y Alyson, opta por marchar con su ONG hacia un país africano en plena revuelta.

Es Pierre Christin, un guionista con pedigrí, el encargado de estrenar esta línea narrativa, en un escenario temático que parecía hecho a su medida: mujer en plena crisis existencial… de viaje por un mundo azotado por el terrorismo y sometido a poderes gubernamentales nada ejemplares; premisa que guarda no pocas coincidencias con El largo viaje de Lena, obra que realizara este mismo guionista con el dibujante André Juillard. Lamentablemente, no es Juillard quien acompaña a Christin en esta ocasión y, sin duda, los ilustradores que le sustituyen no están a su altura. Aunque bien es cierto que tampoco el guionista está a la altura de sus mejores trabajos.

En su haber tenemos que es únicamente en este ejemplar donde el marido abogado y sus contactos en el partido laborista reciben un retrato más atinado y crítico; sibilinos, confiados, snobs, son gente acostumbrada a manejarse en el poder y a sentirse por encima de los demás. También dentro del balance positivo encontramos el breve análisis de la interioridad de Ellen, una mujer -aquí- que no sabe hacer otra cosa que no sea huir hacia adelante y que demuestra tener la cabeza bastante llena de pajaritos… y de miedos.

En su débito, que apenas profundiza en la realidad del país africano en el que Ellen y los suyos acabarán en manos de los guerrilleros para ser condenados a muerte, siendo Ellen la única que puede salvar la vida si acepta grabar la ejecución de sus compañeros para Occidente. Bien es cierto también que Christin es un guionista que gusta de dejar que hablen los silencios… y eso es algo que Yves Lécossois y Luc Brahy nunca consiguen. El primero tiene un dibujo de colores apastelados y falsos, falto de rotundidad, de cualquier atisbo de tridimensionalidad… en el que la mirada no acerca a poderse detener. Lo que dibujantes como Bilal o Juillard le ofrecían a Christin, Lécossois no puede ofrecérselo a pesar de que el guión nos presente a Ellen yendo en silencio de un sitio a otro. Tampoco Brahy, quien se ocupa de la secuencia del viaje en avión, aporta mucho más. Tal vez, si Christin hubiese contado con dibujantes más dotados, su historia habría aparentado llegar un poco más lejos… pero no es este el caso.

Los silencios de Daphne Collignon (tomo 2) comunican, los de Yves Lécossois (tomo 3) más bien no
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Destinos 4: Paranoia, Valérie Mangin y Daniel Hulet; Ediciones Glénat; 48 págs., color, 13’95 €.

Paranoia es un raro experimento dentro del devenir azul en el que Ellen había decidido regresar a Estados Unidos antes de que el accidente provocado por su hijo se lo impidiera. Tras confesarse ante su marido y sus hijos, mantiene su decisión de volar a los Estados Unidos mientras que Richard se queda para defender a Dylan en el previsible juicio que está por venir: aunque el niño provocó el incendio para llamar la atención, otro niño ha resultado gravemente herido por ello.

Se produce aquí un cierto desencaje entre el segundo número y este que supuestamente deriva de aquel. Richard aparenta no saber nada del atraco en el que participó su mujer y, además, demuestra claramente su amor por ella, hasta el punto de usar sus influencias en los Estados Unidos para minimizar los daños que Ellen pueda sufrir… aunque su proceder no deja de demostrar que está dotado de una frialdad enormemente maquiavélica.

Daniel Hulet da muestras de un dibujo con mucho más cuerpo que el del tercer tomo, pero con una desagradable propensión a usar el plano americano durante casi todo el tebeo que acaba repercutiendo negativamente en el storytellling del mismo.

Destinos 5: El fantasma, Éric Corbeyran y Espé; Ediciones Glénat; 48 págs., color, 13’95 €.

De nuevo una agradable sorpresa. A la altura de la quinta entrega de la serie, Corbeyran y Espé se las apañan para otorgarle un enfoque original a su entrega sin que por ello parezca que hemos cambiado de serie. El guión se sirve de una sesión de kumalak, un arte adivinatorio procedente de Asia Central, que va intercalando con el argumento principal, para otorgar tensión y dramatismo al conjunto. El dibujo de Espé, aunque no destaque en su acabado, brilla en algún momento a nivel narrativo, mientras que el guión está llevado de forma fantástica (posiblemente, es el guión mejor trabado de toda la serie llegados a su séptima entrega) tanto a nivel de ritmo como del peso que adquieren sus silencios y sus diálogos.

Sin querer desvelar muchos más detalles del argumento, puesto que a estas alturas ya los acontecimientos empiezan a precipitarse, llama la atención la dedicación que en esta entrega Richard tiene por sus hijos, hasta el punto de sacrificar su carrera política para salvar a Dylan; mientras que Ellen, por el contrario, acaba siéndole infiel a su marido… sin que sea la primera vez.

Una misma escena: las monocordes maneras de Hulet (tomo 4) vs. el acierto narrativo de Espé (tomo 5)
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Destinos 6: Deshonor, Kris y Guilles Mezzomo; Ediciones Glénat; 56 págs., color, 13’95 €.

Otra agradable sorpresa.

Por un lado, tenemos a un dibujante que no busca reproducir la realidad de forma académica, pero que resulta muy dinámico y expresivo, también con una composición de página muy correcta y efectiva.

Recordemos, a nivel de guión, que nos hallamos en la «trama roja», en África, donde veremos como Akim, un joven soldado, le confiesa a Ellen que es soldado a la fuerza y se confabula con ella para poder huir juntos del territorio controlado por los rebeldes. En realidad Akim es el hijo del jefe del clan Mazinkwa, se ha criado en Wimbledon y fue tomado como rehén por los insurrectos durante un periodo de vacaciones. Y, aunque todo parece casual, sucede que alguna antigua profecia de los Mazinkwa diríase que se cumple en Ellen.

La historia, muy bien llevada, brinda también algunos detalles sobre la realidad de los niños soldado (temática mucho más desarrollada por Joshua Dysart en El soldado desconocido), a la par que tiene algunos flashbacks sobre la adolescencia de Ellen y sobre la preparación del atraco por parte de Greg y ella que son tremendamente reveladores.

Destinos 7: Una hermosa historia, Rodolphe y Jean-Luc Serrano; Ediciones Glénat; 56 págs., color, 13’95 €.

En este cómic, simétrico al tomo 5 de la trama azul, también nos encontramos con que Ellen le es infiel a Greg. Aparte de eso, seguimos en África y también se habla de la profecía Mazinkwa que atañe a nuestra pelirroja protagonista, aunque en el interludio entre unas cosas y otras la trama se desvía por derroteros exóticos en exceso. Y es que hacer la traslación de ciertas patologías sociales del mundo desarrollado a un país del Africa profunda aparenta ser todo un alarde de excentricidad descontextualizadora que no cuela por más oficio que le pongan sus autores… y oficio ponen.

En el fondo, la historia aporta muy poco al conjunto y lo más destacable de la misma lo constituye su apartado gráfico. Aunque tampoco estamos ante ninguna maravilla, ese grafismo sin manchas de negro de Jean-Luc Serrano que tan bien descansa sobre el color de Marie-Paule Alluard transmite muy bien el lirismo y la belleza de los momentos más románticos de la obra.

Guilles Mezzomo (tomo 6) y Jean-Luc Serrano (too 7) hacen ambos un buen trabajo
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VALORACIÓN GLOBAL

Aunque los prometidos 14 números de la serie podrían echar p’atrás al más pintado, lo cierto es que la historia permite tomarse unas cuantas libertades para con ella y disfrutar de lo que es bueno.

El planteamiento inicial es interesante, así como también algunas de las tramas secundarias que luego se van añadiendo.

A la vez, la hilazón argumental resulta en ocasiones algo ténue debido a la presumible dificultad de coordinar adecuadamente a los distintos equipos para que cada detalle que se introducía en una historia fuese tenido en cuenta luego por los demás. Esto, que podría ser considerado un defecto, tiene su lado bueno, puesto que pronto el lector se da cuenta de que no necesita ser fiel al mapa argumental que encabezaba este artículo y que le basta y le sobra con leerse y dejarse llevar únicamente por las mejores entregas de la serie.

¿Y cuáles son esas entregas?

Pues, por lo visto hasta ahora, la primera (El atraco, hábilmente regida por Giroud y magistralmente ilustrada por Durand), la segunda (El hijo, comedida y sincera propuesta de Greiner y Collignon), la quinta (El fantasma, la que sin duda es la entrega mejor narrada) y la sexta (Deshonor, posiblemente, la única con detalles verdaderamente significativos con respecto a los antecedentes de lo sucedido en el primer número).

La más prescindible de todas es la séptima (Una hermosa historia, totalmente tangencial y que no aporta nada que no esté ya presente en Deshonor), siendo el único interés de la cuarta (Paranoia) el que nos lleva hasta la que guionizará Denis Lapière. La trampa africana, el trabajo de Pierre Christin, ofrece destellos de calidad, pero apenas consiguen iluminar el conjunto. Si os fuese de este cómic el haceros con la serie o no, prescindid de él y apostad por los cuatro que hemos mencionado antes. Si podéis permitíroslo, su lectura os facilitará transitar por la sexta entrega y así llegar a la que dibuja nuestro compatriota Rubén Pellejero (¡¡y es que esta no os la podéis perder!!)

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anonimo
anonimo
Lector
5 mayo, 2011 12:39

A ver si publican las aventuras de Cliff Burton, son los comics que mas me gustan de Durand, muy diferente del estilo de Cuervos

dennel
dennel
5 mayo, 2011 20:54

A ver se la próxima vez Pellejero se mete en algo más «artístico» porque a mí este pastiche sacacuartos en plan all star me interesa cero. Ni regalado.
(te felicito por el artículo, una cosa no qiuta la otra)

Armin Tamzarian
Autor
5 mayo, 2011 23:51

Pedazo de artículo Toni, felicidades.

Ocioso
Ocioso
Lector
6 mayo, 2011 0:05

La verdad es que el articulazo ha conseguido picarme, pero es que nos ponemos en unos 200 euros. Es todo un pastizal.