La lata de guisantes, de GiedRé y Holly R

Un viaje a los días en los que Lituania que formaba parte de la URSS.

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Portada La lata de guisantes, de GiedRé y Holly R

Edición original: La boîte de petits pois (Delcourt, 2017)
Edición nacional/España: La lata de guisantes (Bang ediciones, 2024)
Guion: GiedRé
Dibujo: Holly R
Traductor:: Marta Armegol Royo
Formato: Rústica. 112 páginas. 20€

La vida en Lituania bajo el régimen de la URSS.

«Por aquel entonces, los guisantes en conserva eran un bien escaso. Muy pocos empleados podían comprarlos en su lugar de trabajo una vez por trimestre (sí había). Así que las latas se escondían en casa para la comida de Navidad.»

De los grandes sucesos que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad el paso del tiempo provoca que solamente se recuerden los grandes personajes, los grandes acontecimientos y los fríos datos, ya sean económicos o cifras de muertos o represaliados. Pero los que lo sufren siempre lo más duro la historia son las personas de a pie que en los libros de texto son siempre parte de unas cifras que los deshumanizan y hacen que sus sufrimientos sean más fáciles de digerir. Por desgracia, no es algo que pertenezca al pasado ya que lo podemos ver a diario en las noticias de las múltiples catástrofes y guerras que nos rodean. Para poder ver como esos conflictos afectan a las personas es necesario que existan testimonios de primera mano como el que nos encontramos en La lata de guisantes, un cómic en el que la cantautora y guionista de origen lituano GiedRé nos relata sus vivencias en Lituania en los últimos años que la república báltica fue parte de la URSS y el proceso de independencia posterior. Para convertirlo en viñeta ha contado con los lápices de colores de Holly R en lo que supone el debut de ambas en el medio. Tras ver la luz en Francia en el 2017 de la mano de Delcourt desde hace unas semanas podemos disfrutar de cómic en castellano gracias al habitual buen hacer de Bang.

Se trata de un cómic que nos permite conocer como era la vida en Lituania bajo el régimen comunista que complementa de alguna forma a Haiku Siberiano, un cómic de Jurga Vilé y Lina Itagaki publicado hace más o menos un año por parte de Impedimenta que nos relataba las deportaciones masivas de lituanos en la Segunda Guerra Mundial ordenadas por Stalin, con el que tiene otros puntos en común como contar la historia a través de los ojos de un niño. En La lata de guisantes vemos la realidad con los ojos y recuerdos de GiedRé a los que Holly R dota de un dibujo lleno de colores vivos y un estilo muy llamativo y de estética de cómic infantil que sirve para potenciar esa sensación de ingenuidad propia de los niños que contrasta poderosamente con las partes más grises y dramáticas del relato que no se ven edulcoradas, pero sí que con un marcado toque de sorna e ironía.

A través de las vivencias de la protagonista, su familia y las personas que le rodean vemos como era la vida diaria en Lituania en aquellos años marcada por la opresión y la falta de recursos. Pese a ser la visión de una niña la obra trata de ser lo más objetiva posible, huir del maniqueísmo y mostrar todas las paradojas de la URRS. En sus páginas aparecen la escasez en la que vivían, el miedo a expresarse con libertad en contra del régimen, los desfiles para demostrar el poder de la URSS, el contrabando, los privilegios de los que gozaban los miembros de apparatchik como su abuelo, la corrupción etc. pero también vemos como el sistema garantizaba un empleo y un hogar a todos lo que no sucede en las sociedades capitalistas. Algo que ve de primera mano nuestra protagonista cuando va a vivir a Francia. Allí sufre un choque cultural similar al que vemos la extraordinaria serie El árabe del futuro (Salamandra) de Riad Sattouf que se nos antoja como un claro referente de La lata de guisantes, aunque el franco-sirio crea una obra más ambiciosa y compleja. En cualquier caso, ambas comparten ser una maravillosa manera de acercarse a la realidad de sociedades muy diferentes a la nuestra y unas lecturas que dejan huella.

La visión infantil de la obra también deja ver ese sentido de la maravilla y la generosidad que tenían los niños lituanos que eran capaces de compartir sin ápices de egoísmo cosas que nos parece cotidianas como un plátano, un chicle o una goma, pero que a finales de los ochenta eran todo un lujo allí. Una inocencia y alegría que se contagia a toda la obra que, sin caer en idealizar una época, nos deja ver una visión en positivo que se ajusta a la vida que tuvo la autora.

Sin embargo, esa visión que nos puede parecer en un principio un tanto naif no impide que la obra nos cuente con todo lujo de detalles lo que significaba que el sistema te considerara una amenaza, la tristeza que se cernía sobre los adultos en un sistema tan restrictivo –luchando contra él o ahogando sus problemas en alcohol- o que seamos testigos de los problemas políticos que tuvo que atravesar Lituania cuando se declaró independiente. Todo ello contado con la mayor accesibilidad posible, algo a lo que contribuyen sobremanera la narrativa y la composición de página de Holly R en la que priman las tres tiras de viñetas por página, pero que no es para nada fija y se permite dobles páginas tan estupendas como en la que la abuela tiene que atravesar un bosque para llegar a la prisión en la que está encerrado su hijo.

Aunque la historia se analiza y escribe con objetividad con el paso del tiempo que permite ver todos los puntos de vista, obras como La lata de guisantes son necesarias puesto que nos cuentan de primera mano la forma en la que percibieron esos días las personas que las vivieron en primera persona, aunque lejos de los acontecimientos principales. Un testimonio veraz y que no trata de edulcorar la realidad en el que Holly R sabe captar la inocencia y la belleza de las palabras de GiedRé.

Lo mejor

• La visión en primera persona de la vida en Lituania con todos los pros y los contras.
• Siempre es una maravilla cuando nos encontramos con obras que saben reflejar la realidad con la inocencia de la infancia.
• El color.

Lo peor

• Que no nos lleguen más obras como esta.

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Diego García Rouco
Nacido en Barakaldo en 1977 donde sigo viviendo. Descubrí los cómics en una librería de barrio con Tintin, Asterix, SuperLopez y los personajes de Ibáñez. En 1989 descubrí los superheroes de la mano de Stern y Buscema con el numero 73 de la edición de Forum de Los Vengadores. A estas lecturas se fueron incorporando la novela gráfica y el manga, de los cuales, a diferencia de los superheroes, nunca me cansé. Todavía sueño con ser agente Espacio-Temporal y de Planetary, con visitar mundos de fantasía con el señor T., Philemon, Lord Morfeo, Arale y Thor. Viajar con Reed, Ben, Susan y Johnny al futuro y pasear por el cuartel de la Legión. Recorrer la antigua Roma con Alix y una cantimplora de poción mágica. Buscar Mú, perderme en un viaje al corazón de la tormenta, contemplar el Olmo del Cáucaso mientras paseo por un Barrio Lejano leyendo El almanaque de mi padre. Conseguir beber la sangre del Fénix. Leer, al fin, algún articulo de Tintín y de Fantasio sin que me molesten los absurdos inventos de Gastón. Perderme por las murallas de Samaris, mientras de la pirámide flotante de los inmortales cae John Difool. Enamorado de la chica de los ojos rojos y de Adele. Y cabalgar hacia el amanecer con Buddy Longway, Red Dust y el teniente Blueberry. Con un poco de humo azul en los labios...
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