Hawkworld

Es hora de alzar el vuelo.

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Uno de los tópicos más extendidos y utilizados en la ficción es el del retorno al hogar, y más concretamente el del soldado que renuncia, que olvida, que “ahoga los libros, rompe el báculo y abandona el reino” en palabras de Neil Gaiman. La Odisea, Hojas de hierba, El último mohicano, Bailando con lobos, Johnny cogió su fusil, Nacido el 4 de Julio, American History X, Soldados de Salamina…los ejemplos son infinitos y han proliferado en el último siglo.

Algunos dirán que esto es debido a la conciencia moderna acerca de la guerra y sus consecuencias. Otros dirán que el hecho responde a la privativa necesidad humana de creer en otro tipo de valor, en unos ideales fundamentados en la razón, y en la creencia de que el hombre en su conjunto puede cambiar unos principios cimentados en los códigos de la guerra para adoptar otros nuevos cimentados en los códigos del amor.

Sea como sea, Hawkworld se inserta claramente dentro de esta tradición. La historia de Hawkman, el campeón de Thanaghar, es bastante confusa de por sí, y no es el objetivo de este artículo hacer un repaso a toda la trayectoria del alado. Baste decir que la primera encarnación de Hawkman, Carter Hall, era un aventurero que sufrió en carne propia los efectos de la reencarnación de un dios egipcio; la segunda encarnación del héroe alado, KatarHol, era un policía espacial del lejano planeta Thanagar.

En los cielos se alza la leyenda de Hawkman….

Como es bien sabido, Crisis en Tierras Infinitas lo cambió todo a todos los niveles. El relanzamiento de personajes como Superman, Flash, WonderWoman o Batman fue todo un éxito. Y en estas que Timothy Truman recibió el encargo de renovar y a colocar a Hawkman en el podio de los más grandes.

Truman había estado en cierta manera muy ligado a la figura del gran Joe Kubert, el encargado de dibujar las primeras y más recordadas aventuras de Katar Hol. Truman estudió también en la Art Kubert School, y su primer trabajo profesional fue dibujar historias de complemento del Sargento Rock, otra de las geniales creaciones de Kubert. Por todo ello, no es extraño que recibiera este encargo.

Decía Harlan Ellison que solo existían tres tipos de historias en el mundo, y a una de esas categorías la llamaba “el chaval que aprende una lección”. Bien, sin duda Hawkworld se ajusta a esa descripción. El joven alférez Katar Hol es un joven idealista. Todavía piensa que la guerra se rige por los códigos de lealtad, honor y deber que definieron la vida de Karmoran, el libertador de su pueblo. Sus incursiones junto al resto de alados pondrán a prueba sus creencias. Para colmo, su padre es el inventor de los equipos alados que permiten a Thanagar dominar con mano de hierro a sus planetas subalternos y, además, un firme defensor de los derechos de estos siervos.

La narración de Truman respira poesía en cada viñeta. Los encuadres, las transiciones, las referencias gráficas que remiten a las grandes gestas libertarias de todos los tiempos (desde ese rifle estilo Último Mohicano, a esa enorme estatua grecolatina, pasando por ese sentido pasaje con monjes budistas alienígenas) son, tristemente, producto de otros tiempos. Una época más libre, quizás, más agreste y más injusta para los autores, también, pero en la que un veterano como Truman podía permitirse crear todo un mundo nuevo alejado de los superhéroes, de las continuidades y de los temidos contenidos transmedia.

No obstante, todos sabemos que el auténtico corazón de las historias de Hawkman es su relación con Hawkgirl. Truman también lo sabe, y resulta complicado no sentir oprimido el corazón con la revelación que unirá indisolublemente los destinos de Katar Hol y Shieraa Tall.

El hecho de que está última comparta nombre con el primer amor de Katar (por cuestiones explicadas en el propio comic) aporta interesantes dimensiones morales a la figura de nuestro héroe. Sus acciones como agente gubernamental destruyen a una primera Shieraa infantil, racista, desequilibrada y aun así no exenta de cierto potencial para el bien. Sus acciones como rebelde antisistema le permiten descubrir a una nueva Shierra fuerte y empoderada.

El camino que Katar Hol deberá recorrer es el camino descrito al principio del artículo, y que le llevará por los mismos estadios que otras figuras míticas como Espartaco: soldado-preso-esclavo-libertador-héroe. Pero más allá del arco de transformación de Katar Hol (trazado con mano maestra por Truman) destaca en el comic la presentación del planeta Thanagar, totalmente deudora del espirítu de su época, por otra parte (no por nada el comic se llama Hawkworld y no Hawkman).

Brian Talbot, John Wagner, Alan Grant, Alan Moore, Grant Morrison, y en general todos los popes de la ciencia ficción británica desde los tiempos de Michael Moorcock habían insistido en articular sus mundos ficticios como una suerte de parábola del decadente Imperio Británico. ¿Qué podíamos encontrarnos en las historias de, por ejemplo, 2000 A.D y que podemos encontrar en Thanagar?

Espolvoreada junto con referencias gráficas a Vietnam, a Robin Hood, a los samuráis y a los nazis y a Star Wars, tenemos una alta jerarquía social que vive en la opulencia y entre un marasmo de drogas y fiestas. Una apatía general en la que sobreviven y que se sustenta sobre sobre un amplio abanico de esclavos extraterrestes. Una variedad multiforme y distintas tonalidades de su piel, en las que es difícil no ver una metáfora de los pueblos oprimidos por el “gran hombre blanco”. Una casta guerrera, belicosa y fastizoide, decidida a mantener a toda costa el statu quo, las cadenas de la opresión y en general cualquier cosa con la que poder ahogar el espirítu humano. Una Roma, una Melniboné, un mundo a punto de destruirse que camina, alegre y combativo, hacia su propio precipicio.

…mientras a ras de suelo un mundo sueña con la libertad.

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Ziggy
Ziggy
Lector
15 agosto, 2019 19:38

Una excelente miniserie, muy hija de su tiempo y estupendamente dibujada.
Pero,¡ay! Si tan solo, ¡tan solo!, hubiera incluido un pequeño cuadro en la primera pagina que rezara: «Diez años atrás» o incluso «hace cinco años». Tantas cosas que se pudieron haber ahorrado, evitado, si tan solo esa frase se hubiera incluido.
Aunque la historia no pierde calidad por ello.