In memoriam, Steve Dillon

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El pasado sábado, 22 de octubre de 2016, las redes sociales transmitían a toda velocidad la inesperada y luctuosa noticia de la desaparición del ilustrador británico Steve Dillon. La nueva, ciertamente mala, había sido comunicada por la familia del dibujante, que sin entrar en detalles venía a recordar que el caballero había gozado de una salud precaria en los últimos años, aunque esto no le hubiera impedido seguir al pie del cañón hasta prácticamente el final.

Cuando pienso en Steve Dillon me vienen a la mente las dos obras por las que conocí su labor, en la transición entre el siglo-milenio pasado y el presente. Por un lado, Predicador, la historia de Jesse Custer, Tulip y Cassidy que mezclaba el duelo religioso entre cielo e infierno con la estética y las reminiscencias de las películas del oeste; por otro, Castigador, el relanzamiento de las aventuras de un Frank Castle que había llegado al año 2000 bastante agotado. En ambas ocasiones, su nombre estuvo unido al del escritor y paisano Garth Ennis. Los guiones de Ennis -pródigos en ocasiones en una brutalidad y violencia tan exageradas que sobrepasaban lo grotesco- encontraron en los dibujos de Dillon el complemento perfecto. Don Steve practicaba un estilo único y difícilmente imitable que, personalmente, se me antojaba «feísta». Las mujeres no eran hermosas; los hombres no eran atractivos y todos podían ser profundamente desagradables en su vulgaridad. En una industria dominada por los cuerpos diez (especialmente en los noventa del siglo pasado) Dillon aportaba la necesaria dosis de realismo que le hacía tan adecuado para las obras que le dieron fama y prestigio y tan poco adecuado para los pijamas de toda la vida. Gran narrador, pocos de sus colegas tenían el grado de dominio de las expresiones faciales y del lenguaje corporal de la figura como él. Sin embargo, como recordaban los colegas de esta santa casa virtual, Steve Dillon fue mucho más.

Nacido en la localidad inglesa de Luton en 1962, Steve Dillon iniciaría su carrera muy prontamente, en cabeceras que forman parte de la historia del tebeo británico como 2000 AD o en la división insular de Marvel. En 1988 fundaría junto al dibujante Brett Ewins el semanario Deadline, una publicación que combinaba artículos y tebeos y que durante sus siete años de existencia influyó profundamente en el sector. Cosas de la vida, Ewins, falleció el año pasado a una edad igualmente temprana, víctima de una variedad de cáncer. En un año y medio, el cómic británico pierde a dos caballeros que hicieron bastante por la divulgación y promoción del noveno arte en las islas.

Steve Dillon ya no está, pero queda su trabajo con personajes como el Juez Dredd, John Constantine, los Thunderbolts o Lobezno. Su estilo gustaba a una parte de la parroquia como echaba para atrás a otro sector de la feligresía, y ello es quizá muestra de que su labor consiguió que nadie quedara indiferente y que defensores y detractores estuvieran de acuerdo en un punto: la naturaleza única de su dibujo.

Un predicador en el oeste
Jesse Custer, por Steve Dillon

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_kam1kaze_
Lector
24 octubre, 2016 12:51

Una verdadera lástima. DEP

hammanu
hammanu
Lector
24 octubre, 2016 16:18

Para el estilo de las historias que solia ilustar su arte estaba muy bien, no lo típico de superhéroes pero si en elementos con sus dosis de violencia e humor negro. Es una pena que un autor tan característico no halla dejado, no serie perfecto pero si unico