Slash Maraud

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Edición original: Slash Maraud (DC, 1987/88).
Edición nacional/ España: Slash Maraud (Zinco, 1990).
Guión: Doug Moench.
Dibujo y Entintado: Paul Gulacy.
Color: Adrienne Roy.
Formato: serie de seis comic-book.
Precio:150/165 pts/u.

 

¿Qué tienen las invasiones alienígenas que nos gustan tanto? Durante los ’50, con películas como Invasores de Marte (W. Cameron Menzies, 1953) o La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956), aún podíamos blandir la metáfora sobre el comunismo y la caza de brujas como coartada, pero no nos engañemos. El subgénero iniciado por H.G.Wells en la celebérrima La guerra de los mundos (1898) es, en realidad, uno de los más desprejuiciados e iconoclastas artefactos diseñados para el entretenimiento puro y duro. En seguida el mundo del cómic lo supo entender: Flash Gordon, la Atlas pre-Marvel, Killraven, WildCATs, Brad Barron, etc. Infinidad de ejemplos nos vienen a la memoria. Los ’80 gozaron de su propio hito sobre el particular: una serie de televisión titulada V. Su impacto fue colosal, superando incluso lo improbable de su premisa. Entre el variado merchandising que generó ni siquiera faltaron unos tebeos infumables dibujados por un Carmine Infantino en horas bajas.

Los ’80 también exacerbaron otro arquetipo perdurable: el tipo duro. Se apoderó del policíaco y de la ciencia ficción, sobre todo, llevándolos a los dominios de la acción irreflexiva: Mad Max, Arma Letal, Calles de fuego, Jungla de cristal, Terminator, 1997 Rescate en Nueva York, etc. Es la década en que el adjetivo “macarra” no era un insulto sino una forma de vida. Ningún otro tiempo podría haber albergado Las aventuras de Ford Farlane sin sufrir un colapso. Los cómics nos dieron al Juez Dredd, quien -como todo el mundo sabe- es tan duro que haría sollozar a Chuck Norris.

Y aún nos queda otro ángulo por valorar: la sacudida que en el mainstream USA supuso la entrada de contenidos “adultos” en los superhéroes y aledaños, gracias al empuje de autores como Alan Moore, Frank Miller o Howard Chaykin. De eso ya hablé aquí por lo que sólo insistiré en un aspecto: entonces, de verdad, parecía que cualquier cosa era posible en el mercado editorial USA.

Estas son las tres patas que explican una obra tan estimulante e inusual como Slash Maraud. A grandes rasgos, claro, porque el mejunje contiene ingredientes a tutiplén: un protagonista que parece Clint Eastwood con la gabardina de Bogart, la cinta para el pelo de Rambo, el pañuelo al cuello de John Wayne y la moto de Prince (o la de Ashe, el personaje creado por Peter David para Spider-Man), una maciza con el pelo cardado a lo Blondie, tarados que se visten como los sádicos de sus películas de terror favoritas, grotescos saurios hambrientos de carne humana, los habituales antros de licor y degradación, yonquis deformados por su adicción a nuevas drogas, sexualización de los personajes, terraformación… ¡No falta de nada! Todo batido con una habilidad y un desenfado irresistibles, que nos hacen disfrutar como micos. Nada nuevo bajo el sol, pero si hablamos de entretenimiento todos los tebeos deberían ser como este.

La tierra conquistada

Los seis capítulos de que consta la historia giran alrededor de Slash Maraud y su misión: salvar el mundo. Y es que la tierra ha sido conquistada por unos extraterrestres peludos de ojos saltones, con habilidades multiformes y depravaciones semejantes a las nuestras, que inyectan ADN recombinado bajo el manto terrestre para convertir nuestro planeta en un facsímil del suyo. La pega es que, entonces, el aire se volverá irrespirable para nuestra especie. La humanidad está tan degradada que apenas presenta oposición: muchos se han sometido a los apetitos extraterrestres y los que no, se buscan la vida por ahí, sin molestar demasiado. Slash Maraud es una leyenda entre estos últimos, pues es el único hombre que sigue en libertad tras haber asesinado a un número indeterminado de alienígenas. Por ello, es solicitado por un pequeño grupo de resistentes liderado por Wild Blue, un bellezón con pinta de rockera y ajustadas mallas de tigresa con quien -evidentemente- Slash ha tenido una historia previa. El objetivo será un científico arrepentido que puede parar el proceso, dejando la tierra habitable para ambas especies.

Uno de los puntos fuertes de la serie es la ambientación, muy 2000 AD. Durante la travesía por el desierto casi esperamos ver a Dredd a la vuelta de cualquier recodo, dando un garbeo por la Tierra Maldita. También los fanáticos del terror son un indisimulado calco de la familia de mutantes creada en la revista británica, por mucho que haya claros precedentes fílmicos tipo La matanza de Texas, Psicosis o Las colinas tienen ojos. Nuevas concomitancias en los cruces genéticos que, cual Dr. Moreau, hacen los científicos alienígenas. Incluso el dibujo de Gulacy, en su plenitud artística, se ajustaría como un guante a la mandíbula cuadrada del expeditivo juez. El color de Adrienne Roy, más cuidado de lo corriente entonces, busca efectos inusuales, como la paleta de rosas para el night club, aunque en general es de una sobriedad convencional y, a ojos actuales, puede resultar poco sofisticado. Si comparamos los lápices originales con el material reproducido, comprobaremos que la opción cromática aplasta un tanto las perspectivas de Gulacy.



Moench acierta plenamente con el tono. Sus diálogos, concisos y chulescos, transmiten una apreciable socarronería (temo que no siempre bien entendida por el traductor). La trama aleja cualquier complicación y va de A a B y de B a C. El guionista confía en que la variedad de tipos y ambientes mantenga la atención del lector, como así es. Con todo, se las ingenia para dar la sensación de que, en este mundo ad hoc, aún quedan muchas historias que contar, y no sólo de los protagonistas. Lo mismo podría decirse de su paternaire. Gulacy aleja cualquier capricho experimentador y se concentra en una recia aproximación cinematográfica, con predominio de los planos medios. Sin llegar a molestar, no es difícil detectar el trabajo con referencias fotográficas como la escena de lucha coreografiada como el duelo final de Calles de Fuego (práctica que ya le había dado buenos resultados con Operación Dragón para Shang-Chi, por ejemplo).

Loving the alien

De estas obras “Recomendadas para lectores adultos” cabría esperar dosis elevadas de violencia o sexo (siempre por el estándar norteamericano, claro). Algo de eso hay, naturalmente. Las balas matan y los choques físicos mantienen la sordidez del conjunto, pero diremos que dentro de lo razonable. Nada que ver con Predicador, por ejemplo. Sin embargo, hay un par de aspectos reseñables en el ámbito sexual. De un lado, Gulacy cuida extraordinariamente el atractivo físico de sus personajes. Ya se ha mencionado que Wild Blue viste unas ceñidas mallas estampadas que, pese a su complejidad, Gulacy parece disfrutar dibujando, pues no se las cambia en toda la miniserie y es marca distintiva (como un traje de superhéroe) hasta el punto de que si algún extraterrestre la suplanta (recordemos que los alienígenas pueden cambiar de forma) reproduce este mismo atuendo. Nuestras lectoras podrán opinar sobre Slash, un sano mocetón con barba de dos días, gafas de sol y brazos al aire. Nada que rebase el Comics Code, ciertamente, aunque suficiente para otorgar un marcado tono sexy. Y así iba más o menos la cosa hasta que llega el número 4 y en su página cinco vemos esto:

Aviso de Spoiler



Y, sí, amigos, es exactamente lo que parece. Más allá de cierta desubicación anatómica, parece que esos bichejos marcianos no son tan diferentes, ¿eh? ¿Será esta la causa de que la serie no haya visto jamás la segunda parte que se le anunciaba?

Autores de lujo

Ya va siendo hora de reivindicar a Doug Moench, artífice de las mejores etapas de El Caballero Luna o Shang-Chi, de sagas potentes en Batman y creador de series propias como Six from Sirius (¿para cuándo edición en castellano?) o este Slash Maraud. Sin duda no es casualidad que en la mayoría de ellas su compañero haya sido el dibujante Paul Gulacy, alumno aventajado de Steranko y maestro de Steve Rude. Ambos saltaron a la fama con el mítico Shang Chi, y que desde entonces no se los considere como uno de los equipos supremos del cómic de entretenimiento sólo puede deberse a su producción discontinua. Porque, de verdad, yo veo Moench y Gulacy en la portada de un tebeo y me lanzo de cabeza. Incluso hoy día, cuando (los años no pasan en balde) ya no son lo que eran. Pero anda que no les faltan colacaos a mucho fan favourite que hay por ahí para compararse con estos dos monstruos. Además, ejerciendo como editor estaba Andrew Helfer, otro tipo a quien debemos horas de entusiasmo viñetil, como quedó aquí suficientemente certificado.

Es lástima que Slash, Wild Blue y compañía no hayan vuelto a visitarnos. Están, por supuesto, viviendo nuevas aventuras, sin que nosotros los veamos, disfrutando del peligro como nosotros lo hacemos de la lectura de estos seis únicos episodios que en España publicó Ediciones Zinco en 1990.

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brodie
brodie
Lector
25 febrero, 2013 13:12

 Por Dio!!! que glande!!! estos tebeos estaban en algún rincón de mi subconsciente. Y como siempre, me ha entrado el gusanillo de relectura. La cuestión es, tengo estos comics en casa?? Y si los tengo, dónde?? Creo que ahorraré tiempo buscando en todocoleccion….

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
25 febrero, 2013 16:10

Pues, por algún motivo que ahora mismo sería incapaz de explicar, a mí este cómic me dejó… insatisfecho, supongo que sería la palabra. Me gustó menos de lo que esperaba. Aunque hace ya unos añitos que los leí; no sé si ahora, en una relectura, me gustaría más. Pero, entre otras cosas, mi principal problema con esta historia se llama Paul Gulacy. Y no digo que sea malo… pero es que a mí nunca me ha gustado demasiado.

Spirit
Spirit
Lector
25 febrero, 2013 19:56

Entre la gran cantidad de tebeos que re editó Planeta cuando tuvo los derechos de DC, personalmente me sorprendió bastante que no estuviese esta miniserie. Cosas mucho peores fueron reeditadas en tomos y sin embargo dejaron escapar esta joya.

Buena reseña, y mi voto para que de tanto en tanto se sigan haciendo reseñas de series que el montón de novedades no nos dejan revisar y que son joyas nada ocultas. Yo la tengo en un retapado de esos que hicieron afición, seis números del tirón por 325 pesetas o similar, y es una delicia.

Creo que el autor de la reseña ha dado en la clave; en los 80 todo podía pasar y te encontrabas joyas como ésta sin pestañear. Un buen trabajo de un dúo magnífico (lo lamento, Retranquerio, Gulacy es un grande, aunque abuse de fotogenía, y es más grande todavía cuando se junta con Moench) que resiste una segunda y tercera revisión.

Khonshu
Khonshu
Lector
25 febrero, 2013 23:52

 Siempre me picó la curiosidad, pero nunca me atreví con ella. Y ahora Agrajofo me hace sentir terriblemente culpable.

Gulacy le debería dar un par e lecciones a Greg Land de cómo usar las Referencias fotográficas y aún así ser un gran dibujante.

Y yo firmaría por ver ese Six From Sirius en España.

Deke Rivers
Deke Rivers
Lector
26 febrero, 2013 0:22

 Lo que molaría es que recuperasen ese James Bond que hicieron para Dark Horse hace un montón de años.

Lemmytico
Lemmytico
Lector
27 febrero, 2013 7:34

Me uno a Javier en la reivindicación de Moench, un guionista al que creo que no se le ha hecho justicia. Si no recuerdo mal otro de sus méritos fue crear a Deathlock.

Perooooo me sumo a Retran en lo de Gulacy, al que nunca entendí que se valorarse tanto.

Por cierto, otro comic destacable de la pareja: «La calavera de Set». A mi entender una de las mejores NG de Conan.

Khonshu
Khonshu
Lector
27 febrero, 2013 14:30

 Lo de que el vol. 1 de Moon Knight no se haya editado en España como dios manda es directamente una afrenta hacia cualquier aficionado al comic. Me ha parecido un caso de Expediente X desde hace años. Viturtia estubo años dando largas diciendo que era un material que quería tratar con especial mimo (color). Al final sacaron aquella chapucera BM de sólo tres tomos y así seguimos.

Y lo de Master of Kumg Fu ya ni te cuento. Aquí, lamentablemente, es un problema de derechos. Pero es que a los pobres que no hayan leído jamás esta serie… ¡no saben lo que se pierden! A Moench no hay que reivindicarlo, basta con leerla y se reivindica él solo con su trabajo.

Tiegel
Tiegel
Lector
27 febrero, 2013 16:46

Si me lo he leído, Javier, aunque me pilló muy pequeña y recuerdo poco, sobretodo la atmósfera a lo Mad Max y que me gustó, pero me pasa como a brodie, que no sé dónde lo tengo o si aún lo tengo.

Sputnik
Sputnik
Lector
27 febrero, 2013 17:40

 Yo no sé qué cojones es esto pero ahora lo quiero.