Spider-Man: El Duende vive

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Edición original: Marvel Comics – enero – marzo 1997
Edición España: Comics Forum – septiembre 1997
Guión: Roger Stern
Dibujo: Ron Frenz
Entintado: George Pérez, Jerome Moore, Scott Hanna, Bob McLeod
Color: Christie Scheele, Joe Andreani
Portada: Ron Frenz, George Pérez
Precio: 895 pesetas (tomo en tapa blanda de 112 páginas)

 

Una de las etapas más recordadas de la franquicia arácnida de los años ochenta del siglo pasado fue aquella en la que Roger Stern estuvo al timón de la nave, contando para el trepamuros nuevas e interesantes historias. En aquellos días, su talento se prodigaba por colecciones y personajes tan distintos como los Vengadores o el Doctor Extraño. En todos los casos, dejó para la posteridad unas cuantas aventuras memorables y en el caso concreto del lanzarredes, una de las etapas de referencia de la escudería blaugrana durante los años ochenta del siglo pasado. En esa labor destaca sobremanera su aportación como creador, junto a John Romita JR del Duende.

Pongámonos en situación: en 1983 se ha cumplido una década desde aquella aventura en la que Spider-Man -y su parroquia lectora- maduraron de golpe y porrazo, con la muerte de Gwen Stacy y el posterior deceso de Norman Osborn, el Duende Verde. En un giro de justicia poética, el homicida indirecto de la amada de Peter Parker moría empalado por su propio deslizador. El interés romántico del protagonista no puede ser salvado y su némesis cae. En aquellos días, la muerte tenía alguna significación en la casa de las ideas, por lo que la idea de recuperar al Osborn padre no entraba en los planes de los editores. Experimentos como que un inestable Harry o su psiquiatra vistieran el traje verde y morado no terminaban de cuajar, pero Roger Stern y John Romita JR conseguirían que un perfecto desconocido se convirtiera en una nueva y mejorada versión del villano: el Duende.

Si hay que hacer caso a las crónicas, la identidad del Duende Verde fue uno de los motivos del “divorcio” entre Stan Lee y Steve Ditko. Uno apostaba porque fuera alguien del entorno de Parker en tanto que el otro apostaba por un perfecto desconocido y habría de ser John Romita SR el que se encargara de dibujar la escena –ya mítica- en la que la máscara de látex verdoso dejaba paso a Norman Osborn. Sin embargo y mientras tanto, el misterio de la identidad del personaje dio para elucubraciones de todo tipo. Como en las secuelas cinematográficas de esa época, Stern dio a la afición lo que reclamaba, revisando y recreando al villano y su misterio: habría un ser de apariencia grotesca montado en deslizador, pero no sería el Duende Verde; su identidad sería un misterio y no pertenecería a ninguna de las personas que hubieran vestido el manto de su predecesor. Alguien descubría uno de los escondrijos de Osborn y adaptaba la tecnología que juntaba polvo allí para sus propios fines. Pronto, el nuevo Duende se convertiría en uno de los enemigos más intrigantes de Spider-Man y el enigma de su identidad civil se convertiría en uno de los puntos de interés de la franquicia, mientras el nuevo recién llegado intentaba hacerse hueco –a empellones- en el hampa neoyorquina. Don Roger jugaba a dejar pistas aquí y allá, a la espera de que llegara el momento de dar el golpe de efecto, pero abandonó la franquicia antes de poder llevarlo a cabo, dejando a colegas y sucesores una bonita papa caliente. La improvisada resolución –un drama en el que desempeñaron diversos papeles Ron Frenz, Tom DeFalco, James P. Owsley o Peter David- cargó el mochuelo al periodista Ned Leeds y dio los bártulos “duendescos” a Jason Macendale (que hasta entonces había operado bajo una identidad similar, la de Jack O’Lantern). Había Duende para rato, pero algo se había perdido en el camino.

La transición entre las décadas de los ochenta y noventa convirtió al otrora emergente villano en una mala broma. Aventuras como Inferno afectaron al personaje y el aspirante a jefe del crimen organizado y le convirtieron en un monstruo con delirios fanáticos (aprovechando la habilidad para el dibujo grotesco de Todd McFarlane). Se desdobló en una identidad humana y otra demoníaca –creo recordar que durante La guerra del Infinito- y en definitiva, dejó patente que Macendale no era más que un sustituto de segunda división que intentaba ocupar un puesto cuyo ocupante original era, en realidad, desconocido.

Trece años después de su marcha, Roger Stern volvió a la escudería azulgrana para contar la verdadera historia del Duende. La franquicia y la vida del trepamuros se habían visto sacudidas por el intento de sustitución de Peter Parker por Ben Reilly y, después del fracaso de la maniobra, las aguas volvían lentamente a su cauce. La casa de las ideas se balanceaba al borde de la ruina y los Vengadores y los Cuatro Fantásticos habían sido cedidos a Jim Lee y Rob Liefeld para ver si podían recuperar las cifras millonarias de antaño. La segunda mitad de los noventa constituyó un período interesante en el que lo mismo se experimentaba con conceptos nuevos que se daba cancha a viejos roqueros. Stern ha sido siempre garantía de historias bien contadas –unas mejores, otras peores- pero ¿qué sentido tenía darle a la moviola y retroceder diez años en el tiempo para enmendar la plana de la identidad del Duende? Después de todo, las series arácnidas salían del polémico resultado de una maniobra parecida así que resultaba un tanto sorprendente que se repitiera la jugada de la moviola. La respuesta a esta cuestión estaba en la pequeña pantalla.

En 1993, una serie animada protagonizada por Spider-Man seguía la estela marcada por la Patrulla-X un año antes. Marvel intentaba –un poco a lo pobre- rascar algo del éxito de los nuevos dibujos animados de Batman. Aunque era evidente que el presupuesto no era el mismo, mutantes y arácnido ganaron popularidad entre las nuevas generaciones y en el caso de este último, se presentó un producto bastante sólido. Uno de los primeros villanos que hizo su aparición fue precisamente un Duende que pugnaba por dejar de ser sicario y convertirse en califa en lugar del califa. Así como tiempo después la versión animada de Blade tomaría mucho de la cinematográfica coetánea, la del villano volador de la risa histriónica influiría y se vería influida por la del cómic.

Durante tres números, Roger Stern y Ron Frenz –que como se ha dicho, era dibujante de la franquicia cuando se encontraron con el marrón de la identidad del Duende- vuelven a colocar las piezas y, como en los buenos relatos de misterio, vuelven a sembrar las pistas para que la parroquia lectora intente deducir quién era / es el portador original de los arreos y colores del villano. Como don Roger es un escritor de la vieja escuela, se toma la molestia de explicar por qué la respuesta que dieron sus sucesores no cuadra y cómo las justificaciones que se dieron coetánea y posteriormente para que todo encajara se sitúan en esta nueva versión que ya quedaría como permanente. Una serie limitada con la que la afición arácnida respiraba después de varios años de vaivenes clónicos y el sector nostálgico rejuvenecía una década. Un cómic a la usanza tradicional hecho por profesionales con mucho oficio, entre los que destaca especialmente un George Pérez metido a entintador (del primer número) que embelleció como nunca los eficaces y cumplidores lápices de Frenz. Junto a él hay que destacar nombres tan ilustres como los de Bob McLeod, Christie Scheele o Scott Hanna.

El Duende vive es una miniserie entretenida, interesante y, desde una perspectiva actual, un tanto rara. El uso del cómic superheroico para justificar contradicciones, lagunas u omisiones de publicaciones precedentes es ya cosa un poco perdida y quizá por ello autores como Stern o Kurt Busiek se prodigan más bien poco por las editoriales principales. Sin embargo, dejan patente su doble condición de lectores y autores y su entrañable gusto para que, en su primera función, el trabajo que desarrollen en la segunda encaje dentro de la cronología general de un universo compartido. Su existencia y su mayor o menor presencia en la actualidad lleva al perenne debate sobre la función, utilidad, bondades y maldades de las continuidades. Eso queda, sin embargo, para otro día.

Betty Brant, intérprete destacada del drama
Ilustración de la miniserie original

¿Quién se oculta tras la máscara del Duende?
Ilustración de la edición original

  Edición original: Marvel Comics – enero – marzo 1997 Edición España: Comics Forum – septiembre 1997 Guión: Roger Stern Dibujo: Ron Frenz Entintado: George Pérez, Jerome Moore, Scott Hanna, Bob McLeod Color: Christie Scheele, Joe Andreani Portada: Ron Frenz, George Pérez Precio: 895 pesetas (tomo en tapa blanda de…
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8.5

8.2

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idem
idem
Lector
28 marzo, 2016 19:41

Enhorabuena por el artículo Luis Javier. Recuerdo muy bien esta miniserie. La compré cuando la vi por casualidad en mi tienda habitual y vi que Roger Stern era el guionista. Soy un lector veterano y la verdad es que por aquella época tenía un poco (mucho) de lado todo lo «pijamero» de Marvel y DC por razones obvias de desencanto y hastío de los 90. Estaba mas en la onda de los Alan Moore y Neil Gaiman, rebuscando obras suyas en tiendas de segunda mano. En fín, a lo que iba: recordaba los viejos tiempos de forum y vertice cuando leía cualquier historieta de personajes marvel de los 60, 70 y 80 y aunque las leyese deslabazadas o a grandes saltos tenían ese «algo» especial en el que reconocía el universo marvel clasico que tan buen sabor de boca dejaba. Y precisamente Stern era uno de los nombres propios que mejor recordaba por sus etapas de Spiderman, Doctor Extraño y Vengadores. La manera magistral en la que hilvana casi 15 años de imprecisiones , errores y tomaduras de pelo y les da una explicación coherente me fascina. Para rematar la faena, habría estado genial que Marvel y Panini la hubieran incluido en sus recopilatorios tipo omnigold de Stern y JRJR como epilogo (con un articulo explicativo) despues del numero 251 usa.

Kaulso
Kaulso
Lector
En respuesta a  idem
29 marzo, 2016 23:46

No hubiera estado mal incluirlo en el MH del Stern, pero no hubiera sido su sitio más correcto y que lo mejor hubiera sido en el último que ha saido, titulado «La Identidad del Duende». Sin embargo tiene una pega, y es que transcurre justo después del la Saga del Clon Noventera lo que supone un gran salto cronológico. Por otro lado la miniserie se continuó en un arco de tres números de Spectacular de esa época que sirve de epílogo perfecto de la miniserie. En USA se reeditó de esa manera en un tomo:

http://www.amazon.com/Spider-Man-Hobgoblin-Lives-Roger-Stern/dp/0785155120/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1459287910&sr=8-1&keywords=Hobgoblin+Lives

Yo creo que Panini reeditará la historia como el tomo que enlazado, pero me da que pasaran unos cuantos años para eso…

sinuba
sinuba
Lector
29 marzo, 2016 11:59

La verdad que ojalá se reedite esta mini algún día. La leí por internet y es genial como Stern lo arregla todo para que cuadre con su idea original.

Fabio Gonzalez
Fabio Gonzalez
29 marzo, 2016 21:08

La leí hace mucho tiempo y me gustó mucho. Al igual que sinuba, también me gustaría que Panini reedite ésta y otras buenas series limitadas de Spidey. Si es posible, en un lindo formato como el del coleccionable de McFarlane.

Raúl Peribáñez
Raúl Peribáñez
Lector
30 marzo, 2016 1:14

La leí hace un par de años. Me pareció un auténtico coñazo. No hacía falta darle más vueltas al tema del Duende.