SANDMAN: Muerte

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Edición original: Death: The High Cost of Living núms. 1 a 3 USA, Death: The Time of your Life núms. 1 a 3 USA
Edición nacional/ España: ECC Ediciones
Guión: Neil Gaiman
Dibujo: Dave McKean, Jeff Jones, Mark Buckingham
Entintado: Mark Buckingham, Mark Pennington
Color: Matt Hollingsworth, Steve Oliff, Olyoptics
Formato: Cartoné, 216 págs. A color.
Precio: 21,50 euros

 

Si algo fascina a la humanidad es la dualidad que hay entre la vida y la muerte. La vida es el todo y la muerte la nada. Lo conocido y lo desconocido. Ciencia y religión pugnan por encontrar un sentido a estas dos cuestiones, triunfando en dar sentido a lo que llamamos vida y fracasando en lo que llamamos muerte. La religión persigue la aceptación de la muerte mediante las creencias y la fe. En la ciencia es todo lo contrario y se revela contra ese momento que acaba con los procesos biológicos de un ser vivo mediante la investigación médica que permita alargar nuestro bien más preciado, la vida.

Pero mientras que la ciencia y la religión buscan respuestas, el arte busca interpretación y reflexión. Un objetivo difícil por definición, pero que fascina a muchos escritores, dibujantes, ilustradores, pintores, escultores… la muerte en si misma nos atrae con la misma fuerza que una polilla es atraída hacia la luz de una triste farola en mitad de una calle vacía.
Y es que al final hablar de la muerte es reflexionar sobre nosotros mismos y lo que somos, intentar entender que hacemos en este mundo y valorar ese chispazo efímero que es nuestra propia existencia en la medida de lo que implica estar vivo.

Neil Gaiman no es un escritor cualquiera. Su sensibilidad con lo onírico queda patente en sus trabajos, sobre todo los que se alejan de los superheroicos, como son Los Libros de La Magia, Sandman o estas dos miniseries que nos ocupan sobre la Muerte.

Como seres conscientes que somos de nosotros mismos estamos programados para preservar nuestra propia existencia a toda costa. Nuestra capacidad para sobrevivir no tiene límites. Pero como todo en la vida, hay un límite, una barrera que nos puede resultar infranqueable, que nos rompe y en la que el vivir ya no resulta algo por lo que merezca la pena luchar. Un proceso psicológico extremo y doloroso, innato en los seres humanos. Somos los únicos capaces de mezclar emociones, y aunque sean nuestra mejor y más poderosa herramienta para el día a día, pueden acabar siendo nuestras peores enemigas.

Las dos miniseries de Muerte son dos intensas reflexiones sobre la vida. Puede que en sus viñetas este retratada la Muerte, pero esta no es ni mucho menos la protagonista de estos comics. Los verdaderos protagonistas somos nosotros, los lectores que nos dejamos llevar por la elegante y lírica prosa de Gaiman, en un viaje donde vamos a descubrir mucho de nosotros mismos.

El evocador anuncio de la primera miniserie.
El evocador anuncio de la primera miniserie.

No nos gusta pensar en la muerte. Imaginar nuestro propio fin, nuestra extinción como seres pensantes e independientes, sin más posibilidad que perdernos en un frío océano de olvido, nos aterra. A Neil Gaiman también. Para Gaiman escribir estas dos miniseries le ha servido de catarsis, de auto reafirmación del valor intrínseco de ese don que todos los días disfrutarnos sin darnos cuenta y que en muchas ocasiones menospreciamos. Gaiman quiere cambiar eso y gritarnos a la cara que despertemos, que veamos con otros ojos la vida que nos rodea, que luchemos por cambiar lo que no nos gusta y que en el proceso evolucionemos.

Muerte, el alto coste de la vida y Muerte, lo mejor de tu vida son dos obras maestras de cómic de finales del siglo pasado. La historia se te mete dentro, sin quererlo, pero arraiga con gruesas raíces que atrapan nuestra alma y la estrujan con fuerza. Gaiman no se quiere limitar a contar una historia. Gaiman quiere contar una experiencia y de paso, sin juzgar a nada ni a nadie, dejar que el lector llegue al final que más le convenga.

Las dos miniseries de Muerte son un canto a la esperanza, un alarido de euforia maquillado con un tupido velo de terciopelo en forma de una densa capa de melancolía. El contrapunto paradójico a Muerte, un ser jovial, alegre, tierno, amable, bondadoso y sencillo, somos nosotros los humanos, que nos creemos que tan interesantes como para ser el centro del universo. Egocentrismo humanista que Gaiman deshace página a página con precisión quirúrgica. Y es que Muerte es una cura de humildad, un lavado intenso de ese lado egocentrista que nos posee y monopoliza nuestras vidas.

Gaiman crea una historia de extrema sencillez en su capa más externa, pero con diferentes niveles de lectura según sea el estado anímico del lector y su momento personal. No es lo mismo leerla hoy que revisitarla dentro de dos años. Su significado cambiará. Es un ejemplo vivo de como en una obra puede subyacer un germen evolutivo que trasmita diferentes emociones en función de ese momento vital que todos tenemos en diferentes momentos de nuestras vidas.

Gaiman compone estas dos miniseries como dos partes, relacionadas tangencialmente, pero capaces de funcionar perfectamente individualmente. En la primera se centra en enseñarnos como la Muerte ve la vida y la puede disfrutar a lo largo de 24 horas. Un relato de una ternura enorme, en la que Muerte, Mimi, se deja llevar por esas cosas que en nuestro peregrinaje diario profesional y familiar, dejamos de percibir. Cosas tan sencillas y tan maravillosas como el sabor de una manzana o un perrito caliente. Gaiman emula al Hemingway al molestarse, no, mejor dicho al interesarse por hacernos saber cómo sabe una manzana mediante el uso de las palabras. No se limita a usar un adjetivo, sino que desarrolla toda una serie de bocadillos de texto para hacernos notar que comerse una manzana puede ser una experiencia altamente gratificante.

La prosa se funde con las imágenes.
La prosa se funde con las imágenes.

Esa falta de perspectiva ante las cosas pequeñas, ese ir siempre persiguiendo un objetivo, es lo que Muerte deja de lado en su aventura. Ella no busca otra cosa que vivir de la manera más sencilla posible, pero vivir emociones complejas que le aporten, en tan solo 24 horas, lo que un ser humano puede experimentar a lo largo de toda una vida y no valorarlo. Un día donde poder saborear el amargo y dulce gusto de la mortalidad.

En esta primera miniserie Gaiman tiene como escuderos gráficos al excelente Chris Bachalo y a Mark Buckingham. Del primero, canadiense de nacimiento, se puede decir que su estilo es refrescantemente diferente e innovador. Su trazo es de todo menos conservador y su estilo con figuras muy estilizadas que se amoldan a la perfección al tono de la historia. Mark también aporta su grano de arena al uniformizar con su estilo, muy similar al de Bachalo, el conjunto de la obra. Un dibujante de trazo algo sucio pero con un innegable talento para crear atmósfera con sus lápices.

Hay en esta primera parte un relevante giño a los lectores. Al final, para todos aquellos que hayan leído el número 8 de Sandman, reconocerán una localización muy interesante que Gaiman usa a modo de cierre del círculo que en su día el mismo abrió.

Si pasamos a comentar los rasgos que diferencian a la segunda miniserie de la primera, el primordial, el que la hace ser especial, es que Muerte ya no es protagonista, sino secundaria y es usada por Gaiman como herramienta para el desenlace. Los personajes, rescatados de la primera miniserie, Hazel y Fox, son retratados con magnífica exquisitez. Gaiman se toma su tiempo para volver a introducirnos en los pensamientos de una persona en la que ronda el pensamiento recurrente de la muerte. Fox vive una vida de estrellato, de presentaciones, firmas y compromisos profesionales que la tienen desplazada de su hogar y su familia. Una vida que parece ser perfecta pero que como a todos los seres humanos causa desafección por no ser capaces de saber lo que queremos de verdad.

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Una premisa con un potente trasfondo psicológico que va desgranándose lentamente, con gracilidad y buen gusto, de nuevo sin entrar en juicios, sin querer convencernos de nada, en una dirección clara y concreta. Aquí Gaiman está más preocupado por mostrarnos esas ganas de vivir y ese amor escondido que llevamos dentro, que recordarnos que vivir es una experiencia tan gratificante como queramos que esta sea.

Si la primera miniserie es una guía sobre la vida, la segunda es un manual sobre cómo podemos tener la vida que queramos tener.

Gaiman usa a los secundarios de manera magistral para ir aportando las reflexiones oportunas y necesarias para que la historia pueda funcionar por sí misma, sin forzar nada, por simple y pura inercia argumental, lo que demuestra el enorme talento del inglés a la hora de aportar tridimensionalidad a sus creaciones. Su capacidad para contener un mensaje tan enorme en un medio como es el cómic, no es sino fruto de la planificación con la que Gaiman escribe.

Con Bachalo y Buckingham de nuevo a los lápices, pero con un nuevo estilo, igualmente fresco y característico, pero mucho más simplificado y con línea más fina y clara, vamos a recorrer viñeta a viñeta un camino que nos va a llevar a un final vitalista.

Y es que estas dos miniseries son dos trabajos escritos para tocar la fibra del lector y remover algo en su interior. Pocos comics logran hacer resonar las emociones como estas dos miniseries. Si tienes oportunidad de leerlas tanto por primera vez, como por séptima vez, hazlo escuchando de fondo a Tori Amos y su excelente álbum Little Earthquakes. No te defraudara.

Vivir es una experiencia dura, pero a la larga es mucho más gratificante que Muerte.

  Edición original: Death: The High Cost of Living núms. 1 a 3 USA, Death: The Time of your Life núms. 1 a 3 USA Edición nacional/ España: ECC Ediciones Guión: Neil Gaiman Dibujo: Dave McKean, Jeff Jones, Mark Buckingham Entintado: Mark Buckingham, Mark Pennington Color: Matt Hollingsworth, Steve Oliff,…
Guion - 9.5
Dibujo - 9.5
Interés - 9.5

9.5

Valoración

Una terapia cognitiva. Un instante de relfexión sobre nuestra persona y lo que somos... y sobre lo que queremos ser. Un camino hacía el autodescubrimiento.

Vosotros puntuáis: 8.38 ( 12 votos)
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Alejandro Ugartondo
Autor
5 diciembre, 2015 23:29

Genial reseña Gustavo. Estas dos miniseries me parecen de lo mejor que ha hecho Gaiman, al mismo nivel que las mejores historias cortas de Sandman. Entre ellas me quedaría con la primera, una auténtica delicia de principio a fin, un canto a la vida y la representación de uno de los personajes más adaorable, Muerte, que ha salido de las páginas de un cómic. Para que después digan que en los 90 no había buenos cómics 😉

Suditeh
Lector
6 diciembre, 2015 0:52

Pues mira por donde los especiales de muerte siempre me han parecido un peldaño por debajo del resto de Sandman. Ojo, siguen siendo buenísimos, pero no consiguen generarme la misma respuesta que la mayoría de números de la serie principal.

Eso sí, Un cuento de invierno me parece majestuoso.

Gusgus
Gusgus
Lector
6 diciembre, 2015 1:21

Exelente Reseña. La verdad que leía ambas mimiseries hace un tiempo ya y me parecieron geniales, me gusto precisamente la composición de los personajes exclusivos a estas historias. Exelentes ambas, de lo mejor de Gaiman.